EL GALLO MORA’O
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano
Allá en la falda de la Sierra, mano Atanael, sembró dos cabuyas de maíz, para el sustento de la
casa y para los ciento cincuenta gallinas ponedoras que pastaban en el patio y
traspatio de su parcela, era un maíz especial que le llamaban cariaco, su grano
era grande de color morado y valía al doble que el maíz amarillo, esa semilla
la trajo mano ata, de la villa.
Lo más hermoso era tirarle el
maíz a gallinas, pavos, cerdos, patos gansos y una cría de pavos reales, que ya
superaban la docena, estos animales en la noche eran custodiados por el perro
de nombre Winster, hermano de aquel perro llamado guardián, que utilizaba el guardián
para coger armadillos en las lomas del mamón.
De la noche a la mañana, amaneció
una gallina sacando polluelos a diestra y siniestra, todos los animales
colaboraron a picar la cascara de los huevos para que salieran doscientos
cincuenta animalitos al mundo, todos de color mora’o, al igual que el maíz con
que los alimentaban, en especial nació un pollo basto, grande aventajado hasta
para comer y beber ron, paisano del gallo cocotero.
Ese gallo salía el viernes para
el pueblo y regresaba el lunes tipo diez de la mañana, tenía acogida en las
gallinas por su color, estilo y pinta al caminar, cantaba de esquina a esquina,
mano Édison que interpretaba su cantar, entendía que el gallo mora’o decía. Soy
el gallo mora’o, puedo cantar en cualquier esquina. Su contrincante era un
gallo fino de color pinto, muy escurridizo, hermano del guacharaco, este lo
trajeron de Palenquillo un corregimiento de pivijay magdalena, tenía fama en
las galleras de garrapata, pivijay y catapila y tres pueblos, siempre vivían
dándose pico y peleando a las gallinas.
El gallo pinto era muy
trabajador, jalaba para donde lo invitaran a trabajar y ahorraba su dinero
porque él quería comprar un carro, para piquetear a las gallinas y alas bellas
mujeres de ese pueblo, un domingo salió bien temprano, se echó en la camisa agua
de alusema, que hasta las avispan y las abejas
costeñas lo perseguían, para esa época no habían las abejas africanas,
esas vinieron el un vinilo champetero de Francia.
Se ha sabido comprar el gallo
pinto un carro nuevecito, forra’ o en sus asientos con polietileno, una llave
con una pata de chivo de adorno para la buena suerte y dos dados blanco con
negro guindando al lado derecho del asiento delantero, además un rosario
católico bendecido por el padre Fernel.
Cuando llega a la parcela y
entra ese carro por el portón de madera, todas las gallinas se subieron en él,
comenzaron a tirar abono orgánico y le cambiaron el color, el gallo mora’o no
estaba, llegó al día siguiente y contemplo tremendo carro de color rojo con
llantas negras, un pasa cintas y preciso el disco del tigre de la montaña y ese
gallinero alborota ’o, dándole besos al del carro y bebiendo ron cáñamo.
Al gallo Mora‘o se le quitó la
borrachera que traía, le gritó al gallo pinto que ese carro fue fiao, mando el
pinto a apagar la música y le dijo este carro no es Fiao, es marca Fiat y lo
compré de contado, el mora’o metió la mano a la mochila que traía, sacó un
spray de color azul y se pinto las plumas, llegó a la parranda y cantaba:
Soy
el gallo azul y puedo cantar en cualquier esquina, el gallo pinto que sabía quién
era le dijo, bueno vallase a cantar en cualquier esquina, porque ahora aquí en
este gallinero mando yo, o no mis gallinas, ellas cacarearon un
siiiiiiiiiiiiiii. Al día siguiente amaneció el gallo azul sin una pluma y dispuesto
a entrar en la olla de agua hirviendo que estaba en la hornilla, para hacer un
sancocho del gallo mora´o.
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