sábado, 28 de marzo de 2015

LA LEYENDA DEL GRAN HOMBRE LOBO

LA LEYENDA DEL GRAN HOMBRE LOBO
Por Francisco Carrasco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe




Josefina y su esposo Iván, salieron  a las ocho de la noche de la parcela para su hogar, después de una jornada de trabajo de más de catorce horas, tenían que recorrer doce kilómetros de montaña y camino angosto en sus mulos bayo y mojino.

Después de  los tres kilómetros de camino, el espacio se oscureció, la luna se ocultó, se escucharon ladridos de perros de monte y un fuerte huracán se venía de frente hacia ellos.

Josefina sacó de sus seno derecho un rosario y se puso a orar, Iván la miraba de reojos pero no dijo una sola palabra, a medida que avanzaban el ambiente se les volvía más pesado y enrarecido, sintieron los esposos que alguien los venía siguiendo a corta distancia.

Las veces que ambos miraron hacia atrás , no vieron a nada ni a nadie, el paso de los mulos ya no era acompasado, se sentían toscos y enredados, es más el mulo bayo casi se cae, por una mala pisada.

Al llegar a una quebrada, notaron que estaba desbordada y era imposible pasarla, a pesar que no estaba lloviendo en el sitio donde se encontraban, pero había caído un fuerte aguacero en las cabeceras de la montaña.

Decidieron acampar un poco, mientras las aguas bajaban su nivel, bajaron de los mulos, los amarraron a soga larga parta que comieran pasto fresco, Josefina le comentó a su esposo que ella tenía mucho miedo porque los venían siguiendo, Iván afirmó lo mismo, pero que no se preocupara, que quizás era por el cansancio y la fatiga de la pesada jornada de trabajo que tuvieron que realizar.

Decidieron hacer una fogata, Iván se internó al monte a recoger leña seca para encender y resguardarse de cualquier animal feroz o culebra cascabel.

Al notar Josefina que su esposo no regresaba, comenzó a vociferar el nombre de Iván, Iván, Iván, pero su llamado se lo llevaba el viento que ya comenzaba a soplar fuerte, decidió hacer  una fogata con hojas y palos secas en un espacio de arena, para que las llamas no se extendieran a la montaña.

De la espesura salió un hombre peludo como un mico, con las orejas como conejo blanco, tenía los ojos grandes y redondos y estaba provisto de unas largas y afiladas garras.

Josefina cogió un tizón de candela y lo amenazaba con quemarlo, haciéndolo retroceder, dio media vuelta y se internó en la montaña, pasaron veinte minutos de desosiego y miedo de la mujer e Iván no aparecía, Josefina se llenó de ánimo y decidió internarse a la espesa montaña y buscar a su esposo.

Gran sorpresa se llevó, cuando vio a su esposo sentado debajo de una mata de peralejos, emitió un aullido de lobo y se estaba transformando de lobo a humano, la mujer se escondió sorprendida por lo que acababa de ver y volvió al sitio donde estaba la candela y los mulos cargados.

Al poco rato regresó su marido con una frazada de leña, se le notaba un mal color de la piel de su cara y todavía se le veían sus uñas largas afuera.

Salió la Luna llena, bajaron las aguas en la quebrada y los esposos siguieron su camino a casa, no hubo conversación durante el recorrido de nueve kilómetros de camino faltante.

A la mañana siguiente bien temprano Iván ensillo su mulo bayo, se sirvió un café tinto caliente que el mimo preparó y se marchó nuevamente para la parcela, momento que esperaba Josefina, quien no pegó los dos ojos durante el resto de la noche, sabiendo que el que estaba acostado a  su lado en la cama, era el hombre lobo de la montaña.

Cogió un saco de recolectar algodón, metió sus tres trapitos de vestir, se calzó sus andalias y salió a la calle principal, ya venía el Jeep de Juan Buelvas, con destino a Corozal por  el camino de San Roque y después de muchos años, dicen que se fue a vivir a Maracaibo Venezuela, pero yo estoy seguro que ella no ha olvidado a Iván su esposo, tampoco sabe a ciencia cierta que paso esa noche en la montaña.

El hombre Lobo, después de que la fase lunar, paso de llena a nueva, le vino a la memoria, la hermosa mujer de la montaña, con quien hizo el amor y se convirtió en un animal peludo de color verde y con garras, ahora todas las noches a las doce en punto, en el parque del pueblo, emite su aullido el gran hombre Lobo.


1 comentario:

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