UN
TIGRE DE BENGALA A LA MITAD DE LA MAR
Por Francisco Cadrazco
Díaz Román
Escritor Colombiano
Escritor Colombiano
Venía
un Barco Japonés surcando las aguas del Océano pacifico para cruzar por el
canal de panamá, administrado por estados unidos por espacio de 99 años, ,
cargado de mercancías del occidente, su tripulación y un circo en donde venían
toda clase de animales salvajes, lo llamaban el gran circo de don Pacho, con
toda su tripulación cirquera con dirección a la placita de la Villa.
Entre
los cirqueros venia un joven de unos 16 años, hijo del dueño del circo mas su
mamá, ellos de origen Indio, a mitad de la noche se formó una gran tormenta con
rayos y centellas y estas fueron a dar al motor del Barco y este se estalló,
volando en diez mil pedazos, sólo quedo bien una canoa salvavidas de color
blanca, el muchacho nadó hacia ella, pero ya en su interior estaba acomodado el
tigre de bengala que le peló sus dientes blancos y no lo dejó subir, el
muchacho recogió pedazos del barco e
hizo una balsa, pero se aferró a la cabuya que sujetaba el ancla que ya no
existía, allí amarrado al barco bajo la intemperie al amanecer divisó el
panorama y no había humano respirando, no mas quedaba el tigre de bengala y él.
Ya
el felino presentaba agresividad, comprendió el joven que esos dos animales
tenían hambre, había que buscar la manera de conseguir comida para el tigre y
por su puesto para él, se tiro a la mar y recogió una maleta metálica y pudo
comprobar que se trataba de elementos de auxilio en caso de un naufragio, luces
de bengala, un Jarpón, un anzuelo, un chinchorro de mallas pequeño, un cuchillo
banquero y unos guantes de cuero fino.
En
la lucha de poderes, el joven le cortó con el cuchillo un pedazo de oreja al
tigre y con eso se dispuso a pescar, la justicia divina estaba de su lado, ya
que era un joven educado en la religión de a su país, pescó una pacora de vente
kilos y no la podía subir a la balsa, allí fue donde intervino el tigre que por
primera vez le hablo al joven y entre los dos subieron la pacora y la mataron
con una porra de madera, a los cinco minutos los estaban rondando mas de veinte
tiburones, cual de ellos fuera más grande, atraídos por la sangre, con ellos
llegaron un cardumen de sardinas y llenaron el bote del tigre que ya había hecho
las pases con el muchacho.
Exhaustos y llenos de estomago se quedaron dormidos,
la barca pasó por el canal de panamá, cogió orillas de Urabá, Cartagena y toda
la costa hasta llegar a bocas de ceniza en Barranquilla, pasó el puente
Pumarejo, el Alejo Duran, el puerto de Magangué y entró por la boca a quince
kilómetros antes de Magangué, pasó por la boca de san Antonio, jegua rio san
Jorge arriba y fue a dar a doña luisa, una hermosa playa de mí pueblo, la Villa
de San Benito Abad, unos pescadores de chinchorro estaban en la orilla a las
tres de la mañana jalando cinco chinchorros, eran unos treinta hombres y atónitos
vieron a dos vallenas anclar el bote blanco, acto seguido bajó el
tigre de bengala, le siguió un joven
negro, con una melena larga, cuando en esa época de la vida el corte de cabello
era bajito, con un copete o moña en el jopo.
El
tigre fue a dar a la placita, desde ese momento reina el tigre en ese lugar,
claro que después se mudo para la ventana al mundo, el muchacho lo veían al
lado del tigre, con un pantaloncito mocho, seguía melenudo, era un experto en
subirse a los árboles entre ellos las palmeras de coco y bajar cuanto fruto
tuviera, nadaba en la chambita y se bañaba con sus compañeros de la placita en
los reventones, jalaba trompadas en la esquina de la niña pupo, después ayudaba
al cura a decir misa y tocaba las campanas.
Por
esos motivos casi nadie sabia quienes eran sus verdaderos padres, solo la
adopción de dos ancianos, quienes lo protegieron hasta que un día desapareció
de la vista de los Villeros.
El Tigre ronca de vez en cuando por los lados de
palito, las vallenas moran en doña luisa y el joven lo han visto de vez en cuando en la misa de diez, la de los
peregrinos del señor de los milagros.
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