EL PAJUIL, AVE DE LA MONTAÑA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe.
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe.
Desde el centro de la
montaña, se escucha el eco del cantar de un pajuil, mingo, un hombre de hacha y
machete, se interna en la espesura, lleva en sus hombros un hacha cortante y
una rula bien afilada, la misión de hoy es cortar un árbol maderero de cuatro
metros de largo por 0.50 centímetros de ancho, un encargo que le hizo el
carpintero, con el fin de hacer una hermosa puerta tallada, sellada con espigas
de madera y pega de cola.
A medida que avanzaba mingo,
se escuchaba más cerca el canto del pajuil, que según las enseñanzas de los
ancianos, él canta cuando su hembra está calentando los huevos en el nidal, o
cuando consigue alimentos.
Precisamente era el árbol
perfecto para el querer del leñador, donde el pajuil anidaba a una altura de
veinte metros.
En el punto exacto mingo
preparaba sus herramientas para derribar el árbol, trozarlo y arrastrar con sus
dos mulos, que se hallaban parqueados con soga larga a unos metros de
distancia, hacia el pueblo.
El Pajuil macho, no estaba
dispuesto a dejar talar el madero de Teca fina, la primera advertencia fue un sobrevuelo
cerquita de mingo, dejándolo un olor que emana de su estomago, sustancia que
poco a poco lo fue adormitando, perdió el equilibrio y pun, al pavimento
acolchonado de hojas secas.
Cantó de nuevo el pajuil,
con un tono grueso como llamado de auxilio.
Transcurrieron dos minutos
de tiempo y mingo se encontraba abobado, sin aliento, sin fuerzas corporales y
veía que muchas aves y animales salvajes, lo tenían rodeado.
El pajuil, le decía que ese
árbol no lo podía cortar, porque en el copito de sus ramas, se encontraba su
compañera anidada, calentando dos huevos que estaban a punto de picar desde
adentro, los polluelos de pajuil.
Que a cambio le colocaría en
la puerta de su casa, un madero con las especificaciones requeridas por el
carpintero.
Se quedó profundamente dormido
Mingo, soñó que miles de hormigas acompañadas de muchas aves, cargaban un
pedazo de madero, con dirección a su casa, en el camino se unieron a la
caravana burros, mulos y caballos cargueros.
Al despertar del día
siguiente, mariposas amarillas, rojas y cobrizas, revoloteaban en su ventana, dándole aviso de la odisea del pajuil para cumplir la promesa a mingo, con el
fin de que no le talara el árbol donde anidaban sus polluelos.
Sorprendido mingo, se
levantó y en su puerta había tirado un hermoso tronco de madera de corazón
rojo, los dos mulos ensillados que supuestamente llevó a la montaña para
jarrear el madero.
Un hermoso canto del pajuil,
se escuchó en el copito del árbol de mago del patio de la casa, demostrándole y
recordándole a mingo, que la palabra empeñada se cumple a cabalidad.
Días después en el mismo
árbol de mango, aterrizaban de un vuelo muy largo, el pajuil, su hembra y dos
hermosos polluelos de pajuil, cantando de alegría al unísono, agradeciéndole al
humano, haberles permitido nacer con vida.
Mingo, se asomó a la ventana
posterior de su cuarto y se deleitó con el canto de la familia de aves pajuil.
¡Es preciso, que tengas que
soñar, para que exista un equilibrio entre, el hombre, los animales y la
naturaleza!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario