lunes, 13 de enero de 2020

PURRIANGA Y LA NOCHE QUE CAYÓ UN AGUACERO DE QUESO



001.- PURRIANGA Y LA NOCHE QUE CAYÓ UN AGUACERO DE QUESO (Premio Nacional de Cuentos y Fabulas)
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano



Purrianga, es una expresión verbal,  que en el lenguaje español, no significa nada, es una expresión oriunda de nuestra Costa Atlántica (Salamina,  Magdalena), es un dicho, al igual que otras como Asiando, Asioco,  vasioco y muchas más,  vienen a enriquecer el  vocabulario Cultural de nuestros pueblos del Caribe Colombiano.

Agripino Pulido Púa, (Purrianga), hijo de una familia acomodada, que no quiso estudiar en sus años mozos, diferente a sus hermanos que llegaron a la Universidad, siendo hoy Médicos, Odontólogos y Abogados.

Purrianga era la expresión favorita de Agripino, que con el tiempo sus paisanos se olvidaron de su nombre y ahora es conocido popularmente como PURRIANGA.

Después de los años de abundancia, a la familia Pulido Púa le llegó la escasez, debido a que por el pueblo ya no pasaban vehículos con carga y pasajeros hacia Pivijay y Fundación, el puente Pumarejo y la nueva carretera acabaron con el comercio y el empuje de esos pueblos rivereños, sumidos al abandono y la pobreza absoluta.

Purrianga, se ganaba la vida en el puerto de Salamina, comerciando y guiando a los turistas que llegaban todos los días, también le gustaban las faenas del campo, manejaba tractor, un Land Rover Santana (Español), y un Camión viejo llamado Canadá por su marca, el cual tenía el timón del lado izquierdo. Hacia PIN y llantas de  madera,  para desvarar los carros.

Era mecánico empírico, aprendió desarmando y armando el Land Rover y tractores, pero le faltaban las letras, se desenvolvía con su vocabulario rebuscado, se bebía sus tragos y era pleitista, no lo podían mirar porque se abalanzaba a trompadas con el que fuera y no fuera.

Ya entrado en años y sin la presencia de sus padres, Purrianga decidió ir al colegio,  a ver si podía aprender algo, siquiera leer un periódico y los letreros de las tiendas del pueblo, pero había un pero, le tocó en el salón de clases con sus hijos y los amigos de sus hijos, que a cada rato se burlaban de él, solo fue a clases unos meses, después se dedicó a cortar leña en el monte.

Fue un día de esos buenos donde el sol sale más temprano, que Purrianga se tomó su tinto endulzado con panela de hoja, encendió un tabaco negro, ensilló su mulo bayo y partió con la bendición de su esposa y la sonrisa de sus hijos (10) a cortar la leña, a mirar las trampas de conejo que había armado el día anterior y a pescar en la orilla del rio grande de la Magdalena, en la tarde traía el sustento para sus hijos.

Ese día mi Dios le envió a Purrianga la misericordia divina, una avioneta que venía tan bajita y con un ruido ensordecedor, una estela de humo negro invadió el sector y un paquete envuelto en polietileno cayó muy cerca al sitio donde se encontraba Purrianga.

Sigilosamente tomó el paquete, lo metió en su mochila tejida con pencas de guácimo, amarro diez conejos que habían caído en las trampas y se montó en su mulo rumbo a su casa a contarle a su esposa lo sucedido con la avioneta y el misterioso paquete que llevaba.

Tan pronto se bajó del mulo le dijo a su mujer:

-Mira Anita lo que te traigo, una avioneta pasó rozándome el sombrero concha de coco y me tiró  este paquete.
La curiosa e inteligente mujer desarmó el paquete cortándolo con una tijera barrilito con la que se ganaba la vida cosiendo.

Eran  unos fajos de billetes verdes que nunca en su vida habían visto, tenían un olor a cogollo de hoja de mango de rosa (dólares Americanos), la mujer los guardó debajo de un petate donde dormían los diez hijos apiñados.

Pensando la mujer en la ignorancia de Purrianga, sobre el hallazgo del dinero, que ella no pensaba devolver, porque esa era su futuro y el de sus hijos, en la noche cuando su marido se encontraba dormido y cayendo un fuerte aguacero, se levantó, picó en cuadritos cinco libras de queso que eran  para el desayuno y los regó en el patio de la casa.

Cuando muy temprano se levantó Purrianga y se asomó al patio vio el queso regado y llamó a su mujer diciéndole:

-Mira Anita anoche cayó  un aguacero de queso.

-La inteligente mujer mentalmente dijo, ya se comió el cuento.

A los pocos días  volvió Purrianga al monte, ya lo estaban esperando dos hombres de muy mal carácter que le preguntaron por el paquete, él les dijo:

-“Purrianga”  el paquete, mi mujer lo tiene allá en la casa, de inmediato lo subieron a la fuerza al  mulo y lo condujeron a su casa.

-Al llegar, le dijo a su mujer:

"Purrianga", mira Anita  ellos son los dueños del paquete, me estaban esperando allá en el monte.

Anita presentía que esto iba a suceder y negó la existencia del paquete:

-Cual paquete de que me hablas purrianga, señores no le paren bolas porque él está un poco mal de la mente, y le daba vueltas a su mano derecha apuntando con el dedo índice a la altura de su oído.

-Purrianga insistía: Ajá Anita  ya no te acuerdas, fue el día que yo me retiré del colegio, es más esa noche cayó un aguacero de queso.

Los señores al oír tan desproporcionadas expresiones, con una edad entrada en los sesentas y en el colegio, además caer un aguacero de queso, eso rayaba en la demencia, se secretearon entre los dos y concluyeron que ese señor estaba demente,  dieron media vuelta y se marcharon.

Hoy los Purriangas, gozan de un buen estado económico y sus hijos están estudiando en las Universidades, su esposa tiene un gran almacén en el pueblo, pero Purrianga sigue arraigado en pronunciar su apodo, anteponiéndolo a cualquier expresión que va a decir en su léxico.

Ahora en el pueblo de Salamina, Magdalena,  lo llaman “DON PURRIANGA”.


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