sábado, 7 de enero de 2017

EL GALLO COCOTERO, UN BACÁN.

EL GALLO COCOTERO, UN BACÁN.
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano-Región Caribe

Los hombres bacanes en el sentido estricto de la palabra son caribeños, antillanos-cubanos, como a los costeños la sangre es caliente y la palabra fluye como un torrente de silabas, concatenadas de un cuento a otro, dispuestos a no dejarse engañar, para eso se debe saber de todo un poco en la vida, en cada tema de conversación que se presente y la viveza en arreglar negocios o trabajos en ejecución.

Hago esa pequeña introducción para referirles con pelos y señales las actuaciones del gallo cocotero, quien poseía esas características de bacán, me refiero a José López, de motilada bajita, cuello largo, un hombre de estatura, bebedor de ron, que un día se presentó en el pueblo y que de vez en cuando realizaba una labor como la de pintar casas, la señora Hipólita lo contrató para pintarle su casa, le dio el dinero por adelantado y el gallo cocotero se le perdió, hasta que un día se lo encontró en la tienda y le hizo el reclamo.

Veee, Gallo Cocotero cuando es que me vais a pintar la casa, el gallo que se encontraba en tres quince le contestó: No se preocupéis mi señora, yo se la voy a pintar con calmona, no señor, no señor, contestó la señora, a ese señor no lo conozco por lo tanto aquí en mi casa no lo quiero. Señora no se preocupe que lo que le quise decir es que se la pinto con Calmona, a lo que la señora le ripostó que esa pintura de Cal, ella no la quería, que la pintura que compró era más fina.

En fin no se entendieron, lo que el Gallo Cocotero quiso decir era que se la pintaba con calma, pero como los bacanes exageran, la señora cogió rabias y se fue vociferando.


José Francisco De la Hoz Bocanegra que se encontraba a las afueras de la tienda y escuchó tan tremendo desacuerdo en las palabras y al ver a la señora Hipólita echando candelas por la boca, hizo uso de sus dotes de poeta, y le dijo: Cálmese mi señora es una calamidad, vivir en la pobreza, Carmita me guarda Guandú en mote y sin presa yo no como, terminado la señora Hipólita muerta en vida, de la risa, por la jocosidad de don José Francisco.

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