domingo, 2 de marzo de 2014

UN CAHALOTE VIAJERO

UN CAHALOTE VIAJERO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.




En el golfo de Morrosquillo, una vez, los pescadores artesanales divisaron un barco en alta mar, cada vez más se acercaba hacia ellos y pitaba y pitaba y pitaba, fooooooob, foooooob. Foooooob, la señal indicaba que venía en emergencia y más por la velocidad y la ruta que traía, estaba fuera de las coordenadas del puerto de Cartagena y del canal de Panamá.

Todos recogieron las redes de pesca como pudieron buscaron la orilla del mar, por dos razones, una que las olas les podía voltear las canoas y otra que no se sabía del porque ese barco de bandera holandesa venía a tanta velocidad, directo al puerto de Tolú Sucre Colombia.

Detrás del barco divisaron los pescadores como especie de un submarino que solo sacaba la torreta, todavía con más razón para huir de tan gigantes barcos, a pocas millas de la orilla los pescadores vieron que el barco giró a unos noventa grados y de inmediato apago los motores y tomo un curso diferente al que traía.

El submarino siguió derecho y a las pocas horas se encallo en la playa de Tolú, los bañistas se salieron del mar y las olas bañaron por espacio de unas horas el camellón, los hoteles de la primera avenida se inundaron las embarcaciones pequeñas que estaban ancladas en el puerto vinieron a dar al parque y algunas terminaron incrustadas dentro de la iglesia.

El caos reino por varias horas, habían personas desaparecidas, las autoridades afanados por controlar la situación que por su puesto se les salió de las manos, pidieron auxilio a bomberos de Sincelejo y Cartagena.

La marina reportó la emergencia a todos los puertos que un barco venia en emergencia por causas de un enorme cachalote que lo perseguía desde hacía diez  días en aguas profundas.

El Barco pidió permiso para anclar en el puerto de Cartagena de Indias y su capitán contó con detalles sobre el enorme cachalote, manifestando que en una noche de luna clara, divisaron unos animales marinos de gran tamaño, en una pelea feroz por una hembra en celos, de inmediato el capitán cambió las coordenadas y giró el barco lo más lejos posible de la contienda amorosa de los cachalotes, por seguridad, ya que las aguas del mar emitían olas hasta de veinte metros de alto.

Uno de los cachalotes divisó el barco y se le pegó, al amanecer notaron la presencia del animal marino que venía a una velocidad de 200 kilómetros por hora, directo al barco que traía una carga de  cuatrocientas toneladas de parafina en bultos de cincuenta kilos, con destino a Argentina, vía canal de panamá.

Mientras las autoridades marinas daban el reporte, en el puerto de Tolú y después de la tempestad viene la calma, el impresionante animal trataba de desvararse, pero era imposible por su tonelaje encima, las olas seguían altas cada vez que el animal marino movía su enorme cuerpo.

Una fila de dos kilómetros se veía a los parroquianos camino hacia toluviejo y coveñas, manifestando que una fiera de mar había encallado en el puerto y que se quería saltar para comerse a cuanto humano había cerca.

El enorme Cachalote duró con vida por espacio de quince días, ingentes esfuerzos hicieron las autoridades por desvararlo, pero fue en vano, cuando los porteños decidieron picarlo con hachas y sierras y repartir su carne entre todos y cada uno de los habitantes de la costa del golfo de Morrosquillo, medía 16.5 metros.

Para esa época la sal se le llamaba de ganado, era gruesa y venía de Galerazamba, Bolívar y Manaure, Guajira, bueno esa se agotó en la región y tuvieron que comprar muchos bultos para salar las presas del animal, la pesca se paralizó ya que había comida en abundancia, los flacos se engordaron y los gordos se volvieron obesos.

A las mujeres porteñas les creció la cola y le salieron bíceps en sus brazos, de ellas salieron muchas boxeadoras que se defendían de las agresiones de sus maridos.

En los patios grandes de las casas se veían las pencas de carne salada asoleándose para después hacer un estofado de cachalote con yuca y plátano verde.

Las autoridades tuvieron que controlar las trifulcas que formaron las personas encargadas de destrozar el animal, porque en su vientre le hallaron  cinco toneladas de parafina que en su afán por salvarse los marineros del barco le tiraban al feroz animal marino.

Los pescadores hicieron su agosto con la venta de la carne y la parafina y lo que no pudieron vender y comer, las autoridades contrataron unos buldócer y cavaron en una finca cercana una tapa de dos kilómetros cuadrados con fondo de un kilómetro de profundidad y enterraron los restos del animal, envueltos en unas lonas plásticas, para no sentir el olor en descomposición le echaron polvo de caliza al Cachalote Viajero.

Al mes de haber enterrado los restos del cachalote, llegó una comisión de empresarios holandeses, y desenterraron la cabeza del animal para extraerle un Aceites cuyo precio en el  mercado era de trescientos dólares por galón, campesinos y pescadores desenterraron el animal por orden de las autoridades y la carne la  subieron al barco, a cada uno de los participante les dieron mil dólares para que compraran embarcaciones con motor fuera de borda y material de pesca sofisticado.

Ahora en Tolú, los pescadores y hoteleros, cuando divisan un barco, en alta mar están alertas por si se trata de otro Cachalote Viajero, que viene a encallarse en el puerto.


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