Escritor Colombiano
EL HIJO DE UN JEQUE
A mi hermoso pueblo, todos los días en época de verano, llegaban personas ofreciendo mercancías varias, a ellos les llamaban cacharreros, recorrían las calles y de casa en casa iban ofreciendo sus productos, así llegaron muchas familias a habitar este territorio. Y en él se quedaron.
Un día
bien asoleado se presentó un turco con dos docenas de telas, en el hombro
derecho traía los cortes para hacer pantalones para hombres, y en el hombro
izquierdo traía los cortes para confeccionar vestidos para damas.
Ya en la
tarde, pregunto dónde podía alojarse para descansar después de haber caminado
todo el pueblo vendiendo sus cortes de tela fina, dispuesto a seguir su rutina
al día siguiente.
Era el
turco, un hombre de unos 27 años, con facciones finas, delgado y de buena
estatura, bien educado, que llegó tocando la aldaba redonda de la majestuosa
puerta de madera en casa de la niña Manuelita, sitio acogedor y familiar de
alquiler y residencia a las personas que llegaban al pueblo, llamados
forasteros.
Por su
acento al hablar se sabía que no era colombiano, menos costeño, porque nosotros los sabaneros
de Bolívar, Córdoba y Sucre, nos
ahorramos el silbido de la S.
A los
pocos días de estar alojado en casa de la niña Manuelita, le propuso que le
vendiera una Máquina de Coser, de marca Singer, que se encontraba en exhibición
o adorno en la sala de la casa, esa máquina contaba con unos doscientos años,
con ella se ganaban el sustento la abuela, la mamá y la niña manuelita, tres
generaciones.
ADEL, el
turco la convenció y dio por la
máquina, en ese tiempo setenta centavos,
sacó de una maleta vieja que cargaba un Aceite de Maquina, le hizo un
mantenimiento preventivo y la dejó al pelo.
Muy
pronto Adel, monto una Sastrería y la clientela fluyó, tanto que al año tenia
montado un Almacén de telas y confecciones para caballeros y damas.
A los dos
años, le compró la casa a la niña Manuelita y abrió un comisariato, tan de
buenas el turco que para esa época llegó
el INDERENA a forestar los playones del pueblo y el comercio se
intensificó.
A los
tres años de haber aparecido en el pueblo el turco Adel, era el Alcalde
Municipal, y le llamaban el doctor Adel., todos los políticos le consultaban y
obedecían a sus exigencias.
Por
motivos de salud, salió para Cartagena don Pacho, uno de los hombres más
respetado, e intelectual que tenía ese pueblo. En espera de ser atendido por el
médico, don pacho compró el periódico de la capital de Bolívar, en la primera
página y a dibujo resaltado aparecía una foto y un letrero “Se busca”.
Don Pacho
miró la foto detenidamente, una, dos y tres veces y coincidía con la cara del
Alcalde, Adel, el hombre que llegó a ese pueblo apartado de la civilización,
vendiendo cortes finos.
Guardó
don pacho su periódico y también guardó silencio para no espantar al pájaro que
estaba a punto de caer en la trampa.
ABAN ADEL
HERSEN VAN, un muchacho vivo y
caprichoso, a quien su fecha de boda con la princesa Marleyn, había llegado,
está desaparecido, por su señal de vida, damos cinco mil libras de esterlina.
La
incógnita era, que había hecho Adel en su tierra y porque se desapareció,
intrigado don pacho, llego al pueblo, con su periódico debajo del
brazo y consulto a su esposa, preguntó por
el Alcalde y sin pensarlo dos veces decidió enfrentarlo y saber en
realidad quien era.
Adel, al
verse descubierto, le confesó a don pacho, quien era y porque se desapareció:
Mi padre
es un Jeque, de temperamento posesivo y ordenes cumplidas, nunca tuve en mente
casarme tan temprano y menos con esa dama, para mí era prioritario conocer el
mundo, su gente, sus bellos paisajes, gozar la vida, mi Dios me puso todo en
mis manos para ayudar a mis semejantes y vivir en un sitio hermoso, en compañía de una mujer que me sea
agradable.
Ese día
se desapareció antes de casarse y más nunca sus padres un prestigioso Jeque y
una bella Dama de la realeza, supieron de él.
Le voy a
recompensar con las cinco mil libras de esterlina y hablaré con mi pueblo
diciéndole la verdad, a cambio de no delatarme y deportarme para mi país de
origen, de aquí no me iré nunca.
Agradecido
con ese pueblo que lo acogió y que en vuelta de tres año de haber llegado ya
era su Alcalde, los reunió y les manifestó quien era, que a cambio él
trasformaría al pueblo y lo dejaría como una tacita de plata, con carreteras,
hospital, colegios, calles pavimentadas, acueducto y alcantarillado, gas
natural, energía eficiente y un buen comercio ofreció Aban Adel Hersen Van, un poquito antes de que
mi esposa entrara a mi habitación con un buen pocillo de tinto, el primero del
día y me despertara de ese hermoso sueño.
“Soñar,
no cuesta nada”.
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