LA PIEDRA DE ORO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano-Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano-Región Caribe
Manolo salía bien temprano a
recoger el burro viejo, para sus quehaceres en la parcela, él lo dejaba
pastando en una huerta llena de hierba viche y jugosa para el animal, por eso
se encontraba todavía brioso y útil de trabajo.
En la tarde regresaban de la
roza con una carga de alimentos, el problema se presentaba cuando Manolo además
de la carga que traía el burro, quería montarse también, para el animal era
mucha peso, pero como no se lo podía decir porque no hablaba, pero la piedra
grande donde quedaba sogueado al lado del camino real si lo entendía cada vez
que rebuznaba el Asno.
La piedra le decía al Asno que
el día que un humano se subiera en ella y la golpeara con un objeto, ella recobraría
su libertad y se convertiría en oro puro de veinticuatro quilates, y allí
comenzó la amistad del animal con la inmensa piedra de oro tirada en el camino
por la permisión de alguien que la sacó de una joyería de un país oriental
donde se encontraba gozando de prestigio y admiración, que viajaban en un avión
y mientras sus captores dormían en un vaivén del avión ella se salió y cayó en
el sitio donde ahora se encontraba.
El Asno, como que no le creía
mucho a la piedra, dudaba de todo lo que le decía, mientras su dueño estaba en
la roza, pero sin embargo una tarde Manolo no pasó a recogerlo y estuvo toda la
noche observando la belleza de la inerte piedra, era brillante e iluminaba el
paisaje con rayos de oro, intermitentes y cambiaba de colores.
Amaneció el burro dormido
hasta que el inmenso Sol salió en el oriente y apareció Manolo con las cargas,
se las colocó y trató de montarse, el Asno le sacó el cuerpo y fue a dar su
cabeza en la piedra, de una vez la piedra cambio de gris a oro puro, eso lo vio
el Asno, más no Manolo que estaba privado por el golpe.
Se esfumó la piedra, pero
antes de irse le dijo al Asno, no te preocupes por Manolo, él despierta al
ratito y tú tendrás tu recompensa. Manolo se reincorporó y le preguntó al burro
que con quien hablaba, el asno le contesta que con la piedra, nuevamente cae
manolo desmayado porque el burro le habló, entonces para que le preguntó.
Pasaron los meses y el burro
ya hablaba y tuvo la oportunidad de conversar con Manolo sobre el maltrato y
sobrepesos a que lo sometía, también le contó el burro a Manolo que la piedra
le hablaba y que se convertía en las noches en una bola de oro, también
aseguraba el burro que estaba esperando la recompensa de la piedra, que en eso
quedaron.
Manolo no aguantó la presión
de hablar con un animal y se lo llevaron para un manicomio en busca de cura
para su mal, en las noches se le presentaba la bola de oro y las conversaciones
y carcajadas iluminaban la habitación, pero como los demás estaban locos no se
daban cuenta de lo sucedido con Manolo. Cuando ya se sintió mejor le dieron de
alta en el manicomio, tan pronto llegó a su casa, recogió sus enceres, como
vestidos y calzados, que eran dos pares de abarcas y tres franelas amanza locos y se marchó.
El burro permaneció en la
huerta de hierba y cada vez que le arrancaba un mordisco, la hierba crecía más
y más. A Manolo alguien que fue a pasear al lejano oriente, lo vio
administrando una gran Joyería, que exhibía una hermosa piedra de oro, en sus
vitrinas y como la curiosidad mató al gato entró saludo y preguntó: Usted es
Manolo?, con la humildad que siempre lo caracterizó le contestó, si Juancho soy
Manolo, bienvenido a mi Joyería.
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