sábado, 13 de mayo de 2017

KATHERINE





CON TODO CARIÑO, LE DEDICO ESTA HISTORIA DE VIDA Y AMOR, REAL Y VERDADERO, A TODAS LAS MADRES DE ESTE PRECIOSO MUNDO, EN ESPECIAL A MI ESPOSA, POR DARME LA SATISFACCIÓN DE SER, HIJO Y PADRE.

KATHERINE, LA JOVEN “IMAGINARIA” MÁS HERMOSA DE LA PLACITA EN SAN BENITO ABAD. Por Francisco Javier Cadrazco Díaz Román.


Katherine, era la Joven más hermosa de la cuadra de la placita donde me críe. A su corta edad sobresalía en belleza e inteligencia ante sus amigas del colegio, decían los vecinos mayores, que esa joven iba a ser una gran mujer. Tenía la piel rosada al igual que sus pómulos, su cabellera era de color rojizo, muy sencillita y tímida al mirar, parecía haber nacido en el Departamento de Boyacá. Para esa época mi persona, era un adolecente que daba media vida por esa hermosa y agraciada jovencita, con deseos de estar a su altura y pretender algún día hacerla mi esposa.


Sus padres y abuelos la adoraban y la consentían, era la mimada del hogar, única mujer, los demás hermanos era varones.

Bajo la potestad de sus abuelos y el cariño de sus tíos a esa joven no se le acercaba ningún pollito, eran muy celosos, en la finca “La Concepción” donde se crío había mucho Ganado, en la mía solo había un burro viejo que serbia para conseguir el sustento de la familia, en su casa la comida sobraba y en las tardes, con ella alimentaban a los perros, las gallinas y los pavos. Miren que contradicciones de la vida. En mi mente Katherine era la reina de mi hogar, era mi diosa, la mujer más linda en la creación de mi Dios, la veía acompañada de unos hermosos hijos, para cerrar la felicidad de mi hogar.

Solo eran ilusiones, ella estaba destinada a un hombre de alta alcurnia, tenía asegurado su futuro al lado de sus padres, abuelos y tíos.

En ese tiempo mi futuro era incierto, solo esperaba un milagro de mi Dios, solo esperaba una oportunidad en la vida, eso sí, con mucha fe y unos deseos de superarme y con una decisión firme a lograr mis objetivos.

Muchos años pasaron y no volví a acordarme de Katherine, la mujer "imaginaria" más hermosa de la cuadra de la placita, a quien amaba en silencio por la edad que le llevaba y por la brecha económica que nos separaba. No veía alternativas para pretender a Katherine, me preguntaba ¿Será que la puedo hacer mi esposa y mantenerle sus caprichos de mujer?
Con mis cortos estudios de primaria, una secundaria en veremos y una profesión a largo plazo, tal vez sí.
En la sala de mi casa, con pisos de arena y tres hermosos parches de cenizas y barro rojo, que servían de adorno, colgaban dos cáñamos para guindar mi vieja hamaca artesanal, marca made in Morroa, en ella, mis pensamientos de adolecente me llevaban con el viento a bellos lugares remotos del mundo que no conocía, avenidas, malecones, cafeterías al aire libre, viñales, gente bella, ataviadas con bufandas y vestidos elegantes, universidades, flotas de buses, sitios que daban esperanzas de volver a ver a Katherine.

Pasaron muchos años en mi vida, mi Dios y los hombres no me fallaron, encontré poco a poco el camino en la vida que andaba buscando, el camino al progreso, al estudio, al trabajo, al buen vivir, a un buen hogar, a una hermosa familia, una profesión, el camino de la rectitud de los valores, de la ética y la moral. No fue fácil la lucha por estos logros, los obstáculos estaban a orillas de mi camino. Siempre fui fiel a los lineamentos trazados por mis padres que me adoptaron desde mis primeros meses de nacido y con la dirección de los sacerdotes españoles, a quien acudí a mis escasos 8 años como sacristán y luego como seminarista hasta mis 17 años de edad, cuando ellos decidieron que debía tomar un rumbo distinto al de ser ministro de Dios en la tierra, por no contar con los recursos necesarios para Ordenarme.

Katherine seguía en mi mente, donde estará, como será ahora como mujer, estará casada.

De lo que sí puedo estar seguro, es que ella no debe acordarse de mí, a pesar de la sonrisa que me brindaba cuando joven.

Me decía, un día cualquiera de mi vida, me voy a encontrar con Katherine y le diré que la quiero mucho, que siempre la he amado con el corazón y la mente, sin barreras, sin tiempo y sin espacio.

En el piso 33 del edificio de mi vida a tres escalones para llegar al 34, me encontré con Katherine, una mujer hermosa sencilla de ojos café de color blanco, igual como se la imaginaba mi mente, lucia ese día una falda larga estampada con periódicos, unos zapatos blancos con pocos tacones, una cabellera negra larga que le llegaba más allá de la cintura, tenía una mirada de mujer cariñosa, como era tiempo de pre carnaval en esta tierra Currambera que me adoptó desde el año 1.974, un domingo de verbena, “A pleno Sol”, allí estaba Katherine, cuando me miró me ofreció su sonrisa, llevaba en su boca unos brakes de colores que la hacían más bella, le correspondí a su sonrisa, compartí con ella toda la tarde, bailamos, me dijo que venía de Aguas Blancas-Valledupar Cesar, la llevé a su casa, un año después la hice mi esposa, les juro que desde ese momento no me he separado de ella un solo instante.

Katherine una mujer bella, una buena compañera y una excelente madre de tres hermosos hijos, Vanessa, Joeth, Diego y mi bello nieto Matías, has compartido con mi persona 32 años de vida, momentos de felicidad, de alegría y tristezas y muchas cosas más, con orgullo recibiste en la placita, la bendición de mi madre Isabel María Román Madera, tienes el cariño y la estimación de gran parte de mis familia y mi persona cuenta con el cariño, aprecio y respaldo de toda tu numerosa familia, en fin Katherine eres la esposa perfecta, como la soñaba e Imaginaba, acostado en una hamaca, en la sala de mi humilde hogar en la esquina de la placita en “La Villa” de San Benito Abad, Sucre Colombia.


Solo te puedo expresar mi hermosa y bella Rubis Alicia Páez De la Hoz (Katherine), que por siempre te voy a amar. (CADRAZCO, Díaz Román Francisco Javier). Libro Huellas en el Transcurrir de la Vida, I Edición.




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