LA TROMPADA DEL SIGLO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Me
contaba Julio de la Hoz Vergara “Tío Papi”, que él tenía unos tíos paternos
buenos para el trabajo y las trompadas, cuando ya estaban hombrecitos salió tío
Juaco que era de baja estatura y tío Francisco era fornido, salieron a recoger
algodón a Codazzi, llegaron al Valle a cinco esquinas, allí convergen todos los
recolectores del algodón y allí también llegaban los algodoneros a buscar
personal para la gran recolección de la mota blanca.
Ya
eran conocidos, simplemente llegar y contratar, salieron para la finca unos
veinte recolectores, entre ellos los dos hermanos De la Hoz, más un negro Cartagenero
de aproximadamente dos metros de estatura, sus brazos parecían dos rulas Gavilán
de Incolma, esas de 1,80 centímetros, las manos eran dos ñames carmeros antes
de la guerra en las marías, la alta y la bajita.
Al
Primer pago que fue a los quince días de la recolección, el negro Cartagenero
se fue el sábado bien temprano a Codazzi y regreso a las nueve de la noche,
venia guapirreando por ese camino, cantaba décimas, pero eran octavas, en el
rancho donde dormían había veinte hamacas guindadas, diecinueve habitadas por
sus dueños por las horas que eran. Llego Cartagena cimbreándose con una
borrachera de dos pisos, la primera hamaca guindada en el rancho era la de tío
Juaco y la última era la de tío Francisco, el negro por no agacharse para
sobreponerse a las hamacas, le fue colocando el hombro a cada una de ellas y
volaban sus habitantes, menos mal que el piso estaba cubierto por bultos de
algodón y amortiguaban la caída, cada uno de ellos se levantaron se sacudieron
y volvieron a acostarse, Tío Francisco no se percataba del hecho porque
Cartagena era el número seis en hamaca.
Ya
eso tenía cansado a Tío Juaco, que no le comentaba nada a su hermano, por saber
que a ese si no se lo brincaba un chivo de los que andaban por las calles de Pitillal-Valledupar,
pero el limite llego a punto cero, Juaco le hizo el comentario a su hermano
Francisco, que sin terminar el relato ya se estaban regazando su camisa de
cuadros y rayas y preguntaba por Cartagena.
Tío
Juaco inteligentísimo y rebosado de paciencia calmó a su hermano y le propuso
un plan para terminar con esa pesadilla que no le dejaba sus sentidos puesto en
el negro, se llegó el día del pago, el negro cantaba y salió para Codazzi, el
plan ya estaba en marcha, cada uno de los querellantes estaba en guardia,
preciso nueve de la noche, estaba mas oscuro que la noche negra, solo las
luciérnagas con sus focos intermitentes dejaban ver una luz de alivio.
Penetró
Cartagena al caney de mas de treinta metros de largo empalmado con hojas de
corozo rajado, y de una le fue a meter el hombro a la hamaca de Tío Juaco, lo
espero un pedazo de palo de mangle verde, en la tabla del pescuezo, ni con agua
lluvia lo pudieron despertar, tío Juaco le decía a su hermano que no esperara
que Cartagena se despertara y lo invitaba a coger sus corotos y marcharse. Pero
su hermano quien seguía durmiendo en la hamaca de Juaco roncaba como gato
ronroneando.
A
la mañana siguiente todos los cinco hombres que Cartagena tumbaba de la hamaca
estaban en guardia, Francisco le dijo a su diminuto hermano que se quitara la
camisa y se parara frente a Cartagena, cuando este abrió sus ojos se sorprendió
al ver a Juaco en guardia de pelea, solo alcanzó a decir, hombre mano Juaco
discúlpeme, recogió su hamaca y se fue.
Ell Caney en calma, los comentarios sobre el hecho eran a favor de Juaco, todos
los felicitaban por su hazaña con el negro Cartagena, solo que él no comprendía
porque el negro le cogió miedo y se fue. Un día le pregunto a su hermano
Francisco que pasó, Francisco mas calmado le explico a Juaco que el negro creyó
que fue Juaco el que le pegó y que al día siguiente cuando Cartagena despertó
vio a Juaco fornido, bien parado dispuesto a darle la revancha y sus músculos
pectorales y brazos le brincaban. Desde ese día Tio Juaco se ganó el aprecio de
sus compañeros que hasta le recogían el algodón.
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