sábado, 2 de mayo de 2020

DON JACA







DON JACA


Por Francisco Cadrazco Díaz 
Escritor Colombiano

Era don Jaca un señor muy popular, de origen Holandés, vino a Santa Marta a administrar una finca bananera, sitúo su residencia al lado de la carretera que conduce de Santa Marta a Ciénaga Magdalena, allí tuvo a su prole familiar, a su esposa la llamaba La niña Jaca,  tenían dos hectáreas de tierra sembradas de frutales que sacaban al mercado minoritario y en un quiosco a orillas de la carretera.

Después de la masacre en ciénaga, don Jaca compraba ganado vacuno y caballar, compraba maíz arroz y sorgo, como también sembraba algodón al partir, en esa actividad se conoció con el Blanco De la Hoz, llamado Blanco porque tenía otro hermano con el mismo nombre, para distinguirlos uno blanco y el otro moreno.

Era popular nombrar en la Finca “La Concepción a don Jaca y su esposa, porque ambos hacían negocios con el Blanco que por su honestidad y rectitud, se ganó su cariño. Don Jaca le compraba a el Blanco la cosecha de arroz, de maíz y el algodón que sembraba y el Blanco lo ayudaba cuando este tenía insuficiencia monetaria para negociar.

Aguas Blanca era en esa época un emporio de riqueza del oro blanco, disponían de una Desmotadora de Algodón y sus calles estaban atascadas de zorras de cuatro llantas cargando algodón de las fincas hacia la desmotadora, allí trabajaba quien hoy es mi suegro Andrés Páez Arrieta, escudero del Blanco De la Hoz.

Una vez al Blanco se le estaban robando el ganado unos cuatreros que estaban cebados en la región, él le contó a Don Jaca y este le dio aviso a su mujer que veía más allá del horizonte terráqueo.

Una noche oscuras como todas las noches de la Concepción, después de una partida de Dominó de los hermanos De la Hoz Vergara y compañía en la finca, la caja de Ahorros pronosticaba un fuerte aguacero, que sólo era mirar hacia ese sitio y el agua se venía a torrenciales, la casa de tejas de cementos, la levantaban a piedras y se escuchaban todos los sonidos del pentagrama musical y los terroríficos de la noche, incluyendo el aullido de los can.

Siempre la madre de los pollitos decía desde su cuarto, mis hijos recójanse que la noche no es buena para tirar fichas, y sí, se escuchaban las fichas de dominó a media noche y los alegatos de los jugadores de la noche.

En medio de ese aguacero en particular, se sintió que cayó un ave pesado en el techo, todos esperaban que caminara sobre las láminas o alzara el vuelo, pero no nada de eso sucedió, al día siguiente desde lejos por el playón que conduce del pueblo a la finca, divisaban la silueta de la niña Jaca, vestida de negro con una chalina para mitigar el Sol canicular. Ella no cogía bus, llegaba con el viento desde Santa Marta. 

Esa Señora Jaca si sabía  a qué horas se recogían las gallinas, Se reposaba, le ofrecían un tinto y se habría con el Blanco bajo un frondoso mango de rosa a enderezar el mundo retorcido de la maldad y la envidia, a un hombre quien venía de tirar hacha y  machete, de ordeñar ganado ajeno, de vaquear hacia el rio el ganado en tiempo de verano, que con su sudor y tesón compro la finca y ya ordeñaba su ganado y sembraba sus 10 hectáreas de algodón.

Así se enderezó el camino del Blanco, después llego “El Niño Jose”, un Dodge  600 de Jaula reforzada para mayor capacidad de carga, manejado por El Toto Ochoa, hijo de Juan Ochoa, que por sobrecupo de carga se volcó cerca al cementerio por caminos vecinales, después por Pedro Ortega, dispuesto a hacer fila a la entrada de la desmotadora y descargar 500 bultos de algodón, en compañía del camión Amarillo de Juan Ochoa y los dos de Juancho Pallares, llamados El Wai y el Interna y el de menor capacidad de Mamola, cargaditos de Algodón.

En tiempos de verano prendían las pajas a orillas de la carretera y las brisas impedían pasar con la carga de algodón, momentos que los camiones cargueros de algodón pernotaban a orillas de la carretera.

Esa amistad de Don Jaca, la señora Jaca y el Blanco perduró, tan así que años después cuando las empresas bananeras se fueron, el Blanco le compró las dos hectáreas de frutales a Don Jaca, eso sí conservó la pared de bloques pintada  de azul y el letrero Don Jaca, en compañía de una de sus hijas se mudó. Cuando le preguntaban donde vivía contestaba que En Don Jaca, a orillas de la carretera, entrando a Santa Marta, donde estaba la pared pintada de azul, eso no tenía perdida.

Con Cariño y Respeto para la historia, a la Familia De la Hoz y a los nativos de Aguas blanca Cesar Colombia.

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