EL PARIE Y EL GRAN CAIMÁN MOCHO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe
El majestuoso río San Jorge,
nace en el nudo de Paramillo, en la parte norte de Antioquia, recorre los
Departamentos de Córdoba, Sucre y Bolívar, a diez kilómetros bajando el puente
de montelibano había un remolino donde el río da una curva prolongada para
seguir su curso, allí en esa curva se encuentra un inmenso remolino llamado en
esa época el remolino de la pipa, todo lo que a su alrededor pasa, se lo traga
y lo expulsa a tres kilómetros más abajo.
Todos los pescadores de la
zona en épocas de verano, advertían a los jóvenes y a los borrachos que lo desafiaban
tener mucho cuidado con el encantado remolino, allí al medio días cundo los
rayos del sol caían perpendiculares, salía el temido caimán, mocho de una pata,
medía siete metros de largo por 40 centímetros de ancho, su piel era oscura y
sus ojos eran rojos, la historia cuenta que ese caimán se enfrentó a otro más
viejo, peleando a una hembra en celos y el mocho le ganó la pelea al más viejo
y se quedó reinando en esa zona, pero el caimán viejo le mochó la pata derecha
delantera, motivos que lo hacían un poco torpe en su caminar, pero era una
fiera de ríos, contaba con sus cien dientes en la boca y lo que cogía, lo
destrozaba en un segundo.
Otros decían que la
procedencia del caimán viene de la historia de un cacique indígena de la tribu
Zenu, que gobernaba en esa región y a su muerte se convirtió en caimán para cuidar
todos sus bienes en oro que tenía la etnia.
Como en toda la región
caribe hay hombres verracos, echados para adelante, que no le temían a nada ni
a nadie de este mundo y del otro, ellos tenían secretos para hacer el bien y el
mal, pero a decir verdad esos secretos los cogían para pelear gallos darse trompadas y tener mujeres a montón.
Un aventajado de esos
hombres era el Parie (Pariente), tumbador de montañas y pescador, esas eran sus
profesiones, cuando los otros llevaban medio cuarterón de montañas derribadas,
ya el parie, estaba echándose fresco con su sombrero vueltiao debajo de un
árbol de ubito.
Ese mismo hombre valiente, se metió en la cueva del caimán mocho en el remolino de la pipa, a dormir, aprovechó que el caimán estaba asoleándose a medio día y bajo una
borrachera se le metió en la cueva debajo del agua, cuando el caimán estaba
caliente del sol, se hundió y buscó la cueva encontrándose con que estaba
ocupada.
El parie se metió a la cueva
quedándole la cabeza hacia afuera, llevaba en sus manos un arpón con una puya
de acero afilada en espera que el gran caimán, temido en la región por su
tamaño y sus impresionantes dientes, las olas que formaba el río cada vez que
el animal se tiraba al agua, daban para voltear una canoa pequeña, varias veces
las hizo naufragar y a sus pasajeros buscar orilla.
Esta vez era distinto,
estaba en su cueva un hombre que aparentaba ser normal, pero tenía unas
ventajas enormes sobre los demás hombres, el caimán al notar la presencia e invasión
de su refugio lanzo un sonido revienta oídos, pero el parie los tenia tapados
con barro, tiro zarpazos con su única pata delantera y no consiguió su
objetivo, amenazado y dominado con el arpón.
Fue cuando el caimán le dijo
al Parie que negociaran la cueva, que él le daba unos objetos de oro que tenía
escondidos al fondo de la cueva, el parie acepto el trato del gran caimán, pero
le dijo que le amarraría la trompa y ambos tenían que salir de la cueva, trato
hecho por los dos animales.
Quedó el caimán amarrado de
la trompa y sujeto a un árbol a la orilla del río, mientras el parie entro de
frente a la cueva en busca del tesoro que el gran caimán tenía escondido,
habían ciento cincuenta chigüiros vivos, cincuenta sábalos de cinco metros cada
uno, treinta y dos vasijas de barro con tapas de maderas rellenitas de oro en
polvo, figuras indígenas, culebras, ciempiés y Anguilla de oro, fuera de las
quinientas de verdad.
Todo lo sacó el parie en
medio de la noche y lo deposito en la orilla del río, así permitió que entrara
el gran caimán mocho a las profundidades del río en el remolino de la pipa.
Pero como el caimán es traicionero, esperó un
descuido del parie y abrió su boca y se lo tragó, en ese mundo oscuro el parie
encendió una mechera a gas que llevaba en su bolsillo y pudo apreciar la
belleza interna del gran caimán, la sala de entrada estaba cubierta de unas
cortinas azulosas, los muebles eran pedazos de madera que arrastraba el río,
cada uno ubicado en círculos y una mesa de cinco patas, de barro forjado, la
cocina eran trozas de madera unidas por unos bejucos Martin moreno, una tinaja
de barro que destilaba ron ñeque, la cama del gran caimán eran unas palmas de
corozos acolchonadas, habían pájaros, culebras, micos disecados como adornos en sus paredes, una despensa con más
de quinientos quesos secos, carnes de res salada y todos los enseres de una
cocina moderna del siglo XX.
A los pocos minutos del
hecho sucedido, paso el Blanco en una chalupa y embarcó todas las vasijas de oro
y soltó a los animales vivos que buscaron el pajonal y se multiplicaron, habían
chigüiros en manadas de hasta cien animales pastando en las orillas del río,
culebras que se metían al toldo de dormir los pescadores, y como dice el viejo
refrán, al que le van a dar le guardan, el blanco está podrido en dinero, pero
se va a morir.
Para no alargarles más este
cuento, el pariente duró medio año en la barriga del gran Caimán, quedó tan
amañado que siempre que se terminaba la subienda del pescado en el río, buscaba al gran caimán y se pasaba todo
el invierno en su vientre, allí había una señora que el gran caimán contrató
para que lo atendiera en la cueva. Vivía el Parie en esa comodidad que cuando
salía de la barriga del caimán las barbas le llegaban al pecho, era de color
blanco y su piel estaba rosada.
Cuando el pariente se
aparecía entre los humanos y le preguntaban dónde estaba, contestaba que
trabajando en las materas o fincas de Venezuela.
El blanco, como llamaban a
los que tenían dinero se lo cogió la vejez y se murió, su único hijo que no
sabía multiplicar el dinero que le dejó su papá y que se lo robó al Parie, se
lo fue gastando en parrandas y comprando mujeres que en ese tiempo sus padres
las vendían a diez centavos, de ese dinero, hoy solo queda esta hermosa cuento.
Elegante, pero me puede dar las cordenadas de la ubicación del caimán, ya que deseo unas vacaciones
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