EL MEDIO HOMBRE DE NEGRO, EN LA FINCA “LA CONCEPCIÓN”
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Porqué
las cosas sucedían antes de entrar el siglo xxI, sobre todo en caminos y
veredas de nuestra costa caribe colombiana, los hombres eran correctos en su
hablar y actuar, todo aquel que se saliera del marco legal familiar, era
castigado por los mayores, así no fuera su papá, los presupuestos familiares se
respetaban, los jueces eran los padres, que con solo una mirada de tío a
sobrino, ya estaban orinados en sus pantalones.
Al
Padrino del Bautismo había que rezarle el Bendito y besarle su mano, a cambio
de ese gesto de valores, recibían los ahijados una moneda de a cinco centavos,
ya fuera de plata o de cobre al 100% legitima, aconteció que allá en la Finca
la Concepción de Propiedad de los de La Hoz Vergara, a las siete de la noche se
ponían a jugar dominó, a tirar fichas en una mesa de tablas de cativo y después
del juego, cuando ya los contrincantes se recogían, comenzaban a tirar fichas y
no dejar dormir a nadie.
El
Blanco era un hombre métrico, correcto y nivelado, no admitía que un hijo se le
saliera de sus parámetros de vida trazados a peso de machete y ordeñe de
ganado, fue poco a poco adquiriendo terreno y ganado vacuno, sus hijos eran sus
colaboradores, la Concepción era una tacita de plata.
Por
sus predios corría el río de Aguas blancas, producto de las calizas allá arriba
de la sierra, había una piedra a mitad del río y las mujeres llegaban a lavar
cuando el río estaba bajito de agua, siempre escuchaban ruidos que venían de
las montañas cercanas, pensaban que era un tigre, pero una tarde a las tres en punto,
vieron a un hombre negro, sin piernas, solo de la mitad hacia arriba, se reía y
tenía los dientes cubiertos en oro de veinticuatro quilates y su color de piel
era negro azabache, se iba bajando lentamente y desaparecía, todas las tardes
salía en el mismo punto, una lomita de arena a mirar a las mujeres que lavaban.
Le
dieron aviso al Blanco De la Hoz, hombre que no le tenía miedo a ninguna clase
de espantos, una tarde se preparó y dijo, hoy es el día que me voy a dar de
frente con ese medio hombre, si sale de día es de este mundo, se aperó de su
revolver Smith Huesson, calibre treinta y ocho, con seis tiros y una caja más
de cincuenta cartuchos, él pensaba que era su vecino Magín, con quien tenía una
pelea casada por un toro bravo que le rompía la cerca de alambre púa.
Esa
tarde no salió el medio hombre de color negro, al día siguiente el rio amaneció
crecido y las mujeres no fueron a lavar, ya llevaba el Blanco una semana
haciéndole casería al medio hombre y este no aparecía, entonces cambio de
estrategia, se subió en un palo de cañahuate, bien temprano y aguardó con
paciencia a las tres de la tarde, las mujeres lavaban, se reían de sus cuentos,
aporreaban la ropa con manducos de guayacán y fijo, de la tierra fue brotando
el medio hombre hasta llegar a la cintura, sus piernas no se le veían, apunten,
disparen y pun. pun, pun, retumbaban los disparos del Blanco en las montañas.
No
volvió a aparecer el medio hombre de color negro azabache. Una noche mucho
después de ese hecho al Blanco se lo cogió la noche en el pueblo, llevaba una
compra del depósito Giner en el hombro derecho, en la mano izquierda llevaba un
bastón de palo fino, a mitad de camino vio la figura del hombre negro, pero
completa, con abarcas tres punta, pantalón blanco y su sonrisa fingida, el
blanco bajo el saco y lo apuntó con el bastón fino a la cara y le dijo hombre,
yo lo ando buscando, y su contesta fue yo también, le volvió a hablar el
Blanco que quiere, que se le ofrece, el
medio hombre le dijo: Vea yo soy el dueño original de esas tierras, me
pertenecen de hace cinco siglos y la verdad es que no me he podido ir de ellas,
porque tengo el ombligo enterrado debajo de esa casa que construyeron hace
años.
Además
en el sitio donde aparezco todos los días a las tres de la tarde, tengo unas
alforjas llenas de monedas de oro, producto de la venta de panela, porque esta
era una finca panelera, si usted me colabora, partiremos mitad por mitad,
primero desenterramos el ombligo y después las alforjas con las monedas.
Bueno
cuente con migo, mañana mismo nos ponemos en esa, fue la respuesta del Blanco, a
lo que el medio hombre contestó, no, es ahora mismo, desocuparon la casa y
sacaron el ombligo que media cincuenta metros y estaba enrollado como cabuya de
barco, después se dispusieron a escarbar con pico y pala y sacaron las
alforjas, eran cuatro y dividieron dos y dos.
Hoy
en día es historia narrada, así como vino se fue, tanto el medio hombre negro
como las monedas de oro, pero eso sí, el Blanco creo fama y su emporio duro hasta
el día de su despedida, solo desde la carretera que va para El Valle y el
cementerio del pueblo, se ve la Finca La Concepción, donde un día reinó la
abundancia, la familiaridad y el trabajo honrado.
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