domingo, 3 de septiembre de 2017

EL GALLO MORA’O




EL GALLO MORA’O
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano

Allá en la falda de  la Sierra, mano Atanael, sembró  dos cabuyas de maíz, para el sustento de la casa y para los ciento cincuenta gallinas ponedoras que pastaban en el patio y traspatio de su parcela, era un maíz especial que le llamaban cariaco, su grano era grande de color morado y valía al doble que el maíz amarillo, esa semilla la trajo mano ata, de la villa.

Lo más hermoso era tirarle el maíz a gallinas, pavos, cerdos, patos gansos y una cría de pavos reales, que ya superaban la docena, estos animales en la noche eran custodiados por el perro de nombre Winster, hermano de aquel perro llamado guardián, que utilizaba el guardián para coger armadillos en las lomas del mamón.

De la noche a la mañana, amaneció una gallina sacando polluelos a diestra y siniestra, todos los animales colaboraron a picar la cascara de los huevos para que salieran doscientos cincuenta animalitos al mundo, todos de color mora’o, al igual que el maíz con que los alimentaban, en especial nació un pollo basto, grande aventajado hasta para comer y beber ron, paisano del gallo cocotero.

Ese gallo salía el viernes para el pueblo y regresaba el lunes tipo diez de la mañana, tenía acogida en las gallinas por su color, estilo y pinta al caminar, cantaba de esquina a esquina, mano Édison que interpretaba su cantar, entendía que el gallo mora’o decía. Soy el gallo mora’o, puedo cantar en cualquier esquina. Su contrincante era un gallo fino de color pinto, muy escurridizo, hermano del guacharaco, este lo trajeron de Palenquillo un corregimiento de pivijay magdalena, tenía fama en las galleras de garrapata, pivijay y catapila y tres pueblos, siempre vivían dándose pico y peleando a las gallinas.

El gallo pinto era muy trabajador, jalaba para donde lo invitaran a trabajar y ahorraba su dinero porque él quería comprar un carro, para piquetear a las gallinas y alas bellas mujeres de ese pueblo, un domingo salió bien temprano, se echó en la camisa agua de alusema, que hasta las avispan y las abejas  costeñas lo perseguían, para esa época no habían las abejas africanas, esas vinieron el un vinilo champetero de Francia.

Se ha sabido comprar el gallo pinto un carro nuevecito, forra’ o en sus asientos con polietileno, una llave con una pata de chivo de adorno para la buena suerte y dos dados blanco con negro guindando al lado derecho del asiento delantero, además un rosario católico bendecido por el padre Fernel.

Cuando llega a la parcela y entra ese carro por el portón de madera, todas las gallinas se subieron en él, comenzaron a tirar abono orgánico y le cambiaron el color, el gallo mora’o no estaba, llegó al día siguiente y contemplo tremendo carro de color rojo con llantas negras, un pasa cintas y preciso el disco del tigre de la montaña y ese gallinero alborota ’o, dándole besos al del carro y bebiendo ron cáñamo.


Al gallo Mora‘o se le quitó la borrachera que traía, le gritó al gallo pinto que ese carro fue fiao, mando el pinto a apagar la música y le dijo este carro no es Fiao, es marca Fiat y lo compré de contado, el mora’o metió la mano a la mochila que traía, sacó un spray de color azul y se pinto las plumas, llegó a la parranda y cantaba: 

Soy el gallo azul y puedo cantar en cualquier esquina, el gallo pinto que sabía quién era le dijo, bueno vallase a cantar en cualquier esquina, porque ahora aquí en este gallinero mando yo, o no mis gallinas, ellas cacarearon un siiiiiiiiiiiiiii. Al día siguiente amaneció el gallo azul sin una pluma y dispuesto a entrar en la olla de agua hirviendo que estaba en la hornilla, para hacer un sancocho del gallo mora´o.

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