domingo, 13 de agosto de 2017

BIRUTTA Y KAPULGUINA



BIRUTTA Y KAPULGUINA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

 Estos dos Sabuesos nacieron al pie de un fogón de leña, entre cenizas y tierra, su madre tuvo la titánica tarea de lamerlos hasta dejarlos en su color natural, Birutta era de color blanco con lunares grandes de color amarillo  y Kapulguina era de color negro con lunares blancos en su cuerpo, a los días, ya eran dos perros juguetones, malabaristas y muy bravos.

Su dueño vivía entrenándolos con un cuero de conejo orejón, para que ellos buscaran el ritmo de la caza de animales de monte, a lo que se dedicaba el señor Indalecio con su jauría de perros,  a los seis meses se los llevó a la montaña, los susó y solo se oía el ladrido de perros que venía con el eco, Jau, Jau, Jau. Jau, Jau, Jau.

Pasaron unos minutos de silencio, al rato las baruzas secas tronaban y saben quiénes venían con un venado, Birutta y Kapulguina, Birutta lo traía cogido con sus dientes por el rabo y Kapulguina lo tenía por el hocico y el venado berreaba pidiendo que lo soltaran, a las dos horas aparecieron los otros perros sin nada de caza.

A partir de ese momento comenzó la osadía de los dos sabuesos, buenos, buenísimos para la caza monte, esto se dio cuando había abundancia en este país, porqué ahora ni en los libros de aprendizaje salen.

Aconteció que llegaron al pueblo los cirqueros, comprando animales para entrenarlos a hacer malabarismo y enseguida les dijeron que había un señor campesino que tenía dos sabuesos de pequeña estatura, pero buenos para la caza, fueron y le ofrecieron dinero y el campesino no aceptó, en la noche los cirqueros mandaron a secuestrar a Birutta y Kapulguina, se metieron por la puerta falsa del patio y cuando estaban adentro, Birutta se colocó en la puerta y Kapulguina hizo y deshizo con los que los iban a secuestrar, quedaron en cueros y sus ropas fueron rasgadas.

La noche siguiente cuando los animales del circo estaban dormidos y reinaba la tranquilidad en la placita, los sabuesos entraron al circo y liberaron a todos los animales, al día siguiente el pueblo parecía un zoológico, el tigre y su compañera estaban en misa, con chalina blanca, el león de melena apareció en el  puerto fluvial, encendiendo un motor fuera de borda, manifestaba que se iba para la selva de la serranía de San Lucas, donde era oriundo.
Las gazas blanca y morena alzaron vuelo hacia las riveras del rio San Jorge a la altura de Marralú córdoba, los burros moro y blanco barriga negra, dijeron que se quedaban con Ricardo Benítez, para integrar la burrada de más de 20 animales, el Elefante, se quedó en la escuela Primaria de niñas en la placita y se sometió al proceso de disecado por los Seminaristas del Vicariato Apostólico del San Jorge, para el aprendizaje de las alumnas.

El Tigre de la placita, rugía y rugía en el patio de la niña Mañe Cárcamo y con las semanas se vino para Barranquilla, acá está hacen más de cincuenta años, el Venado del circo cogió playón y se internó en las montañas barrieras, allá donde cantaban los cien gallos finos, cuidados por Manuel Vicente Díaz Vanegas Barros.

El circo del Señor Francisco y la silla voladora, cerraron sus puertas, solo quedaron los malos olores del orín de tigres y leones y el bramido en las noches del toro Candelillo en el centro de la placita.

Indalecio, el orgulloso campesino, mostraba las cabezas como trofeos de las cazas de animales de monte, trabajo de los dos perros sabuesos Birutta y Kapulguina, perros, juguetones, malabaristas y bravos, que fueron prestados al capataz de la finca Palo Negro, allí los veo cuando paso en la chiva la Melón para mi querido Pueblo La Villa de San Benito Abad, ahora pastorean a los Búfalos que fueron reemplazo de los toros Bravos de la raza Cebú.


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