LA PRIMERA VEZ QUE PRINCESA
HABLÓ
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano
Compae Ciro, tenía una parcela Bajera para los lados de la ciénaga de doña Luisa, que cuando se secaba aprovechaba el abono del terreno y sembraba, maíz, yuca, fréjol, patilla y melón, mitad de la tierra era anegable y la otra mitad era monte seco, abundaba por allí el conejo marrón de rayas negras, que en una noche podías casar hasta veinte, pero mano Ciro cumplía con su obligación de solo cazar para comer.
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano
Compae Ciro, tenía una parcela Bajera para los lados de la ciénaga de doña Luisa, que cuando se secaba aprovechaba el abono del terreno y sembraba, maíz, yuca, fréjol, patilla y melón, mitad de la tierra era anegable y la otra mitad era monte seco, abundaba por allí el conejo marrón de rayas negras, que en una noche podías casar hasta veinte, pero mano Ciro cumplía con su obligación de solo cazar para comer.
Una tarde noche de regreso para la villa, compae Ciro traía
en los jolones de cuero, además de su pan coger unos cinco perros acabados de
nacer, los habían colocado a la orilla del camino, con el fin de que los
recogiera alguien que pasaba por el lugar, la primera casa que visitó en la
placita fue la de papá Yé, así le decíamos cariñosa mente a mi padre de
crianza, que en sangre era tío de mi papá el que me hizo, me llamo mano Ciro y
me ofreció un perrito, de una me enamoré de Princesa, una perrita blanca con
lunares marrón, me la llevé para el inmenso patio y la ubique debajo de unas
matas de plátano, allí le hice su casita.
En casa teníamos un perro viejo llamado Capitán que ya
ladraba echao, era hora de remplazarlo, una noche cayó un aguacero y oíamos a
capitán ladrar y ladrar, cogí la lámpara de petróleo y la escopeta de
perdigones de mi papá y salí al patio y me guié por los ladridos del perro
viejo que me llevó a la casa de Princesa que se encontraba inundada, la sequé y
escuché una voz que me dijo pensé que me ibas a dejar morir.
Me quede con la ilusión de la voz y la fantasía de oír
hablar a un animal, pasaron los días y los meses hasta que un día pasó mano
Ciro y me dijo préstame a princesa que me voy a coger unos conejos para un
guiso con yuca allá en la parcela, se llevaron a princesa y no me lo van a
creer, en la noche vino preñada, mi reclamo fue airado con mano Ciro, ombe y
cuando sucedió eso, si esa es una bebe de perra.
Esa noche no conciliaba mi sueño, de nuevo el capitán
pidiendo auxilio en el patio, acudí a sus ladridos de S.O.S. y presencie un
parto de cuatro conejos machos del vientre de Princesa, esa noche en particular
supe que los animales hablan y mi persona los escuchaba, tremendo regañón del capitán: “ahora
si estoy yo fregao, tan viejo cuidando
perros, llévense ese animal para otra parte” y princesa le decía: “ desagradecido
mira cómo estás de gordo, te has comido los conejos que traigo a casa”, enseguida mi persona ripostó, como así
capitán, nosotros los humanos de esta casa, aguantando hambre y tu comiéndote los
conejos que nos trae princesa?, esa noche colgué en el saxo de la cocina los
cuatro conejos que estaban vivos en el vientre de Princesa.
Al día siguiente capitán me miraba y escondía el rabo
y Princesa me sonreía, lo cual mi persona le retribuía con un cucharon de leche
de vaca, bien fresco, canjeado donde la niña Matilde por un conejo marrón.
De allí en adelante Princesa, el Capitán y mi persona
entablábamos unas conversaciones que terminaban en discusión, cuando cogíamos
el tema de la politiquería del país y de nuestro olvidado pueblo, en donde solo
llegaba el periódico “El Campesino”.
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