sábado, 2 de agosto de 2014

FANTASIA, EN UN CAYO DE PIÑUELAS

FANTASIA, EN UN CAYO DE PIÑUELAS
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.













Érase una vez, de tantas veces que fui a coger piñuelas en un cayo de monte, a las afueras del pueblo, con un costal de fique, un machete  afilado en una piedra de amolar, traída de las serranías san Lucas, por allá por el sur de Bolívar grande, que le cogí a mi padre, un respetado campesino, humilde honesto y trabajador.

Pase por la charca de María Correa, siendo las siete de la mañana aproximadamente, vestido con un pantalón mocho de súper naval, con dos bolsillos de tela de lino fino con el fin de que aguantaran el peso de las bolitas de cristal, el trompo con su cordel, el rum rum de tapillas de gaseosas y una moneda de a cinco centavos elaborada con plata al 90%, fabricada en el Banco de la Republica, con la figura de Policarpa Salavarrieta, que me había regalado mi padrino Cristóbal Flórez Quiroz, días antes, no llevaba camisa, menos zapatos, ni abarcas tres punta.

Cogí camino playón hacia el cayo de piñuelas, a tres kilómetros aproximadamente del pueblo, cuando llegue como era mi objetivo comer piñuelas, comencé a recoger y comer, estaba tan distraído que no note el desplazamiento de una figura humana que venía en dirección hacia mi persona.

Comí tanta piñuela que dormí todo el día, vine a despertar después de las ocho de la noche, ya con la oscuridad y el ruido de los sapos, ranas y grillos, el quebrar de las ramas secas, en el follaje, me alertaron de que no estaba solo, subí a un árbol de algarrobo y me acurruque en una de sus ramas a gran altura, con el fin de no ser alcanzado por algún animal feroz, como el tigre de la placita, que merodeaba esa zona y se comía a los terneros cimarrones.

La silueta humana apareció de repente, tenía una mano enguantada que estiro como un caucho me jalo hacia ella y desaparecimos en el tiempo y espacio, recorrimos un mundo desconocido para mí, hermosos paisajes, un clima fresco y agradable, un mar inmenso, azul como los ojos de Matías, edificios de una belleza sin igual, recuerdos que guardo en mi mente y que a través del tiempo de vida, he podido recorrer, con la vivencia de que ya he pasado por allí, en otra ocasión.

Después de ese hermoso episodio aparecieron en la oscuridad doce enanitos, no sé si eran los de blanca nieve porque esos yo no los conocí, venían vestidos con pantalón verde y camisas rojas, gorros amarillos y zapatos negros, talla dos, le hicieron la venia con reverencia a la figura, llegaron al pie del árbol donde estaba montado, uno de ellos emitió un silbido y con una linterna de doce tacos de baterías me alumbro y me dijo en voz delgadita que bajara:

La silueta desapareció de mi vista, de la nada surgió una figura gigante de estatura, tan grande que llegaba a las nubes, traía un vestido trasparente de color gris, venia montada en unos sancos, los sancos traían unos resortes que servían para dar saltos de canguro, me arrebató de las manos de los doce enanitos y salto, salto y salto, los enanitos sacaron sus alas y siguieron de cerca a la figura gigante que daba saltos, pero ya se encontraba cansada y no pudo seguir, se freno en seco como los carros de carrera y me tiro en brazo de los enanitos.

Cuando ya estaba sano y salvo, me contaron los enanitos que esa era la ninfa de la oscuridad que andaba buscando a su hijo, que se desapareció un día, que fue a comer piñuelas al cayo donde yo me encontraba, con razón y sin razón, ella me decía cuando iba dando saltos, al fin mijo Sico, te encontré, me has hecho mucha falta, viviremos felices en estos ciento quince años, o sea que mi persona, va a vivir todo ese tiempo, bueno solo mi Dios lo sabe.

No temas, nosotros te vamos a llevar a casa, sano y salvo, dijeron los doce enanitos, te has salvado por la moneda que llevas en el bolsillo derecho, durante el camino a casa me contaron que ellos eran enviados por la diosa plata, ella los mandó a rescatarme de los brazos de la ninfa de la noche, les ordenó que me multiplicaran la moneda en un mil por ciento. Sacaron un saco y lo llenaron de monedas, que me entregaron al llegar a casa.

Al despertar de este hermoso sueño, le conté con pormenores a mi mamá chave los acontecimientos de esa noche, que dormí boca abajo, con los bordes de mi hamaca artesanal cogido de los puños de la mano, para no caerme, mi viejita era sabia por la edad y la experiencia de la vida, me dijo, esos fueron el efecto de la viuda de pescado con yuca que cenaste ya tarde de la noche y te hicieron daño estomacal, no la contradije, pero estaba seguro que ese hecho sucedió, tan es cierto, que en la puerta de la casa, del lado adentro, ella mi mamá, encontró un saco de fique y en él, habían quinientas piñuelas, que al venderlas me dieron medio peso.

A la siguiente noche, me acosté temprano, después de rezar el bendito, besarle la mano a mi madre abuela y a mi padre abuelo, quienes me dieron la bendición de mi Dios y me recomendaron que no me fuera para el cayo de piñuela, esa noche me cogió una fiebre de casi 40 grados, que tuvieron que traer al médico que dictamino que a ese mal, lo llamaban la fiebre de los doce enanitos verdes, pregunto qué adonde he estado en estos últimos días, sin esperar la respuesta de mis padres, dije; en el cayo de piñuelas.

Recomendó que no me dejaran ir más a ese lugar, que ya van cinco jóvenes con esa enfermedad, le relate lo sucedido la noche anterior, el medico concluyó  que ese mal solo lo han detectado en Europa, que iba a hacer contacto con la Universidad de Cartagena, para que me investigaran.

A los tres días siguientes, vinieron por mi persona y como conejito de indias, unos científicos me colocaron unos aparatos en mi cabeza y me hicieron hablar hasta lo que fue y no fue, en esa noche de fantasía mental.

No he vuelto al cayo de piñuelas, por restricción médica y científica, pero lo que si les sé decir, es que esa noche, después de haber cenado con pescado en viuda y yuca arinosa, estuve en cada uno de los sitios narrados en este cuento.

Muchos años después, cuando mis hermosos y queridos viejos, se fueron para la eternidad, esculcando sus pertenencias, que guardaban con tanto celo, encontré el dictamen de los científicos, escrito en un papel amarillento, con cuatro dobles, con mucho cuidado lo abrí y en las pocas palabras que entendí, por ser letra manuscrita de médico, decía:

Este joven, tiene un coeficiente mental alto, la realidad combinada con la fantasía, serán su fuerte, para narrar cuentos y llevar a sus lectores a dormir al cayo de piñuelas.



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