ELÍAS Y PATRICIO, LA SABIDURÍA ANCESTRAL
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Estos dos personajes que pasan
desapercibidos por este mundo, nacieron a medio ciento de tabaco negro ovejero de
distancia, pero ambos tienen la malicia indígena y la ancestral cultura que
regala la madre naturaleza a sus hijos que la tratan bien. Ambos llevan en su
sangre la herencia materna, uno hijo de una mujer de raza Zenú y rasgos Wayuu,
el otro hijo de una mujer de la etnia Kankuamo Atanquez, ambos usan una mochila
de lana de chivo tejida por las manos artesanales de una mujer de la etnia.
Saben que el mundo es para todos y que hay que servir, sin recibir.
Hablemos de Patricio, durante
su niñez y juventud fue libre como un águila, surcaba los montes ríos y montañas,
siempre acompañado de su padre abuelo, quien a cada paso que daba el muchacho
iba acompañado por un consejo, cada hoja, cada rama y cada árbol, servía para
algo en la vida, cada animal vino a este mundo a cumplir una misión, al igual
que un humano, pero había una prueba a todo esa enseñanza.
A Patricio se lo alcanzo la noche entre el camino de
Guartinaja, Cayo de la tía y el Siso, andando por el camino viejo, ya con sus
saberes encima Patricio se dijo mentalmente si cojo por el camino lo más probable es que me voy a
encontrar con alguien desagradable, se encomendó al altísimo señor, cerro sus
ojos, trazó línea recta y avanzó, pase lo que pasare, pero esa prueba había que
superarla, se sumergió con su cuerpo el arroyo la dorada, atravesó el palo de
mango de puerco o de hilaza más frondoso que había en la finca palo negro, le
piso la cabeza a la boa contrita más vieja del siso, ya a la entrada al pueblo
se topó con su amigo el Nello montes de Occa, se saludaron y preciso fue a dar a la placita.
Mientras tanto Elías, su más
entrañable amigo, en otra época de la vida, y con unos años menos que patricio,
pero con la sabiduría ancestral, heredada de su Madre, Tíos, Abuelos y
Tatarabuelos y másss, también volaba como un águila y como el Gavilán Mayor, a
sus escasos años, ya sabía del bien y del mal, donde ponen las palomas, las
codornices y las perdiz.
Se ganaba la vida al igual que
Patricio, escondido para no dar a conocer su sabiduría, era el ayudante de una
prestigiosa mujer en Patillal, a la que el maestro Gilberto Alejandro Durán
Díaz le dedicó una canción, eso si todo lo que se ganaba se lo entregaba a su
madre, ella con su sabiduría ancestral y haber que contestaba Elías, le
preguntaba que donde se ganó esa plata, no importando la repuesta del muchacho,
ella sabía cómo y dónde se la ganaba.
Una noche de luna llena, Elías
puso en práctica todo lo aprendido, también se lo cogió la noche y en vez de
coger carretera de Patillal a Atanquez, como era un joven tímido no quería que
lo vieran por la carretera, mentalmente se encomendó al Altísimo señor dueño
del mundo y de la vida, trazó línea recta y partió la sierra nevada con lo poco
que alcanzaba a ver con la oscuridad, atravesó
la Malena, ríos y quebradas, roncaban los tigres, leones y la Panteras, Chiflaban las volantonas,
las culebras se apartaban de su camino, los arboles le hacían reverencia por el
vendaval que estaba ocurriendo, ya adelantado de camino, observó a cuatro personas tiradas en la
montaña, sin vida, época de violencia, atravesó camino minado, se tropezó con personas uniformadas, que no
notaron su presencia, en la madrugada llegó a casa.
Ambos tienen algo en común,
son honrados y trabajadores, se sacan el pan de la boca para dárselo a los más
necesitados, dejan su palabra empeñada, hasta que se cumpla la misión.
Estos dos personajes en sus
vidas nunca se habían visto, pero cada uno actúa de la misma manera, Elías con su
conocimiento ancestral y Patricio guiado por la malicia indígena y por los sabios
consejos de su papá. Cuando actúan juntos ambos se miran y saben que es lo que es.
Ellos, acortaron las
distancias y por casualidad se toparon a un cuarto de tabaco negro ovejero del
camino de la Vida.
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