UN PERRO CON CARA DE
SAÍNO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Decían los viejos del siglo pasado que la Semana Santa
hay que respetarla, son días de recogimiento, de oración y de perdón, pero hay
humanos que piensan que su ánimo viene de la hombría y no hacen caso a los
preceptos y Mano Beto era uno de ellos, siempre quería andar por la mitad de la
calle, por el centro de los caminos, por los atajos de la vida, no era obediente,
hacia lo que a el le parecía bueno llevando la contraria a sus padres, vea no
hay palabra más efectiva que la que dicen nuestros padres.
Un viernes santo se le dio a Beto de salir a montear
con sus cuatro perros, entrenados para casar conejos, saíno, ponche,
guartinaja, iguanas y cuanto animal de monte se encontraran, siempre traían
algo a casa cuando los montes y montañas estaban llenos de animales.
Sus hermanos lo vieron alistarse y el mayor de ellos
le dijo: No creo mano Beto que hoy en especial sea día de ir a montear, su
madre lo recrimino, pero al fin su hijo
y le dio la bendición, camino al monte mano Beto iba reflexionando a cerca de
lo que le dijeron sus hermanos y en especial su mamá, llegó al cayo de monte y
de una vio al saíno que se espantaba de los perros, estos emprendieron carrera
detrás del animal y se internaron en la espesa vegetación, cada momento se
alejaban más, sólo se oía el ladrido de los perros, mano Beto los seguía a la
distancia guiado por los ladridos.
A la hora de camino ya los perros le anunciaban a mano
Beto que el animal estaba acorralado, debía ser en una cueva porque el saíno no
trepa árboles, hasta ese momento todo iba
bien, el hombre se alegró cuando vio a tres perros ladrando y quejándose, señal
de que el animal estaba en la cueva, buscó una vara y la entró, tocó al animal,
le colocó nariz a la vara y su olor era de perro, se dijo ese es el cuarto
perro que esta allá adentro persiguiendo al animal y no se puede salir.
Midió por fuera la cueva y trazó una raya a la
distancia de la vara, los tres perros estaban inquietos y se retiraron a la
sombra de un campano frondoso, pero seguían quejándose, Beto los recriminó
hajaa perros pendejos y ahora que es ese quejido, parecen factos.
Cavo y cavo con la punta de la rula y saben que
encontró, su cuarto perro con cara de Saíno, botó la rula y emprendió carrera a
su casa por un atajo o corte de camino, los tres perros cogieron por donde
vinieron y llegaron a casa ladrando y quejándose con sus ojos brillantes, el
hermano mayor de Beto le comunicó a su madre que tres de los perros habían
llegado en mal estado de ánimo y que Mano Beto y un cuarto perro no aparecían.
De inmediato su padre dio orden de buscar a Mano Beto,
ellos todos presentían que algo malo le había ocurrido, viernes santo con su
noche los familiares de Beto buscándolo con mechones y palma se alumbraban el
camino, le gritaban Mano Beto, Mano Beto y fue infructuosa su búsqueda, pero no
dejaron de buscarlos, porque a casa no podían llegar sin él, esa era la orden,
encontrarlo. El Sábado santo a las doce
del día encontraron sus hermanos a mano
Beto y su perro, debajo de un frondoso árbol de Algarrobo, ambos dormidos y
roncando.
En el camino de
regreso Mano Beto no habló, solo miraba a sus hermanos y se le salía una
lagrima por el ojo izquierdo, vea tuvieron que buscar al cura del pueblo quien
lo roció con ramas de toronjil y agua bendita, recuperando el habla, habla y
hablaaa. Todas las noches en las bancas del parque, refiere a sus paisanos con
pelos y señales, que el perro tenia cara
de saíno.
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