sábado, 19 de abril de 2014

MARIA JOSE, ULISES SALOMÓN, JUAN ANDRES Y ANTONIO JOSÉ, HERMANOS AL SERVICIO DEL SEÑOR.

MARIA JOSE, ULISES SALOMÓN, JUAN ANDRES Y ANTONIO JOSÉ, HERMANOS  AL SERVICIO DEL SEÑOR.
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.



Una mañana de domingo, cuando el cura de la Iglesia estaba dando el sermón en el pulpito y los feligreses se miraban por las palabras que acababa de decir el sacerdote, se bajaba de su caballo domado blanco con amarillo un señor que usaba sombrero negro, era de cara redonda nariz chata y ojos marrones, amarró el animal a un árbol frondoso se quitó el sombrero, se persignó en voz alta en la puerta del templo:

In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen, y se besó la mano derecha en donde cargaba un anillo de oro con una cruz en alto relieve.

Acto seguido cogió por el centro del templo y se fue a ubicar al frente del altar, hizo una venia y se arrodillo, el sacerdote que seguía en su prédica lo miraba fijamente y dijo:

Como las ovejas perdidas que buscan su rebaño, mansas y hambrientas, después de tantos años, vuelven arrepentidas.

El forastero le pasó una mirada al sacerdote de reojos, siguió diciendo el sacerdote:

De los arrepentidos se encargue mi Dios, los hombres estamos dispuestos a perdonar, cualquier pecado por muy malo que haya sido y dijo:

Ulises Salomón, yo te perdono en el nombre de Dios, no me debes nada, ni a mi familia tampoco, vete en paz, por donde llegaste.

Todos los asistentes a misa de 9:00 am, se miraban y decían en murmullos, quien es Ulises Salomón, ese nombre no es del pueblo, el forastero en medio de un silencio, se levantó, nuevamente se persigno y salió por el centro de la Iglesia.

Antes de coger la puerta, dio media vuelta y miró al sacerdote que se encontraba en el pulpito, se colocó el sombrero negro, se montó en su caballo y se marchó.

Al terminar la misa, las personas allegadas al sacerdote lo abordaron y le preguntaron por el misterioso hombre forastero que entro al templo, hizo venia al altar y decentemente se sentó en la primera banca de la iglesia.

El sacerdote no contesto a ninguna de las preguntas que con chismosearía le preguntaron, se encerró en su habitación, pensando como vino Ulises  a dar con él y como iba a defenderse cuando toda la comunidad supiera la verdad de quien era él y que había hecho en el pasado, cuando solo era un jovencito.

Ese domingo el sacerdote estaba muy intranquilo, y no era para más, el hombre que había visto en el templo, era su amigo de infancia, es más había pisado el seminario antes que él y por su mal comportamiento lo expulsaron.

Bien temprano, salió el cura del pueblo en un Jeep de su propiedad, el monaguillo quiso acompañarlo, pero no fue posible, no acepto su compañía, solo le dijo quédate pendiente de la iglesia que voy a arreglar un asuntico.

Cogió la carretera polvorienta con escalerillas de piedra, formadas por los buses y se perdió de vista. En la noche no hubo rosario y la iglesia permanecía cerrada, en la mañana a las cinco comenzó a llegar los fieles a la puerta del templo y no hubo misa.

A las tres de la tarde entro el vehículo del sacerdote y en el venía el hombre del caballo, así lo reconocieron varias personas que se hallaban en el parque días anteriores, cuando este llego el domingo a misa.

Entró a la casa cural hablo con el monaguillo y le dijo que tocara las campanas de auxilio esas que solo se tocan cuando hay algo especial en la iglesia, como la muerte del papa, de un sacerdote, de una monja, un incendio en el pueblo, una asonada militar etc.

De inmediato las autoridades civiles y militares, los feligreses del pueblo se agolparon al frente de la casa cural, en espera del llamado del hombre presente y con sotana de sacerdote.

Acto seguido, el extraño personaje alzo las manos y se silenció el auditorio:

Mi nombre es Ulises Salomón, soy sacerdote ordenado, mi presencia aquí con la sotana puesta se debe a que un impostor se está  haciendo pasar por sacerdote, un hombre que nos ha mancillado y ha querido dañar la honra de mi hermana María José, ella está al servicio de Dios, en algún lugar de este mundo, mi hermano Juan Andrés también es sacerdote, me ha confesado que  Antonio José ha estado aquí en el pueblo y en esta santa iglesia, prestando sus servicios como sacerdote, por muchos años.

Seguían sin entender lo sucedido, el alcalde tomó la palabra y dijo:

Explíquese usted señor cura, si lo es, y en pocas palabras diga lo que tiene que decir, ya que el sacerdote en ese pueblo se hace llamar Juan Andrés Cuajar Del Pino.

En ese instante llego un vehículo y se parqueo cerca de la casa curial, de él se bajaron el Sacerdote Antonio José, Juan Andrés eran tan parecidos a su medio hermanos que costaría trabajo decir quién era el de las esposas, si el verdadero sacerdote o el impostor, bajó el obispo del vicariato, María José la monja, dos civiles con cara de militares traían al Sacerdote del pueblo con las manos juntas y en ellas un par de esposas metálicas de color plateado.

La confusión fue mayor, se preguntaban los presentes, que está sucediendo aquí y por qué traen al cura del pueblo esposado, lo pusieron al frente.

El Obispo continúo explicando lo sucedido años atrás cuando ordenaron de sacerdote a los dos hermanos, Juan Andrés y Ulises Salomón:

María José era una agraciada jovencita que pretendía entrar al convento de monjas catequistas como novicia y posteriormente consagrarse al señor, ella era hermana de Ulises Salomón y Juan Andrés, pero tenía un pretendiente que a toda costa no quería que María José se entregara a Dios , él la quería como esposa.

Juan Andrés, y Ulises los hermanos de María José, la querían mucho y deseaban que le sirviera a Dios, como también ellos lo iba a hacer, solo esperaba terminar su bachillerato para ir al seminario y convertirse en seminaristas y luego en sacerdotes y porque no un obispo y por último el Santo papa.

María José entro al noviciado, su pretendiente Antonio José, por nada del mundo se enteró que  el padre de María José, Juan Andrés y Ulises Salomón, era su padre, secretos que guardan los padres de familia a sus hijos sin saber las consecuencias a que se pueden exponer sus hijos y medios hermanos.

Antonio José, tenía problemas mentales que nunca fueron resueltos pues su madre falleció y no pudo ayudarlo, menos confesarles que su padre era Rogelio Enrique, Cuajar del Pino, padre de los hermanos Sacerdotes y de la novicia.

Sigue relatando el Obispo:

Fue tan grande el amor que Antonio José le tenía a María José, que un día pasó por su mente, mandarla a viajar a la eternidad, por solo haberse convertido en sierva de Dios.

Como explicó el falso sacerdote en el atrio de la iglesia después que el hombre del sombrero negro entrara a misa aquel domingo, su medio hermano también estuvo en el seminario, por orden de su padre que les decía que ese muchacho huérfano tenía derecho a ser un hombre de bien, por eso él lo ayudaba, lo malo fue que salió muy rebelde y que de pronto para sacerdote no servía.

Ya fallecido Rogelio Enrique, ordenados los hermanos Juan Andrés y Ulises Salomón, María José en el convento y la mama de Antonio José fallecida, a este se le zafaron todos los innumerables tornillos que tenía su cabeza y se enloqueció más de la mente a tal punto de pretender sacar a la fuerza a María José del convento.

Cada Sacerdote cogió diferentes caminos en su noble y loable misión, a Juan Andrés lo mandaron para Roma a seguir estudiando, Ulises Salomón lo mandaron para un pueblo lejano a oficiar y ayudar a las personas a buscar la salvación.

Antonio José seguía en el pueblo custodiando  a María José, un poco más calmado por una restricción de tipo policial que no permitía que se le acercara a la novicia, so pena de ir preso al cepo del pueblo que se encontraba en el patio de la Alcaldía, allí solo se alimentaria a Pan y Agua.
Las mentes malas maquinan la maldad y van adelantados a las medidas de seguridad de las autoridades, averiguo Antonio José por el paradero del Sacerdote Juan Andrés, que por su parecido al ser medio hermanos podía usar sotana y camuflarse en ella para estar cerca de María José a la cual mortificaba y por último la despojo de su toca, en el atrio de la iglesia y se marchó.

Visitó Antonio José al sacerdote en donde se encontraba especializándose, lo convenció para que lo presentara al seminario, borrón y cuenta nueva, le prometió que él se iba a comportar bien y le recordó que el señor Rogelio lo quería mucho y deseaba que fuera un Sacerdote.

Se dejó convencer Juan Andrés, sin saber lo sucedido en su pueblo con su hermana la novicia al servicio del señor y lo metió al seminario, después de terminar sus estudios Juan Andrés regresó a ocupar un puesto en el seminario, lejos de su tierra natal.

Antonio José estuvo preparándose en el exterior, donde lo dejo su medio hermano y luego cuando ya sabía oficiar una misa y defenderse en las lías sacerdotales, su mente le ordeno regresar con sotana y documentos falsos y el Obispo que estaba tratando de explicarle al pueblo lo sucedido lo mandó para ese lugar donde está siendo juzgado por ser un falso sacerdote.

Qué pena tan grande presentan esos dos hermanos Sacerdotes ante el pueblo feligrés, del falso sacerdote que estuvo compartiendo con ellos la palabra del señor, todos lo querían, quizás en medio de Dios este hombre se perdonó a sí mismo y pidió a el señor misericordia por él. Los feligreses lloraban y suplicaban que lo soltaran, que lo dejaran seguir su apostolado, él es un Sacerdote muy bueno, decían.

¿Cómo llego el padre Ulises Salomón  a ese pueblo, donde se encontraba su medio hermano oficiando?, pues un amigo de la familia lo visitó y le dijo donde se encontraba, por eso llego a caballo y con un sombrero negro, Antonio José se mortifico y lanzo esas palabras de miedo y susto por haber sido descubierto por un verdadero sacerdote, al verse descubierto tomo su vehículo y trato de huir, pero ya las autoridades eclesiásticas estaban sabidas y en medio del camino lo detuvieron las autoridades militares.

Por último el Obispo, revelo la verdad diciendo:

Son cosas que suceden en este mundo, Ulises Salomón, Juan Andrés y María José, fueron educados por sus padres hasta llevarlos por su vocación a ser ministros de Dios en la tierra, al igual que María José.

Antonio José, un joven que creció sin la presencia de sus padres, porque su madre falleció al poco tiempo de  haber nacido, se sintió desprotegido, solo el señor Rogelio sabia la verdad, comenzó Antonio José a alejarse de la presencia de Dios, hasta cometer errores que solo el señor puede perdonar, muchos años de odio, por no poder lograr el amor de María José, sin saber  que era su hermana, de llegar a portar una sotana y presentarse aquí con una carta de presentación , haciéndose pasar por su hermano Juan Andrés, que con mucho amor lo ubico en el seminario, pero como Dios es misericordioso, este falso sacerdote fue tomando su sotana en serio y se ha convertido en uno de los sacerdotes más carismático que hay en mi diócesis.

El pueblo entero gritaba, que lo ordenen, que lo ordenen, que lo ordenen, Antonio José se acercó al Obispo y le hablo al oído, en un gesto de cabeza, el obispo dio su aceptación.
Dirigiéndose a la multitud:

Feligreses, autoridades civiles y eclesiásticas, excelentísimo señor Obispo, Hermana María José, hermanos Juan y Ulises, delante de mi Dios y de los hombres, me arrodillo a ustedes y pido perdón por las cosas malas que hice, soy un siervo del señor arrepentido, ya todo paso, todo quedo atrás, como el apóstol San Pablo, estoy a sus servicios y al servicio del señor.

Siguieron coreando con más fuerzas, que lo ordenen, que lo ordenen, que lo ordenen, los hermanos se abrazaron, lloraron y se perdonaron, ninguno de ellos tenía la culpa y el peso de lo que su padre no pudo manejar.

Sus hermanos, suplicaron al Obispo que lo liberara de pecados y además le pidieron que hiciera lo posible por ordenarlo, el pueblo también le hizo esa petición al jerarca de la iglesia presente.

Ulises quedo como Sacerdote de la iglesia de ese pueblo apartado, pero con mucha fe en el señor, Antonio José quedo como auxiliar de la iglesia mientras monseñor pedía permiso a la santa sede a ver si podía ordenarlo, María José volvió a África donde prestaba su apostolado con los niños necesitados, Juan Andrés fue promovido a Obispo Auxiliar y por último, el Santo Padre desde el Vaticano, dio su aval para convertir a Antonio José en un servidor del señor.

Se fijó la ceremonia de ordenar a Antonio José, uno de los Sacramentos de la ley de Dios, vinieron sacerdotes de todas las parroquias, autorizaron la presencia de Monseñor Juan Andrés, para ordenar a su hermano, regresó la hermana María José y el padre Ulises Salomón, encargados de ayudar al obispo auxiliar.

La Iglesia adornada por los fieles servidores del señor, vocación afirmada por su cura párroco durante muchos años, seminaristas, monjas, colegios y fieles devotos del señor, presenciaron a Antonio José, acostado boca abajo por tres horas, a su hermana María José, con una cuchilla haciéndole el cerquillo en la cabeza y sus hermanos impartiéndole la bendición y entregándole la estola, el cáliz y la patena, como señal de pureza y honra a Dios.

Todo esto sucede, en el rebaño del señor.





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