sábado, 17 de noviembre de 2018

LOS RECUERDOS MENTALES DEL TIEMPO






LOS RECUERDOS MENTALES DEL TIEMPO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano

Tres de la tarde en punto, eso diagnosticó Josafat, nombre sacado del almanaque Bristol, fechado el 12 de noviembre como San Josafat, se quitó su sombrero, miró al sol, se limpio el sudor de su frente y pensó:
-      
   - ¿Qué estaré haciendo dentro de 66 años?, porque la longevidad familiar nos atropella, no quisiera estarle dando lata a nadie, pero si mi Dios me lo permite sería maravilloso.

El último en partir fue el pariente José de la Rosa a los 102 años cumplidos, nuevamente inicia su faena y va hoyando con su vara de guamo seco y punta afilada, allí deposita cinco granos de maíz cariaco, hora después canta el gallo basto amo y señor de las gallinas de la parcela, cuatro de la tarde, tiempo de descansar para nuevamente sembrar al día siguiente.

Su perro Purrucu de Jesús, estaba acostado a cerca distancia bajo un palo de Uvero, a la expectativa del conejo gris que escarba en las noches la siembra del grano para alimentarse, -vamos purrú- dice Josafat, el perro lo mira y emite un ladrido en tono menor, -te vas a quedar en espera del conejo, lo llevas vivo a casa- exclamó y se marchó a descansar.

A las once de la noche bajo una oscurana divisó el perro dos lamparitas una cerca de la otra, este es el conejo, se colocó en guardia, suspendió la respiración, avivó los sentidos y en menos de lo que cantó el gallo, lo tenia en sus dientes bien sujetado, llego a casa y lo depositó en una jaula bien seguro.

Todas las noches Josafat escuchaba una conversación en el patio entre dos personas masculinas, se levantaba sigiloso foco de batería en manos, alumbraba el conejo, seguido al perro que dormía en una cueva con la cabeza afuera, las matas de plátano del fondo del patio y concluía, ese debe ser fulano que va a ordeñar.

Hasta que una noche llovida, oscura y bajo la electricidad de los relámpagos, dos animales discutían acalorados la tenencia de una botella de ron pecho verde, fulminado cayó Josafat, acto seguido su esposa que venia con la linterna de gas y la mano de cachucha queriendo ver en la oscuridad que pasaba.

Purrucu, con un exceso de hipo, le explicaba a la pareja que se encontraban semi privados:

-Este conejo quiere ser más avispado que yo, hicimos un trato, cosa que no quería, pero me convenció a que lo sacara de la jaula, en cambio al favor nos beberíamos una botella de ron allá en el grill la tinta roja, pidió la botella, después otra y otra; como bebo más que él, me emborraché, oportunidad que aprovechó para correr y dejarme la cuenta abierta, menos mal que allí estaba el cubita y me avisó, el vivo del conejo salió para el baño dispuesto a escaparse, me coloque a la salida y cuando iba a escaparse le metí la traba en sus patas y cayó boca arriba, lo pillé con mis dientes y aquí se los traigo.

Ese día hubo guiso de conejo con yuca harinosa, jugo de naranja agria y suero atolla buey, sesenta y seis años después y sin la presencia del perro, menos del conejo, Josafat le pregunta a su esposa si se acuerda del cuento de Purrucu y el conejo gris, ella le responde,
-Duérmete Josafat, tu con tus cuentos de hace dos siglos, a los dos minutos ambos están roncando-. Bajo la sombra del realismo mágico, me pregunto: ¿Verdad o fantasía mental?.

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