sábado, 1 de septiembre de 2018

UN FRASCO BOCÓN LLENO DE LOTERÍA






UN FRASCO BOCÓN LLENO DE LOTERÍA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Recorriendo mentalmente el camino de la vida, se vino la figura de lo que en algún tiempo fue una prestigiosa tienda de propiedad de una mujer de buen corazón, que lo tubo todo otrora de la bonanza del algodón en un hermoso pueblo del caribe colombiano.

Tenia unas vitrinas grandes, un mostrador de madera en forma de L, sobre de él, unos quince frascos de vidrio con tapa, en donde pienso que habían galletas de panela, arropillas, turrones, bolitas de coco, tamarindo, cacao, ajonjolí, trompadas, pudines, caballitos, ponqués, merengues de huevos y más.

Los anaqueles con compartimientos grandes, me los imagino llenos de telas para hacer pantalones, supernaval, naval, otomana, paños, lino, overol de trabajo y ropa para damas.
Botas pantaneras, rulas, piedras de amolar, palas, cavadores, escobas, rastrillos, sacos de algodón, latas de manteca, petróleo, sal y más.

Pero la realidad fue que esa tienda- almacén se vino a pique, los motivos los desconozco, ahora lo de buen corazón de parte de su dueña, era que a todo lotero que llegaba a su tienda le compraba hasta toda la lotería y lo mandaba para su casa a atender sus hijos y su mujer.

El hueso duro era cogerle la hora a su hijo, un algodonero de carácter que hasta pelaba el revolver que llevaba en el cinto cada vez que veía un lotero a los alrededores de su casa, y los amenazaba de muerte, la custodia era permanente y uno por uno iban llegando a la tienda después que el hijo se marchaba a atender sus inmensas tierras cargadas de algodón.

Corrieron los años y no se supo más de la señora de la tienda, pero como este mundo va dando vueltas en un mismo eje y las casas de la tierra están en un mismo sitio, un día de la vida llegó razón de la bella señora de la tienda en un pueblo macondiano de esta costa caribeña.

En un Salón de clases de una prestigiosa Universidad entraron los Primíparos y uno a uno se fueron presentando con nombres apellidos y región de donde venían, sus estudios cursados y sus planteles educativos, me llamó la atención uno de ellos, sus apellidos eran similares al del hijo de la señora de la tienda, cuando se terminó la clase, le hice la entrevista y como buen investigador y sabueso policial, además abogado di en el calvo con punta de acero.

Era nieto de la señora de la Tienda de los frascos vacíos en donde reciclaba todos los billetes de loterías que perdía todos los días, ya a esas alturas ella no existía pero su nieto dio todos los detalles habidos y por haber, al preguntarle por los frascos comentó que ella en sus últimos días de vida se dedicó a ayudar a las personas más necesitadas, que le compraba lotería a cuanto lotero se presentaba a su casa, que su papá no gustaba de esos loteros que la estaban arruinando, más de lo que estaba, pero lo que no comento fue que su abuela se ganó un billete de Lotería de Medellín y  le dio al lotero que le vendió el premio a comienzos de la década del setenta, un obsequio por valor de  setenta y cinco mil pesos y con esa plata ese joven se vino para Barranquilla a estudiar y progresar.

No aguanté el cortado de la conversación y le confesé al joven estudiante que mi persona conocía a su abuela y  a su papá, que era uno de los Jóvenes Loteros que cada día le llevaba la suerte a su casa y me tocó contarle mi historia de vida que para bien fue ascendente siendo hoy un multiplicador del conocimiento, compartido con jóvenes que quieren superarse y dejar atrás momentos difíciles.



1 comentario:

  1. q bien Pacho. no serias el q se gano el premio. aunque lo mejor es todo el conocimiento q te ha dado la vida. Felicidades

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