lunes, 31 de diciembre de 2018

NOCHES DE SEPTIEMBRE




NOCHES DE SEPTIEMBRE
Por Francisco Javier Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano


Esta historia de vida, convertida en Cuento, va dedicada a mi hermoso pueblo y su adorable gente.

Corrían los años del cincuenta y sesenta del siglo pasado, la vida trascurría con normalidad en mi bello pueblo San Benito Abad erigida en Villa por los españoles, carente de energía suficiente para ensartar una aguja a las seis de la tarde, bajo el amparo de mis dos ancianos que me vieron crecer en una plaza verdecita dos arcos de jugar fútbol, una pila de recoger agua, inservible para esa época, un entorno de vecinos 1A.

En las noches circundaban los fantasmas, escondidos bajo la luna llena, decenas de animales cuadrúpedos irrumpían la tranquilidad de la placita e impedían el paso de entrada a mi hogar, de la esquina de la niña pupo hacia la puerta de palitos con gancho de alambre de mi casa era una odisea nocturna hasta penetrar a la sala donde ya estaba seguro.

En el patio de la niña Mañe contigua a la mía, habían árboles frutales centenarios, como los palos de mango, el de tamarindo y la famosa mata de corozo de vaca, tan alta que llegaba a la luna, en las noches que comenzaban a las seis de la tarde y ya siendo las nueve para mí, era media noche, a esa hora bajaba de la casa cural en donde nos reuníamos a narrar historias, tanto españolas como de toda la costa, allí estaban Julián Caña, Francisco Acosta, los sacristanes Arcadio y Servio Baldovino, Delio Salcedo y mi persona.

Cuando Julián Caña se levantaba de su asiento a apagar la planta de los curas ya yo estaba listo para emprender carrera hacia la placita, solo me separaban dos cuadras, las más largas que un pueblo haya tenido, superada la primera, la segunda era angustiosa, por obligación tenía que mirar hacia el patio inmenso de la niña mañe, allá al fondo había una fogata bajo el árbol de tamarindo, centro punto del patio, su candela se avivaba con solo mirarla, amén de los caballos, mulos y vacas atravesadas en el caminito angosto que con los años formamos con nuestras pisadas.

Superados los miedos en parte a que ya estaba cerrando los siete años, el padre nuestro y el credo que rezaba en esas dos cuadras hasta llegar a mi hamaca en la sala de la casa, en una tertulia bajo dos helados de coco, hechos por la niña pupo, le hice el comentario a mi amigo El Tito Pupo sobre la Luz encendida bajo el palo de tamarindo del patio de la niña mañe.

Esta noche me vienes a buscar cuando la veas, a ver si desenterramos ese oro que hay allí, eso si no me le comentes a nadie y nadie es ninguno para mi vecino.

Animado por salir de pobre con toda esa cantidad de oro, me las pintaba mentalmente en monedas, como las que tenían los curas españoles en unos baúles de madera, bajo un cerrojo y candado de aldaba.

Ese día estuve  silbando cualquier canción que se me atravesara, parecía al nello montes de oca, cuando estaba cuidando el ganado de la señora Jovita en los playones de la Villa, esa noche en especial no fui a la iglesia, estaba seguro que a la mañana siguiente ya no iba a fiar el café, los tabacos de mi padre y los dos cucharones de leche donde el señor Joche y la niña Gilma.

Miré la luna opaca que cruzaba entre las nubes grises, atravesé la placita en diagonal y le avisé al Tito, ya está la fogata encendida, me aposté bajo los árboles de abeto macho sembrados alrededor de la placita con paciencia esperé al amigo, sorprendido quedé cuando salió con pico y pala en el hombro, un foco de baterías en la cabeza, sostenido con un cartón, más atrás salió su hermano Lalo con igual de aparejos para sacar ese entierro que en mi mente desbordaba la capacidad de mis sueños, porque siempre he sido un soñador.

Al penetrar al patio del entierro, la luz se apagó, los tres la vimos, llegamos al sitio y no había rastros de candela, a mí se me puso la cabeza bien grande que quedé paralizado como el chavo del 8, me tuvieron que sacar cargado de ese patio, cada quien cogió su camino a casa y esa noche y las demás noches de mi vida, no he dormido tranquilo, ya mis dos amigos duermen en la eternidad.

Una noche me aposté sobre el árbol de tamarindo a las seis de la tarde, a las ocho de la noche veo la figura humana en forma de mujer, traía una lámpara de caperuza en su mano derecha y en la izquierda una caja de fósforos el diablo (famosas en esa época), juntó unas chiribitas o basuras de palo seco y encendió, se  arrodilló y oraba en voz alta, sus palabras fueron invadiendo mi débil mente, perdí la fuerza total de vida, desperté al día siguiente en el puesto de salud del pueblo con tres costillas averiadas, la cabeza torcida, rígida como cadáver de tres días, fractura en un codo, y raspaduras por doquier.

La señora en mención colocó la denuncia en la Alcaldía del pueblo por invasión de domicilio ajeno en horas nocturnas, falta a la moral y las buenas costumbres ya que ella estaba en paños menores y era señorita, además me indilgaron el robo de treinta bultos de tamarindo seco, que décadas después se los encontraron al Joe Arroyo, en una canción. A mi lado estaban dos policías y mi amigo El Tito, él quería saber que pasó esa noche con el entierro de oro y los policías querían saber muchas cosas más, ellos me dijeron que confesara y dentro de diez años me convertían en policía. A los dos días me dejaron en libertad total, porque los cargos no pesaban ni un bulto de canela, además era un menor, solo fueron travesuras de joven de pueblo.

El oro no existió nunca en ese gran patio, lo de policía si se me cumplió, lo de animoso depende de que se trate y lo de sueños y esperanzas está vigente, ahora sueño más que nunca con el entorno de mi bello pueblo La Villa de San Benito Abad, macondiano como su Recurso Humano. Dejando Huellas, para que me Recuerden. Feliz año 2019.


jueves, 22 de noviembre de 2018

LAYUMAY, UN PUEBLO FANTASMA






LAYUMAY, UN PUEBLO FANTASMA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano


Lou den, padre de tres hijos, Faver, Lou Jr. y Filippo, su madre falleció al parto del ultimo, se criaron en la hacienda Paragüitas, eran buenos jinetes, vivían del campo y la ganadería, actuaban los cuatro como uno sólo, Filippo el menor cumplía años de nacido, su padre y hermanos lo mandaron al pueblo a buscar un dinero al banco, cosa que cuando regresara a paragüitas el agasajo estuviera preparado, sacrificaron un becerro, tres pavos y cinco gallinas e invitaron a los amigos de Filippo, pero este no llegó al transcurrir de la noche los amigos se fueron y sus familiares se preocuparon.

Bien temprano ensillaron sus caballos y siguieron el camino desértico por donde Filippo tenia que transitar para llegar al pueblo, a mitad de camino encontraron el sombrero del joven y huellas de personas, según su padre eran como treinta en total, siguieron camino entre lomas y piedras al llegar al pueblo fantasma, escucharon disparos.

Apresurados apretaron riendas a sus caballos y a galopes encontraron a su hijo y hermano con una insolación, le dieron agua de sus cantimploras, el joven reacciono, miró a su alrededor y vio su caballo, un hombre boca abajo que al voltear-lo era la persona que lo había abordado en el desierto y con engañifas le dio con la cacha del revolver y se le llevó su caballo.

También contó a su padre y hermanos que era el forajido que tenia azotado al pueblo de Layumay, al que el defendió como Aguacil, preguntó por Luisa, sus familiares desconcertados le atribuían su estado mental a la insolación en el desierto.

Su padre le contó que Layumay era un pueblo fantasma con una leyenda, que el Forajido Tommy y sus matones los desalojó hacen dos siglos y que ellos sólo esperaban que un hombre valiente los liberara de los forajidos, dicen que murió mucha gente y que el resto que quedó vivo se arrastraron por el desierto en donde divagaban en las noches de luna llena, también le contó que el Forajido Tommy abordaba a los transeúntes del desierto y les quitaba su caballo y el dinero que llevaban.

Filippo les dijo a su padre y hermanos que el pueblo estaba cerca que lo acompañaran para rescatar a Luisa, el empeñó su palabra que volvería por ella.

A sabiendas su padre aceptó llegar al pueblo Fantasma Layumay, en donde solo consiguieron desolación y como en el oeste americano las bolas de hierva seca corrían por su única calle. Filippo no lo podía creer, hacían tres horas aproximadamente estaba allí rodeado de hombres y mujeres, temerosos a enfrentarse a Tommy y sus forajidos que cuando llegaban desolaban el pueblo y mataban al alguacil.

Filippo se tocó el pecho y si, tenía la placa de Alguacil y recordó que Luisa lo convenció para que liberara a su pueblo de Layumay de Tommy y sus forajidos, también estaban las barricadas en la entrada al pueblo que él Filippo como Alguacil ordenó a su gente del pueblo colocar para defenderse de los Forajidos, el convenció a el pueblo que los acompañara a buscarlos y darle de baja, cosa que en la mente de Filippo sucedió.

Ya convencido que sus familiares no le creían emprendieron viaje a la hacienda paragüitas, antes dio la ultima mirada al pueblo desolado y asoleado en medio del desierto y justo, estaba Luisa en la puerta de su casa, la mujer que dijo que lo quería, se tocó sus labios y allí estaban sus besos, la figura se iba desapareciendo a medida que Filippo y sus familiares avanzaban hacia su finca Paragüitas.

La Leyenda cerró su siclo, al enfrentarse Filippo y los hombres del Pueblo Fantasma, al temido Tommy y sus Forajidos.


sábado, 17 de noviembre de 2018

LOS RECUERDOS MENTALES DEL TIEMPO






LOS RECUERDOS MENTALES DEL TIEMPO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano

Tres de la tarde en punto, eso diagnosticó Josafat, nombre sacado del almanaque Bristol, fechado el 12 de noviembre como San Josafat, se quitó su sombrero, miró al sol, se limpio el sudor de su frente y pensó:
-      
   - ¿Qué estaré haciendo dentro de 66 años?, porque la longevidad familiar nos atropella, no quisiera estarle dando lata a nadie, pero si mi Dios me lo permite sería maravilloso.

El último en partir fue el pariente José de la Rosa a los 102 años cumplidos, nuevamente inicia su faena y va hoyando con su vara de guamo seco y punta afilada, allí deposita cinco granos de maíz cariaco, hora después canta el gallo basto amo y señor de las gallinas de la parcela, cuatro de la tarde, tiempo de descansar para nuevamente sembrar al día siguiente.

Su perro Purrucu de Jesús, estaba acostado a cerca distancia bajo un palo de Uvero, a la expectativa del conejo gris que escarba en las noches la siembra del grano para alimentarse, -vamos purrú- dice Josafat, el perro lo mira y emite un ladrido en tono menor, -te vas a quedar en espera del conejo, lo llevas vivo a casa- exclamó y se marchó a descansar.

A las once de la noche bajo una oscurana divisó el perro dos lamparitas una cerca de la otra, este es el conejo, se colocó en guardia, suspendió la respiración, avivó los sentidos y en menos de lo que cantó el gallo, lo tenia en sus dientes bien sujetado, llego a casa y lo depositó en una jaula bien seguro.

Todas las noches Josafat escuchaba una conversación en el patio entre dos personas masculinas, se levantaba sigiloso foco de batería en manos, alumbraba el conejo, seguido al perro que dormía en una cueva con la cabeza afuera, las matas de plátano del fondo del patio y concluía, ese debe ser fulano que va a ordeñar.

Hasta que una noche llovida, oscura y bajo la electricidad de los relámpagos, dos animales discutían acalorados la tenencia de una botella de ron pecho verde, fulminado cayó Josafat, acto seguido su esposa que venia con la linterna de gas y la mano de cachucha queriendo ver en la oscuridad que pasaba.

Purrucu, con un exceso de hipo, le explicaba a la pareja que se encontraban semi privados:

-Este conejo quiere ser más avispado que yo, hicimos un trato, cosa que no quería, pero me convenció a que lo sacara de la jaula, en cambio al favor nos beberíamos una botella de ron allá en el grill la tinta roja, pidió la botella, después otra y otra; como bebo más que él, me emborraché, oportunidad que aprovechó para correr y dejarme la cuenta abierta, menos mal que allí estaba el cubita y me avisó, el vivo del conejo salió para el baño dispuesto a escaparse, me coloque a la salida y cuando iba a escaparse le metí la traba en sus patas y cayó boca arriba, lo pillé con mis dientes y aquí se los traigo.

Ese día hubo guiso de conejo con yuca harinosa, jugo de naranja agria y suero atolla buey, sesenta y seis años después y sin la presencia del perro, menos del conejo, Josafat le pregunta a su esposa si se acuerda del cuento de Purrucu y el conejo gris, ella le responde,
-Duérmete Josafat, tu con tus cuentos de hace dos siglos, a los dos minutos ambos están roncando-. Bajo la sombra del realismo mágico, me pregunto: ¿Verdad o fantasía mental?.

domingo, 11 de noviembre de 2018

LOS ÁNGELES EN LA TIERRA





LOS ÁNGELES EN LA TIERRA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Recordando "La Espiral de Arquímedes", así es que la vida de los humanos da vueltas y vueltas, para llegar de nuevo al punto 0, de donde salió. Soy un hombre de mucha fe, en todos mis actos realizados y por realizar, por eso cuando algún humano se acerca a mí, ya de antemano se con que intenciones viene, pueden ser buenas o malas y se encienden las alarmas ultrasonidos que existen en la mente y el corazón. En esta vida recorrida a mas de mitad de camino, con la cabeza florecida como un árbol de cañahuate en verano, varias zanjas en mi rostro, recibo con mucho agrado una voz de aliento, una comprensión y en especial el cariño humano.

Siempre y a diario a las tres de la madrugada los sensores de la vida me dan otra oportunidad, de pasar del sueño a la realidad, todo en esta vida debe ser planeado para que salga muy bien, con mente positiva eso hago, repaso las vicisitudes por la cual he pasado y me aflora en la mente y mi labios emiten una sonrisa en razón a que la fe me ha dado valor para salir adelante, después de la tormenta, viene la calma y los ángeles de la tierra enviados por el divino no me han dejado claudicar, están a mi derecha y a mi izquierda dirigiendo este barco, llegan con la razón, la tenacidad y la comprensión, con una hermosura y su belleza interior, con inteligencia y amor.

Sería egoísta, nombrar esos ángeles uno por uno, porque son millones de ángeles de la tierra los que me han dado la mano, un concejo, un abrazo, de tanta importancia para mí, porque perdí el abrazo de mis progenitores antes de nacer, estos ángeles  discuten con mi persona la importancia de vivir esta vida en paz y amor, borrando de mi mente la rebeldía de la incomprensión el porqué y de la hibridación cultural, con parámetros fundados en valores éticos, sacados del libro Urbanidad del señor Carreño y las palabras sabias de mi Madre de crianza  Isabel María Román Madera, mi ángel en el cielo.

Hoy, me encuentro satisfecho, rodeado de ángeles familiares y amistades, mi mundo es de fe, sólo observo, escucho y analizo esta sociedad convulsionada y a una velocidad que supera los años luz, seré como el espiral de Arquímedes, daré vueltas y vueltas al derredor del mundo con mi mente, buscando el punto de equilibrio entre el ser y la razón, sin detenerme volveré al punto cero de donde salí con mente sana, para volver a renacer.



miércoles, 17 de octubre de 2018

UN AJUSTE A LA IMAGINACIÓN HUMANA- EN HONOR A MI HERMOSO PUEBLO







UN AJUSTE A LA IMAGINACIÓN HUMANA- EN HONOR A MI HERMOSO PUEBLO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano


Al igual que en los ajustes contables en la economía, a la imaginación hay que ajustarla en el debe y el haber, porque si no le puede pasar como el desboque del caballo blanco de don Abel de la Ossa en las barrancas de pichilin, así decia Toñole, en otrora tiempos de la subienda del bagre y la pacora por la ciénaga de machado.

En la plaza principal donde florecía el palo de matarraton y el arizal del portón de entrada al seminario mayor de mi pueblo, la hermosa Villa de San Benito Abad, los mayores se reunían a hablar de política, comercio, pesca, ganadería y agricultura, era un conglomerado sin ínfulas de grandeza y con ínfulas de buenos trabajadores, cada uno de ellos destacado en su oficio.

Por ejemplo, el pescador decía que el año pasado en la ciénaga de machado se cogieron mas de trescientas arrobas de bagre, con unas ganancias en pesos de puntos. El Agricultor manifestaba que la cosecha a recoger este año en la finca madre de Dios, estaba dando unos cinco mil bultos de arroz en espiga. Que iban a tumbar las montañas barrieras, que solo esperaban la primera lluvia para la siembra.

El ganadero manifestaba que en la finca Palo negro se estaban sacando a la venta mas de cincuenta cantaros agrarios de leche y una producción de queso de cien arrobas. De allí salió el famoso cuento del lomo del toro negro.

Desde la distancia con un oído finísimo estaba el cubita, digiriendo en su imaginación, la valentía de esos señores, esa matanza de bagres en ciénagas de la Villa, esa espiga de arroz en madre de Dios, sembrada por los Cadrazco, Caldera, Benítez y Garavito, presencia de este escritor siendo un niño joven, palo negro una hermosa finca de no sé quién era el dueño, pero al fin mucho ganado a orillas de la carretera, que orgullo, que ejemplos de padres, entre ellos el cuba viejo. Allí entraba a hacerles ajustes imaginarios a mi mente, que captaba guardaba y lo que no me servía lo desechaba con el filtro de las buenas costumbres aprendidas en la Escuela San Luis Gonzaga de Palo Alto, dirigida por la regla y tabla de madera del multiplicador del conocimiento Gustavo Benjumea, 

Otro templo de mi educación y los valores lo era la casa de bareque y pisos de tierra, adornada con tres hermosos parches de barro rojo y cenizas de leña, en la esquina sur de la placita, dirigida por Isabel Román, las primeras letras de la niña Cristina Cárcamo y Lucita Bermúdez.

Allí en la placita en donde las tertulias para niños y jóvenes tenían sus ajustes de imaginación, historias contadas por Rafael Gazabon, José Hernández, Nelson Montes De Oca, Abigail Mario (El Docto), Luis Pupo, Nereo Barbosa, El cuba y José Morón y Hector Atencio, con calibres de miedo como para no dormir e ir a dar a media noche a los pieceros de los abuelos o padres, siempre despedían las tertulias con tres frases, viene el Candelillo.

Querido pueblo que recorría en las noches el caballo relinchón con jolones de cuero, el perro con lengua de fuego en el pretil de la casa de la niña Chancho, el hombre vestido de blanco haciéndole pantomimas a El Val, en la calle de las Avispas, los burros o asnos de propiedad de los Benítez, quienes en fila india recorrían el pueblo, semejándose en la oscuridad a grupos armados, la luz del playón, que ahora dicen que se mudó para las playas, porque ya no hay playones.

Impresionante la salida al paso en la madrugada, donde salian unos caballitos de mar electrizados corriendo en la superficie del agua y haciendo cruces por las piernas de los humanos.

Y donde me dejan la salida al volcán desde la casa de María Berania había que atravesar la laguna hasta coger las barrancas del volcán hasta la casa de Santander Imbett, el tigre de madre de Dios saliendo a los playones a comerse el ganado cimarrón, el toro Candelillo, las ensenadas de rincón largo, el arroyo la dorada desbordado en los tres puentes con rendijas en las tablas de madera, el arroyo del paso de los chivos, la chambita, el ojo de agua, los jobos y la punta de la pesquería.

De esa famosa Escuela de la Vida, de ese oscuro pueblo la planta municipal se prendía a las seis de la noche y se apaga a las diez en punto, enclaustrado en el bajo San Jorge, perteneciente al triangulo del saber, de la inteligencia humana (Bolívar, Córdoba y Sucre), en donde brota la décima, el porro, la cumbia, el canto de vaquería, la poesía, las bandas de viento con su guapirreo implícito en su alegría, la pesca la ganadería y la idiosincrasia del hombre trabajador, de allí son mis cuentos, mis escritos con sabor a pueblo, con ajustes de la Imaginación Humana, plasmados en el  Blog: entrecuentosporrosyfandangos.blogspot.com. Con sello Villero %.



lunes, 15 de octubre de 2018

UN TIGRE DE BENGALA A LA MITAD DE LA MAR






UN TIGRE DE BENGALA A LA MITAD DE LA MAR

Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Venía un Barco Japonés surcando las aguas del Océano pacifico para cruzar por el canal de panamá, administrado por estados unidos por espacio de 99 años, , cargado de mercancías del occidente, su tripulación y un circo en donde venían toda clase de animales salvajes, lo llamaban el gran circo de don Pacho, con toda su tripulación cirquera con dirección a la placita de la Villa.

Entre los cirqueros venia un joven de unos 16 años, hijo del dueño del circo mas su mamá, ellos de origen Indio, a mitad de la noche se formó una gran tormenta con rayos y centellas y estas fueron a dar al motor del Barco y este se estalló, volando en diez mil pedazos, sólo quedo bien una canoa salvavidas de color blanca, el muchacho nadó hacia ella, pero ya en su interior estaba acomodado el tigre de bengala que le peló sus dientes blancos y no lo dejó subir, el muchacho recogió  pedazos del barco e hizo una balsa, pero se aferró a la cabuya que sujetaba el ancla que ya no existía, allí amarrado al barco bajo la intemperie al amanecer divisó el panorama y no había humano respirando, no mas quedaba el tigre de bengala y él.

Ya el felino presentaba agresividad, comprendió el joven que esos dos animales tenían hambre, había que buscar la manera de conseguir comida para el tigre y por su puesto para él, se tiro a la mar y recogió una maleta metálica y pudo comprobar que se trataba de elementos de auxilio en caso de un naufragio, luces de bengala, un Jarpón, un anzuelo, un chinchorro de mallas pequeño, un cuchillo banquero y unos guantes de cuero fino.

En la lucha de poderes, el joven le cortó con el cuchillo un pedazo de oreja al tigre y con eso se dispuso a pescar, la justicia divina estaba de su lado, ya que era un joven educado en la religión de a su país, pescó una pacora de vente kilos y no la podía subir a la balsa, allí fue donde intervino el tigre que por primera vez le hablo al joven y entre los dos subieron la pacora y la mataron con una porra de madera, a los cinco minutos los estaban rondando mas de veinte tiburones, cual de ellos fuera más grande, atraídos por la sangre, con ellos llegaron un cardumen de sardinas y llenaron el bote del tigre que ya había hecho las pases con el muchacho.

Exhaustos y llenos de estomago se quedaron dormidos, la barca pasó por el canal de panamá, cogió orillas de Urabá, Cartagena y toda la costa hasta llegar a bocas de ceniza en Barranquilla, pasó el puente Pumarejo, el Alejo Duran, el puerto de Magangué y entró por la boca a quince kilómetros antes de Magangué, pasó por la boca de san Antonio, jegua rio san Jorge arriba y fue a dar a doña luisa, una hermosa playa de mí pueblo, la Villa de San Benito Abad, unos pescadores de chinchorro estaban en la orilla a las tres de la mañana jalando cinco chinchorros, eran unos treinta hombres y atónitos vieron a dos vallenas anclar el bote blanco, acto seguido  bajó  el tigre de bengala, le siguió  un joven negro, con una melena larga, cuando en esa época de la vida el corte de cabello era bajito, con un copete o moña en el jopo.

El tigre fue a dar a la placita, desde ese momento reina el tigre en ese lugar, claro que después se mudo para la ventana al mundo, el muchacho lo veían al lado del tigre, con un pantaloncito mocho, seguía melenudo, era un experto en subirse a los árboles entre ellos las palmeras de coco y bajar cuanto fruto tuviera, nadaba en la chambita y se bañaba con sus compañeros de la placita en los reventones, jalaba trompadas en la esquina de la niña pupo, después ayudaba al cura a decir misa y tocaba las campanas.

Por esos motivos casi nadie sabia quienes eran sus verdaderos padres, solo la adopción de dos ancianos, quienes lo protegieron hasta que un día desapareció de la vista de los Villeros.

El Tigre ronca de vez en cuando por los lados de palito, las vallenas moran en doña luisa y el joven lo han visto de vez en cuando en la misa de diez, la de los peregrinos del señor de los milagros.

sábado, 8 de septiembre de 2018

LA ESPIRAL UNIFORME DE ARQUÍMEDES VS. LA ESPIRAL DEL DOCTOR ORIELO






LA ESPIRAL UNIFORME DE ARQUÍMEDES VS. LA ESPIRAL DEL DOCTOR ORIELO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román-Escritor Colombiano



La espiral uniforme de Arquímedes: Es una curva plana trascendente que se describe por un movimiento uniforme de un punto M, que se desplaza sobre una recta R de un plano, que gira uniformemente alrededor de un punto O que pertenece a dicha recta. Es decir, el radio varía de manera proporcional al ángulo girado. En el inicio del movimiento el punto M coincide con el centro de rotación O. es una línea continua e ilimitada, con un punto singular inicial en el origen. O sea, los puntos M recorren con una velocidad constante el eje OX del plano, girando este eje alrededor del punto O con una velocidad angular constante. Cuando el eje OX da un giro de 360º, el punto M se desplaza sobre el eje OX a una distancia E=2aπ, denominada paso de la espiral. S

En una Magisterial Clase de Derecho el Doctor Orielo nombró La Espiral y en su examen oral final lanzó dos preguntas: cada una valía 2.5, por cada dos alumnos entraban y salían del salón con caras tristes, manifestaban que las preguntas no correspondían a las explicaciones, menos a el libro guía. Era nuestro turno, la Doctora Sonia y mi persona. Entré cantando una salsa brava de Rubén Blades, como sabía que el doctor era un miembro de la bacanería barranquillera, suavicé el camino; lanzó la primera pregunta y los dos alumnos nos miramos las caras, seguido vino la segunda pregunta, le dije:

-Estimado Doctor me permite graficar la contestación de la pregunta-
-Siga Doctor Cadrazco.

Respuesta: Basándome en la espiral uniforme de Arquímedes, es una curva plana trascendente que se describe por un movimiento uniforme de un punto M, que se desplaza sobre una recta C. Bla, bla y bla. Y le dibujé un espiral afianzado en el punto M, con caida de la parte de arriba hacia abajo, en una linea recta.

Un poco nerviosos esperamos su afirmación o en su defecto la negación de lo expuesto graficalmente y explicado punto por punto.

Nos miró fijamente y dijo:

 -Los FELICITO, esa era la Respuesta más correcta, mi persona no acostumbra a colocar notas máximas, pero tienen un cinco (5).

Después de cinco años, hurgando en mis apuntes de derecho, encontré en una hoja nueve renglones subrayados con resaltador verde y un gran título La Espiral, entiendo lo que decía un profesor de matemáticas, estudien que la matemática se la van a encontrar hasta en las sopas. Nunca pensé encontrármelas en un examen de derecho constitucional. 

Por esa razón, ese cinco está enmarcado en mi corazón y en los recuerdos históricos de mi mente.

sábado, 1 de septiembre de 2018

UN FRASCO BOCÓN LLENO DE LOTERÍA






UN FRASCO BOCÓN LLENO DE LOTERÍA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Recorriendo mentalmente el camino de la vida, se vino la figura de lo que en algún tiempo fue una prestigiosa tienda de propiedad de una mujer de buen corazón, que lo tubo todo otrora de la bonanza del algodón en un hermoso pueblo del caribe colombiano.

Tenia unas vitrinas grandes, un mostrador de madera en forma de L, sobre de él, unos quince frascos de vidrio con tapa, en donde pienso que habían galletas de panela, arropillas, turrones, bolitas de coco, tamarindo, cacao, ajonjolí, trompadas, pudines, caballitos, ponqués, merengues de huevos y más.

Los anaqueles con compartimientos grandes, me los imagino llenos de telas para hacer pantalones, supernaval, naval, otomana, paños, lino, overol de trabajo y ropa para damas.
Botas pantaneras, rulas, piedras de amolar, palas, cavadores, escobas, rastrillos, sacos de algodón, latas de manteca, petróleo, sal y más.

Pero la realidad fue que esa tienda- almacén se vino a pique, los motivos los desconozco, ahora lo de buen corazón de parte de su dueña, era que a todo lotero que llegaba a su tienda le compraba hasta toda la lotería y lo mandaba para su casa a atender sus hijos y su mujer.

El hueso duro era cogerle la hora a su hijo, un algodonero de carácter que hasta pelaba el revolver que llevaba en el cinto cada vez que veía un lotero a los alrededores de su casa, y los amenazaba de muerte, la custodia era permanente y uno por uno iban llegando a la tienda después que el hijo se marchaba a atender sus inmensas tierras cargadas de algodón.

Corrieron los años y no se supo más de la señora de la tienda, pero como este mundo va dando vueltas en un mismo eje y las casas de la tierra están en un mismo sitio, un día de la vida llegó razón de la bella señora de la tienda en un pueblo macondiano de esta costa caribeña.

En un Salón de clases de una prestigiosa Universidad entraron los Primíparos y uno a uno se fueron presentando con nombres apellidos y región de donde venían, sus estudios cursados y sus planteles educativos, me llamó la atención uno de ellos, sus apellidos eran similares al del hijo de la señora de la tienda, cuando se terminó la clase, le hice la entrevista y como buen investigador y sabueso policial, además abogado di en el calvo con punta de acero.

Era nieto de la señora de la Tienda de los frascos vacíos en donde reciclaba todos los billetes de loterías que perdía todos los días, ya a esas alturas ella no existía pero su nieto dio todos los detalles habidos y por haber, al preguntarle por los frascos comentó que ella en sus últimos días de vida se dedicó a ayudar a las personas más necesitadas, que le compraba lotería a cuanto lotero se presentaba a su casa, que su papá no gustaba de esos loteros que la estaban arruinando, más de lo que estaba, pero lo que no comento fue que su abuela se ganó un billete de Lotería de Medellín y  le dio al lotero que le vendió el premio a comienzos de la década del setenta, un obsequio por valor de  setenta y cinco mil pesos y con esa plata ese joven se vino para Barranquilla a estudiar y progresar.

No aguanté el cortado de la conversación y le confesé al joven estudiante que mi persona conocía a su abuela y  a su papá, que era uno de los Jóvenes Loteros que cada día le llevaba la suerte a su casa y me tocó contarle mi historia de vida que para bien fue ascendente siendo hoy un multiplicador del conocimiento, compartido con jóvenes que quieren superarse y dejar atrás momentos difíciles.



lunes, 27 de agosto de 2018

UNA CULEBRA BOA, SIN RABO







UNA CULEBRA BOA, SIN RABO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Recordando pasajes de mi vida, esta mañana a las tres en punto, hora en que la razón pura de la existencia de vida, del ser y no ser, me indica que ocupo un  lugar en el espacio y en el tiempo de este convulsionado mundo global, llegó a mi mente un pensamiento del momento aquel en el mes de noviembre de mil novecientos sesenta y cuatro, en una tarde asoleada, en donde el majestuoso rio San Jorge no daba razón de sus orillas, parecía una manta de saco de algodón, arropando el remolino de la pipa, bajo el desespero de unos pescadores de chinchorro ya casi desprovistos de alimentos, los mayores nos encomendaron ir a cazar carraos, patos yuyo, iguanas, boas, chigüiros, caimanes y babillas de cuatro patas.

Adentro de los manglares, divisamos una boa contrita de unos siete metros aproximados de longitud, los dos jóvenes no fuimos capaces de cogerla, menos de matarla para el sustento de unas treinta personas, dimos aviso a la rancha ubicada en un pretil barranco en una finca del sector, en donde un mes antes habíamos llegado.

Personalmente y con mis once años de edad, tratando de aprenderles a los Cadrazco de esa época, presencie el enlace de la boa, la colgada en una mata de mangle, la sacada del cuero y por último esa hermosa cola hecha presas y después guisada con la sazón de una familiar, fue un manjar, pero se quedó en mi mente esa barbarie.

Por allá en el año mil novecientos sesenta y ocho, un veintiocho de diciembre, si no estoy mal de memoria día de San Agatón, fiesta en corralejas en San-Pues, nombre colocado por un paisa a ese hermoso pueblo y con mis quince abriles, se me acercó una mujer de raza Zenú y me invitó a que me fuera con ella, manifestándome que ella era la boa a quien yo, mi persona le había comido el rabo, me desaparecí del lugar y fue la ultima fiesta de toros sabanero que en mi vida asistí.

En otra ocasión la niña pecho, una señora de San Pedro Sucre, también me confesó, que ella era la Boa a quien mi persona le comió el rabo, no se si son cosas de la mente ágil y queriéndome hacer una jugada de dominó, pero la verdad es que a mis años no se me olvida ese momento de mi juventud.

Anoche, venia por un camino con unos compañeros del B de la R. rumbo a mi morada y uno de ellos dijo: viene un toro cebú, ellos corrieron a la derecha y mi persona a la izquierda, por allí cogió el toro y al notar mi presencia detrás de un matorral, me dijo te estoy observando, tú fuiste el que te comités mi rabo, le miré la cola al toro y no la tenía, allí comprendí que era la boa del sesenta y cuatro. Corrí por el playón de la villa y fui a tener a palitos, allí había una bonga grande semi inclinada y de la velocidad que llevaba fui a dar al copito. 

Allí permanecí hasta las cinco de la mañana, cuando mi esposa con el más sumo cuidado me volvió a la realidad de la vida, porque me encontraba gritando auxilio, auxilio, que la Boa contrita en forma de toro cebú, estaba rabiosa reclamando su rabo que lo hicimos guiso para la subsistencia, en esa época de mi juventud. A eso se suma una jauría de perros peleando, porque su rabo se lo habían cambiado en una cantina de la Villa, después de una borrachera.

“Siempre debes mirar hacia atrás con humildad y decencia, haber donde dejasteis la cola de tu vida y el soñar de tu niñez y juventud, ellos son el soporte de la estructura y tamaño que tienes en el presente”.


domingo, 12 de agosto de 2018

LA TROMPADA DEL SIGLO






LA TROMPADA DEL SIGLO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Me contaba Julio de la Hoz Vergara “Tío Papi”, que él tenía unos tíos paternos buenos para el trabajo y las trompadas, cuando ya estaban hombrecitos salió tío Juaco que era de baja estatura y tío Francisco era fornido, salieron a recoger algodón a Codazzi, llegaron al Valle a cinco esquinas, allí convergen todos los recolectores del algodón y allí también llegaban los algodoneros a buscar personal para la gran recolección de la mota blanca.

Ya eran conocidos, simplemente llegar y contratar, salieron para la finca unos veinte recolectores, entre ellos los dos hermanos De la Hoz, más un negro Cartagenero de aproximadamente dos metros de estatura, sus brazos parecían dos rulas Gavilán de Incolma, esas de 1,80 centímetros, las manos eran dos ñames carmeros antes de la guerra en las marías, la alta y la bajita.

Al Primer pago que fue a los quince días de la recolección, el negro Cartagenero se fue el sábado bien temprano a Codazzi y regreso a las nueve de la noche, venia guapirreando por ese camino, cantaba décimas, pero eran octavas, en el rancho donde dormían había veinte hamacas guindadas, diecinueve habitadas por sus dueños por las horas que eran. Llego Cartagena cimbreándose con una borrachera de dos pisos, la primera hamaca guindada en el rancho era la de tío Juaco y la última era la de tío Francisco, el negro por no agacharse para sobreponerse a las hamacas, le fue colocando el hombro a cada una de ellas y volaban sus habitantes, menos mal que el piso estaba cubierto por bultos de algodón y amortiguaban la caída, cada uno de ellos se levantaron se sacudieron y volvieron a acostarse, Tío Francisco no se percataba del hecho porque Cartagena era el número seis en hamaca.

Ya eso tenía cansado a Tío Juaco, que no le comentaba nada a su hermano, por saber que a ese si no se lo brincaba un chivo de los que andaban por las calles de Pitillal-Valledupar, pero el limite llego a punto cero, Juaco le hizo el comentario a su hermano Francisco, que sin terminar el relato ya se estaban regazando su camisa de cuadros y rayas y preguntaba por Cartagena.

Tío Juaco inteligentísimo y rebosado de paciencia calmó a su hermano y le propuso un plan para terminar con esa pesadilla que no le dejaba sus sentidos puesto en el negro, se llegó el día del pago, el negro cantaba y salió para Codazzi, el plan ya estaba en marcha, cada uno de los querellantes estaba en guardia, preciso nueve de la noche, estaba mas oscuro que la noche negra, solo las luciérnagas con sus focos intermitentes dejaban ver una luz de alivio.

Penetró Cartagena al caney de mas de treinta metros de largo empalmado con hojas de corozo rajado, y de una le fue a meter el hombro a la hamaca de Tío Juaco, lo espero un pedazo de palo de mangle verde, en la tabla del pescuezo, ni con agua lluvia lo pudieron despertar, tío Juaco le decía a su hermano que no esperara que Cartagena se despertara y lo invitaba a coger sus corotos y marcharse. Pero su hermano quien seguía durmiendo en la hamaca de Juaco roncaba como gato ronroneando.

A la mañana siguiente todos los cinco hombres que Cartagena tumbaba de la hamaca estaban en guardia, Francisco le dijo a su diminuto hermano que se quitara la camisa y se parara frente a Cartagena, cuando este abrió sus ojos se sorprendió al ver a Juaco en guardia de pelea, solo alcanzó a decir, hombre mano Juaco discúlpeme, recogió su hamaca y se fue.

Ell Caney en calma, los comentarios sobre el hecho eran a favor de Juaco, todos los felicitaban por su hazaña con el negro Cartagena, solo que él no comprendía porque el negro le cogió miedo y se fue. Un día le pregunto a su hermano Francisco que pasó, Francisco mas calmado le explico a Juaco que el negro creyó que fue Juaco el que le pegó y que al día siguiente cuando Cartagena despertó vio a Juaco fornido, bien parado dispuesto a darle la revancha y sus músculos pectorales y brazos le brincaban. Desde ese día Tio Juaco se ganó el aprecio de sus compañeros que hasta le recogían el algodón.

sábado, 4 de agosto de 2018

UN RECORRIDO URUMITERO




UN RECORRIDO URUMITERO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Más que un Cuento es una historia de vida, con la Ilusión de encontrar mis raíces de mi apellido Díaz, que en mi niñez un anciano me contó, como el tenía palabra de Gallero que vale aquí y en la Conchinchina Camboya, además cuidaba más de mil Gallos Finos en El Paso de los Chivos, San Benito Abad “La Villa”, ese hermoso Pueblo donde nací. El Bisa, me contaba que su papa y él, nacieron en la región de Urumita y Punto.

Como a mi persona no se le olvida la fecha en que mi mamá me pario, además siempre he querido saber de donde vengo y para donde voy, me he interesado en aprender de todas las profesiones un poco, para que no me cojan echado como perro fogonero, dándole poca importancia al conglomerado que me rodea y sabiendo que los resultados de esas locuras, darán sus frutos.

Andando camino de Valledupar en un recorrido que lo puedo denominar sin titubeos Ancestro Familiar, bien temprano convide a mi Tío Político o Tío Papi, hombre que se las sabe todas y las que no las apunta para que no se le olviden, ese es el guía que me va a colaborar con esta rasquiñita que traigo desde el siglo pasado, con el pueblo de Urumita.

Siete de la mañana entramos a La Jagua del Pilar, todavía los gallos no se habían tirado del palo de totumo, tierra de mi amigo y colega Rafael Manjarrez Mendoza y su joya musical “Así no es ella,” Juancho y Osvaldo Ramírez compañero de Labores Bancarias y autor del cuento La media Vaca, narrado por mi persona, como también mi amiga Arelis Barrón, dimos vueltas al derredor del parque, le tomamos unas fotos a la Iglesia y me acorde donde sería que vivió el viejo Emiliano, o por donde pasará El Marquesote, pero no había alma transitando sus calles.

Ya a esa hora en un día normal mi esposa me ha brindado un Tinto, entramos a Urumita y lo primero que deseaba era tomarme una foto en el palo de higuito que nombra Fabian Corrales en su canción “Soy de Aquí” o irme a bañar en el Mocho, a orillas de la carretera que sigue para Villanueva, ver a una figura con su rostro parecido al mío, o alguien que me dijera “vee primo y tu donde estabas achoo”,  había un Restaurante abierto con un Letrero que dice Restaurante Urumitero, con una foto en grande de Silvestre Dangon y otra más pequeña del Churo Díaz, allí llegamos a desayunar y a preguntar por la familia Díaz, Barros o Calderón, nada de eso sucedió, tan pronto nos bajamos del vehículo, el pollo papi le pregunto a la señora dueña del restaurante a que Familia pertenecía, cuando le dijo la señora que de los Barros, a mi persona se le pusieron las orejas como cuando me he tomado un jarrón de guiándolo y me dije, me van a dar razón del Tata y el Bisa, no importando que de eso hacen dos siglos, les juro que no hablé más, esos personajes se trenzaron en una conversación familiar y de vecinos, pero no la Chavita.

Pedí a esa hora una Malangada, pero había que buscar la gallina criolla a Villanueva, de allí salimos para donde un señor de apellido Martínez, entramos por el ramal de Urumita y dimos con el señor Martínez, que como dos gallos finos se trenzaron a recordar viejos tiempos, cuando el señor Martínez manejaba un camión y todas las mañanas salía para el Valle y en la tarde regresaba, pregunte por Luisa Ramos y me dijo ella vive para allaaaaa y señalo, le dimos la vuelta al derredor del parque y salimos a la carretera vía a Villanueva, allí pregunte por la Ceiba donde había un gavilán jabao y me dijeron el gavilán y la ceiba ya no existen, el pollo le metió el freno al carro donde íbamos se bajo y se dispuso a conversar con una señora a la orilla de la carretera, de allí doblo por la calle continua y fuimos a dar donde Pello y su esposa Pachita De Oro que es Prima hermana del Pollo.

Después de los saludos y de recordar a la familia, salimos para donde Pepito López y su esposa Asteria, allí jalo lengua hasta el mediodía, que ya sus acompañantes estábamos chiflando Iguana, compró una botella con chirinche para echarle marihuana y curar la artritis y salimos a almorzar donde Pello después del almuerzaso trate de hablar con Pello pero no fue posible, el pollo jalo la silla rima y se dispuso a rematar la jornada, dándome una estocada y dejándome como gallo fino en la gallera con una morcillera. Nos tomamos unas fotos en la tarima Escolástico Romero, No divisé el Cerro Pintao, tampoco fui al barrio el Cafetal, menos escuché en vivo la canción Villanueva Mia, del Maestro Hernando Marín, interpretada magistralmente por Poncho y El Pangue Maestre, como tampoco estaba ya Poncho Cotes Jr. Y su jocosa composición “Así es que se va a llamar”, para demostrar que estuvimos en Villanueva Guajira Colombia.

Ya de regreso, en Urumita llegamos donde Alejandro López “El Coco”, hijo de Pepito y retornamos a El Valle. En sí me dieron una fuetera como perro pekinés en pelea con un Pit Bull, siempre que me quería levantar, tío papi, me ponía sus garras en el pecho y pelaba sus dientes.

Eso me pasa por no haber llamado a mi Compadrazco Eder Rojas García, Urumitero Neto, ese si sabe dónde ponen los García, Díaz, Barros, Calderón y Vanegas, mis parientes de mas de dos siglos, familias de mi Tata y Bisabuelo. Después de cinco días del recorrido Urumitero, “pienso que allí, tengo que volver”.




domingo, 22 de julio de 2018

EL PARQUE DE LOS MACHETES




EL PARQUE DE LOS MACHETES
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Recorriendo mi hermoso País Colombia, el verdor de sus montañas, las innumerables carreteras bordeando las faldas de las cordilleras oriental, central y occidental, sus diferentes climas, su hermosa gente y recordando el libro de la historia patria y la geografía colombiana, que con gran paciencia nos enseñaba La Niña Cristina Cárcamo, mi mente seguía imaginando las razas Blanca, Amarilla y cobriza, como también las razas indígenas milenarias asentadas en mi país. Lo que mas me llenaba de pavor eran unas tribus que comían humanos, eran caníbales.

Entre ellas la Quimbaya, hasta el día viernes 20 de julio de 2018, en la conmemoración de la   “Independencia”, entre comillas, porque todos sabemos que aquí no hubo tal independencia, pero bueno esa historia no la han querido contar al derecho como todo lo que sucede en este país del Sagrado Corazón. Ese día visité Quimbaya Quindío Colombia, volví a la realidad mental, unas hermosas mujeres haciéndole mofa a las hormigas culonas de Santander, un comercio a reventar, plátano, café, caña de azúcar, jeep Willis a la lata, un clima en los 17 grados, la gente de cache-tes rojos, de color blanco.

Mis ojos observaban con detenimiento a todo humano que se me pasaba al derredor, no había indígenas con sus caras pintadas infundiendo terror, como el disco del escritor de Lorica David Sánchez (Zarache) Juliao, tocado y cantado magistralmente por Alejandro Durán Díaz.

A 20 kilómetros de Quimbaya está Filandia Quindío Colombia, enclavada en la cordillera central, a 12 grados centígrados, de allí se observan ciudades como Pereira, hermoso rincón de la geografía, sus autoridades la tienen como una tacita de Plata, lugar turístico para observar sus casas adornadas y pintadas de diferentes colores.

Ya para terminar este relato presencial, visité a Santa Rosa de Cabal, famosa por sus chorizos Santa Rósanos, por sus aguas termales y por el parque de los Machetes, en ese parque hay una estatua de dos rulas de metro con sesenta cada una en forma de tijeras, una es marca Águila Corneta y la otra Gavilán de Incolma Colombia G-13, ambas con su respectivo logotipo. Hasta allí todo bien como dice el Pibe Valderrama, pero mi mente que graba nítido todavía, tan así que recuerda la noche que Cándida Rosa me pario 23 de abril de 1953, en mi hermoso terruño San Benito Abad Bolívar, en la Calle de las Avispas, porque a decir verdad los cuentos se refieren con pelos y señales, al igual que las defensas en derecho penal de oradores natos como Miguel Bolívar Acuña.

Retrocediendo Casset mental a las tres de la mañana hora de pensar semidormido, estaba presenciando una machetera entre dos nativos de Santa Rosa, en el Parque Gonzalo Echeverry, dándose Rula, uno tenia en sus mano derecha la Gavilán de Incolma, el otro era surdo y tenia empuñada la Águila Corneta y le decía a su contrincante “Venga, si no le han dado machete, aquí le damos, el otro le decía “ Vea, si su mujer no le da machete, en este parque le damos Machete del bueno. Y va cantando el gallo pescuezo pelao del patio de la vecina y dañó ese momento, netamente colombiano. Visita el eje Cafetero y convéncete lo bello que es este País.


lunes, 23 de abril de 2018

UN CABALLO Y UN JINETE SIN CABEZA




UN CABALLO Y UN JINETE SIN CABEZA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román y Matías Cadrazco Blanco
Escritores Colombianos

Me contaba mi nieto Matías que él vio pasar a través de la ventana de su cuarto un caballo sin cabeza, era de color blanco y llevaba un jinete sin cabeza, se arropó pie y cabeza y al otro día le refirió a su papá lo sucedido y como es un niño de cuatro años, pusieron en duda su historia.

Una noche su papá venia de trabajar, manejaba su carro por la avenida la circunvalar y al frente del cementerio vio atravesar de lado a lado de la carretera, un caballo aperado, pero no le vio cabeza, al igual que su jinete, tampoco se le vio cabeza, cuando llegó a casa  le contó a su esposa quien le dijo ese fue el sueño de Matías.

Mi persona, abuelo y padre de los dos, no sabía nada de ese cuento, una tarde en casa, mi nieto Matías me narro el cuento con pelos y señales y luego mi hijo me contó su cuento,  a   mi persona que  no se  le olvida ni el día que su mamá lo trajo al mundo, (que es hoy, 23 de abril),  tiró su casete memorial y se retrajo a sus escasos seis años y comenzó a recordar:

La noche que cayó un aguacero de queso en el pueblo de mi suegro, Salamina Magdalena, la noche oscura que el caballo relinchón entro por el callejón de María Correa,  la noche que el Candelillo hizo su arribo al pueblo y se arrinconó en la placita, el sueño de  las  lombrices gigantes en la vieja  bomba de agua que había en la placita, también el día que Alonso Olivero salió a cortar un vejuco para amarrar las  corralejas y se perdió por tres días en la bola de monte de los barrios en la villa, los Jolones de cuero arrastrados por un caballo por las cuatro calles de la villa en los años 50 y 60, donde reinaban los mechones de petróleo.

Cuando la Luz del playón no se había mudado para las playas de la Villa y era la reina en los cuatro puntos cardinales de mi hermoso pueblo, jugaba con las cuatro patas de los  caballo de  José  Morón, el Nello Montes de Oca y Héctor Atencio, también se me viene a la mente el día que llegó el Primer carro de color negro a la villa, el hombre vestido de blanco en la mata de lata en la  vía a los  jobos, la totumita de oro que caía en la poza el cantil y los reventones, el perro negro en la esquina de  la niña chancho botando fuego por su boca.

El día que el caimán mocho del remolino de la pipa, se tragó al Parie Pablo en el lance de Marralú, la mañana temprano en que oí el pito de la chiva la melón que manejaba el señor Acosta, venia del puerto recogiendo pasajeros, me levante de mi hamaca, le quité la tranca de mangle a la puerta y salí a la plaza, con tan mala suerte de que no había más pasajeros en la vía, corrí detrás de la chiva, me subí al primer escalón de la escalera, el bus cogió velocidad y cuando iba por donde Acisclo me tiré y rodé  por el cascajo diez metros, desperté en el puesto de salud en la plaza. Tampoco se me olvida el hermoso cuento a mi Tío Político Adalberto De la Hoz, Q.P.D. El gallo Guacharaco, Rey de las Galleras.

Y para no alargarles  los cuentos, la noche que mi bisabuelo Manuel Vicente Díaz Vanegas Barros se tropezó con un cajón con cuatro velas debajo de unos árboles de bolonbolo en el camino hacia el paso de los chivos.

La verdad es que mi persona no quiere tropezarse con ese caballo menos el jinete, porque a decir verdad, para eso tengo a mi amigo Édison, un Kankuamo de pura Cepa, de que le aplico el credo al revés como lo hizo Francisco el Hombre con el que sabemos, porque a mí no me brinca un chivo macho y no me  cogen ni corriendo, menos a mi hijo, amén de mi nieto Matías Cadrazco Blanco, el heredero de la gran dinastía de papá Yé.


sábado, 14 de abril de 2018

ELÍAS Y PATRICIO, LA SABIDURÍA ANCESTRAL




ELÍAS Y PATRICIO, LA SABIDURÍA ANCESTRAL
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano


Estos dos personajes que pasan desapercibidos por este mundo, nacieron a medio ciento de tabaco negro ovejero de distancia, pero ambos tienen la malicia indígena y la ancestral cultura que regala la madre naturaleza a sus hijos que la tratan bien. Ambos llevan en su sangre la herencia materna, uno hijo de una mujer de raza Zenú y rasgos Wayuu, el otro hijo de una mujer de la etnia Kankuamo Atanquez, ambos usan una mochila de lana de chivo tejida por las manos artesanales de una mujer de la etnia. Saben que el mundo es para todos y que hay que servir, sin recibir.

Hablemos de Patricio, durante su niñez y juventud fue libre como un águila, surcaba los montes ríos y montañas, siempre acompañado de su padre abuelo, quien a cada paso que daba el muchacho iba acompañado por un consejo, cada hoja, cada rama y cada árbol, servía para algo en la vida, cada animal vino a este mundo a cumplir una misión, al igual que un humano, pero había una prueba a todo esa enseñanza.

A Patricio se  lo alcanzo la noche entre el camino de Guartinaja, Cayo de la tía y el Siso, andando por el camino viejo, ya con sus saberes encima Patricio se dijo mentalmente si cojo por el  camino lo más probable es que me voy a encontrar con alguien desagradable, se encomendó al altísimo señor, cerro sus ojos, trazó línea recta y avanzó, pase lo que pasare, pero esa prueba había que superarla, se sumergió con su cuerpo el arroyo la dorada, atravesó el palo de mango de puerco o de hilaza más frondoso que había en la finca palo negro, le piso la cabeza a la boa contrita más vieja del siso, ya a la entrada al pueblo se topó con su amigo el Nello montes de Occa, se saludaron  y preciso fue a dar a la placita.

Mientras tanto Elías, su más entrañable amigo, en otra época de la vida, y con unos años menos que patricio, pero con la sabiduría ancestral, heredada de su Madre, Tíos, Abuelos y Tatarabuelos y másss, también volaba como un águila y como el Gavilán Mayor, a sus escasos años, ya sabía del bien y del mal, donde ponen las palomas, las codornices y las perdiz.

Se ganaba la vida al igual que Patricio, escondido para no dar a conocer su sabiduría, era el ayudante de una prestigiosa mujer en Patillal, a la que el maestro Gilberto Alejandro Durán Díaz le dedicó una canción, eso si todo lo que se ganaba se lo entregaba a su madre, ella con su sabiduría ancestral y haber que contestaba Elías, le preguntaba que donde se ganó esa plata, no importando la repuesta del muchacho, ella sabía cómo y dónde se la ganaba.

Una noche de luna llena, Elías puso en práctica todo lo aprendido, también se lo cogió la noche y en vez de coger carretera de Patillal a Atanquez, como era un joven tímido no quería que lo vieran por la carretera, mentalmente se encomendó al Altísimo señor dueño del mundo y de la vida, trazó línea recta y partió la sierra nevada con lo poco que alcanzaba a ver con la oscuridad,  atravesó la Malena, ríos y quebradas, roncaban los tigres, leones y la Panteras, Chiflaban las volantonas, las culebras se apartaban de su camino, los arboles le hacían reverencia por el vendaval que estaba ocurriendo, ya adelantado de camino,  observó a cuatro personas tiradas en la montaña, sin vida, época de violencia, atravesó camino minado,  se tropezó con personas uniformadas, que no notaron su presencia, en la madrugada llegó a casa.

Ambos tienen algo en común, son honrados y trabajadores, se sacan el pan de la boca para dárselo a los más necesitados, dejan su palabra empeñada, hasta que se cumpla la misión.

Estos dos personajes en sus vidas nunca se habían visto, pero cada uno actúa de la misma manera, Elías con su conocimiento ancestral y Patricio guiado por la malicia indígena y por los sabios consejos de su papá. Cuando actúan juntos ambos se  miran y saben que es lo que es.

Ellos, acortaron las distancias y por casualidad se toparon a un cuarto de tabaco negro ovejero del camino de la Vida.