domingo, 2 de agosto de 2015

EL PARIE Y EL GRAN CAIMÁN

EL PARIE Y EL GRAN CAIMÁN MOCHO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe




El majestuoso río San Jorge, nace en el nudo de Paramillo, en la parte norte de Antioquia, recorre los Departamentos de Córdoba, Sucre y Bolívar, a diez kilómetros bajando el puente de montelibano había un remolino donde el río da una curva prolongada para seguir su curso, allí en esa curva se encuentra un inmenso remolino llamado en esa época el remolino de la pipa, todo lo que a su alrededor pasa, se lo traga y lo expulsa a tres kilómetros más abajo.

Todos los pescadores de la zona en épocas de verano, advertían a los jóvenes y a los borrachos que lo desafiaban tener mucho cuidado con el encantado remolino, allí al medio días cundo los rayos del sol caían perpendiculares, salía el temido caimán, mocho de una pata, medía siete metros de largo por 40 centímetros de ancho, su piel era oscura y sus ojos eran rojos, la historia cuenta que ese caimán se enfrentó a otro más viejo, peleando a una hembra en celos y el mocho le ganó la pelea al más viejo y se quedó reinando en esa zona, pero el caimán viejo le mochó la pata derecha delantera, motivos que lo hacían un poco torpe en su caminar, pero era una fiera de ríos, contaba con sus cien dientes en la boca y lo que cogía, lo destrozaba en un segundo.

Otros decían que la procedencia del caimán viene de la historia de un cacique indígena de la tribu Zenu, que gobernaba en esa región y a su muerte se convirtió en caimán para cuidar todos sus bienes en oro que tenía la etnia.

Como en toda la región caribe hay hombres verracos, echados para adelante, que no le temían a nada ni a nadie de este mundo y del otro, ellos tenían secretos para hacer el bien y el mal, pero a decir verdad esos secretos los cogían para pelear gallos  darse trompadas y tener mujeres a montón.

Un aventajado de esos hombres era el Parie (Pariente), tumbador de montañas y pescador, esas eran sus profesiones, cuando los otros llevaban medio cuarterón de montañas derribadas, ya el parie, estaba echándose fresco con su sombrero vueltiao debajo de un árbol de ubito.

Ese mismo hombre valiente, se metió en la cueva del caimán mocho en el remolino de la pipa, a dormir, aprovechó que el caimán estaba asoleándose a medio día y bajo una borrachera se le metió en la cueva debajo del agua, cuando el caimán estaba caliente del sol, se hundió y buscó la cueva encontrándose con que estaba ocupada.

El parie se metió a la cueva quedándole la cabeza hacia afuera, llevaba en sus manos un arpón con una puya de acero afilada en espera que el gran caimán, temido en la región por su tamaño y sus impresionantes dientes, las olas que formaba el río cada vez que el animal se tiraba al agua, daban para voltear una canoa pequeña, varias veces las hizo naufragar y a sus pasajeros buscar orilla.

Esta vez era distinto, estaba en su cueva un hombre que aparentaba ser normal, pero tenía unas ventajas enormes sobre los demás hombres, el caimán al notar la presencia e invasión de su refugio lanzo un sonido revienta oídos, pero el parie los tenia tapados con barro, tiro zarpazos con su única pata delantera y no consiguió su objetivo, amenazado y dominado con el arpón.

Fue cuando el caimán le dijo al Parie que negociaran la cueva, que él le daba unos objetos de oro que tenía escondidos al fondo de la cueva, el parie acepto el trato del gran caimán, pero le dijo que le amarraría la trompa y ambos tenían que salir de la cueva, trato hecho por los dos animales.

Quedó el caimán amarrado de la trompa y sujeto a un árbol a la orilla del río, mientras el parie entro de frente a la cueva en busca del tesoro que el gran caimán tenía escondido, habían ciento cincuenta chigüiros vivos, cincuenta sábalos de cinco metros cada uno, treinta y dos vasijas de barro con tapas de maderas rellenitas de oro en polvo, figuras indígenas, culebras, ciempiés y Anguilla de oro, fuera de las quinientas de verdad.

Todo lo sacó el parie en medio de la noche y lo deposito en la orilla del río, así permitió que entrara el gran caimán mocho a las profundidades del río en el remolino de la pipa.

Pero como el caimán es traicionero, esperó un descuido del parie y abrió su boca y se lo tragó, en ese mundo oscuro el parie encendió una mechera a gas que llevaba en su bolsillo y pudo apreciar la belleza interna del gran caimán, la sala de entrada estaba cubierta de unas cortinas azulosas, los muebles eran pedazos de madera que arrastraba el río, cada uno ubicado en círculos y una mesa de cinco patas, de barro forjado, la cocina eran trozas de madera unidas por unos bejucos Martin moreno, una tinaja de barro que destilaba ron ñeque, la cama del gran caimán eran unas palmas de corozos acolchonadas, habían pájaros, culebras, micos disecados como  adornos en sus paredes, una despensa con más de quinientos quesos secos, carnes de res salada y todos los enseres de una cocina moderna del siglo XX.

A los pocos minutos del hecho sucedido, paso el Blanco en una chalupa y embarcó todas las vasijas de oro y soltó a los animales vivos que buscaron el pajonal y se multiplicaron, habían chigüiros en manadas de hasta cien animales pastando en las orillas del río, culebras que se metían al toldo de dormir los pescadores, y como dice el viejo refrán, al que le van a dar le guardan, el blanco está podrido en dinero, pero se va a morir.

Para no alargarles más este cuento, el pariente duró medio año en la barriga del gran Caimán, quedó tan amañado que siempre que se terminaba la subienda del pescado en el río, buscaba  al gran caimán y se pasaba todo el invierno en su vientre, allí había una señora que el gran caimán contrató para que lo atendiera en la cueva. Vivía el Parie en esa comodidad que cuando salía de la barriga del caimán las barbas le llegaban al pecho, era de color blanco y su piel estaba rosada.

Cuando el pariente se aparecía entre los humanos y le preguntaban dónde estaba, contestaba que trabajando en las materas o fincas de Venezuela.


El blanco, como llamaban a los que tenían dinero se lo cogió la vejez y se murió, su único hijo que no sabía multiplicar el dinero que le dejó su papá y que se lo robó al Parie, se lo fue gastando en parrandas y comprando mujeres que en ese tiempo sus padres las vendían a diez centavos, de ese dinero, hoy solo queda esta hermosa  cuento.

1 comentario:

  1. Elegante, pero me puede dar las cordenadas de la ubicación del caimán, ya que deseo unas vacaciones

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