sábado, 11 de junio de 2016

LA PEINILLA DE DOBLE FILO

LA PEINILLA DE DOBLE FILO
Por Francisco Cadrazco Román
Escritor Colombiano Región Caribe

María Del Pilar Loreste Valdivia, una mujer extranjera, llegada a esta región en compañía de sus padres, usaba una pañoleta de colores en su cabeza, embonada hasta sus cejas, difícil de verle su rostro completo, a pesar de esas  limitaciones visuales era muy bella, del matrimonio con Baldomero Rizo el hombre de la peinilla de doble filo, nacieron dieciséis hijas y un varón al final del ocaso de la bella mujer, crecieron bajo la rigidez del padre y el buen cuido de su madre.

Salían a la calle de a cinco juntas, adornaban la cuadra por donde transitaban, les tenían prohibido pasar por el kiosco de Paulino porque allí habían muchos hombres consumiendo licor, Baldomero se mantenía en una porción  de tierra, a la cual le sembraba pan coger y alimentaba con hierba a sus vacas, de allí salían cosechas de maíz, arroz, yuca y frijol, suficiente para mantener a su numerosa familia.

Bien vestidas y acompañadas de su madre, pasaban por la calle del medio los Domingos a misa, los hombres apostados en las aceras para observar y escoger a la más bonita, trabajo que les costaba ya que su madre les colocaba pañoletas en sus cabezas, sin embargo sobresalían, María, Bebsaida, Olivia y Teresa.

Dentro de la finca de Baldomero había un cerro de gran altura adornado con matas de pringamoza, caliche y barro resbaladizo, era imposible subirlo en tiempos de invierno, además su dueño lo rezaba para que nadie entrara a su sembradío, habían diez perros bravos,  en las noches los soltaban y era muy peligroso merodear por ese camino, decían los vecinos que Baldomero se ponía a rezar y de sus manos salían los perros.

Él decía que el hombre que fuera capaz de sembrar una bandera en su honor, en lo más alto del cerro, se cazaría con una de sus hijas y quien pretendía burlarse, conversaría con su peinilla de doble filo.

Les cayeron los primeros rocíos de agua lluvia bendita y las niñas y se convirtieron en señoritas, que dolor de cabeza para esa madre cansada de tanto parir y el acoso de los jóvenes por adquirir una de las belleza humana, vestidas de uniforme de cuadro azul con blanco, medias blancas y zapatos negros, una detrás de la otra para el colegio.

Cuando se formaba un alboroto en la escuela de varones, eran las hermanas Rizo Loreste que iban pasando, ya los profesores no podían controlarles las hormonas a esos jóvenes y se formaban peleas.

Al terminar su bachillerato diez de las Rizos se fueron a estudiar carrera, quedaron seis más el joven Adelfo entrado en los ocho años, después se fueron las restantes a encontrarse con sus hermanas en un país del oriente medio, en unas vacaciones de junio se presentaron tres de las dieciséis y se formó la revolución masculina.

Pacco, Ambrosio y Tomás, los postulados por tener facilidades económicas y ya profesionales llegaron a la casa  de Baldomero a pedir la mano de las bellas mujeres, llegaron sus padres y tres testigos, acompañados por el Alcalde Municipal.

Firmaron un acta de compromiso que entre sus cláusulas decía: Subir el cerro empinado a pies descalzo en línea recta, después de un fuerte aguacero, Izar la Bandera Colombiana, una dote de mil cabezas de ganado cebú cada uno de los postulados, respetar sus costumbres Árabes adquiridas por línea materna, la pañoleta en sus cabezas, respeto y buen trato para cada una de ellas, donde los tres eran petulantes, borrachones y prepotentes, y la última clausula si no lograban las barreras se tenían que largar del pueblo y no molestar más a las tres hermosas damas.

Se llegó el día, esa noche anterior cayó un aguacero, pero solo fue en el cerro, ese día las matas de pringamoza amanecieron más grandes y florecidas, las piedras con filos cortantes y el barro listo para amasar.

Pacco, no amaneció en el pueblo, su papá lo sacó a media noche cuando comenzó a tronar y llover, Ambrosio estaba resfriado y con fiebre, solo quedaba Tomás, quien pretendía a la bella Bebsaida, un muchacho fornido de color blanco, entrado en sus veinticinco años, acostumbrado a coger corozos en buenos aires y el ojo de agua.

Todo el pueblo se volcó a la finca de Baldomero, los murmullos y las risas por los que no se presentaron, les decían poco hombres, Tomás recibió del Alcalde una Bandera en honor a las tres señoritas y a sus padres, debía llegar y situar la bandera en lo más alto del cerro.

Después de seis horas llegó Tomás a la punta del cerro moribundo por las laceraciones de la pringamoza y las piedras cortantes, izó  la bandera y se desmayó, cuando lograron bajarlo ya estaba muerto, al día siguiente de su muerte casaron a Bebsaida con Tomás.

Tres días después los Rizos cargaron sus enceres y se marcharon para el lejano oeste, la finca se la dejaron a la familia de Tomás y solo se recuerda a las hermanas Rizo, su belleza y buena Educación.

El Cerro fue tecnificado de él salen las mejores cosechas y donde ondea la bandera  Colombiana hay tres grandes torres de comunicaciones, por donde se comunica Tomás del más allá, con su hermosa Bebsaida, la peinilla se escucha todas las noches cortando y limpiando el gran cerro. Pacco y Ambrosio, siguen su vida desordenada, aperados en sus caballos, de corraleja en corraleja.


No hay comentarios:

Publicar un comentario