sábado, 15 de marzo de 2014

EL SUPER CULTIVO DE AJI PICANTE

EL SUPER CULTIVO DE AJI PICANTE
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano












Ángel, era un amigo de la familia que lo contrataban para cortar el junco en una poza que había en la finca, con ese  junco se hacen las esterillas con que aperan los burros y mulos, después de un proceso de secado al sol y luego se va amarrando con una pita pasada por cera de abejas, quedando una esterilla de cuarenta por cincuenta centímetros, lista para ponérselas al sillón del burro o mulo cerrero.

Se ganaba Ángel un jornal de trabajo diario y con ese dinero pretendía sembrar tres hectáreas de maíz en su parcela, para luego venderlo al mejor postor, ya tenía la tierra arada, esperando las primeras lluvias de mayo.

Se alimentaba ese señor con ají picante, uno que le llaman topito, más peligroso que una mapaná rabo seco enroscada,   observé a Ángel recogiendo ají picante de unas matas que estaban cerca de la casa, la advertencia para los niños, era no acercarse a esas matas porque tenían gusano y el que lo picaba ese gusano le daba fiebre de 40 grados y le tenían que colocar una inyección para sanarse, por ese motivo a nosotros, nos era indiferente ese sector de la casa.

Pero como la curiosidad mata al gato, y  al ver a Ángel recogiendo esos ajíes rojos y no picarle los gusanos optamos por recoger las pepitas rojas y las verdes también las arrancamos.

A los pocos minutos, la cara y los ojos se nos hincharon como boxeador que pierde la pelea, los labios parecían a las figuras de la morena pintada por Aguas Limpias y sí, nos llevaron para donde el médico y de inmediato ordenó las inyecciones para bajar la alergia.

Ángel continuo haciendo pava de ají picante con huevo revuelto acompañado de yuca y suero, ese era su alimentación mientras estuvo recogiendo junco o enea para hacer esterillas.

Los ojos se le ponían rojos y llorosos y al preguntarle porque lloraba, decía que porque su mujer lo abandono, ella no quería comer pava de ají picante.

Cuando ya las matas se les acabo la cosecha, se mudó para otras matas de ají, estos eran grandes, largos y picaban más que los topitos, un buen día recogió sus ajíes, los cocinó, luego de enfriarse los molió y se los revolvió a los huevos con todas las semillas.

A los dos minutos de haber comido Ángel, se retorcía del dolor de estómago, al igual que su burro a quien también lo alimentaba con ají, estaba tirado al piso con los aperos encima, a ambos le dieron leche de ganado, cuando ya estuvieron aliviados, Ángel se montó en su burro y se fueron de prisa, sin cortar el junco.

Al pasar de los días y no regresar a sus labores el señor Ángel, mandaron a un trabajador de la finca a buscarlo a su casa a 2 kilómetros de distancia.

Cual sorpresa se llevó el mensajero, al observar en el camino un semillero de ají picante germinando, más de tres kilómetros cuadrados con las matas verdes, abonadas con estiércol de burro.

Al llegar a casa de Ángel, el trabajador le preguntó porque no había vuelto a su trabajo de cortar junco, que el patrón lo mando a buscar y que le explicara ese semillero de ají picante abonado con estiércol.

Ángel se sonrió y le comentó que ese semillero era del estiércol del burro que votaba al comer ají picante con la semilla incluida, que al pasar por la finca las iba sembrando por surcos y como la tierra estaba arada, tan pronto llovió, comenzaron a germinar, después la fue trasplantando y nacieron unas matas canillonas, cada una de ellas dio de cosecha cinco kilos, por eso se llamó la súper cosecha.

Le mandó a decir al patrón que no lo esperaran, porque él se iba a dedicar a cosechar ají picante para venderla  a una empresa que lo transformaba y lo vendía en frascos con etiquetas.

Tan buena fue esa cosecha de ají picante, que con el dinero compro la finca donde trabajaba, más las tres hectáreas que había sembrado y se dedicó al cultivo de ají picante, sus ganancias superaban sus expectativas y la empresa le compraba la cosecha, antes de sembrarla.

Los vecinos le preguntaban que cual era la formula, para ellos implementarla, el burro que estaba pastando cerca, escucho la conversación,  le dijo al vecino, vea es mejor que usted no sepa la formula porque creo que no va a aguantar los dolores de estómago.

Su amo lo recriminó por meterse en la conversación de los humanos y le dijo al vecino:

No le pare bolas a ese burro, mírelo bien,  tiene los ojos rojos, eso es por comer pava de ají picante.

El vecino le contesto: A vecino, entonces usted también es un burro, porque tiene los ojos rojos y brillantes, como gallo fino, antes de pelear.


Ya un poco molesto Ángel le dice al vecino que lo respete, que él no es ningún burro, el de cuatro patas paró las orejas y contestó, si porque el único que como yerba soy yo, sacudió sus orejas, brinco con las dos patas traseras y se fue rebuznando.

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