“EL
CUBITA”, UN GALLO FINO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano
Hablando de
gallos finos, recuerdo en mi niñez a mi bisabuelo materno, un gallo rejugado en
las lidias y cría de gallos finos, herencia de su padre, que por tradición
familiar traía la vena de buen entrenador.
Que sitio
más hermoso que “El Paso de los Chivos”, en San Benito Abad, vía al
corregimiento de la Ceiba, antes de
llegar había una gran corriente de agua y si llovía no había pase ni para los
chivos de cría, sólo se escuchaban los cien gallos que con esmero y paciencia
entrenaba mi Bisa.
De esa
cuerda guajira nació el Cubita, enrazado con la cuerda de gallos de “Los
Cadrasco”, de la calle de las Avispas, en la Villa. Era el Cubita un pollo
bravo, el rey de la placita, se enfrentaba a cualquier pollo que quisiera
atropellarlo, de eso pueden dar noticias en la escuela primaria, los docentes y
allegados. Daba tabla, eso causaba peleas a la salida de clase, allá en su hogar llegaban sofocados a decirle a su Padre
abuelo:
-
Vea
cuba, el pollo Jabao está peleando en la esquina de la niña Pepa.
A los 15
años cumplidos le salieron las espuelas, le crecieron las alas y cantó con buen
galillo:
-
¡Cocoro
yo!
Su Bisabuelo
lo motiló, lo entrenó y lo tiró a la gallera, su representante orgulloso era su padrino Cristóbal Flores Quiroz.
-
Apuesten
señores que este Jabao va para el ruedo.- Manifestaba.
Después de esa Pelea que por su puesto Ganó “El Cubita”, saldó cuentas con los
Villeros y con un paz y salvo, abandonó ese ruedo en busca de mejores galleras,
quien recuerda a El Cubita, tiene que ser una persona mayor, porque a decir
verdad van más de cinco décadas por fuera de la Villa, en la placita quedaron
sus primeras plumas, pero como buen
gallo, nunca olvida su gallera, menos de quien recibió granos de maíz.
Tampoco le
molesta el recordar de sus paisanos ese
gran apodo que lo enorgullece y así lo ha hecho saber sus condescendientes,
unos pollos de fama y de buena raza, que cogen espuela natural de su padre “El
Cubita” y de su ancestro el General José Antonio Páez.
Galleras
como el Pico de Oro de Enrique Coronado,
La Uniatlántico, La Autónoma del Caribe, La Simón Bolívar, La CUN y la
CUA y el Ateneo Técnico Comercial, son cartas de presentación de las mejores
galleras por donde ha pisado ese gallo.
Por todos estos motivos es que nadie se atreve a colocarle visuaca.
Tiene el récord
de haberle ganado a gallos como la adversidad, la ignorancia, el hambre, el qué
dirán y a no tragar entero granos de maíz, de manos de personas que se creen saber
por dónde le entra el agua al coco, no señor. Aprendió a jalar chinchorro, a
esquivar las puyas manca tigre de las playas villeras, al sabor y dolor de una
puya de rayas, un blanquillo y un barbul. Sabe de vista como se tumba una
montaña y conoce a leguas el grito de victoria de un leñador, una manta de
yolofos en un arrozal, amigo del corcovao de la serranía de San Lucas.
Gallo de letras,
de la Filosofía, del Derecho y la
Administración, tanto pública como privada, de la Contaduría y Los Valores Éticos,
pisando firme por donde quiera, pollo de confianza de la mejor empresa de
Colombia, capaz de subirse en un vuelo con Simón Bolívar, el sabio Caldas,
Gabriel García Márquez, la Indígena Emberá y el Poeta Julio Garavito, entre
otros estampados en Billetes de la imprenta nacional; de su mente prodigiosa
brotan palabras fluidas y pensadas del lenguaje de Castilla- La Mancha, con
cuatro libros publicados, dos composiciones en Vallenato y trescientos sesenta
Cuentos Culturales de las costumbres Caribe, algunas palabras en Latín y otras
en Ingles Urumitero, porque de allá es su raza gallera.
Jamás,
óigase bien, jamás, ese gallo fino villero
se le ha pasado por su mente hacerle daño a nadie, aquí incluimos a los humanos, animales y menos a la madre
naturaleza, por defecto tiende, alargar las conversaciones, porque tres palabras no le bastan en su poder de
convencimiento a su intención de enderezar este mundo.
“El
Cubita”, un gallo rejugado, que canta en cualquier gallera, primo hermano del
gran gallo Guacharaco, bisnieto del Gallero de Oro Guajiro, a quien no se lo
brincaba un Chivo. Y por último a ese gallo “El Cubita”, lo atropella la humildad,
porque sabe de dónde viene y para donde va.
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