sábado, 4 de octubre de 2014

UN BATRACIO EJECUTIVO

UN BATRACIO EJECUTIVO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe.



De la suerte y de la muerte nadie se escapa, refrán popular de los humanos, en este caso la suerte le toco a un animal de la naturaleza, SAPO, su nombre científico de numerosas especies de anfibios anuros, con su piel verrugosa, horrible en su aspecto, al andar, a simple vista, pero por algo está en este hermoso mundo.

Simplicio, es un campesino que siembra plátano  en su finca, cuando ya están de corte los clasifica y los mete ordenadamente en unos guacales y los trae a la ciudad para ser distribuidos entre los mayoristas y estos venden al público.

Corso, un sapo grande, que vivía entre las matas de plátano en la finca de Simplicio, todas las noches salía a comer grillos, langostas y todo animalito que se encontrara en su camino, excepto la culebra, el gavilán pollero y la pigua, sus arrecimos enemigos.

Esa noche Corso salió de su guarida como de costumbre  a las seis de la tarde, ya estaba oscuro, al salir al camino real, se tropezó con un borracho, que se encontraba tirado en el camino, portaba una botella de ron y estaba fuera de combate, o sea borracho, Corso se acercó, miró y analizó el panorama y la situación, en eso el borracho dejó caer la botella destapada, Corso ingirió liquido hasta perder la razón, se arrastró hacia las matas de plátano y cuando despertó estaba en un guacal con  tres docenas de plátano verde, y unas majaguas secas de la sepa del plátano.

Escuchaba, el gritar de personas, en demanda y oferta de productos comestibles, “a mil, todo a mil, tres por cinco mil, a tres mil la mano”, en eso Corso escondió las dos paticas delanteras, el vendedor lo detectó, lo cogió por las paticas traseras y se lo metió en un bolso a una señora, sin que ella se diera cuenta.

Fue a para Corso a una oficina que por su aspecto, era de carácter público, todas las personas allí presente, las mujeres hablaban de cosas del hogar, los hombres planeando para las próximas elecciones, en eso uno de ellos dijo:

“El Sapo ese del jefe lo vamos a quebrar, porque se porta mal”.

Otro dijo: Tanto Sapo inteligente que hay, para nombrar a ese batracio en ese cargo.
Un aseador de la empresa que estaba oyendo la conversación dijo:

No se preocupen muchachos que mañana amanece el jefe convertido en un sapo de cuatro patas.

En un descuido Corso se metió en la gaveta de un escritorio en donde estaba el bolso de la señora que estuvo comprando plátano en el mercado.
En horas de la noche como el batracio era inteligente, comenzó a tratar de hablar, en eso llego Tía  rana y le dijo:

Ajáaa Corso y tú que haces por aquí, esta no es tu zona, el animalito le contó a tía rana lo sucedido con lujos de detalles y también le contó la conversación del Jefe Sapo, y le manifestó, que él quería ese puesto, la rana le dijo a Corso, no te preocupes, ese puesto es tuyo, desde mañana, tienes cuatro meses, para enderezar esta oficina.

Fueron a la casa del jefe y lo convirtieron en Corso, con voz y voto, con el cerebro del jefe y el hablado del jefe siendo un poco ronco, sus vestidos y su caminado.

Esa mañana llegó el Jefe bien temprano y se ubicó con lista en mano, a la entrada de la oficina, al lado del Guardia de seguridad, que no podía creer lo que veía, esa mañana el relevo de la vigilancia fue a las ocho y no a las seis y media, como lo hacían y a todo el que iba entrando lo chuleaba de la lista, dispuesto a desquitarse de los revoltosos que lo querían quebrar.

La empleada del bolso y secretaria, llegó quince minutos tarde, le pasaron una raya roja a su nombre.

Los tres restantes revoltosos llegaron una hora tarde y salieron directo a la oficina del Jefe Sapo, extrañados por encontrarlo a la entrada con una lista de todos los empleados, cuando él no se pertenecía de esas cosas.

Corso, les aplicó la Ley Laboral, solo en cuatro días los empapeló, el primer día de llegada tarde, una amonestación verbal, el segundo un memorando, el tercero diez días de suspensión y el ultimo día, la carta de retiro y los boto a los cuatro, incluyendo su secretaria, que fue reemplazada por la rana inteligente, gestora de la transformación de Corso.

En cuatro meses de transformación del Sapo Corso a ejecutivo de una Empresa del Estado, reformó la oficina, dio cátedras de valores a sus colaboradores y la oficina de atención al público, se ganó un premio por la atención esmerada a los usuarios.

Después de la fecha para que Corso dejara el Cargo, lo llamaban Don Sapo, porque el ejecutivo a quien reemplazó Corso, su cara quedó marcada para siempre, tenía verrugas y los ojos eran de sapo, los espejuelos eran como dos vidrios del fondo de una botella donde se envasa el vino, cuando cogía rabia, votaba un líquido blanco y espeso por sus poros.


Queda comprobado, que los Batracios, también hacen las cosas bien, cuando se lo proponen.

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