sábado, 22 de noviembre de 2014

EL CHIVO MONO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
 












A Temilda, una joven Wayuu, la dotaron y la casaron con Euclides, le dieron doscientos chivos, veinte collares, cuatro pulseras y diez cadenas de oro de veinticuatro  quilates, más un rancho al lado de la casa de los padres de Euclides, donde se fueron a vivir.

Entre los chivos recibidos por los familiares de Temilda había uno que tenía dos colores en su piel, cascos negros con medias blancas, el resto del cuerpo era Mono, barba larga amonada, ojos café con aureolas azules, bemba larga y caída, cachos grandes alunados.

Por su edad el chivo Mono era el rey de la manada, hasta que llegó a la ranchería de los padres de Temilda y los revolvieron con doscientos chivos que había pastando a cielo abierto en esa ranchería

Le colocaron el nombre del Chivo Mono, porque había otro chivo de color negro con blanco y mandaba en la ranchería.

Tan pronto llegó el chivo mono, el negro lo encaró y le hizo saber quien mandaba allí, el mono que venia del 30, tierra que jurga, no pensaba dejarse ningunear, menos perder el amor de sus hembras de la manada.

Apartó el chivo mono a toda su manada que traía de la otra ranchería, entre ellas a ciento cincuenta y seis hembras paridas que cuidaba celosamente, pero el chivo negro no estaba dispuesto a compartir la manada y se opuso a tal propuesta.

En horas de la tarde los dos chivos tuvieron un pequeño enfrentamiento, donde el chivo negro midió fuerzas con el mono, allí quedaron empatados, a la noche siguiente encerrados en un corral de varetas  y ante la mirada temerosa de la manada, estas dos fieras se tranzaron en pelea, abrieron campo, contaron diez pasos y salieron del punto equidistante al punto cero, en velocidad de  diez kilómetros por hora.

Como resultado del primer choque, al chivo negro se le partió un cacho y al chivo mono se le desfiguraron las dos astas.

En el segundo encuentro seguido del primero, el chivo mono estudio la estrategia de quitarse para siempre al negro que le estorbaba en su manada compuesta por trescientos noventa y nueve chivos, con estrategias de vencedor, miró el corral de varetas y se dirigió hacia donde habían dos postes cerca, cuando el chivo negro venía con ímpetus de embestirlo, el chivo mono le sacó el cuerpo y el chivo negro fue a incrustarse a los dos maderos, donde para sacarlo tuvieron que sacrificarlo.

Reinó el chivo mono durante dos años, en la noche hablaba confidencias con la luna, y aprovechó ese tiempo para multiplicar la cría de ganado caprino, rico en leche y su carne una de las mejores en la sazón caribeña.

Había un inconveniente para el chivo mono, el chivo negro dejó crías, cinco chivos machos en crecimiento y después de dos años, estaban dispuestos a pelear con el chivo mono, vengar la muerte de su padre y uno de ellos sería el rey de la manada.

Una tarde los recogieron a todos de donde estaban pastando, caso inusual porque ellos buscaban el corral de varetas  a las seis de la tarde, fueron clasificándolos y apartándolos de la manada, al primero que sacaron fue al viejo chivo Mono, después siguieron las chivas hembras y viejas, en ese instante el chivo mono se dio cuenta que para su lado solo echaban las hembras más viejas y flacas de tanto parir, cosa que alertó al mono quien pensaba que los iban a sacrificar y vender su carne al mercado de Riohacha.

Después de clasificarlos y apartarlos de la manada, el chivo mono escucho cuando sus dueños en lengua Wayuu dijeron que mañana temprano venían por ellos,  reunió a sus chivas en círculo y en voz baja les contó lo que pasaría con ellos y les planteó la estrategia de fuga, les dibujó en la tierra el camino a seguir y el derribo de la cerca de madera.

Tan pronto el gallo cantó a las nueve de la noche, sigilosamente los animales emprendieron feroz carrera hacia el cercado y lo derribaron, se sacudieron y en carrera de chivos abandonaron la ranchería.

En su camino pasaron por Cuestecita,  el treinta, el molino, San Juan, Patillal, Aguas Blancas, Bosconia, Plato, Zambrano, Córdoba Bolívar, Magangue, Buenavista Galeras, Sincé Sampues, chimú Sahagún la Ye y fueron a dar a la finca  los  Pepinos del hacendado Vinicio Cordero, donde habían unos cuarenta toros negros de lidia en corralejas, unas quinientas vacas pastando, todas de color negro, era evidente que tan pronto se dieran cuenta de su presencia, los echarían a patadas de la hacienda por la fama que tienen de destruir todo lo que encuentren a su paso.

Allí fue cuando el Chivo Mono, cachos malos, pensó en convertirse en ganado al igual que los toros y vacas de la hacienda, se apartó de la manada y habló con su amiga La Luna y esta le concedió su deseo, fue poco a poco cambiando su estructura muscular, después su tamaño, siguió la cara, sus ojos se engrandecieron y se ocultaron un poco, su cornamenta creció defectuosa y su silueta era parecida a un buey por su estatura, y su cara parecida a un chivo, manso, despacioso y dócil, las chivas, se fueron convirtiendo cada una en hermosas vacas de color mono.

Cuando los trabajadores le fueron a dar vueltas al ganado, encontraron a un toro mono, de gran estatura de unos doscientos kilos de peso, de inmediato dieron aviso al dueño de la hacienda y este dio la orden de tenerlos a parte, para entregárselos a su propio dueño, cuando este viniera buscándolos.

Pasaron seis meses y nadie vino por los animales, y ya se acercaba la fecha de lidiar los toros negros en la corraleja de Sahagún Córdoba, un toro de los negros se partió una pata, peleando con otro toro y se descartó para la corraleja, en su remplazo solo estaba el toro cara de Chivo Mono, a quien ajuntaron en la manada.

El dueño de la hacienda dijo que ese toro era como un buey, que solo le serviría para guiar a los toros negros Bravos y manifestó que tan pronto saliera a la corraleja lo enlazaran y lo trajeran de vuelta al toril.

Eran las tres de la tarde del segundo día de toros, cuando sacaron a la corraleja al Chivo Mono, dieron orden de no garrocharlo, solo manta, sonaron las tres bandas de música sabanera y un osado garrochero se quiso lucir, garrochando al Chivo Mono, este se dio vueltas y saco del camino al garrochero y a su caballo.

Todos los presentes se pusieron de pies en los palcos, la algarabía y los gritos, lo mato, lo mató, se confundían con los sonidos de las bandas y los picok debajo de los palcos, el Chivo Mono escarbaba como diciendo quien sigue ahora.

Los enlazadores iban a cumplir su faena de devolverlo al toril y con una seña del dueño del toro que lo dejaran, un mantero se acercó al palco de honor y le dijo al dueño del toro, que lo mantearía por Quinientos mil pesos, el sí del hacendado fue una Sentencia de muerte para el mantero, y así fue cogiendo fama el Chivo Mono.

En todas las corralejas de la costa caribe colombiana, donde se presentaba, había muertos por cornada del famoso toro, a su paso dejó a muchos hogares de la costa enlutados, corneo a más de treinta personas, tenía la inteligencia de abrirse de la corraleja para ver quien caía de los racimos de humanos que se hacían en las varas del ensogado y dar cuenta de ellos.

Murió en los rodeos de la hacienda Quibdó, en el departamento de córdoba, con las luces del día, por eso su aliada la Luna no pudo hacer nada por él.

Dejo El Chivo Mono, una estela de hijos, regados  tanto chivos en las rancherías de la Guajira, como toros criollos de lidia en córdoba y sucre.  


 Temilda y Euclides, dos Indigenas de la Etnia Wayuu, de la Alta Guajira Colombiana, vivieron una vida feliz, sin saber que en la Dote de Matrimonio, venia El Famoso y temido CHIVO MONO.

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