UN CAHALOTE VIAJERO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano.
En el golfo de Morrosquillo,
una vez, los pescadores artesanales divisaron un barco en alta mar, cada vez
más se acercaba hacia ellos y pitaba y pitaba y pitaba, fooooooob, foooooob.
Foooooob, la señal indicaba que venía en emergencia y más por la velocidad y la
ruta que traía, estaba fuera de las coordenadas del puerto de Cartagena y del
canal de Panamá.
Todos recogieron las redes
de pesca como pudieron buscaron la orilla del mar, por dos razones, una que las
olas les podía voltear las canoas y otra que no se sabía del porque ese barco
de bandera holandesa venía a tanta velocidad, directo al puerto de Tolú Sucre
Colombia.
Detrás del barco divisaron
los pescadores como especie de un submarino que solo sacaba la torreta, todavía
con más razón para huir de tan gigantes barcos, a pocas millas de la orilla los
pescadores vieron que el barco giró a unos noventa grados y de inmediato apago
los motores y tomo un curso diferente al que traía.
El submarino siguió derecho
y a las pocas horas se encallo en la playa de Tolú, los bañistas se salieron
del mar y las olas bañaron por espacio de unas horas el camellón, los hoteles
de la primera avenida se inundaron las embarcaciones pequeñas que estaban
ancladas en el puerto vinieron a dar al parque y algunas terminaron incrustadas
dentro de la iglesia.
El caos reino por varias
horas, habían personas desaparecidas, las autoridades afanados por controlar la
situación que por su puesto se les salió de las manos, pidieron auxilio a
bomberos de Sincelejo y Cartagena.
La marina reportó la
emergencia a todos los puertos que un barco venia en emergencia por causas de
un enorme cachalote que lo perseguía desde hacía diez días en aguas profundas.
El Barco pidió permiso para
anclar en el puerto de Cartagena de Indias y su capitán contó con detalles
sobre el enorme cachalote, manifestando que en una noche de luna clara,
divisaron unos animales marinos de gran tamaño, en una pelea feroz por una
hembra en celos, de inmediato el capitán cambió las coordenadas y giró el barco
lo más lejos posible de la contienda amorosa de los cachalotes, por seguridad,
ya que las aguas del mar emitían olas hasta de veinte metros de alto.
Uno de los cachalotes divisó
el barco y se le pegó, al amanecer notaron la presencia del animal marino que
venía a una velocidad de 200 kilómetros por hora, directo al barco que traía
una carga de cuatrocientas toneladas de
parafina en bultos de cincuenta kilos, con destino a Argentina, vía canal de
panamá.
Mientras las autoridades
marinas daban el reporte, en el puerto de Tolú y después de la tempestad viene
la calma, el impresionante animal trataba de desvararse, pero era imposible por
su tonelaje encima, las olas seguían altas cada vez que el animal marino movía
su enorme cuerpo.
Una fila de dos kilómetros
se veía a los parroquianos camino hacia toluviejo y coveñas, manifestando que
una fiera de mar había encallado en el puerto y que se quería saltar para comerse
a cuanto humano había cerca.
El enorme Cachalote duró con
vida por espacio de quince días, ingentes esfuerzos hicieron las autoridades
por desvararlo, pero fue en vano, cuando los porteños decidieron
picarlo con hachas y sierras y repartir su carne entre todos y cada uno de los
habitantes de la costa del golfo de Morrosquillo, medía 16.5 metros.
Para esa época la sal se le
llamaba de ganado, era gruesa y venía de Galerazamba, Bolívar y Manaure, Guajira,
bueno esa se agotó en la región y tuvieron que comprar muchos bultos para salar
las presas del animal, la pesca se paralizó ya que había comida en abundancia,
los flacos se engordaron y los gordos se volvieron obesos.
A las mujeres porteñas les
creció la cola y le salieron bíceps en sus brazos, de ellas salieron muchas
boxeadoras que se defendían de las agresiones de sus maridos.
En los patios grandes de las
casas se veían las pencas de carne salada asoleándose para después hacer un estofado
de cachalote con yuca y plátano verde.
Las autoridades tuvieron que
controlar las trifulcas que formaron las personas encargadas de destrozar el
animal, porque en su vientre le hallaron
cinco toneladas de parafina que en su afán por salvarse los marineros
del barco le tiraban al feroz animal marino.
Los pescadores hicieron su
agosto con la venta de la carne y la parafina y lo que no pudieron vender y
comer, las autoridades contrataron unos buldócer y cavaron en una finca cercana
una tapa de dos kilómetros cuadrados con fondo de un kilómetro de profundidad y
enterraron los restos del animal, envueltos en unas lonas plásticas, para no
sentir el olor en descomposición le echaron polvo de caliza al Cachalote
Viajero.
Al mes de haber enterrado
los restos del cachalote, llegó una comisión de empresarios holandeses, y
desenterraron la cabeza del animal para extraerle un Aceites cuyo precio en el mercado era de trescientos dólares por galón,
campesinos y pescadores desenterraron el animal por orden de las autoridades y la
carne la subieron al barco, a cada uno de
los participante les dieron mil dólares para que compraran embarcaciones con
motor fuera de borda y material de pesca sofisticado.
Ahora en Tolú, los
pescadores y hoteleros, cuando divisan un barco, en alta mar están alertas por
si se trata de otro Cachalote Viajero, que viene a encallarse en el puerto.
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