domingo, 26 de abril de 2020

LA CUEVA DE MARIANGOLA





1.       LA CUEVA DE MARIANGOLA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Enclavada en la falda de la Sierra Nevada de Santa Marta, se encuentra Mariangola, corregimiento de Valledupar Cesar, caracterizada por sus cosechas de aguacate que los campesinos  bajan de la sierra, en la temporada de cosecha.
Me contaba José Antonio Carrascal, un hombre conocedor de la región, que subiendo la sierra por los lados de Mariangola, en los primeros cerros, hay una inmensa y milenaria cueva, con un espesor en la entrada de aproximadamente un cuarto de kilómetro cuadrado, mas adentro se va angostando en forma de embudo.
En horas del día, todo se ve normal, pero en la noche las cosas se ponen pesadas en ese sector. Cuando el sol se está ocultando por el occidente y su color es rojizo, tipo cinco y treinta pasado meridiano, de la cueva comienzan a salir unos murciélagos que por su tamaño diríamos que son goleros y comienzan a revoletear y surcar el derredor de la cueva.
Luego desaparecen para darle paso a una luz azul cielo que ilumina toda la falda de la montaña, incluyendo las fincas de Inarco de la Hoz y la hacienda de Yuyo Quintero, llamada Caja Negra, al igual que los enjambres de murciélagos, al poco tiempo desaparecen y reina la oscuridad.
Ya bien entrada la noche, emergen del fondo de la cueva dos hermosos Leones, uno melenudo y grande como los puercos que sacrificaba el negro Adán en la diecisiete de Barranquilla, el otro más pequeño, se supone era la hembra.
Y toda la noche se pasean en la entrada de la cueva, emitiendo un rugido agudo de alerta y prevención a no permitir el acercamiento de ninguna criatura viva, menos de otro planeta.
Todos los humanos de la región saben de la existencia de la mítica cueva de Mariangola, pero no todos saben del hermoso misterio que encierra, ya que solo una persona entro a ella y regresó con vida.
Don José, calla por un rato su hermoso relato, mire pariente, refiriéndose a la gran amistad y familiaridad que conservaron el Blanco de la Hoz y él, que un día llegaron de Sabanas Magdalena en busca de progreso y bienestar, a la vez este Sabanero de Sucre, que les narra este cuento está casado con una nieta del Blanco de la Hoz.
Decían los mayores que ya no están en este mundo, que a esa cueva entró una noche un misterioso hombre que bajaba de la sierra a Aguas Blancas, montado en un mulo negro barriga blanca, cascos blancos, bien aperado, a vender la cosecha de aguacates y a comprar provisiones para su parcela ubicada bien adentro de la sierra.

Después de la transacción comercial que efectuaba, se iba para la tienda de la prima Ague, así rezaba un letrero hecho en lámina de cinc, amarraba el mulo en un árbol frondoso de cañaguate, saludaba a los presentes y pedía una botella de ron que a los pocos minutos solo estaba la botella sola, se tomaba otra y otra, y guardaba tres docena en las alforjas de cuero que llevaba en el mulo, llegada la  medianoche, con un gran atino de la hora se despedía de los parroquianos y decía:
Muchas gracias a los presentes, prima Ague este roncito esta sabroso pero me tengo que ir, hoy va a ser la noche que voy a entrar en la cueva de Mariangola, pase lo que tuviere que pasar.
Seguido de esas palabras, a media noche y entrar en la misteriosa cueva, todos los presentes se hacían con la mano derecha la señal de la cruz en su cuerpo, el hombre misterioso emitía una sonrisa y dejaba ver su dentadura a media boca abierta, con una destreza después de ingerir varias botellas de ron, ayudado por una vara se subía a su animal, también un poco misterioso por sus brillantes colores en la piel, blanco y negro.
Esa fue la última vez que el hombre del mulo, bajó de la sierra, esa fue la última vez que lo vieron con vida en la tienda de la tía Ague, en Aguas Blancas Cesar, hasta esa media noche se escucharon los rugidos de los dos leones en la puerta de la cueva.
Ahora el que cuida la cueva es el mulo de dos colores ensillado y con carga encima, esperando su dueño que no ha salido más en estos últimos siglos de vida.
Pregunto: ¿Bueno pero usted pariente me decía hace pocos minutos que solo un hombre salió de la cueva, quién fue ese hombre?
Dicen que ese hombre, era el hombre lobo, porque era peludo, que sus melenas eran filamentos de oro, llego a la primera casa que había en la entrada del pueblo, donde moraba una ancianita con una nieta, les toco la puerta y entro, les contó el misterio de la cueva y desde ese momento quedó mudo.
¿Y de la ancianita y su nieta, que pasó?
Ellas al día siguiente de llegar el hombre lobo, salieron bien temprano con un costal de fique en el hombre, se embarcaron para el Valle en un bus de Cosita Linda y ni más se supo de ellas.
¿Y el hombre Lobo?
Ese lo ven todas las noches, los campesinos que suben y bajan de la sierra, pero ya no es de color oro, ahora es negro peludo y horripilante.
O sea que descargó todo el oro que sacó de la cueva en casa de la ancianita, sí señor, ese sitio donde estaba esa choza de paja embutida de barro rojo, los guaqueros la tumbaron y se llevaron la paja y el barro creyendo que se les va a convertir en oro.

¿Bueno y que se dice de la cueva y el hombre misterioso?
Los comentarios acerca de la cueva son pocos, ya eso hacen muchos siglos, la versión más acertada es que allí vivió la Luna antes de subir al espacio en compañía del Sol que al ocultarse se refugiaba en la cueva con ella, después cambio de habitante, que fue el hombre Lobo y por ultimo para cerrar este hermoso cuento, la luna se fue con el sol y dejo cuidando al hombre lobo, los leones y los murciélagos.
Al entrar el hombre del mulo de dos colores, sacó de su trono al hombre lobo, este se arropo en oro y salió derrotado.
Dicen los campesinos y finqueros de la región que hoy reina en la cueva de Mariangola el hombre misterioso, que a media noche ven a una silueta que sale a la entrada de la cueva, habla con el mulo, le saca de las alforjas tres botellas de ron, le da de beber una al animal y se entra a la cueva nuevamente.
En este instante cantan los gallos del pueblo la primera vez y don José mira su reloj Ferrocarril de Antioquia que carga en el antebrazo  izquierdo, me informa que ya es hora de dormir, recoge sus taburetes y se adentra a la casa.
Mi persona, recoge la grabadora humana y se traslada en el tiempo y el espacio hacia su hogar, a dormir el resto de la noche.

Maravillosa historia, sacada de la mente de un humano, entre cuentos porros y fandangos, se permite nárrala.


EL SUPER PUTAS




  1. EL SUPER PUTAS
    Por Francisco Cadrazco Díaz Román
    Escritor Colombiano
             
Ramiro Antonio  Beltrán Ovalle, un trabajador de finca, tumbador de monte, que duraba tres y cuatro meses en la sierra trabajando, su patrón tenía pacto con el diablo y  cada año en diciembre le entregaba un trabajador al propio Lucy.

En esa finca fue donde Ramiro adquirió un pacto con los monitos que pasaban de quince, él los utilizaba para trabajar y beber ron.

Cuando venía de la finca al pueblo, antes de llegar donde  su esposa, llegaba al granero Jeiner y compraba una botella de ron pecho hundido y se la tomaba sólito de un solo trago.

Su efecto era inmediato, “tres quince”, allí era donde comenzaba el calvario de casi todas las mujeres del pueblo, casadas y solteras, las tenía acosadas y no había un hombre que le parara el macho al Súper.

Sacaba un rollo de billetes y le repartía a los pelaos para que fueran a las tiendas a comprar, les decía que no reclamaran el vuelto.

En la noche cuando los tenderos iban a cuadrar caja, solo encontraban unos papeles de celofán de cigarrillos  Piel Roja.

Comenzaba a vociferar y a decir a  parlante alto que todas ellas eran mujer de él..

Hasta que un día Crucita le reclamó al Mello su esposo, que la bravura solo era con ella, o si era que le tenía miedo al Súper Putas.

A los Guajiros Villanueveros  los Mellos Castro que no se lo brincaba un chivo, cuál de los dos hermanos fuera más bravo, a puño limpio a machete o cauchera de jondear piedra a los yolofos, allá en las arroceras del Diluvio.

Esperó el Mello que Ramiro y sus secuaces se emborracharan, cuando se encontraban tirados en el pretil de la casa del señor Goyo Rojas les rastrillo la rula colín de 80 ctms de largo contra el pavimento de la carretera que las chispas de candela le prendieron el sombrero a el Súper Putas y sus quince niños en cruces, se despertaron del susto y se le salieron de los brazos donde se encontraban borrachos.

El Súper, al verse solo, cobarde y pendejo, salió corriendo, el Mello, con rula en mano lo perseguía, lo llevó hasta la entrada de la carretera que va para Pueblo bello, allí se le perdió.

Hasta ese día que uno de los Mellos se amarró el pantalón con una penca de Guácimo y se le paró al Súper, descansaron las mujeres de Aguas Blancas.

Hicieron una Asamblea y nombraron una presidenta para esperar a El Súper, su consigna era Castrarlo, para que se le acabara la bravura contra las mujeres del pueblo.

Todos los hombres apoyaron a las mujeres y se armaron de valor para darle su tactiquito al Súper Putas.

Los monitos roneros se metieron a una casa desocupada, de allí salían en la noche a robarse cuanto cachivache podían. Desocuparon los graneros de víveres que había en el pueblo.

El Inspector Melitón Meza mandó a buscar al brujo que vivía en Pueblo Nuevo para sacarlos de esa casa.

Ese día todo el pueblo cerró sus puertas para que los monitos tuvieran el camino libre hacia la finca Convención a donde fueron a parar, porque de allí salieron.

En  la casa de los monitos encontraron:

Dos sillas de caballos pertenecientes a la finca del Blanco de la Hoz, dos angarillas de Cornelio Quintero, el molino de maíz de Aminta Ochoa, cuatro bultos de Azúcar, dos cajas de panela, una caja de pecho hundido, dos rollos de alambre de púa y cinco cajas de Piel Roja, los quesos de la tienda el Satélite, andaban en bicicletas y motos que robaron en el pueblo.

El Súper se internó en el monte, llegaba al pueblo en horas de la noche, ahuyentado por la rula Colín del Mello Castro “el Guajiro”.

Después se supo que el ron mato al Súper Putas  su esposa, en el pueblo decía que fue el Mello el que lo mató.

Pero todos sabían que fue la pecho hundido la que lo mató, es mas en los últimos días de vida, a Ramiro Antonio Beltrán Ovalle el pecho se le hundió como  piedra de amasar harina.


Ya no le decían el Súper Putas, lo llamaban el Morrocoyo.

A MANO SICO, LE SALIO LA LLORONA




1.       A MANO SICO, LE SALIO LA LLORONA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano


A Mano Sico,  su mamá lo llamaba cariñosamente “Mijosico”, a pesar de sus años, no deja de ser un niño, que juega volita de uñitas, trompo vaqueado, se tira en picada del barranco del balneario poza los caballos y contrabando.

Se sube al palo de níspero a coger sus frutos, antes de que el vecino  se los coja por la noche, barre el patio todas las mañanas, riega las matas y frutos de pan coger, le mama gallo a toda persona que pasa por la puerta de su casa, le da coscorrones  a los pelaos, juega con sus nietos que salieron igualitos a él y siempre vive en actividad.

Buen negociante de todo cachivache en  su caramanché, vende cilindros de gas, baldes,  porcelanas y poncheras, bacinillas  de plástico, codos, uniones de PVC, cinta aislante, correas plásticas de 10, 20, 30, 40 y 50 centímetros, platos y pocillos de cerámica, lámparas a petróleo y linternas de baterías,  libretas de apuntes y de colegio y un sinnúmero de artículos necesarios para el hogar, se consiguen en la mini-ferretería de Mano Sico.

Al caer la noche, Mano Sico y su esposa la niña Nena, se sientan al frente del televisor de la sala principal a verse su novela favorita.

Una madrugada, siendo aproximadamente la 01:00 a.m. cuando los relámpagos y truenos, anunciaban que desde la sierra nevada, venia un fuerte aguacero, el río de aguas blancas, como si hubieran derramado 100 cantaros de leche allá en los picos Simón Bolívar y Cristóbal Colon, desbordado, arrastrando piedras y el pajonal.

Las láminas de zinc del techo de su casa, comenzaba a sonar como si  estuvieran arrojando piedras, la energía se fue y Mano Sico se levantó a prender la lámpara de caperuza alimentada con gasolina.

De todo el ruido ensordecedor del techo y los truenos en el firmamento, los perros aullando, en especial Fragata, que mantenía una guerra sin cuartel con un zorro chucho que pasó por su territorio a esa hora.                                          

Mano Sico escuchó a lo lejos un lamento, pero no borincano, paró orejas y afilo el oído derecho que es por donde más se escucha y nuevamente y con más fuerza escuchó el lamento:

-Hay mis hijos, hay mis hijos y hay mis hijos.

Mano Sico, pensó:

Voy a asomarme por las  rendijitas de la ventana de madera,  por donde se colaba la luz de los relámpagos, no vio nada, pero se quedó allí parado en la ventana, cuando de nuevo escuchó el lamento ya casi en la puerta de su casa.

La curiosidad mató al gato, Mano Sico, le quitó el seguro a la ventana y cuando asomó las narices le gritaron al oído:

-Hay mis hijos, estoy buscando a mis hijos, donde están mis hijos.

Mano Sico, alcanzó a ver a una mujer morena china, alta, dientes blancos, cachetona, un poco delgada,  envuelta en una sábana blanca.

Mojado en su pantalón por los dos lados, pegó un grito ensordecedor, dio tres pasos atrás  y cayó privado.

La niña Nena, que andaba en su segundo sueño, el más profundo de los tres, allá por Badillo, a pocas penas escuchó el grito, pero sabía que era de la garganta de su esposo, quien era sonámbulo y se levantaba en las noches a recorrer la casa y después de un buen rato se acostaba.

Nena se levantó, se repicó con la pared de la casa, porque duerme pegada a la pared, dio media vuelta y salió para la ventana de su cuarto, cuando tropezó con el cuerpo de Mano Sico, inerte y flácido, envuelto en un sueño profundo, y con la ventana abierta.

Muchos pensamientos pasaron por la mente de la niña Nena:

- ¿Estará muerto, sería un trueno, o el corazón que le falló?,  mientras Mano Sico, no se reponía de ese majestuoso y apoteósico susto, por andar chismoseando y buscando  la mala hora  a media noche.

Al día siguiente, Mano Sico se levantó bien temprano, su sexto sentido le indicaban que esa voz que él escuchó a media noche, tenía sello familiar, que a pesar del susto, reconocía esa melodía que le recorría por todos los cables del cerebro.

       - Alguien debía llegar en el transcurso del día a la casa.

Dicho y hecho,  a eso de las nueve de la mañana, llegó su sobrino un muchacho maloso entrado en los 25 años, ronero, perequero y juguetón, igualito a su tío, acompañado de unos amigos del pueblo, que jamás habían visitado en su casa. 

Mano Sico,  miró a su sobrino, que coincidía  con la figura de la llorona, y pensó:

-Allí está, esa fue obra de este carajito pero me las va a pagar, silencioso guardó sus comentarios.

La niña Nena, comenzó a referir lo sucedido en la noche a Mano Sico, quien miraba de medio lado, apenado por el estado en que se encontraba cuando despertó de la privada esa noche.
               
        - y Formaron la risa y el pereque por la llorona de media noche.

Ese día se emborracharon los muchachos visitantes en casa de Mano Sico, con dos botellas de Marianamen, que él les mandó, más un poquito de dormilona.

Con su hecho pensado, les servía el trago grande acachacao, después del almuerzo preparado por la niña Nena, un sancocho trifásico y una jarra de guarapo costeño con naranja agria,  se quedaron profundamente dormidos.

Tiempo que aprovechó Mano Sico para desquitarse de esa broma pesada que cargaba entre pecho y espalda.

Los muchachos, estaban encuero, trasquilados, sin bigotes sentados en la terraza  de la casa en unas sillas plástica a exhibición de todos los transeúntes.

Y Mano Sico, mirándolos por la rendija de la ventana, con la puerta cerrada, esperando el desenlace.

Fueron despertando uno por uno  a las cinco de la tarde, al notar su estado salieron corriendo calle arriba, tapándose con la mano derecha adelante y con la izquierda detrás.

Oportunidad que aprovechó Mano Sico para gritar:

- Hay mis hijos, estoy buscando a mis hijos, donde están mis hijos, hey devuélvanme a mis hijos, no se vallan muchachos, devuélvanme a mis hijos.

Y por último vociferó:
  
                                    Sinvergüenzas carajo.
En Honor a mi Tío José Francisco De la Hoz Vergara- Aguasblanca Cesar Colombia. 

AUGUSTO, EL GRAN GALLO GUACHARACO, REY DE LAS GALLERAS




  1. AUGUSTO, EL GRAN GALLO GUACHARACO,  REY DE LAS GALLERAS
    Por Francisco Cadrazco Díaz Román
    Escritor Colombiano


Una vez estuve donde mi pariente Lencho Barros Díaz en Urumita, ya al tiempo de regresar me regaló unos huevos de gallina envueltos en unos cascarones de maíz.

Con todo el cuidado que ellos se merecen al transportarlos, se los entregué a mi tía Chita en Aguas Blancas para que los hiciera revueltos en el desayuno.

Uno de los huevos era de un cruce entre un gallo fino y una guacharaca que se había criado en el patio de la casa, era de color azul, chita lo apartó y lo marcó, lo metió al nidal de una gallina fina que estaba calentando sus huevos para empollarlos.

A los pocos días los huevos comenzaron a picarse y a asomarse del cascarón unos piquitos rosados de unos hermosos polluelos.

Augusto, en pocos meses les cogió ventaja a sus hermanos, se les comía todo el maíz picado que les echaban, era un pollo muy ágil y vivía con el ojo rojo, figura heredada de su madre, una guacharaca de monte.

A vuelta de un año, Augusto, al igual que los demás pollos comenzaron a pelear entre ellos, Adalberto De la Hoz, gallero de fama reconocida en la región, los motiló y los entrenó para llevarlos a la gallera de María Angola y Valencia de Jesús.

Las discusiones se formaban cuando presentaban a Augusto el gallo escurridizo de plumaje color Torcaza, pico de loro manglero, con unas espuelas de 6 centímetros parecidas a las astas del toro candelillo.

Las apuestas se inclinaban a favor del gallo contrario a Augusto, los apostadores se reían de Augusto porque decían que era un guacharaco.

Cien contra uno, eran las apuestas, tío  Adalberto  me miraba asustado, yo lo  le decía gritado en la valla, no se preocupe, apueste todo lo que tenga en los bolsillos a favor de Augusto.

Cariaron los gallos, no más apuestas gritó el réferi en el centro de la gallera.

Augusto le caminó al fino y este se le agachó y Augusto pasó de largo y se estrelló contra  la valla, con toda su bravura se sacudió y se puso en guardia para repeler en repetición, uno dos tres alzadas acompañadas de picotazo.

La burla hacia el gallo, estaba en el punto más alto, me tomé un trago de marianamen cargado y grité:

“Vamos Augusto, acuérdate que eres de raza fina”, refiriéndome a los gallos que cuidaba mi bisabuelo Manuel Vicente Díaz Vanegas Barros.

El fino voló y cuando venía en picada lo cogió Augusto, le metió las dos espuelas naturales en la pechuga, lo sacudió tres veces, se le montó encima y lanzó un hermoso canto de victoria, para sacarle las espuelas de Augusto al fino, tuvieron que operarlo.

La gallera quedó en silencio, al ver la hazaña del gallo fino atravesado con guacharaca, cobramos las apuestas, cogimos el gallo y nos largamos llenos de alegría.

Con ese dinero mi tío montó un depósito de comestibles en Aguas Blancas Cesar, de allí en adelante, el gallo pequeño escurridizo y bravo, fue de gallera en gallera con una fama, que todas las cuerdas le tenían miedo.

El Negro Vásquez,  Hernán Maestre y Alfonsito Ramírez, le trajeron un gallo y ofrecieron una gran apuesta a su gallo contra Augusto, enfrentándolos en el patio de la casa de Juan Ochoa, vean eso fue pan comido, les mató al gallo y por último los sacó del patio a picotazos a los tres, no tuvieron la oportunidad de llevarse el gallo muerto para hacer un sancocho.

Apuestas vienen y apuesta van, Augusto dejó pelaos a un centenar de apostadores que perdieron sus fincas, casas y hasta sus mujeres.

En la gallera pico de oro de barranquilla, Quique Coronado, organizó una faena con gallos de todita la región Caribe, como invitado especial estaba Augusto, el gran gallo guacharaco.

Diez contra cien eran las apuestas, en la comisión de Augusto además de mi tío Adalberto se vino medio Aguas Blancas en un bus Mariangolero,  mi pariente Lencho de Urumita, mi tío Aureliano Díaz Arroyo y Manuelito Díaz, nietos del gallero de oro de la Villa, el negro y Armando de la Hoz, mi hermano Gabriel Ortega Vega, de Cartagena invitamos a mi amigo el profesor Felipe Andrés Fernández a presenciar una buena pelea de gallos finos en Barranquilla.

Al carear los gallos en el ruedo se presentó un inconveniente porque Augusto no permitía que se le pusieran calzas y picoteo a todo el que se le acercara, la comisión decidió montar la pelea de gallo sin las calzas.

Para no alargarle este cuento esos dos gallos, el negro golero de la cuerda de Quique Coronado y Augusto de la cuerda de Aguas Blancas,  duraron tres días con sus noches dándose espuelas y picotazos, que al final de la pelea al negro golero solo tenía la cola con cuatro plumas de las grandes, las espuelas con sus calzas cayeron regadas en la gallera, augusto en el suelo tiraba espuelas a medio lado, no se podía levantar, los asistentes guindaron hamacas dentro de la gallera y dormían plácidamente después de esa jornada gallística donde Augusto fue el ganador.

De Sincelejo se vino Llanera la 21, para alimentar a todas las personas asistentes, pagaba el gallo ganador.

Los elogios para Augusto el guacharaco, fueron tantos que le erigieron una estatua en la plaza de Aguas Blancas, su fama fue dejando cría en casi todos los pueblos donde había  gallera.

Lo último que hizo Augusto ya recogido de las galleras, comiendo y montando gallinas en el patio de la casa de Julio De la Hoz, fue operar a un niño que llevaron en cueros a esa casa, tenía un  nacido en la nalga parecido a un grano de maíz amarillo, ya casi a reventar.

Augusto lo midió de distancia con su pico tres veces, a la cuarta le lanzó el picotazo a la nalga del borregón que se lo sacó con toda la raíz, solo tuvieron que echarle merchiolate y meterle una gasa para que cogiera carne nuevamente.

Augusto el gran gallo enrasado entre un fino y una guacharaca de monte, hermoso animal.






jueves, 2 de abril de 2020

UN PERRO CON CARA DE SAÍNO




UN PERRO CON CARA DE SAÍNO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Decían los viejos del siglo pasado que la Semana Santa hay que respetarla, son días de recogimiento, de oración y de perdón, pero hay humanos que piensan que su ánimo viene de la hombría y no hacen caso a los preceptos y Mano Beto era uno de ellos, siempre quería andar por la mitad de la calle, por el centro de los caminos, por los atajos de la vida, no era obediente, hacia lo que a el le parecía bueno llevando la contraria a sus padres, vea no hay palabra más efectiva que la que dicen nuestros padres.

Un viernes santo se le dio a Beto de salir a montear con sus cuatro perros, entrenados para casar conejos, saíno, ponche, guartinaja, iguanas y cuanto animal de monte se encontraran, siempre traían algo a casa cuando los montes y montañas estaban llenos de animales.

Sus hermanos lo vieron alistarse y el mayor de ellos le dijo: No creo mano Beto que hoy en especial sea día de ir a montear, su madre lo  recrimino, pero al fin su hijo y le dio la bendición, camino al monte mano Beto iba reflexionando a cerca de lo que le dijeron sus hermanos y en especial su mamá, llegó al cayo de monte y de una vio al saíno que se espantaba de los perros, estos emprendieron carrera detrás del animal y se internaron en la espesa vegetación, cada momento se alejaban más, sólo se oía el ladrido de los perros, mano Beto los seguía a la distancia guiado por los ladridos.

A la hora de camino ya los perros le anunciaban a mano Beto que el animal estaba acorralado, debía ser en una cueva porque el saíno no trepa  árboles, hasta ese momento todo iba bien, el hombre se alegró cuando vio a tres perros ladrando y quejándose, señal de que el animal estaba en la cueva, buscó una vara y la entró, tocó al animal, le colocó nariz a la vara y su olor era de perro, se dijo ese es el cuarto perro que esta allá adentro persiguiendo al animal y no se puede salir.

Midió por fuera la cueva y trazó una raya a la distancia de la vara, los tres perros estaban inquietos y se retiraron a la sombra de un campano frondoso, pero seguían quejándose, Beto los recriminó hajaa perros pendejos y ahora que es ese quejido, parecen factos.

Cavo y cavo con la punta de la rula y saben que encontró, su cuarto perro con cara de Saíno, botó la rula y emprendió carrera a su casa por un atajo o corte de camino, los tres perros cogieron por donde vinieron y llegaron a casa ladrando y quejándose con sus ojos brillantes, el hermano mayor de Beto le comunicó a su madre que tres de los perros habían llegado en mal estado de ánimo y que Mano Beto y un cuarto perro no aparecían.

De inmediato su padre dio orden de buscar a Mano Beto, ellos todos presentían que algo malo le había ocurrido, viernes santo con su noche los familiares de Beto buscándolo con mechones y palma se alumbraban el camino, le gritaban Mano Beto, Mano Beto y fue infructuosa su búsqueda, pero no dejaron de buscarlos, porque a casa no podían llegar sin él, esa era la orden, encontrarlo.  El Sábado santo a las doce del día encontraron  sus hermanos a mano Beto y su perro, debajo de un frondoso árbol de Algarrobo, ambos dormidos y roncando.

En el camino de regreso Mano Beto no habló, solo miraba a sus hermanos y se le salía una lagrima por el ojo izquierdo, vea tuvieron que buscar al cura del pueblo quien lo roció con ramas de toronjil y agua bendita, recuperando el habla, habla y hablaaa. Todas las noches en las bancas del parque, refiere a sus paisanos con pelos y señales, que el perro tenia cara  de saíno.