sábado, 23 de agosto de 2014

EL ANIMOSO DEL NEGRITO

EL ANIMOSO DEL NEGRITO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.



En la finca Pajonal, en jurisdicción de Aguas Blancas Cesar, nació el negrito, su abuelo paterno, tenía unas diez hectáreas de tierra, que compartía con los campesinos, que sembraban cosechas de maíz, yuca, ahuyama plátano, criaban gallinas, pavos, cocadas y chivos.

Ese era el ambiente del negrito, su hermano mayor hacia los mandados y traía al pueblo un bulto de yuca y uno de maíz y lo canjeaban por alimentos que llevaban para la parcela, siempre vivía el mayor haciendo coger miedo al negrito, que tenía un oído agudo y escuchaba el cantar de los pájaros, el roncar del tigre, el rebuznar de los asnos, a dos kilómetros a la redonda, era muy especial el negrito, captaba todo lo que su papá le decía de la vida.

Una noche llegó el mayorcito con unos tragos de más a la casa del pueblo que compartían con dos hermanas y su mamá, el negrito, dormía sueño intermedio, o sea, medio dormido y como les dije, escuchaba todo ruido alrededor, pero no se percató que el mayorcito se acostó en el piso, justo debajo de la cama donde dormía él, se durmió y comenzó a roncar la borrachera que traía, el cuarto hedía a níspero maduro, en boca de un azulejo.

Comenzó a rastrear el negrito, el ronquido agudo, grueso y profundo, que le calaba en el cerebro y lo intranquilizaba,  llegó al pie de la cama de la mamá y comprobó que no era ella la que roncaba, sus hermana tampoco, el mayorcito no había llegado, porque no lo he sentido abrir la puerta, porque sus dos bisagras suenan como balde para sacar agua, en pozo calicante, decía en su mente.

Se acostó nuevamente, el mayorcito al sentir el ajetreo del negrito se voltio de posición de dormir y emitió un quejido acompañado con un viento de esos que vienen del sur, se sacudió el negrito de la cama, prendió luces, alarmó a su mamá y sus hermanas, se puso histérico y despertó al borracho, que no alcanzó a salirse debajo de la cama donde dormía el negrito, se paró con ti cama y tiró al negrito a un rincón del cuarto, que al caer se partió la cabeza con un horcón de madera llamado hediondo, a esa hora se formó la de Troya, en casa del negrito.

Se levantaron los vecinos y lo llevaron al puesto de salud, le cogieron quince puntos en la cabeza, quedando con un cien pie de esos de 30 centímetros de largo, desde la frente hasta el cogote. Por esa razón el negrito no pudo prestar el servicio militar, que era lo que le gustaba como profesión.

Un sábado el negrito lo mandaron de la parcela en un burro cargado con cosecha para el pueblo, con el fin de hacer el trueque y llevar las provisiones de subsistencia, ya en la tarde con las provisiones en el burro, su abuela le dijo que se quedara esa noche, que al día siguiente se fuera, le guindaron una hamaca en la sala de la casa, al poco rato cuando los gallos dieron la hora, nueve en punto, sintió el negrito que le alzaron un lado de la hamaca y lo dejaron caer nuevamente, él se alertó y se quedó quietecito.

Al rato, sin poder dormir, escuchó sacando agua del pozo, con una carrucha, tiraban el balde desde el bordo y caía en las profundidades del pozo, llamó a la abuela que estaba en el cuarto contiguo a la sala y le dijo que le habían movido bruscamente la hamaca y que alguien estaba sacando agua del pozo, la abuela conociéndolo por miedoso y cobarde, lo tranquilizo y lo instó a dormir tranquilo.

Nuevamente cuando ya se estaba quedando dormido le alzaron el canto de la hamaca del otro lado donde se lo movieron la primera vez, se levantó el negrito le dijo a la abuela que él se iba para la parcela, abrió la puerta falsa, ensillo el burro con sus provisiones y a esa hora de Dios, se fue, cogió camino para la sierra.

Cuando iba llegando, después de viajar toda la noche, al lado de la finca, sintió que un burro sacudía las orejas, miró para todos los lados y no vio nada, siguió en su burro, con la luna llena y nuevamente le sonaron las dos orejas al burro, sonido que el captaba cerquita, apuró el paso y al fin llego a las cuatro y quince de la madrugada.

La sorpresa de su papá, el negrito viajando toda la noche por ese camino, tan peligroso para un jovencito de trece años, apetecido por las criaturas de la noche y maldad para los que nunca gustaron de él, como el marido de su abuela que no era su abuelo, quien había fallecido hacía dos años, con un tiro de escopeta cero atravesado en la garganta por error y manipulación de la misma, “Tu no me simpatizas”, le decía el negrito al compañero de su abuela, cuando estaba vivo, quién vino de metiche a desprenderlo de su querida Abue.

Al día siguiente, el negrito le confesó a su papa del porque cogió camino y la sacudida de orejas de un burro, concluyendo que era el Padrastro, que se le atravesó el tiro en la garganta hace dos años, precisamente, en el sitio donde el negrito escuchaba, la sacudida de orejas, del burro burlón, esa era la parcela que quedó abandonada, después que el señor se pegó un tiro, mas ni nunca el negrito ha dormido donde su abue, ni siquiera en el pueblo, cuando pasa en su carro por el pueblo, en horas de la noche, acelera hasta ciento veinte, no mira para los lados y prefiere ir acompañado, no se le valla a subir al vehículo el “No me simpatizas”.

Cosas de esta vida, que suceden, con los que están en la otra vida.


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