lunes, 23 de abril de 2018

UN CABALLO Y UN JINETE SIN CABEZA




UN CABALLO Y UN JINETE SIN CABEZA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román y Matías Cadrazco Blanco
Escritores Colombianos

Me contaba mi nieto Matías que él vio pasar a través de la ventana de su cuarto un caballo sin cabeza, era de color blanco y llevaba un jinete sin cabeza, se arropó pie y cabeza y al otro día le refirió a su papá lo sucedido y como es un niño de cuatro años, pusieron en duda su historia.

Una noche su papá venia de trabajar, manejaba su carro por la avenida la circunvalar y al frente del cementerio vio atravesar de lado a lado de la carretera, un caballo aperado, pero no le vio cabeza, al igual que su jinete, tampoco se le vio cabeza, cuando llegó a casa  le contó a su esposa quien le dijo ese fue el sueño de Matías.

Mi persona, abuelo y padre de los dos, no sabía nada de ese cuento, una tarde en casa, mi nieto Matías me narro el cuento con pelos y señales y luego mi hijo me contó su cuento,  a   mi persona que  no se  le olvida ni el día que su mamá lo trajo al mundo, (que es hoy, 23 de abril),  tiró su casete memorial y se retrajo a sus escasos seis años y comenzó a recordar:

La noche que cayó un aguacero de queso en el pueblo de mi suegro, Salamina Magdalena, la noche oscura que el caballo relinchón entro por el callejón de María Correa,  la noche que el Candelillo hizo su arribo al pueblo y se arrinconó en la placita, el sueño de  las  lombrices gigantes en la vieja  bomba de agua que había en la placita, también el día que Alonso Olivero salió a cortar un vejuco para amarrar las  corralejas y se perdió por tres días en la bola de monte de los barrios en la villa, los Jolones de cuero arrastrados por un caballo por las cuatro calles de la villa en los años 50 y 60, donde reinaban los mechones de petróleo.

Cuando la Luz del playón no se había mudado para las playas de la Villa y era la reina en los cuatro puntos cardinales de mi hermoso pueblo, jugaba con las cuatro patas de los  caballo de  José  Morón, el Nello Montes de Oca y Héctor Atencio, también se me viene a la mente el día que llegó el Primer carro de color negro a la villa, el hombre vestido de blanco en la mata de lata en la  vía a los  jobos, la totumita de oro que caía en la poza el cantil y los reventones, el perro negro en la esquina de  la niña chancho botando fuego por su boca.

El día que el caimán mocho del remolino de la pipa, se tragó al Parie Pablo en el lance de Marralú, la mañana temprano en que oí el pito de la chiva la melón que manejaba el señor Acosta, venia del puerto recogiendo pasajeros, me levante de mi hamaca, le quité la tranca de mangle a la puerta y salí a la plaza, con tan mala suerte de que no había más pasajeros en la vía, corrí detrás de la chiva, me subí al primer escalón de la escalera, el bus cogió velocidad y cuando iba por donde Acisclo me tiré y rodé  por el cascajo diez metros, desperté en el puesto de salud en la plaza. Tampoco se me olvida el hermoso cuento a mi Tío Político Adalberto De la Hoz, Q.P.D. El gallo Guacharaco, Rey de las Galleras.

Y para no alargarles  los cuentos, la noche que mi bisabuelo Manuel Vicente Díaz Vanegas Barros se tropezó con un cajón con cuatro velas debajo de unos árboles de bolonbolo en el camino hacia el paso de los chivos.

La verdad es que mi persona no quiere tropezarse con ese caballo menos el jinete, porque a decir verdad, para eso tengo a mi amigo Édison, un Kankuamo de pura Cepa, de que le aplico el credo al revés como lo hizo Francisco el Hombre con el que sabemos, porque a mí no me brinca un chivo macho y no me  cogen ni corriendo, menos a mi hijo, amén de mi nieto Matías Cadrazco Blanco, el heredero de la gran dinastía de papá Yé.


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