LAS MONTAÑAS DE TECA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
En unos momentos de mi vida,
el subconsciente se encontraba en una montaña de Teca, en honor a un árbol frondoso
maderero que siembra una empresa multinacional después de extraer un precioso
mineral de nuestro suelo caribeño, hectáreas sembradas en surcos que van
bordeando la carretera, manejaba mi persona un Autobús de pasajeros de una
empresa privada que por medio de un contrato, transportaba a los obreros de la
mina al pueblo y viceversa.
Era una noche oscura y
lluviosa, que solo se veía el camino de arena roja, sin ninguna señal de tránsito,
solo la luz del vehículo enfocaba a los Zainos, Armadillos, culebras, conejos y
perezosos, que atravesaban el camino despacio, sin ninguna prisa.
De regreso al pueblo, sin
pasajeros en ese camino angosto y solitario, en espera a que pasaran los
animales para no atropellarlos y conservar las especies, experimenté la
sensación agradable ver subirse al autobús, unas veinte criaturas cuya cara era
cilíndrica, sus cuellos largos parecidos a una tribu africana, median
aproximadamente ciento setenta centímetros de estatura, eran de color blanco,
ojos rayados saltones, no tenían cejas, menos pestañas.
Uno de ellos, el líder, se
acercó a la cabina del conductor y me dijo
Hey
mi llave, por cuanto nos llevas a marte, ida y regreso.
Esa voz era conocida, ese
tono barranquillero, esa mamadera de gallo, disque los llevara a Marte.
Le conteste que eso no era
posible, porque Marte es un planeta que está ubicado a tantos años luz de la
tierra.
Me dijo: No te preocupes yo te guio
Percibí un susto cuando el
timón del vehículo giró a la derecha, el Autobús, bajó la carretera y se internó
en la montaña sembrada de árboles teca, con rumbo desconocido.
Hermoso paisaje, árboles que
median unos quince metros de altura, con sus surcos limpios y anchos por donde
circulaba el vehículo sin ningún contratiempo recorrimos toda la noche en un
ambiente familiar como si los pasajeros que llevaba en el vehículo eran viejos
conocidos, cantaban y reían.
A la hora de la alborada, llegamos
a un sitio donde los arboles fueron talados y allí, había una hermosa nave de
color plateado con bombillos rojos encendidos en intermitente, ellos se bajaron
en orden y por una escotilla que se abrió, subieron diez y nueve cilíndricos,
de nuevo se me acercó el jefe y me dijo:
Acompáñanos, te regresamos
nuevamente, a lo cual negué con gesto de cabeza hacia los lados, se sentó al volante
del autobús, lo subió a la nave, cerraron puerta y en silencio de motores se
desaparecieron en los tallos de las montañas de teca.
Mis cinco sentidos volvieron
a la normalidad, en medio de la montaña, sin un rumbo fijo y extrañado de todo
lo acontecido, grité, grité y grité y solo el eco de mi voz retumbaba en la
espesura de la montaña.
Caminé por espacio de cinco
días con sus noches, siguiendo el astro sol en el día y la hermosa luna nueva
en la noche y por ultimo fui a parar en una agradable cama acolchonada, de
madera teca que mi primo Francisco Miguel Martínez Carrasco me trajo por
encargo de Bijao, Córdoba.
Me sentí cansado, agotado,
sin alientos para hablar, volviendo a la realidad de la vida, mi esposa con
quien comparto la agradable cama de teca, desde hace muchos años, conocedora de
mis aventuras cuando estoy dormido, me preguntó:
Caramba
niño donde te encontrabas, en la madrugada te escuche cantando una hermosa
melodía, esa no estaba en tu rutina. (Rey de Papel-Ruben Dario Salcedo).
Le contesté:
Esa canción me la enseñaron
anoche unos marcianos y acto seguido, le conté lo que experimentó mi mente,
cuando estuvo trabajando el Subconsciente.
Ella jocosamente me dijo:
Te voy a tener que amarar en
la pata de la cama de teca, porque todas las noches te me vas para otro lugar
de este mundo, ten cuidado que un día de estos no regresas, se levantó y salió riéndose
y murmurando palabras como: este se está
volviendo loco.
Entre sueño, le contesté:
Sí, porque solo a los locos
se les ocurren tremendas aventuras, como la de las montañas de Teca.
Seguí durmiendo plácidamente
y después de dos horas me levanté y fue entonces cuando ella, mi esposa, me
contó el cuento de la montaña de teca, que mi persona semidormido le había
contado dos horas antes.
que buena narrativa, un poco escueta la descripcion de los cilindricos, me gusto mucho
ResponderEliminar