EL ANIMOSO DEL NEGRITO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.
En la finca Pajonal, en
jurisdicción de Aguas Blancas Cesar, nació el negrito, su abuelo paterno, tenía
unas diez hectáreas de tierra, que compartía con los campesinos, que sembraban
cosechas de maíz, yuca, ahuyama plátano, criaban gallinas, pavos, cocadas y
chivos.
Ese era el ambiente del
negrito, su hermano mayor hacia los mandados y traía al pueblo un bulto de yuca
y uno de maíz y lo canjeaban por alimentos que llevaban para la parcela,
siempre vivía el mayor haciendo coger miedo al negrito, que tenía un oído agudo
y escuchaba el cantar de los pájaros, el roncar del tigre, el rebuznar de los
asnos, a dos kilómetros a la redonda, era muy especial el negrito, captaba todo
lo que su papá le decía de la vida.
Una noche llegó el mayorcito
con unos tragos de más a la casa del pueblo que compartían con dos hermanas y
su mamá, el negrito, dormía sueño intermedio, o sea, medio dormido y como les
dije, escuchaba todo ruido alrededor, pero no se percató que el mayorcito se
acostó en el piso, justo debajo de la cama donde dormía él, se durmió y comenzó
a roncar la borrachera que traía, el cuarto hedía a níspero maduro, en boca de un
azulejo.
Comenzó a rastrear el
negrito, el ronquido agudo, grueso y profundo, que le calaba en el cerebro y lo
intranquilizaba, llegó al pie de la cama
de la mamá y comprobó que no era ella la que roncaba, sus hermana tampoco, el
mayorcito no había llegado, porque no lo he sentido abrir la puerta, porque sus
dos bisagras suenan como balde para sacar agua, en pozo calicante, decía en su
mente.
Se acostó nuevamente, el
mayorcito al sentir el ajetreo del negrito se voltio de posición de dormir y emitió
un quejido acompañado con un viento de esos que vienen del sur, se sacudió el
negrito de la cama, prendió luces, alarmó a su mamá y sus hermanas, se puso histérico
y despertó al borracho, que no alcanzó a salirse debajo de la cama donde dormía
el negrito, se paró con ti cama y tiró al negrito a un rincón del cuarto, que
al caer se partió la cabeza con un horcón de madera llamado hediondo, a esa
hora se formó la de Troya, en casa del negrito.
Se levantaron los vecinos y
lo llevaron al puesto de salud, le cogieron quince puntos en la cabeza,
quedando con un cien pie de esos de 30 centímetros de largo, desde la frente
hasta el cogote. Por esa razón el negrito no pudo prestar el servicio militar,
que era lo que le gustaba como profesión.
Un sábado el negrito lo
mandaron de la parcela en un burro cargado con cosecha para el pueblo, con el
fin de hacer el trueque y llevar las provisiones de subsistencia, ya en la
tarde con las provisiones en el burro, su abuela le dijo que se quedara esa
noche, que al día siguiente se fuera, le guindaron una hamaca en la sala de la
casa, al poco rato cuando los gallos dieron la hora, nueve en punto, sintió el
negrito que le alzaron un lado de la hamaca y lo dejaron caer nuevamente, él se
alertó y se quedó quietecito.
Al rato, sin poder dormir,
escuchó sacando agua del pozo, con una carrucha, tiraban el balde desde el
bordo y caía en las profundidades del pozo, llamó a la abuela que estaba en el
cuarto contiguo a la sala y le dijo que le habían movido bruscamente la hamaca
y que alguien estaba sacando agua del pozo, la abuela conociéndolo por miedoso
y cobarde, lo tranquilizo y lo instó a dormir tranquilo.
Nuevamente cuando ya se
estaba quedando dormido le alzaron el canto de la hamaca del otro lado donde se
lo movieron la primera vez, se levantó el negrito le dijo a la abuela que él se
iba para la parcela, abrió la puerta falsa, ensillo el burro con sus provisiones
y a esa hora de Dios, se fue, cogió camino para la sierra.
Cuando iba llegando, después
de viajar toda la noche, al lado de la finca, sintió que un burro sacudía las
orejas, miró para todos los lados y no vio nada, siguió en su burro, con la
luna llena y nuevamente le sonaron las dos orejas al burro, sonido que el
captaba cerquita, apuró el paso y al fin llego a las cuatro y quince de la
madrugada.
La sorpresa de su papá, el
negrito viajando toda la noche por ese camino, tan peligroso para un jovencito
de trece años, apetecido por las criaturas de la noche y maldad para los que
nunca gustaron de él, como el marido de su abuela que no era su abuelo, quien
había fallecido hacía dos años, con un tiro de escopeta cero atravesado en la
garganta por error y manipulación de la misma, “Tu no me simpatizas”, le decía
el negrito al compañero de su abuela, cuando estaba vivo, quién vino de metiche
a desprenderlo de su querida Abue.
Al día siguiente, el negrito
le confesó a su papa del porque cogió camino y la sacudida de orejas de un burro,
concluyendo que era el Padrastro, que se le atravesó el tiro en la garganta
hace dos años, precisamente, en el sitio donde el negrito escuchaba, la sacudida
de orejas, del burro burlón, esa era la parcela que quedó abandonada, después
que el señor se pegó un tiro, mas ni nunca el negrito ha dormido donde su abue,
ni siquiera en el pueblo, cuando pasa en su carro por el pueblo, en horas de la
noche, acelera hasta ciento veinte, no mira para los lados y prefiere ir
acompañado, no se le valla a subir al vehículo el “No me simpatizas”.
Cosas de esta vida, que suceden, con los que están en la
otra vida.
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