PRIMERO, SEGUNDO Y TERCERO, LOS ESPANTAPAJAROS
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.
Primero, Segundo y Tercero,
tres muchachos que su padre decidió bautizarlos numéricamente en orden, pues su
idea era tener una docena para que en esa casa rindiera el trabajo y no faltara
nunca el pan de cada día, la mamá de ellos nunca estuvo de acuerdo con esos
nombres, pero allí, en esa casa campesina el que mandaba era el hombre.
Ya grandecitos peleaban
entre ellos y se le fueron saliendo de las manos a sus padres por la forma de
crianza que recibían, nunca fueron a un colegio, porque los necesitaban era en el monte.
Salían con su padre a las
cinco de la mañana y regresaban a las siete de la noche, maltrechos, rasguñados
y con hambre de todo un día de labores en el campo, cosechando arroz, maíz y
yuca.
En horas de la noche, cuando en el pueblo todos
estaban dormidos, Sinforosa, (Sinfo) para los allegados a la familia, madre de
los numéricos hijos, hizo un reclamo a su esposo con relación a los jóvenes que
no habían pisado un plantel educativo, aspiraciones que ellos tenían y su madre
los apoyaba, le dijo:
“Si
no dejas que mis hijos vayan a la escuela, no paro un muchacho más”.
La ira y el tono de Fredonio
aumentó, entró en cólera y se faltaron el respeto el uno al otro, por último
Fredo, le puso la mano encima a Sinfo, y
esta en un estado de nerviosismo le gritó a su esposo:
“Prefiero
ver a mis hijos siendo unos espantapájaros, clavados en una vara en la roza,
que no verlos estudiar, además dijo”:
“No te
paro un muchacho más, pare tú desde el cuarto al duodécimo”.
Primero, Segundo y Tercero, escucharon
tremenda gresca entre sus padres, se levantaron y en un rincón del cuarto
tomaron la decisión de ser unos espantapájaros en la roza de su padre.
Tan pronto amaneció,
salieron los tres hermanos hacia la parcela, a armar los espantapájaros,
muñecos harapientos vestidos con retazos de telas viejas, zapatos en desusos, pelo de cascaron
de maíz y sombrero concha de coco maltratado por el inclemente sol y el agua.
Llegaron a la parcela y
procedieron a colocar los tres espantapájaros con su ropa, sombreros y sus
abarcas viejas, los ubicaron en sitios estratégicos y se marcharon bien lejos
de su hogar, cuando su padre llegó, se sorprendió al ver a sus tres hijos
convertidos en espantapájaros, acordándose de las palabras sabias de Sinfo, dio
media vuelta y en feroz carrera se devolvió llorando hacia su casa.
Sinfo, notó que sus hijos no
amanecieron en casa, un poco preocupada porque ella sabía que sus tres
numéricos escucharon la trifulca y temía por lo que pudiera suceder con su
padre.
Desde la primera casa en la
entrada al pueblo Fredo vociferaba en llantos que sus hijos se volvieron espantapájaros
y que la culpable era Sinfo, desde ese momento el hombre perdió la razón.
Una multitud de curiosos se
agolparon en la parcela de Fredonio a observar detenidamente a los tres
espantapájaros y decían que si eran ellos en personas, algunos los tocaban y
los llamaban por sus nombres.
Afrodísio un amigo de Primero,
dijo que el espantapájaros le pico el ojo y se echó a reír con él.
Sinforosa, arrepentida,
pegada de la sotana del cura del pueblo, pedía perdón a Dios, por esas palabras
pronunciadas a media noche en medio de la ira e intenso dolor por la pelea con
su esposo.
Así pasaron seis meses,
tiempo en que la cosecha sembrada había que recogerla en presencia de los tres
hermanos espantapájaros, quienes aguantaban sol y agua y ya se encontraban
deteriorados.
Anunciaron la recolección de
la cosecha, muchos vecinos se ofrecieron para ayudar a la señora Sinfo, quien
luchaba día a día en recuperarle la memoria a su esposo y con la pena de que
sus hijos se convirtieron, en lo que ella los quería ver.
Oscureció ese día, la noche
fue larga, Sinfo no pegó ojos, los perros aullaban en la calle y se escuchaban
murmullos de muchos hombres caminando hacia la salida del pueblo, las puertas
se habrían y se cerraban al instante y muchas cosas más que pasaron por la
mente de Sinfo esa noche.
Al día siguiente las
brigadas de vecinos salieron a recoger la cosecha y hallaron en el sitio dos
mil quinientos cincuenta bultos de arroz, dos mil bultos de maíz y cinco mil
bultos de yuca, debidamente empacados y los tres espantapájaros habían desaparecido.
Primero, Segundo y Tercero, los
hermanos numéricos, se convirtieron en hombres de bien, todos profesionales, con
la ayuda de una tía materna a donde llegaron después de armar los tres espantapájaros
en la roza de su papá, se cambiaron sus nombres, regresaron a los diez años a
recoger a sus padres, Fredonio quien había recobrado la cordura después de
recoger la cosecha y Sinforosa su madre quien sufría de pena moral, por haber
convertido a sus hijos en unos espantapájaros.
Vivieron juntos el resto de sus vidas y
jocosamente entre la familia se hacían llamar Primero, Segundo y Tercero, los
espantapájaros.
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