sábado, 30 de agosto de 2014

EL BOMBARDINO DE ORO DEL BENNY

EL BOMBARDINO DE ORO DEL BENNY
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano

 La inocencia de los niños, nacidos a principios y mitad del siglo pasado, los principios morales intrínsecos en cada persona encargada de impartir valores, conocimientos y educación, eran el pilar fundamental para edificar una cultura de respeto, honradez y solidos valores, para enfrentar la vida.

La carencia de energía, la reinante oscuridad, acompañada de todas esas manifestaciones de miedo y terror infundida o camufladas dentro de la misma educación, las tormentas, los truenos y los relámpagos, los rezos para conjurar males de la vida, un pueblo netamente católico, apostólico y romano “entre comillas”, nos hacían temerosos de la Justicia Divina, de los espantos, los perros lengua de fuego, las mariposas negras voladoras, el loco de los jolones de cuero montado en un caballo recorriendo las calles del pueblo a partir de las diez de la noche, la llorona loca, el burro que le hablaba a su amo, el niño que se encontró un campesino en un camino solo y llorando, la luz del playón, el temido toro candelillo y un sinnúmero de cosas que lo hacían temer y portarse bien y, que además le servían para su formación como persona, claro que habían unos jóvenes malos, que no cogieron consejos y hoy son blanco de esta sociedad que no perdona, sobre todo errores sin causas.

Corrían los años 1958-59, del siglo pasado, en un pueblo macondiano de la costa caribeña colombiana, en un mes de septiembre, una pareja de novios de una familia prestante se casaron, la novia con traje blanco de cola larga de tres metros arrastrada por la calles destapadas de tierra roja, dos cuadras de distancia de la casa a la iglesia, como de costumbre, los pajecitos con los anillos y dos bellas jovencitas con ramos de flores en sus manos enguantadas, seguido de una cola de parejas que llegaban a doscientas personas, tan así, que cuando el matrimonio venia saliendo de la iglesia, era que los últimos padrinos iban entrando.

Mientras eso ocurría, en la casa de los novios, se bajaban unos veinte músicos, con sus labios gruesos como pepita de mamón pelado y una cicatriz hecha por el instrumento al que le inyectaban aire de sus pulmones, le movían unos émbolos y le sacaban bellas melodías.

En todas esas manifestaciones, estaba El Benny, no como invitado, tampoco como familiar, más bien era por curiosidad, no llevaba calzado en sus pies, no portaba una camisa que le tapara su musculatura, sin peinarse su cabello negro ensortijado ajaracado, pero eso sí, captando todo lo que veía y oía a su alrededor, zambulléndose por debajo de las piernas de los adultos para poder mirar más cerca el espectáculo de una orquesta, creo que fue la primera que amenizó un matrimonio en ese olvidado pueblo, habitado por políticos liberales y conservadores, quienes se encontraban con los jóvenes y en un tono grotesco le preguntaban.

“Tú de quien eres hijo”, si el joven contestaba que su papá era del mismo bando, si porque eran bandos, el politiquero contestaba.

“Cuando cumplas la mayoría de edad vas a votar por mí.

Ahora si el joven contestaba que su papá se llamaba Serafín y era del bando contrario, el politiquero lo despachaba para su casa inmediatamente y, como la urbanidad de Carreño, nos ensayó que hay que obedecer a los mayores, esa orden se cumplía, acompañada de:

“Dígale a su papá, que yo fulano de tal, lo mande para la casa”.
Recordándole al ciudadano, que él, seguía mandando en el pueblo, cuando a los habitantes los mandaban a acostar.

Todo este relato es con el fin de hacer un recuento de lo que pasaba en ese pueblo, en esos años, es para que sepan que pasó en ese siglo, porque las historias, si no las cuentan se olvidan, y un pueblo no debe olvidar sus historias buenas o malas.

Resulta que el que se estaba casando en esa fecha era un politiquero reconocido, acompañado de una bella dama de la sociedad, a quien el Benny le agradece, haberlo desprendido de las manos de tigre del papá, después de ocho latigazos, con un cáñamo doble, por no asistir a clases en el colegio, durante ocho días, sin justificación.

La orquesta comenzó a tocar el vals “Tristeza del Alma”, la calle se encontraba taquiaita de curiosos, con ganas de ver a la novia bailando con el gamonal del pueblo, la puerta de entrada quedó angosta para entrar tanta gente, los invitados siguieron al patio, secándose el sudor con sus pañuelos perfumados con olor a sauco, a vino de palma de corozo de vaca, a nectalina de escaparate, a jugo de mango de rosa, a níspero maduro, etc.

El Benny un regordete jovencito, modelo de nacimiento 1953, inquieto, travieso y de chispa adelantada, se encontraba en la sala de la recepción, bien situado, viendo y analizando todo lo que sucedía, guardando en su memoria las melodías que interpretaba la orquesta, los instrumentos, cada músico tocaba y soplaba los cachetes, la garganta se les querían reventar, se ponían rojos y, volteaban el instrumento para que botara el agua, que no se sabe por dónde entraba.

Esa noche, cuando el Benny se fue a su casa y se metió en la hamaca, tenía a toda la orquesta en su mente, tocando y tocando, no pudo dormir del miedo que le cogió al instrumento llamado bombardino alto, o sea el más grande y el que sonaba más ronco, todavía es y después de cinco décadas y ñapa, es la hora que Benny no puede conciliar el sueño, cuando se acuerda del bombardino de la Orquesta de Pello Torres y sus Diablos del Ritmo, imagínense ustedes, “Diablos del Ritmo” que llego esa noche procedente de Sincelejo Bolívar, en la chiva la melón, contratada para amenizar uno de los mejores matrimonios en ese pueblo de la costa caribe. Siempre que cerraba sus ojos, veía un poco de diablos con cola, tocando los instrumentos.

Años después, cuando El Benny era un adolecente, se enteró que los músicos de la Banda 12 de octubre de Caimito Bolívar, eran primos hermanos de su papá y como en tiempo de fiesta los alojaban al frente de la casa del Benny, tuvo la oportunidad de aprender a tocar al enemigo, “El bombardino Alto”. Desde entonces reina en su casa un Bombardino de Oro Alto, con su funda, enganchado en la pared.

Hoy, cada año de nacimiento que cumple El Benny, es amenizado por sus parientes los  integrantes de la Banda Caimitera, los que han quedado, porque los viejos están gozando en la eternidad, para esa fecha aprovecha el Benny, para tocar su Bombardino de Oro, uno de sus pasatiempos.


“Atesora con amor y firmeza, los valores impartidos y aprendidos durante tu niñez y juventud y, tendrás la oportunidad de vivirlos cada día, compartirlos con los habitantes de este mundo global a través de “entrecuentosporrosyfandangos.blogspot.com”, untado de un pueblo netamente caribeño.

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