sábado, 4 de abril de 2015

LA FE MUEVE MONTAÑAS

LA FE MUEVE MONTAÑAS
Por Francisco Carrasco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe


Despuntaba el sol en el horizonte, cuando Harry José Pineda un campesino, de estatura bajita, fornido y de buen hablar, sus padres en su juventud lo mandaron al colegio a estudiar y aprendió a leer y escribir bien, pero el estudio no era su fuerte, salió en su burro hacia la montaña, donde tenía una parcela sembrada de pan coger, que le daba el sustento familiar.

Una tarde de invierno Harry venía en su burro cargado de alimentos escogidos de la cosecha, para vender y consumir en su casa, había salido más temprano de la parcela porque venía un fuerte aguacero del lado oriental, el cielo estaba cubierto de nubes grises, jarreo su burro a ver si alcanzaba a llegar a casa.

A Harry se lo cogió la tempestad en el camino y decidió acampar en una choza abandonada a la orilla del camino, descensillo su burro y ambos se refugiaron en la choza.

A los pocos minutos Harry, alcanzo a divisar una figura que venía a la distancia en un caballo blanco, a medida que se acercaba, con la luz de los relámpagos, se notaba que el jinete era una persona de bien que no daba indicios de tenerle recelos, pero a la vez el campesino se preguntaba, ¿qué hará un blanco por acá a estas horas?

Ya estando cerca de la choza, una luz parecida a la de la Luna alumbró y adornó  el lugar, una voz le dijo en tono suave:

Hola Harry como la estás pasando.

Harry le contestó con voz nerviosa : Bien señor ya está escampando y notó el campesino, que el jinete y su caballo, no estaban mojados por la lluvia que caía a torrenciales, en cambio él si estaba empapado porque el rancho se mojaba más que por fuera.

Sin bajarse el jinete de su caballo le preguntó a Harry,

¿Que llevas en esos costales?

Son unas patillas y unas yucas, lo demás es ají y berenjenas para vender y aliviar la parte económica que está bien mal.

Descárgalas, yo te las voy a comprar, palabras extrañas para el agricultor, porque en esa época el que tenía dinero no compraba nada, todo lo pedía regalado y si era un campesino más, ya que ellos prestaban la tierra para que cosecharan a cambio de sembrar hierba para su ganado.

El jinete pregunto el valor, Harry sacó cuentas mentales y dijo: Son veinte pesos, suma que le entregó el jinete, cargó sus alforjas, brillaron sus aperos, dio media vuelta a su caballo y se alejó en camino contrario donde venía, ves con Dios Harry.

Gracias señor, contesto el modesto y humilde campesino.

Llegó a su casa y le contó todo lo sucedido a su esposa, una mujer llena de fe, positiva en todas sus actuaciones, equilibrada, la guía de su esposo en la toma de decisiones de la vida.

Café caliente y una cobija de lana de ovejos le entregó Chepa a su esposo mientras que él maravillado por lo sucedido le contaba a su esposa.

De un momento a otro el campesino dijo:

Claro era él, yo sabía que su voz era conocida, caramba como no me di cuenta, como no me percaté de sus gestos y movimientos.

De que hablas hombre, dijo Chepa, porque esa alegría.

Era él, era él, era él.

Harry le dijo a su esposa que el Jinete que le compró los alimentos que tría en su burro ere Jesús, el salvador del mundo, al  que crucificaron en la cruz.

Como Harry, tú estás loco.

Si mujer, era igualito al de la película que nos vimos el jueves santo, el que abrió los mares, para que cruzaran los Israelitas, el que partió el pan y multiplicó los peses, el que curaba a los enfermos y habló hasta que se quedó dormido.

Meditando, Chepa se sentía fresca, aliviada y sonriente y en voz baja decía Jesús gracias por escuchar mis peticiones terrenales, nunca dudé de la fe que te tengo.

Al día siguiente, Harry se metió la mano al bolsillo donde guardaba los veinte pesos de la venta al Jinete y no encontró el dinero, sorprendido llamó a su esposa Chepa y le preguntó por el dinero, ella le dijo, no te preocupes Harry, los deposité en tu mochila, cuando el hombre metió la mano a la mochila sintió y palpó monedas, al sacarlas y contarlas habían mil monedas de oro.

La humildad, la fe y la esperanza, mueven montañas.



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