lunes, 13 de enero de 2020

CRIOLLOS, PIRATAS Y FILIBUSTEROS-LA BATALLA DE LA CIÉNAGA DE GUARDARAYAS




  1. 45.- CRIOLLOS, PIRATAS Y FILIBUSTEROS-LA BATALLA DE LA CIÉNAGA DE GUARDARAYAS

Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

La piratería en el mar Caribe adquirió gran auge en el último tercio del siglo XVII. En 1682 un sencillo pero culto campesino, Bernardo Rodríguez, residente en Cartagena, envió al rey una carta que es fiel reflejo de la desazón y el desamparo experimentados por los españoles americanos en esa época en los puertos del Caribe.
Esta desolada y al mismo tiempo altiva misiva recoge el pesimismo reinante entonces en las Indias, cuyos pobladores se sentían impotentes ante la rapante audacia de los piratas, contra quienes nada hacía la inoperante y corrupta armada de Barlovento, cuya misión era precisamente esa:
Proteger a los habitantes del saqueo y de la feracidad de los filibusteros, principalmente ingleses y franceses, adueñados del Caribe y del golfo de México.
Así se queja Rodríguez:
 "Ya nadie sale de esta ciudad a comerciar aunque en su puerto esté la armada de Barlovento y la flota de su Majestad y los galeones, pues sirve de vergüenza y atrevimiento, pues los dueños de toda la costa son los piratas sin que haya remedio ni esperanza.
Y esta Cartagena, que antes tenía más de veinte propietarios de barcos, hoy ya no tiene ninguno y sólo tiene comercio con Cuba, de donde tres navíos que venían con azúcar fueron cogidos por el pirata y sólo se pudo librar uno. La Villa de Santiago (Tolú) ha sido saqueada ocho veces y quemada tres".
El asedio del almirante Edward Vernon a Cartagena en 1741 logró reunir la más grande flota de guerra inglesa del período colonial y amenazar seriamente la presencia española en el Caribe.
De haber vencido en Cartagena, la historia habría dado un vuelco para todos:
La Gran Bretaña se habría hecho fuerte en la Nueva Granada, y España, en apuros, se habría visto obligada a ceder espacio en América y tal vez en la propia Europa.
Por lo mismo, la victoria criollo-española de 1741 aseguró por setenta años más la hegemonía colonial de la Corona y desalentó, al menos en el Caribe, nuevas incursiones de Inglaterra. (Revista Credencial-Historia).
Toda esta historia bien contada por el docente Gustavo Benjumea, la recibíamos los alumnos de la escuela san Luis Gonzaga, extensión de la escuela primaria de San Benito Abad Bolívar, a mediados de la década de los años 60, sacada del libro Enciclopedia Bruño, de la Editorial Bruño-Perú, (85 años), tomo número tres, bajo el ideario cristiano y humanista de los hermanos de La Salle.
Al pie de la letra y de memoria, con una picaresca y vestidos de criollos, piratas y filibusteros en un dramatizado, en el único salón de clase que tenía la escuela, situada detrás del puesto de salud, espada en mano, y con embarcaciones, defendíamos a la población, otros desde el fuerte de San Felipe en Cartagena, repartían plomo.
Esa era la parte académica, la verdadera batalla la dejábamos para los días sábado que no había clases, se formaban los bandos de los piratas, filibusteros y de los criollos que defendían la población de San Benito Abad. (La Villa).
Le pedíamos el favor a don Juan Buelvas que nos regalara un pedazo de neumático de llantas de su Jeep Rojo y se armaban los parches de piratas para colocar en el ojo derecho.
La faena se realizaba camino de rincón largo en la ciénaga de Guardarayas llamada así por la cantidad de rayas de agua dulce que abundaban en ese sitio.
Piratas, criollos y filibusteros, se trenzaban en feroz pelea a mitad de la playa a una distancia de un kilómetros de la orilla, y el final de la batalla era el hundimiento de las embarcaciones, como trofeos por la valerosa hazaña, terminaban en el fondo de la playa a tres metros de profundidad y los sobrevivientes de la batalla, buscaban tierra firme nadando boca arriba, al perrito, hundiendo y  braceando.
Todas estas hermosas batallas terminaron el día que se presentaron los pescadores a la escuela, quejándose por la desaparición de sus embarcaciones de pesca y en voz baja hablaron con el profesor y fueron señalando a cada uno de los piratas, filibusteros y criollos que se encontraban en el salón de clases.
Dos Policías, el alcalde, los pescadores, el profesor y los alumnos involucrados se subieron a una embarcación grande, con motor fuera de borda y llegaron al sitio de la gran batalla, donde defendían con honor y gallardía la Ciudad de San Benito, sitiada por los Piratas y Filibusteros, ese sábado que todavía recuerdo, con la inocencia de joven, y en una diversión sana, no queriendo perjudicar a los respetables pescadores.
Uno por uno de los piratas, criollos y filibusteros, con cáñamo en mano, así como hundieron las embarcaciones, la autoridad les ordenó bucearlas, fueron amarrando por el ojo  las doce canoas de los pescadores, que yacían en el fondo (del mar), corrijo de la ciénaga de guardarayas, en el hermoso pueblo de San Benito Abad.
Lamentablemente el final de esta historia no terminó bien, el segundo padre y mentor, pasó comunicación escrita en la libreta de apuntes a los padres de familia, pidiendo permiso para darles una juetera con el cinturón de cuero negro de dos vueltas de cintura, comprado a un cacharrero en La puerta del Sol en Sincelejo, que se amarraba muy bien el profesor, a los llorones le dieron quince latigazos y a los bravos bravos veinte y hasta veinticinco latigazos, por el solo hecho de no llorar.

Criollos de esa juventud, hoy desde donde se encuentren, pidamos disculpas por esas travesuras, defendamos a nuestro pueblo de los piratas y filibusteros, y conmemoremos las batallas de la ciénaga de Guardarayas, en San Benito Abad Sucre.






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