- 13.- EL GALLERO DE ORO
- Por Francisco Cadrazco Díaz Román
- Escritor Colombiano
En
honor a Manuel Vicente Díaz Vanegas (Barros), mi bisabuelo...
Me contó mi bisabuelo que en un camino se
topó con un ataúd y cuatro velas encendidas, debajo de unos árboles frondosos
de bolombolo...
Era mi
bisabuelo un indígena, enrazado entre Wayuu y Zenú, su Padre Manuel Vicente
Díaz Barros nacido en Urumita Guajira y su madre una indígena de apellido
Vanegas, de la región del rio Sinú, Lorica, Córdoba;
Esta
mezcla se da cuando Manuel Vicente, Padre, visita en una feria Gallística a
Lorica, él era cuidador de gallos finos en Urumita, no era apostador.
En esa
feria conoció a la mamá de mi bisabuelo, se la rapto y se la llevó para
Urumita, Guajira, allá nació mi bisabuelo. Con el tiempo y en el afán de cuidar
gallos finos, se mudaron para Lorica, ya
crecido mi bisabuelo aprendió a cuidar
gallos finos y acompañaba a su papa en las correrías a distintos pueblos de la
costa Caribe.
Una vez
había una feria de gallos finos en los Palmitos, Sucre, donde acudieron a la
invitación "los dos Manuel Vicente"; trajeron sus gallos a pelear,
era una cuerda famosa y ganadora , un
amigo de los palmitos de apellido Pérez los invitó a su casa a un almuerzo; una de las hijas del amigo le
puso el ojo a los galleros desde que llegaron pero la flecha era para mi
bisabuelo, quien se fue emocionado con la mujer de color claro, ojos pequeños,
nariz larga, cabellos negros que le llegaban más allá de la cintura, alta ,
hermosa y le juró que vendría por ella y formarían un hermoso hogar lleno de
hijos, nietos, bisnietos, tataranietos y ensarta corral..
Manuel
Vicente "Padre", siempre vivía dándole consejos a mi bisabuelo,
diciéndole que en esta vida las cosas eran difíciles, que además de lo que la naturaleza
divina enseñaba, había que aprender otras cositas ocultas para defenderse del
enemigo, y mi bisabuelo captaba todo lo que su padre le decía, sabía que ese
indígena Wuayuu conocía mucho; ya lo había comprobado cuando en una gallera se
formó tremenda pelea, que las botellas de cerveza de doble fondo de color verde
volaban por los cielos; todos se protegieron debajo de la gallera y la trifulca
estaba en todo su furor, los dos galleros al momento de la pelea cogieron
distintos rumbos, hasta que Manuel Vicente "hijo" escuchó la voz de
su padre que gritaba:
-¡Échenme
otro!
El hijo
salió de su escondite viendo a su padre con la camisa rota y los puños
cerrados, en mitad de la gallera y tres
docenas de parroquianos tirados en el suelo, en un sueño profundo, como cuando
a un paciente le ponen anestesia para operarlo en un hospital.
Salieron
de la gallera sin musitar palabras, al
papá se le notaba que la rabia no se le iba a pasar por mucho rato,
jipiaba como niño pechichón, esperaron
el Jeep que los trasportaba siempre, embarcaron los guacales con los gallos y retornaron a Lorica.
Pasaron
muchos días para que mi bisabuelo le preguntara a su papá, porqué peleo en la gallera y como hizo para
arrumar (tumbar) a tantos hombres, porque a decir verdad mi bisabuelo no era un
hombre fornido, era delgado, fileño, con rasgos indígena por los dos lados,
hablaba en voz baja, pausado y su carta de presentación era un lunar negro en
alto relieve en la mejilla derecha de la cara, pienso yo que con esos rasgos
era su padre.
Un día
de verano, cuando los arboles de Acacias y los Matarratones estaban florecidos,
a mi bisabuelo se le dio por
independizarse para cuidar gallos
finos, ya él sabía todos los secretos para mantener un gallo en condiciones de
pelear y sobre todo de cuidarlos; el oído del canto del gallo, era común para
él, decía:
-Cantó
"el Canelo", cantó "el guajiro", "el javao",
"el chino", "el pisa papel", "cuatro en uno",
"tres puntá", "el colorao", "Bisuaca", "mata
guapos", "cuello rojo",
"el galillo ripiao", "el canta bonito", "Cesar el
rey", "el culebro", "pico de oro", "el
cenizo", "gallo giro".
Y
muchos nombres más, él sabía que en una hacienda mínimo habían unos 50 gallos y
también sabía con qué alimentarlos para que fueran fieros a la hora de la
pelea; fama tenía su papá, donde quiera que pisaba una gallera, decía:
-“Hoy
vamos a aguantar hambre, porque no va a haber sancocho de gallo marica”.
Y así
era, sus gallos eran ganadores, por eso
mi bisabuelo cogió el mismo oficio de su papá.
Volviendo
a la pelea protagonizada por el papá de mi bisabuelo, ya reposado más de dos
meses, y con todo el respeto que su padre se merecía, Manuel Vicente
"hijo" le lanzó temeroso la pregunta del millón a su papá,
¿Por qué peleo en la gallera y como se defendió de las tres docenas de
parroquianos?, porque a decir verdad,
esa es una exageración para esta época y para este siglo XXI, quizás van
a decir ustedes señores lectores que mi persona es un mentiroso, pero hasta eso
de decir la verdad y nada más que la verdad lo aprendí de mi abuelo, Francisco
Javier y de mi Bisa, Manuel Vicente, o a lo mejor van a decir ¿por qué esa herencia no traspasó de
generación en generación?, ¿Qué tal uno ahora con secretos para pelear a puño limpio?,
cuando en este tiempo le sacan a uno un cañón corto, ¡tengan juicio!.
El
Padre le dijo:
"Bueno
mijo, ya tu eres un hombre hecho y derecho, algún día vas a tener que
defenderte a puño limpio, sin retroceder y con la mente bien puesta;
concéntrate, porque si no te matan. ¡Mucho Ojo con el puñado de arena fina en
los ojos y la patada voladora en el número 100 de la cabeza!, porque esa si es
mortal, lo mínimo que pude pasar es que despiertes a los tres días en el puesto
de salud del pueblo viendo a un enjambre de murciélagos guindaos del techo
mirándote fijamente, burlándose de ti porque perdiste la pelea. A tu alrededor
una Bacinilla de peltre y un pato de
aluminio pa´ orina y dos tanquecitos,
también de peltre, con mangueras para metérselas por el fundillo pa´ que botes
todo lo que te comiste".
Después
de decirle lo anterior, le confesó a su hijo que cuando su gallo fino Javao de
cuello largo y pico curvo ganó la pelea, el perdedor le gritó que a su gallo
fino le habían echado bisuaca.
-
"Vea mijo la peor ofensa pa un gallero es que el perdedor diga que su
gallo perdió porque le echaron bisuaca.
Esa es una ofensa pa el gallero ganador, es como decir: tú me hiciste
una brujería. Cuando ese hombre vociferó que yo le había echado bisuaca a su
gallo, tiré el javao pa´ las gradas, ¡eso sí! sé quién lo cogió, me lancé a
puño y trompá; al ratico me cayeron los perdedores, saqué de la manga de la
camisa tres docenas de muñequitos (niños en cruces) y los puse a peleá, el
enemigo que se me acercara le pintaba la cerca e dedos de la mano o una patá
voladora en el número 100 de la cabeza
con el pie de ñame criollo de diez libras".
Así fue
como Manuel Vicente Días Vanegas (Barros) heredó de su papá todos los secretos
de los gallos finos y otras cositas más, porque a decir verdad esos viejos de
antes si sabían secretos, claro, los utilizaban para defenderse en la vida.
Ya les
conté que mi bisa se independizó de su
papá, armó tolda aparte y se fue a buscar a su princesa a los palmitos, bueno,
así fue que mi bisa se preparó para visitar a la Princesa, llevaba un sombrero Sinuano número
21, una camisa caqui manga larga con dos vueltas en los puños de la camisa, y
un pantalón de Súper naval del mismo color, unas abarcas tres puntá, con una
suela de llantas de vehículos marca Good Year elaboradas en Chinú Córdoba y una
Mochila tejida por la etnia Wayuu de la hermosa Guajira.
Lo malo
fue que no llegó a su casa, le pagó a un
muchacho cinco centavos con una moneda de cobre y le mandó a decir que
la esperaba en el camino real que daba para Corozal y que si no venía, no lo veía más nunca en su vida.
La
princesa acudió al llamado y mi
bisabuelo le propuso que se saliera con él, a lo que la princesa le respondió
que fuera hombre, que le diera la cara a
su papá que él no se lo iba a comer, que el papa no era un tigre. Mi bisa con
los nervios de punta y el cabello erizado como un Jabalí; al poco rato llegó
a regaña dientes a la casa del papá de
la princesa, eso sí, mi persona les
puede afirmar que mi bisabuela Bienvenida Pérez era una princesa, se le notaban
sus facciones finas a pesar de su vejez y del hollín del fogón de leña, donde
hacia los más sabrosos cafongos y bollos (Guapitos), en el barrio "el
puerto" de la Villa de San Benito Abad, Sucre, de la Región Caribe en
Colombia..
Mi Bisa
le dijo a el señor Pérez, padre de mi Bisabuela, que él estaba enamorado de su
hija y que tenía buenas intenciones de hacerla su esposa y procrear una
numerosa familia, de la cual orgullosamente pertenezco, mi bisa visitó a la
Princesa unas cuatro veces y después se la llevó para una finca gallera en San
Benito Abad con el nombre de “El paso de los Chivos”, llamada así porque en esa
finca habían muchos chivos (carneros); pero también habían allí más de cien gallos finos, que sacaban el fin de semana a las diferentes
galleras de la costa a pelear.
En esa
finca gallera de propiedad de un hacendado de Corozal nacieron los hijos,
nietos y hasta bisnietos de Manuel Vicente Díaz Vanegas y Bienvenida Pérez.
Fue en
esa finca Gallera, en el camino que venía de San Benito, donde mi Bisa se
tropezó una media noche con un Cajón de Muerto y Cuatro velas encendidas a
mitad del camino debajo de unos árboles de Bolonbolo cuando venía en tres quince de la villa, con un aguacero, ráfagas de vientos y truenos (Tormenta). Tenía mi Bisabuelo un
burro moro, marca Chó, alto, de paso ligero y acompasado, con unas ojeras
blancas, casco redondos y un par de medias blancas en las canillas, ensillado
con una angarilla forrada con dos
esterillas de junco, con un pellón amarillo y dentro de él dos botellas de ron
Kilómetro cero conocido como ñeque, ese ron le da animo hasta a un
miedoso, también sacó del pellón un
cáñamo tejido de la concha de un palo de Guásimo y una yesquera de fruta de
Arizal, dentro de ella, unos fósforos, una
docena de tabacos comprados a la señora Pía Calderón García, mi
bisabuela por parte de mi papá.
A mi
bisa se le pasó la pea, bajó de su burro moro y se acordó de las palabras de su
papá, cuando le aconsejaba que estuviera alerta y que utilizara los secreticos
que le enseñó. Bajó del Chó, lo amarró
en un Bolombolo, sacó la botella de ron, se enjuagó el guargüero y luego botó
el buchao de ron, sacó su cáñamo de entretejido de guásimo, sus tabacos, encendió uno protegido con
el sombrero concha e´ coco porque estaba
lloviendo y comenzó a soltar humo de la boca, se acercó a la caja de muertos y
allí en ella dormía una bella dama.
Sacó
del pellón una vela e´ cuba, la frotó con la candela del tabaco y se la sobó en
las coyunturas de las piernas y codos de las manos, cogió la punta del cáñamo y
le amarró a los pies, subiéndole una
pierna sobre la otra, así como las tenía Jesús el Salvador del Mundo, cuando lo
crucificaron para salvarnos de la maldad, pero ahora somos más perversos.
Después
con el mismo cáñamo le amarró las manos y se las colocó en el pecho,
amarró la caja en forma de cruz y se
sentó en un tronco de Árbol a los pieceros de la caja a fumar tabaco y beber
ron ñeque, no importándole la tormenta que había en ese lugar.
Él
sabía que antes de las cuatro de la mañana la bella dama que estaba en la caja
debía despertar y volar hacia el más allá. Así fue, cuando los cien gallos de
la finca cercana dieron la hora con su reloj biológico, la bella dama abrió sus ojos de color gris
claro, trató de moverse y no pudo, mi bisabuelo la tenía precisada, no
espabilaba, estaba alerta, no a que le tiraran un puñado de tierra fina,
tampoco la patada voladora en las peleas de galleros, menos las peleas de los
alumnos de la escuela primaria en la esquina de la niña pupo en mi niñez, la cosa era de más quilates, se levantó mi
bisabuelo y le dijo:
“Aaaaaaaah
con que querías asustarme pa´ que mi esfínter piloro se aflojara y corrieran
chorros de arropillas"
Al
verse la bella dama que no tenía otra opción, le rogó que la soltara, que ya
era hora de partir y que su esposo se iba a percatar de su ausencia en la cama,
lloró y lloró; pero esta vez se tropezó
con un hombre que si sabía por dónde y
cómo se cogen las brujas del camino al paso de los chivos en la villa de San
Benito Abad. Mi bisabuelo le dijo que eso no lo hiciera más, que buscara
juicio, porque la próxima vez le iba a quitar las piernas y los brazos y los
alzaría en los árboles de Bolombolo y se iría para su casa,
donde cantan los gallos finos.
Con el
ritual y la paciencia del caso, mi bisabuelo, el gallero de oro, fue soltando a
la bella dama sin cometer errores, y al
verse suelta trato de volar y no pudo, le dijo a mi bisa que le quitara la vela
de cebo e´ cuba de las rodillas y codos, después de esto voló, voló y voló .
Ahora
el de la pregunta para mí bisa la formulaba mi persona: ¿Quién era la bella
dama? Ese querido y adorado bisa, que me consentía, me cuidaba y deseaba para
mí lo mejor, que vivía en la calle del
puerto a orillas de la ciénaga la Chambita,
se salió por la tangente a mi pregunta, él sabía que yo tenía la
grabadora humana encendida, me dijo:
"Mijo
te enseño a pelear, a cuidar gallos finos, a tener modales, a defenderte de los
problemas de la vida, a escribir libros, poesías, componer canciones, echar
cuentos, lo que sea, menos a revelarte el nombre de la bella dama, ni a
enseñarte a cogé Brujas".
Bueno,
tuve que conformarme con secreticos que
me enseñó mi bisa que me han amparado de la ráfaga de males que me han querido
joder la vida, por eso es que hoy desempolvando casette en mi memoria, tiro esta historia sucedida a comienzos del
siglo pasado, contada por mi Bisa a mediados del siglo anterior. A los
secretos, decía mi bisa Manuel Vicente y
mi Abuelo de crianza Francisco Javier "el cuba", cómo quitarle una gusanera al ganado, burros,
caballos, alejar una tormenta, saber quién va a llegar a casa, rezar a un niño
con mal de ojos, levantarse a una bella
dama, espantar las culebras, de las dos clases, las que pican y las que andan
en moto y a curar las mordeduras de reptiles, sacarse una tarea de monte, una
pesca milagrosa. Mi Bisabuelo fue un
hombre longevo, partió de este mundo a los 115 años, ¡mis recuerdos Bisa!
Ahora,
pregunto: ¿Todavía saldrá la Bella dama
en el camino hacia el paso de los chivos en la Bella Villa de San Benito
Abad? ¡Tengan cuidado!
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