EL GALLO COCOTERO, UN BACÁN.
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano-Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano-Región Caribe
Los hombres bacanes en el
sentido estricto de la palabra son caribeños, antillanos-cubanos, como a los
costeños la sangre es caliente y la palabra fluye como un torrente de silabas,
concatenadas de un cuento a otro, dispuestos a no dejarse engañar, para eso se
debe saber de todo un poco en la vida, en cada tema de conversación que se
presente y la viveza en arreglar negocios o trabajos en ejecución.
Hago esa pequeña introducción
para referirles con pelos y señales las actuaciones del gallo cocotero, quien
poseía esas características de bacán, me refiero a José López, de motilada
bajita, cuello largo, un hombre de estatura, bebedor de ron, que un día se
presentó en el pueblo y que de vez en cuando realizaba una labor como la de
pintar casas, la señora Hipólita lo contrató para pintarle su casa, le dio el
dinero por adelantado y el gallo cocotero se le perdió, hasta que un día se lo
encontró en la tienda y le hizo el reclamo.
Veee, Gallo Cocotero cuando es
que me vais a pintar la casa, el gallo que se encontraba en tres quince le
contestó: No se preocupéis mi señora, yo se la voy a pintar con calmona, no
señor, no señor, contestó la señora, a ese señor no lo conozco por lo tanto
aquí en mi casa no lo quiero. Señora no se preocupe que lo que le quise decir
es que se la pinto con Calmona, a lo que la señora le ripostó que esa pintura
de Cal, ella no la quería, que la pintura que compró era más fina.
En fin no se entendieron, lo
que el Gallo Cocotero quiso decir era que se la pintaba con calma, pero como
los bacanes exageran, la señora cogió rabias y se fue vociferando.
José Francisco De la Hoz
Bocanegra que se encontraba a las afueras de la tienda y escuchó tan tremendo
desacuerdo en las palabras y al ver a la señora Hipólita echando candelas por
la boca, hizo uso de sus dotes de poeta, y le dijo: Cálmese mi señora es una
calamidad, vivir en la pobreza, Carmita me guarda Guandú en mote y sin presa yo
no como, terminado la señora Hipólita muerta en vida, de la risa, por la
jocosidad de don José Francisco.
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