domingo, 26 de abril de 2020

A MANO SICO, LE SALIO LA LLORONA




1.       A MANO SICO, LE SALIO LA LLORONA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano


A Mano Sico,  su mamá lo llamaba cariñosamente “Mijosico”, a pesar de sus años, no deja de ser un niño, que juega volita de uñitas, trompo vaqueado, se tira en picada del barranco del balneario poza los caballos y contrabando.

Se sube al palo de níspero a coger sus frutos, antes de que el vecino  se los coja por la noche, barre el patio todas las mañanas, riega las matas y frutos de pan coger, le mama gallo a toda persona que pasa por la puerta de su casa, le da coscorrones  a los pelaos, juega con sus nietos que salieron igualitos a él y siempre vive en actividad.

Buen negociante de todo cachivache en  su caramanché, vende cilindros de gas, baldes,  porcelanas y poncheras, bacinillas  de plástico, codos, uniones de PVC, cinta aislante, correas plásticas de 10, 20, 30, 40 y 50 centímetros, platos y pocillos de cerámica, lámparas a petróleo y linternas de baterías,  libretas de apuntes y de colegio y un sinnúmero de artículos necesarios para el hogar, se consiguen en la mini-ferretería de Mano Sico.

Al caer la noche, Mano Sico y su esposa la niña Nena, se sientan al frente del televisor de la sala principal a verse su novela favorita.

Una madrugada, siendo aproximadamente la 01:00 a.m. cuando los relámpagos y truenos, anunciaban que desde la sierra nevada, venia un fuerte aguacero, el río de aguas blancas, como si hubieran derramado 100 cantaros de leche allá en los picos Simón Bolívar y Cristóbal Colon, desbordado, arrastrando piedras y el pajonal.

Las láminas de zinc del techo de su casa, comenzaba a sonar como si  estuvieran arrojando piedras, la energía se fue y Mano Sico se levantó a prender la lámpara de caperuza alimentada con gasolina.

De todo el ruido ensordecedor del techo y los truenos en el firmamento, los perros aullando, en especial Fragata, que mantenía una guerra sin cuartel con un zorro chucho que pasó por su territorio a esa hora.                                          

Mano Sico escuchó a lo lejos un lamento, pero no borincano, paró orejas y afilo el oído derecho que es por donde más se escucha y nuevamente y con más fuerza escuchó el lamento:

-Hay mis hijos, hay mis hijos y hay mis hijos.

Mano Sico, pensó:

Voy a asomarme por las  rendijitas de la ventana de madera,  por donde se colaba la luz de los relámpagos, no vio nada, pero se quedó allí parado en la ventana, cuando de nuevo escuchó el lamento ya casi en la puerta de su casa.

La curiosidad mató al gato, Mano Sico, le quitó el seguro a la ventana y cuando asomó las narices le gritaron al oído:

-Hay mis hijos, estoy buscando a mis hijos, donde están mis hijos.

Mano Sico, alcanzó a ver a una mujer morena china, alta, dientes blancos, cachetona, un poco delgada,  envuelta en una sábana blanca.

Mojado en su pantalón por los dos lados, pegó un grito ensordecedor, dio tres pasos atrás  y cayó privado.

La niña Nena, que andaba en su segundo sueño, el más profundo de los tres, allá por Badillo, a pocas penas escuchó el grito, pero sabía que era de la garganta de su esposo, quien era sonámbulo y se levantaba en las noches a recorrer la casa y después de un buen rato se acostaba.

Nena se levantó, se repicó con la pared de la casa, porque duerme pegada a la pared, dio media vuelta y salió para la ventana de su cuarto, cuando tropezó con el cuerpo de Mano Sico, inerte y flácido, envuelto en un sueño profundo, y con la ventana abierta.

Muchos pensamientos pasaron por la mente de la niña Nena:

- ¿Estará muerto, sería un trueno, o el corazón que le falló?,  mientras Mano Sico, no se reponía de ese majestuoso y apoteósico susto, por andar chismoseando y buscando  la mala hora  a media noche.

Al día siguiente, Mano Sico se levantó bien temprano, su sexto sentido le indicaban que esa voz que él escuchó a media noche, tenía sello familiar, que a pesar del susto, reconocía esa melodía que le recorría por todos los cables del cerebro.

       - Alguien debía llegar en el transcurso del día a la casa.

Dicho y hecho,  a eso de las nueve de la mañana, llegó su sobrino un muchacho maloso entrado en los 25 años, ronero, perequero y juguetón, igualito a su tío, acompañado de unos amigos del pueblo, que jamás habían visitado en su casa. 

Mano Sico,  miró a su sobrino, que coincidía  con la figura de la llorona, y pensó:

-Allí está, esa fue obra de este carajito pero me las va a pagar, silencioso guardó sus comentarios.

La niña Nena, comenzó a referir lo sucedido en la noche a Mano Sico, quien miraba de medio lado, apenado por el estado en que se encontraba cuando despertó de la privada esa noche.
               
        - y Formaron la risa y el pereque por la llorona de media noche.

Ese día se emborracharon los muchachos visitantes en casa de Mano Sico, con dos botellas de Marianamen, que él les mandó, más un poquito de dormilona.

Con su hecho pensado, les servía el trago grande acachacao, después del almuerzo preparado por la niña Nena, un sancocho trifásico y una jarra de guarapo costeño con naranja agria,  se quedaron profundamente dormidos.

Tiempo que aprovechó Mano Sico para desquitarse de esa broma pesada que cargaba entre pecho y espalda.

Los muchachos, estaban encuero, trasquilados, sin bigotes sentados en la terraza  de la casa en unas sillas plástica a exhibición de todos los transeúntes.

Y Mano Sico, mirándolos por la rendija de la ventana, con la puerta cerrada, esperando el desenlace.

Fueron despertando uno por uno  a las cinco de la tarde, al notar su estado salieron corriendo calle arriba, tapándose con la mano derecha adelante y con la izquierda detrás.

Oportunidad que aprovechó Mano Sico para gritar:

- Hay mis hijos, estoy buscando a mis hijos, donde están mis hijos, hey devuélvanme a mis hijos, no se vallan muchachos, devuélvanme a mis hijos.

Y por último vociferó:
  
                                    Sinvergüenzas carajo.
En Honor a mi Tío José Francisco De la Hoz Vergara- Aguasblanca Cesar Colombia. 

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