domingo, 26 de abril de 2020

LA CUEVA DE MARIANGOLA





1.       LA CUEVA DE MARIANGOLA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Enclavada en la falda de la Sierra Nevada de Santa Marta, se encuentra Mariangola, corregimiento de Valledupar Cesar, caracterizada por sus cosechas de aguacate que los campesinos  bajan de la sierra, en la temporada de cosecha.
Me contaba José Antonio Carrascal, un hombre conocedor de la región, que subiendo la sierra por los lados de Mariangola, en los primeros cerros, hay una inmensa y milenaria cueva, con un espesor en la entrada de aproximadamente un cuarto de kilómetro cuadrado, mas adentro se va angostando en forma de embudo.
En horas del día, todo se ve normal, pero en la noche las cosas se ponen pesadas en ese sector. Cuando el sol se está ocultando por el occidente y su color es rojizo, tipo cinco y treinta pasado meridiano, de la cueva comienzan a salir unos murciélagos que por su tamaño diríamos que son goleros y comienzan a revoletear y surcar el derredor de la cueva.
Luego desaparecen para darle paso a una luz azul cielo que ilumina toda la falda de la montaña, incluyendo las fincas de Inarco de la Hoz y la hacienda de Yuyo Quintero, llamada Caja Negra, al igual que los enjambres de murciélagos, al poco tiempo desaparecen y reina la oscuridad.
Ya bien entrada la noche, emergen del fondo de la cueva dos hermosos Leones, uno melenudo y grande como los puercos que sacrificaba el negro Adán en la diecisiete de Barranquilla, el otro más pequeño, se supone era la hembra.
Y toda la noche se pasean en la entrada de la cueva, emitiendo un rugido agudo de alerta y prevención a no permitir el acercamiento de ninguna criatura viva, menos de otro planeta.
Todos los humanos de la región saben de la existencia de la mítica cueva de Mariangola, pero no todos saben del hermoso misterio que encierra, ya que solo una persona entro a ella y regresó con vida.
Don José, calla por un rato su hermoso relato, mire pariente, refiriéndose a la gran amistad y familiaridad que conservaron el Blanco de la Hoz y él, que un día llegaron de Sabanas Magdalena en busca de progreso y bienestar, a la vez este Sabanero de Sucre, que les narra este cuento está casado con una nieta del Blanco de la Hoz.
Decían los mayores que ya no están en este mundo, que a esa cueva entró una noche un misterioso hombre que bajaba de la sierra a Aguas Blancas, montado en un mulo negro barriga blanca, cascos blancos, bien aperado, a vender la cosecha de aguacates y a comprar provisiones para su parcela ubicada bien adentro de la sierra.

Después de la transacción comercial que efectuaba, se iba para la tienda de la prima Ague, así rezaba un letrero hecho en lámina de cinc, amarraba el mulo en un árbol frondoso de cañaguate, saludaba a los presentes y pedía una botella de ron que a los pocos minutos solo estaba la botella sola, se tomaba otra y otra, y guardaba tres docena en las alforjas de cuero que llevaba en el mulo, llegada la  medianoche, con un gran atino de la hora se despedía de los parroquianos y decía:
Muchas gracias a los presentes, prima Ague este roncito esta sabroso pero me tengo que ir, hoy va a ser la noche que voy a entrar en la cueva de Mariangola, pase lo que tuviere que pasar.
Seguido de esas palabras, a media noche y entrar en la misteriosa cueva, todos los presentes se hacían con la mano derecha la señal de la cruz en su cuerpo, el hombre misterioso emitía una sonrisa y dejaba ver su dentadura a media boca abierta, con una destreza después de ingerir varias botellas de ron, ayudado por una vara se subía a su animal, también un poco misterioso por sus brillantes colores en la piel, blanco y negro.
Esa fue la última vez que el hombre del mulo, bajó de la sierra, esa fue la última vez que lo vieron con vida en la tienda de la tía Ague, en Aguas Blancas Cesar, hasta esa media noche se escucharon los rugidos de los dos leones en la puerta de la cueva.
Ahora el que cuida la cueva es el mulo de dos colores ensillado y con carga encima, esperando su dueño que no ha salido más en estos últimos siglos de vida.
Pregunto: ¿Bueno pero usted pariente me decía hace pocos minutos que solo un hombre salió de la cueva, quién fue ese hombre?
Dicen que ese hombre, era el hombre lobo, porque era peludo, que sus melenas eran filamentos de oro, llego a la primera casa que había en la entrada del pueblo, donde moraba una ancianita con una nieta, les toco la puerta y entro, les contó el misterio de la cueva y desde ese momento quedó mudo.
¿Y de la ancianita y su nieta, que pasó?
Ellas al día siguiente de llegar el hombre lobo, salieron bien temprano con un costal de fique en el hombre, se embarcaron para el Valle en un bus de Cosita Linda y ni más se supo de ellas.
¿Y el hombre Lobo?
Ese lo ven todas las noches, los campesinos que suben y bajan de la sierra, pero ya no es de color oro, ahora es negro peludo y horripilante.
O sea que descargó todo el oro que sacó de la cueva en casa de la ancianita, sí señor, ese sitio donde estaba esa choza de paja embutida de barro rojo, los guaqueros la tumbaron y se llevaron la paja y el barro creyendo que se les va a convertir en oro.

¿Bueno y que se dice de la cueva y el hombre misterioso?
Los comentarios acerca de la cueva son pocos, ya eso hacen muchos siglos, la versión más acertada es que allí vivió la Luna antes de subir al espacio en compañía del Sol que al ocultarse se refugiaba en la cueva con ella, después cambio de habitante, que fue el hombre Lobo y por ultimo para cerrar este hermoso cuento, la luna se fue con el sol y dejo cuidando al hombre lobo, los leones y los murciélagos.
Al entrar el hombre del mulo de dos colores, sacó de su trono al hombre lobo, este se arropo en oro y salió derrotado.
Dicen los campesinos y finqueros de la región que hoy reina en la cueva de Mariangola el hombre misterioso, que a media noche ven a una silueta que sale a la entrada de la cueva, habla con el mulo, le saca de las alforjas tres botellas de ron, le da de beber una al animal y se entra a la cueva nuevamente.
En este instante cantan los gallos del pueblo la primera vez y don José mira su reloj Ferrocarril de Antioquia que carga en el antebrazo  izquierdo, me informa que ya es hora de dormir, recoge sus taburetes y se adentra a la casa.
Mi persona, recoge la grabadora humana y se traslada en el tiempo y el espacio hacia su hogar, a dormir el resto de la noche.

Maravillosa historia, sacada de la mente de un humano, entre cuentos porros y fandangos, se permite nárrala.


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