martes, 23 de julio de 2019

EL MEDIO HOMBRE DE NEGRO, EN LA FINCA “LA CONCEPCIÓN”





EL MEDIO HOMBRE DE NEGRO, EN LA FINCA “LA CONCEPCIÓN”
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Porqué las cosas sucedían antes de entrar el siglo xxI, sobre todo en caminos y veredas de nuestra costa caribe colombiana, los hombres eran correctos en su hablar y actuar, todo aquel que se saliera del marco legal familiar, era castigado por los mayores, así no fuera su papá, los presupuestos familiares se respetaban, los jueces eran los padres, que con solo una mirada de tío a sobrino, ya estaban orinados en sus pantalones.

Al Padrino del Bautismo había que rezarle el Bendito y besarle su mano, a cambio de ese gesto de valores, recibían los ahijados una moneda de a cinco centavos, ya fuera de plata o de cobre al 100% legitima, aconteció que allá en la Finca la Concepción de Propiedad de los de La Hoz Vergara, a las siete de la noche se ponían a jugar dominó, a tirar fichas en una mesa de tablas de cativo y después del juego, cuando ya los contrincantes se recogían, comenzaban a tirar fichas y no dejar dormir a nadie.

El Blanco era un hombre métrico, correcto y nivelado, no admitía que un hijo se le saliera de sus parámetros de vida trazados a peso de machete y ordeñe de ganado, fue poco a poco adquiriendo terreno y ganado vacuno, sus hijos eran sus colaboradores, la Concepción era una tacita de plata.

Por sus predios corría el río de Aguas blancas, producto de las calizas allá arriba de la sierra, había una piedra a mitad del río y las mujeres llegaban a lavar cuando el río estaba bajito de agua, siempre escuchaban ruidos que venían de las montañas cercanas, pensaban que era un tigre, pero una tarde a las tres en punto, vieron a un hombre negro, sin piernas, solo de la mitad hacia arriba, se reía y tenía los dientes cubiertos en oro de veinticuatro quilates y su color de piel era negro azabache, se iba bajando lentamente y desaparecía, todas las tardes salía en el mismo punto, una lomita de arena a mirar a las mujeres que lavaban.

Le dieron aviso al Blanco De la Hoz, hombre que no le tenía miedo a ninguna clase de espantos, una tarde se preparó y dijo, hoy es el día que me voy a dar de frente con ese medio hombre, si sale de día es de este mundo, se aperó de su revolver Smith Huesson, calibre treinta y ocho, con seis tiros y una caja más de cincuenta cartuchos, él pensaba que era su vecino Magín, con quien tenía una pelea casada por un toro bravo que le rompía la cerca de alambre púa.

Esa tarde no salió el medio hombre de color negro, al día siguiente el rio amaneció crecido y las mujeres no fueron a lavar, ya llevaba el Blanco una semana haciéndole casería al medio hombre y este no aparecía, entonces cambio de estrategia, se subió en un palo de cañahuate, bien temprano y aguardó con paciencia a las tres de la tarde, las mujeres lavaban, se reían de sus cuentos, aporreaban la ropa con manducos de guayacán y fijo, de la tierra fue brotando el medio hombre hasta llegar a la cintura, sus piernas no se le veían, apunten, disparen y pun. pun, pun, retumbaban los disparos del Blanco en las montañas.

No volvió a aparecer el medio hombre de color negro azabache. Una noche mucho después de ese hecho al Blanco se lo cogió la noche en el pueblo, llevaba una compra del depósito Giner en el hombro derecho, en la mano izquierda llevaba un bastón de palo fino, a mitad de camino vio la figura del hombre negro, pero completa, con abarcas tres punta, pantalón blanco y su sonrisa fingida, el blanco bajo el saco y lo apuntó con el bastón fino a la cara y le dijo hombre, yo lo ando buscando, y su contesta fue yo también, le volvió a hablar el Blanco  que quiere, que se le ofrece, el medio hombre le dijo: Vea yo soy el dueño original de esas tierras, me pertenecen de hace cinco siglos y la verdad es que no me he podido ir de ellas, porque tengo el ombligo enterrado debajo de esa casa que construyeron hace años.

Además en el sitio donde aparezco todos los días a las tres de la tarde, tengo unas alforjas llenas de monedas de oro, producto de la venta de panela, porque esta era una finca panelera, si usted me colabora, partiremos mitad por mitad, primero desenterramos el ombligo y después las alforjas con las monedas.

Bueno cuente con migo, mañana mismo nos ponemos en esa, fue la respuesta del Blanco, a lo que el medio hombre contestó, no, es ahora mismo, desocuparon la casa y sacaron el ombligo que media cincuenta metros y estaba enrollado como cabuya de barco, después se dispusieron a escarbar con pico y pala y sacaron las alforjas, eran cuatro y dividieron dos y dos.

Hoy en día es historia narrada, así como vino se fue, tanto el medio hombre negro como las monedas de oro, pero eso sí, el Blanco creo fama y su emporio duro hasta el día de su despedida, solo desde la carretera que va para El Valle y el cementerio del pueblo, se ve la Finca La Concepción, donde un día reinó la abundancia, la familiaridad y el trabajo honrado.




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