domingo, 23 de marzo de 2014

LAS COSECHAS DE ÑAME

LAS COSECHAS DE ÑAME
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano


Una noche de verano, mano Antenor, venía en tres quince bajando el Páramo rumbo a la Arena, por la vía de Laguna Flor, la tierra de las mujeres bonitas, todas blancas y ojos verdes, en ese camino se encontró con el curandero o curioso más prestigioso de la región, quien era muy amigo del papa de don Ante, cuando este estaba vivo.

Venía en un burro brioso de alta gama, o sea de gran estatura, paso ligero y aperos elegantes, tan pronto estuvieron frente con frente, don Ante le dijo:

Hombre docto tenia años de no verlo, por donde andaba, supo que su amigo se murió (el papá).

 Si don Ante yo me encontré con él, como va esa cosecha de ñame.

Hombre docto este año eso no va a producir casi nada, ahora con ese verano que nos está atropellando, acto seguido se acordó que el indígena Zenu era el hombre que le podía poner a parir esas matas de ñame.

Hombre docto yo necesito de sus servicios a ver si esa cosecha sirve.

Claro don Ante, aunque ya no me dedico a eso, lo voy a ayudar por la amistad que tengo con su padre, todas las noches jugamos tejo allá donde estamos, esta misma noche le voy a trabajar a ese ñame y le pronosticó a don Ante, que buscara muchos sacos para depositar la cosecha y que fuera ubicando al comprador porque lo que venía era una gran cosecha de ñame de buena calidad.

También le dijo que los honorarios por el trabajo realizado, se los pagara en la tercera cosecha.

No fue más la conversación ambos se despidieron y siguieron sus caminos, uno venia hacia el Páramo y el otro iba para la Arena.

Los campesinos de la región sabanera de Bolívar, Sucre y Córdoba,  donde se siembra la semilla del ñame, conocen la tierra, el mes de siembra y cuando se recoge la cosecha.

Don Antenor había sembrado la semilla a principios del mes de abril, en una tierra negra, cuarteada por el verano, con las primeras lluvias, se vuelve barro, intransitable en vehículos y animales, pero buena para el ñame criollo y espino, de un gran valor nutritivo y especial para hacer un mote de queso.

Con todos los cuidados que requiere sacar una cosecha, Don Ante, se metió de lle no a su cultivo de cinco hectáreas, para recoger una producción de diez toneladas, que con mucho cuidado contrata a un personal experto en sacar el tubérculo de la tierra en los meses de noviembre, diciembre y enero.

La penúltima cosecha, se pronosticaba que el ñame no estaría a la altura de otros años porque el verano atropelló la semilla y una parte se pudrió y se murió, no germinó.

Pero las esperanzas y la fe de don Ante, por salir adelante con los compromisos familiares y financieros, lo obligaban a buscar estrategias para que la semilla que sembró, diera buena cosecha.

Un poco desconfiado de las palabras del indígena, pero con una gran esperanza de que lo que dijo fuera la purita verdad, salió a Sincelejo y en el mercado compro dos mil sacos ñameros, amarro la cosecha con los mayoristas y fue hablando con los señores que recogían el ñame, para que no se comprometieran con otro cultivador.

Llego el mes de noviembre y por última vez le pasó revista a la cosecha, mata por mata y observó que el pie estaba pronunciado, augurando una gran cosecha.

Don Antenor Paternina recogió esa vez la cosecha de ñame y la vendió a buen precio, salió de los compromisos y le quedo un buen dinero por la cosecha.

Al año siguiente no sembró semilla, la que quedó enterrada nuevamente germino y la cosecha fue al doble, cada ñame pesaba una arroba, sus ganancias se triplicaron, al no tener que comprar la semilla.

Después de recoger la cosecha, metió al terreno un ganado de engorde, que pisoteo todo lo que quedó de rezago de ñame.

A la tercera cosecha, sacó el ganado y metió tres tractores a arar la tierra, ese mismo día a los quince minutos de arado los tractoristas le dijeron a don Antenor que allí había sembrada una semilla de ñame.

Suspendieron el arado y a las primeras lluvias comenzó a germinar, fue tan grande la cosecha de ñame, que tuvieron que contratar más mano de obra para recoger la cosecha, fueron cinco bodegas de tres mil metros cuadrado cada una que llenaron con bultos de ñame criollo y espino, vino un barco a cargar el ñame para llevárselo a los EE.UU.

Esa tercera cosecha fue paga en dólares americanos, motivo que le dio a don Antenor a dejar el burro en que andaba y comprarse una camioneta doble cabina, fue a buscar al indígena que le rezó la primera cosecha para recompensarlo y fue tan grande la sorpresa que recibió de sus familiares al contestarle que él tenía diez años de haber fallecido.

Don Antenor Paternina no creía lo que le decían, pero si se acordó de la conversación en el camino del páramo que un tiempo antes sostuvo con el indígena y que por ir borracho no capto bien frases como: Si yo me encontré con él o todas las noches jugamos tejo allá donde estamos.

Cayó don Ante redondito, privado y con la respiración a bajo volumen, tan pronto volvió a la realidad se dirigió al cementerio del pueblo indígena y comprobó la verdad, un epitafio en una tabla rustica decía:

Aquí yace un hombre servidor en vida y en la otra, fecha de nacido y fecha de su partida a la eternidad.

Le entregó el dinero de la paga a la hija mayor, se dirigió a la iglesia y le mandó a decir dos misas cantadas para quedar en paz y salvo con el indígena mayor.

La tierra de la Arena sucre, sigue produciendo ñame de exportación, no hay que comprar semilla, ella queda lista de la cosecha anterior.

Estas cosas solo pasan, en nuestros  pueblos macondianos, que lastima que se encuentren tan abandonados.


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