EL SUPER CULTIVO DE AJI PICANTE
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
Ángel, era un amigo de la
familia que lo contrataban para cortar el junco en una poza que había en la
finca, con ese junco se hacen las
esterillas con que aperan los burros y mulos, después de un proceso de secado
al sol y luego se va amarrando con una pita pasada por cera de abejas, quedando
una esterilla de cuarenta por cincuenta centímetros, lista para ponérselas al
sillón del burro o mulo cerrero.
Se ganaba Ángel un jornal de
trabajo diario y con ese dinero pretendía sembrar tres hectáreas de maíz en su
parcela, para luego venderlo al mejor postor, ya tenía la tierra arada,
esperando las primeras lluvias de mayo.
Se alimentaba ese señor con
ají picante, uno que le llaman topito, más peligroso que una mapaná rabo seco
enroscada, observé a Ángel recogiendo ají picante de unas
matas que estaban cerca de la casa, la advertencia para los niños, era no
acercarse a esas matas porque tenían gusano y el que lo picaba ese gusano le
daba fiebre de 40 grados y le tenían que colocar una inyección para sanarse,
por ese motivo a nosotros, nos era indiferente ese sector de la casa.
Pero como la curiosidad mata
al gato, y al ver a Ángel recogiendo
esos ajíes rojos y no picarle los gusanos optamos por recoger las pepitas rojas
y las verdes también las arrancamos.
A los pocos minutos, la cara
y los ojos se nos hincharon como boxeador que pierde la pelea, los labios
parecían a las figuras de la morena pintada por Aguas Limpias y sí, nos
llevaron para donde el médico y de inmediato ordenó las inyecciones para bajar
la alergia.
Ángel continuo haciendo pava
de ají picante con huevo revuelto acompañado de yuca y suero, ese era su
alimentación mientras estuvo recogiendo junco o enea para hacer esterillas.
Los ojos se le ponían rojos
y llorosos y al preguntarle porque lloraba, decía que porque su mujer lo
abandono, ella no quería comer pava de ají picante.
Cuando ya las matas se les
acabo la cosecha, se mudó para otras matas de ají, estos eran grandes, largos y
picaban más que los topitos, un buen día recogió sus ajíes, los cocinó, luego de
enfriarse los molió y se los revolvió a los huevos con todas las semillas.
A los dos minutos de haber
comido Ángel, se retorcía del dolor de estómago, al igual que su burro a quien
también lo alimentaba con ají, estaba tirado al piso con los aperos encima, a
ambos le dieron leche de ganado, cuando ya estuvieron aliviados, Ángel se montó
en su burro y se fueron de prisa, sin cortar el junco.
Al pasar de los días y no
regresar a sus labores el señor Ángel, mandaron a un trabajador de la finca a
buscarlo a su casa a 2 kilómetros de distancia.
Cual sorpresa se llevó el
mensajero, al observar en el camino un semillero de ají picante germinando, más
de tres kilómetros cuadrados con las matas verdes, abonadas con estiércol de
burro.
Al llegar a casa de Ángel, el
trabajador le preguntó porque no había vuelto a su trabajo de cortar junco, que
el patrón lo mando a buscar y que le explicara ese semillero de ají picante
abonado con estiércol.
Ángel se sonrió y le comentó
que ese semillero era del estiércol del burro que votaba al comer ají picante con
la semilla incluida, que al pasar por la finca las iba sembrando por surcos y
como la tierra estaba arada, tan pronto llovió, comenzaron a germinar, después
la fue trasplantando y nacieron unas matas canillonas, cada una de ellas dio de
cosecha cinco kilos, por eso se llamó la súper cosecha.
Le mandó a decir al patrón
que no lo esperaran, porque él se iba a dedicar a cosechar ají picante para
venderla a una empresa que lo
transformaba y lo vendía en frascos con etiquetas.
Tan buena fue esa cosecha de
ají picante, que con el dinero compro la finca donde trabajaba, más las tres
hectáreas que había sembrado y se dedicó al cultivo de ají picante, sus
ganancias superaban sus expectativas y la empresa le compraba la cosecha, antes
de sembrarla.
Los vecinos le preguntaban
que cual era la formula, para ellos implementarla, el burro que estaba pastando
cerca, escucho la conversación, le dijo
al vecino, vea es mejor que usted no sepa la formula porque creo que no va a
aguantar los dolores de estómago.
Su amo lo recriminó por
meterse en la conversación de los humanos y le dijo al vecino:
No le pare bolas a ese
burro, mírelo bien, tiene los ojos
rojos, eso es por comer pava de ají picante.
El vecino le contesto: A
vecino, entonces usted también es un burro, porque tiene los ojos rojos y
brillantes, como gallo fino, antes de pelear.
Ya un poco molesto Ángel le
dice al vecino que lo respete, que él no es ningún burro, el de cuatro patas
paró las orejas y contestó, si porque el único que como yerba soy yo, sacudió
sus orejas, brinco con las dos patas traseras y se fue rebuznando.
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