lunes, 27 de agosto de 2018

UNA CULEBRA BOA, SIN RABO







UNA CULEBRA BOA, SIN RABO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Recordando pasajes de mi vida, esta mañana a las tres en punto, hora en que la razón pura de la existencia de vida, del ser y no ser, me indica que ocupo un  lugar en el espacio y en el tiempo de este convulsionado mundo global, llegó a mi mente un pensamiento del momento aquel en el mes de noviembre de mil novecientos sesenta y cuatro, en una tarde asoleada, en donde el majestuoso rio San Jorge no daba razón de sus orillas, parecía una manta de saco de algodón, arropando el remolino de la pipa, bajo el desespero de unos pescadores de chinchorro ya casi desprovistos de alimentos, los mayores nos encomendaron ir a cazar carraos, patos yuyo, iguanas, boas, chigüiros, caimanes y babillas de cuatro patas.

Adentro de los manglares, divisamos una boa contrita de unos siete metros aproximados de longitud, los dos jóvenes no fuimos capaces de cogerla, menos de matarla para el sustento de unas treinta personas, dimos aviso a la rancha ubicada en un pretil barranco en una finca del sector, en donde un mes antes habíamos llegado.

Personalmente y con mis once años de edad, tratando de aprenderles a los Cadrazco de esa época, presencie el enlace de la boa, la colgada en una mata de mangle, la sacada del cuero y por último esa hermosa cola hecha presas y después guisada con la sazón de una familiar, fue un manjar, pero se quedó en mi mente esa barbarie.

Por allá en el año mil novecientos sesenta y ocho, un veintiocho de diciembre, si no estoy mal de memoria día de San Agatón, fiesta en corralejas en San-Pues, nombre colocado por un paisa a ese hermoso pueblo y con mis quince abriles, se me acercó una mujer de raza Zenú y me invitó a que me fuera con ella, manifestándome que ella era la boa a quien yo, mi persona le había comido el rabo, me desaparecí del lugar y fue la ultima fiesta de toros sabanero que en mi vida asistí.

En otra ocasión la niña pecho, una señora de San Pedro Sucre, también me confesó, que ella era la Boa a quien mi persona le comió el rabo, no se si son cosas de la mente ágil y queriéndome hacer una jugada de dominó, pero la verdad es que a mis años no se me olvida ese momento de mi juventud.

Anoche, venia por un camino con unos compañeros del B de la R. rumbo a mi morada y uno de ellos dijo: viene un toro cebú, ellos corrieron a la derecha y mi persona a la izquierda, por allí cogió el toro y al notar mi presencia detrás de un matorral, me dijo te estoy observando, tú fuiste el que te comités mi rabo, le miré la cola al toro y no la tenía, allí comprendí que era la boa del sesenta y cuatro. Corrí por el playón de la villa y fui a tener a palitos, allí había una bonga grande semi inclinada y de la velocidad que llevaba fui a dar al copito. 

Allí permanecí hasta las cinco de la mañana, cuando mi esposa con el más sumo cuidado me volvió a la realidad de la vida, porque me encontraba gritando auxilio, auxilio, que la Boa contrita en forma de toro cebú, estaba rabiosa reclamando su rabo que lo hicimos guiso para la subsistencia, en esa época de mi juventud. A eso se suma una jauría de perros peleando, porque su rabo se lo habían cambiado en una cantina de la Villa, después de una borrachera.

“Siempre debes mirar hacia atrás con humildad y decencia, haber donde dejasteis la cola de tu vida y el soñar de tu niñez y juventud, ellos son el soporte de la estructura y tamaño que tienes en el presente”.


domingo, 12 de agosto de 2018

LA TROMPADA DEL SIGLO






LA TROMPADA DEL SIGLO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Me contaba Julio de la Hoz Vergara “Tío Papi”, que él tenía unos tíos paternos buenos para el trabajo y las trompadas, cuando ya estaban hombrecitos salió tío Juaco que era de baja estatura y tío Francisco era fornido, salieron a recoger algodón a Codazzi, llegaron al Valle a cinco esquinas, allí convergen todos los recolectores del algodón y allí también llegaban los algodoneros a buscar personal para la gran recolección de la mota blanca.

Ya eran conocidos, simplemente llegar y contratar, salieron para la finca unos veinte recolectores, entre ellos los dos hermanos De la Hoz, más un negro Cartagenero de aproximadamente dos metros de estatura, sus brazos parecían dos rulas Gavilán de Incolma, esas de 1,80 centímetros, las manos eran dos ñames carmeros antes de la guerra en las marías, la alta y la bajita.

Al Primer pago que fue a los quince días de la recolección, el negro Cartagenero se fue el sábado bien temprano a Codazzi y regreso a las nueve de la noche, venia guapirreando por ese camino, cantaba décimas, pero eran octavas, en el rancho donde dormían había veinte hamacas guindadas, diecinueve habitadas por sus dueños por las horas que eran. Llego Cartagena cimbreándose con una borrachera de dos pisos, la primera hamaca guindada en el rancho era la de tío Juaco y la última era la de tío Francisco, el negro por no agacharse para sobreponerse a las hamacas, le fue colocando el hombro a cada una de ellas y volaban sus habitantes, menos mal que el piso estaba cubierto por bultos de algodón y amortiguaban la caída, cada uno de ellos se levantaron se sacudieron y volvieron a acostarse, Tío Francisco no se percataba del hecho porque Cartagena era el número seis en hamaca.

Ya eso tenía cansado a Tío Juaco, que no le comentaba nada a su hermano, por saber que a ese si no se lo brincaba un chivo de los que andaban por las calles de Pitillal-Valledupar, pero el limite llego a punto cero, Juaco le hizo el comentario a su hermano Francisco, que sin terminar el relato ya se estaban regazando su camisa de cuadros y rayas y preguntaba por Cartagena.

Tío Juaco inteligentísimo y rebosado de paciencia calmó a su hermano y le propuso un plan para terminar con esa pesadilla que no le dejaba sus sentidos puesto en el negro, se llegó el día del pago, el negro cantaba y salió para Codazzi, el plan ya estaba en marcha, cada uno de los querellantes estaba en guardia, preciso nueve de la noche, estaba mas oscuro que la noche negra, solo las luciérnagas con sus focos intermitentes dejaban ver una luz de alivio.

Penetró Cartagena al caney de mas de treinta metros de largo empalmado con hojas de corozo rajado, y de una le fue a meter el hombro a la hamaca de Tío Juaco, lo espero un pedazo de palo de mangle verde, en la tabla del pescuezo, ni con agua lluvia lo pudieron despertar, tío Juaco le decía a su hermano que no esperara que Cartagena se despertara y lo invitaba a coger sus corotos y marcharse. Pero su hermano quien seguía durmiendo en la hamaca de Juaco roncaba como gato ronroneando.

A la mañana siguiente todos los cinco hombres que Cartagena tumbaba de la hamaca estaban en guardia, Francisco le dijo a su diminuto hermano que se quitara la camisa y se parara frente a Cartagena, cuando este abrió sus ojos se sorprendió al ver a Juaco en guardia de pelea, solo alcanzó a decir, hombre mano Juaco discúlpeme, recogió su hamaca y se fue.

Ell Caney en calma, los comentarios sobre el hecho eran a favor de Juaco, todos los felicitaban por su hazaña con el negro Cartagena, solo que él no comprendía porque el negro le cogió miedo y se fue. Un día le pregunto a su hermano Francisco que pasó, Francisco mas calmado le explico a Juaco que el negro creyó que fue Juaco el que le pegó y que al día siguiente cuando Cartagena despertó vio a Juaco fornido, bien parado dispuesto a darle la revancha y sus músculos pectorales y brazos le brincaban. Desde ese día Tio Juaco se ganó el aprecio de sus compañeros que hasta le recogían el algodón.

sábado, 4 de agosto de 2018

UN RECORRIDO URUMITERO




UN RECORRIDO URUMITERO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Más que un Cuento es una historia de vida, con la Ilusión de encontrar mis raíces de mi apellido Díaz, que en mi niñez un anciano me contó, como el tenía palabra de Gallero que vale aquí y en la Conchinchina Camboya, además cuidaba más de mil Gallos Finos en El Paso de los Chivos, San Benito Abad “La Villa”, ese hermoso Pueblo donde nací. El Bisa, me contaba que su papa y él, nacieron en la región de Urumita y Punto.

Como a mi persona no se le olvida la fecha en que mi mamá me pario, además siempre he querido saber de donde vengo y para donde voy, me he interesado en aprender de todas las profesiones un poco, para que no me cojan echado como perro fogonero, dándole poca importancia al conglomerado que me rodea y sabiendo que los resultados de esas locuras, darán sus frutos.

Andando camino de Valledupar en un recorrido que lo puedo denominar sin titubeos Ancestro Familiar, bien temprano convide a mi Tío Político o Tío Papi, hombre que se las sabe todas y las que no las apunta para que no se le olviden, ese es el guía que me va a colaborar con esta rasquiñita que traigo desde el siglo pasado, con el pueblo de Urumita.

Siete de la mañana entramos a La Jagua del Pilar, todavía los gallos no se habían tirado del palo de totumo, tierra de mi amigo y colega Rafael Manjarrez Mendoza y su joya musical “Así no es ella,” Juancho y Osvaldo Ramírez compañero de Labores Bancarias y autor del cuento La media Vaca, narrado por mi persona, como también mi amiga Arelis Barrón, dimos vueltas al derredor del parque, le tomamos unas fotos a la Iglesia y me acorde donde sería que vivió el viejo Emiliano, o por donde pasará El Marquesote, pero no había alma transitando sus calles.

Ya a esa hora en un día normal mi esposa me ha brindado un Tinto, entramos a Urumita y lo primero que deseaba era tomarme una foto en el palo de higuito que nombra Fabian Corrales en su canción “Soy de Aquí” o irme a bañar en el Mocho, a orillas de la carretera que sigue para Villanueva, ver a una figura con su rostro parecido al mío, o alguien que me dijera “vee primo y tu donde estabas achoo”,  había un Restaurante abierto con un Letrero que dice Restaurante Urumitero, con una foto en grande de Silvestre Dangon y otra más pequeña del Churo Díaz, allí llegamos a desayunar y a preguntar por la familia Díaz, Barros o Calderón, nada de eso sucedió, tan pronto nos bajamos del vehículo, el pollo papi le pregunto a la señora dueña del restaurante a que Familia pertenecía, cuando le dijo la señora que de los Barros, a mi persona se le pusieron las orejas como cuando me he tomado un jarrón de guiándolo y me dije, me van a dar razón del Tata y el Bisa, no importando que de eso hacen dos siglos, les juro que no hablé más, esos personajes se trenzaron en una conversación familiar y de vecinos, pero no la Chavita.

Pedí a esa hora una Malangada, pero había que buscar la gallina criolla a Villanueva, de allí salimos para donde un señor de apellido Martínez, entramos por el ramal de Urumita y dimos con el señor Martínez, que como dos gallos finos se trenzaron a recordar viejos tiempos, cuando el señor Martínez manejaba un camión y todas las mañanas salía para el Valle y en la tarde regresaba, pregunte por Luisa Ramos y me dijo ella vive para allaaaaa y señalo, le dimos la vuelta al derredor del parque y salimos a la carretera vía a Villanueva, allí pregunte por la Ceiba donde había un gavilán jabao y me dijeron el gavilán y la ceiba ya no existen, el pollo le metió el freno al carro donde íbamos se bajo y se dispuso a conversar con una señora a la orilla de la carretera, de allí doblo por la calle continua y fuimos a dar donde Pello y su esposa Pachita De Oro que es Prima hermana del Pollo.

Después de los saludos y de recordar a la familia, salimos para donde Pepito López y su esposa Asteria, allí jalo lengua hasta el mediodía, que ya sus acompañantes estábamos chiflando Iguana, compró una botella con chirinche para echarle marihuana y curar la artritis y salimos a almorzar donde Pello después del almuerzaso trate de hablar con Pello pero no fue posible, el pollo jalo la silla rima y se dispuso a rematar la jornada, dándome una estocada y dejándome como gallo fino en la gallera con una morcillera. Nos tomamos unas fotos en la tarima Escolástico Romero, No divisé el Cerro Pintao, tampoco fui al barrio el Cafetal, menos escuché en vivo la canción Villanueva Mia, del Maestro Hernando Marín, interpretada magistralmente por Poncho y El Pangue Maestre, como tampoco estaba ya Poncho Cotes Jr. Y su jocosa composición “Así es que se va a llamar”, para demostrar que estuvimos en Villanueva Guajira Colombia.

Ya de regreso, en Urumita llegamos donde Alejandro López “El Coco”, hijo de Pepito y retornamos a El Valle. En sí me dieron una fuetera como perro pekinés en pelea con un Pit Bull, siempre que me quería levantar, tío papi, me ponía sus garras en el pecho y pelaba sus dientes.

Eso me pasa por no haber llamado a mi Compadrazco Eder Rojas García, Urumitero Neto, ese si sabe dónde ponen los García, Díaz, Barros, Calderón y Vanegas, mis parientes de mas de dos siglos, familias de mi Tata y Bisabuelo. Después de cinco días del recorrido Urumitero, “pienso que allí, tengo que volver”.