domingo, 12 de agosto de 2018

LA TROMPADA DEL SIGLO






LA TROMPADA DEL SIGLO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Me contaba Julio de la Hoz Vergara “Tío Papi”, que él tenía unos tíos paternos buenos para el trabajo y las trompadas, cuando ya estaban hombrecitos salió tío Juaco que era de baja estatura y tío Francisco era fornido, salieron a recoger algodón a Codazzi, llegaron al Valle a cinco esquinas, allí convergen todos los recolectores del algodón y allí también llegaban los algodoneros a buscar personal para la gran recolección de la mota blanca.

Ya eran conocidos, simplemente llegar y contratar, salieron para la finca unos veinte recolectores, entre ellos los dos hermanos De la Hoz, más un negro Cartagenero de aproximadamente dos metros de estatura, sus brazos parecían dos rulas Gavilán de Incolma, esas de 1,80 centímetros, las manos eran dos ñames carmeros antes de la guerra en las marías, la alta y la bajita.

Al Primer pago que fue a los quince días de la recolección, el negro Cartagenero se fue el sábado bien temprano a Codazzi y regreso a las nueve de la noche, venia guapirreando por ese camino, cantaba décimas, pero eran octavas, en el rancho donde dormían había veinte hamacas guindadas, diecinueve habitadas por sus dueños por las horas que eran. Llego Cartagena cimbreándose con una borrachera de dos pisos, la primera hamaca guindada en el rancho era la de tío Juaco y la última era la de tío Francisco, el negro por no agacharse para sobreponerse a las hamacas, le fue colocando el hombro a cada una de ellas y volaban sus habitantes, menos mal que el piso estaba cubierto por bultos de algodón y amortiguaban la caída, cada uno de ellos se levantaron se sacudieron y volvieron a acostarse, Tío Francisco no se percataba del hecho porque Cartagena era el número seis en hamaca.

Ya eso tenía cansado a Tío Juaco, que no le comentaba nada a su hermano, por saber que a ese si no se lo brincaba un chivo de los que andaban por las calles de Pitillal-Valledupar, pero el limite llego a punto cero, Juaco le hizo el comentario a su hermano Francisco, que sin terminar el relato ya se estaban regazando su camisa de cuadros y rayas y preguntaba por Cartagena.

Tío Juaco inteligentísimo y rebosado de paciencia calmó a su hermano y le propuso un plan para terminar con esa pesadilla que no le dejaba sus sentidos puesto en el negro, se llegó el día del pago, el negro cantaba y salió para Codazzi, el plan ya estaba en marcha, cada uno de los querellantes estaba en guardia, preciso nueve de la noche, estaba mas oscuro que la noche negra, solo las luciérnagas con sus focos intermitentes dejaban ver una luz de alivio.

Penetró Cartagena al caney de mas de treinta metros de largo empalmado con hojas de corozo rajado, y de una le fue a meter el hombro a la hamaca de Tío Juaco, lo espero un pedazo de palo de mangle verde, en la tabla del pescuezo, ni con agua lluvia lo pudieron despertar, tío Juaco le decía a su hermano que no esperara que Cartagena se despertara y lo invitaba a coger sus corotos y marcharse. Pero su hermano quien seguía durmiendo en la hamaca de Juaco roncaba como gato ronroneando.

A la mañana siguiente todos los cinco hombres que Cartagena tumbaba de la hamaca estaban en guardia, Francisco le dijo a su diminuto hermano que se quitara la camisa y se parara frente a Cartagena, cuando este abrió sus ojos se sorprendió al ver a Juaco en guardia de pelea, solo alcanzó a decir, hombre mano Juaco discúlpeme, recogió su hamaca y se fue.

Ell Caney en calma, los comentarios sobre el hecho eran a favor de Juaco, todos los felicitaban por su hazaña con el negro Cartagena, solo que él no comprendía porque el negro le cogió miedo y se fue. Un día le pregunto a su hermano Francisco que pasó, Francisco mas calmado le explico a Juaco que el negro creyó que fue Juaco el que le pegó y que al día siguiente cuando Cartagena despertó vio a Juaco fornido, bien parado dispuesto a darle la revancha y sus músculos pectorales y brazos le brincaban. Desde ese día Tio Juaco se ganó el aprecio de sus compañeros que hasta le recogían el algodón.

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