LA HISTORIA DEL MOCHO BLACHO
Por Francisco Cadrazco Román
Escritor Colombiano de la Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Román
Escritor Colombiano de la Región Caribe
Me contaron que en un paraje
rodeado de cardonales, quebradas y Sequías de regadío estaba el Caserío donde
nació Blas, tan pobre de dinero que en esa región no se usaba, existía el
trueque para todas las modalidades del comercio citadino, un muchacho de baja
estatura, color blanco orejas grandes como las de un murciélago, se le fue
llenando el cuerpo de bellos, y con esa figura se parecía a un mico mono, no se
sabe cómo vino a dar tan lejos de su tierra, a unos cincuenta tabacos negros de la época, se le veía montado en un mulo con dos tanques Inagrarios, arreando leche,
agua y todos los comestibles que producía una finca de un blanco donde estaba
concertado.
Con su apariencia física,
todos los muchachos le llamaban el murciélago, tan pronto se desocupaba en las
mañanas de sus quehaceres obligatorios, se colgaba de las ventanas del colegio
de primaria y colocaba sus orejas al sonido de la voz del profesor, cuidadito
le gritan algo a Blacho porque los levanto a fuete y regla, decía el educador,
él entendía la situación del menor, del porqué no asistía a la escuela.
Era un hombre como de veinte
años, a esa edad ya había perdido la dentadura delantera, llámese la defensa,
de tanto pelar cocos con ellos, destapar cervezas y gaseosas y su favoritos
comer mango de hilaza, o de puerco. Sus costumbres eran distintas a la del
pueblo donde se encontraba, además era explotado y trabajaba más de las horas
reglamentarias de ley. Hablaba poco y sus sonidos eran pausados.
Blacho se las llevaba bien
con todos los muchachos, jugaban trompo
y bolita de uñita, les contó a sus amigos de juventud que era nacido en los
cardonales que sus papás estaban allá, pero a él se lo trajo un señor que vendía cortes para hacer pantalones.
Para saber dónde eran los
cardonales y en esa época del mundo juuuuu. Una vez que Blacho venía en su mulo
sonso cargado con dos cantaros llenos de leche hacia el pueblo, de los
matorrales salieron unos perros juguetones, el mulo creyó que eran tigres,
levantó sus orejas a 180 grados, se sacudió y los cantaros cayeron a tierra,
menos Blacho, el mulo lo llevaba arrastrado por una pierna colgado de un cáñamo
y no obedecía frenos, cuando el muchacho quiso sacar el pie ya lo tenía
fracturado.
Fue la última vez, en el pueblo que vieron a
Blacho en el puesto de salud lleno de murciélagos en su techo, más a él que
también le decían así por sus orejonas peludas, muy temprano al día siguiente
se lo llevaron para Cartagena.
Pasados los años cuando
varios jóvenes se trasladaron a la capital de la Región Caribe a estudiar, en
una oficina pública, vieron a Blacho, caminando cojo de una pierna, con una
figura de candado en la barba, se le acercaron y lo saludaron temerosos a que
no fuera él.
Blacho, Blacho, se quedó
fijamente observándolos y peló su diente de oro y les contestó
“Hola muchachos”,
espérame que vamos a charlar, ya regreso, llevaba en sus manos unas carpetas z,
vestía pantalón de gabardina color beis, camisa manga larga de cuadros
abotonada hasta el cuello, zapatos negros brillantes, cabello peinado con
gomelina, dientes blancos ordenados y formados militarmente, uno de ellos era
de oro de 24 quilates, completamente distinto a como era en el pueblo, hablaba
fluido pero pausado.
Se había zafado del yugo
opresor de sus antiguos patrones, buscó a su tío materno un guajiro que no se
lo brincaba un chivo cerrero, además tenía plata hasta en dólares guardados en
una bodega subterránea en el patio de su casa, y le contó lo sucedido.
Blacho con lo que escucho y
captó en la escuela del pueblo, subido en la ventana, validó la primaria y el
bachillerato a la vez, porque a decir verdad, antes si enseñaban, con regla y
perrero, para bien de la juventud, entró a una universidad paga, de las mejores
y se graduó de Abogado, no lo podían creer sus amigos, y ocupaba un alto puesto
en la Gobernación.
Blacho una transformación de
Vida, de valores y empuje, un hombre que salió de la nada, para convertirse en
una persona educada al servicio de la Sociedad.
Aprovechó de su tío, la
bonanza guajira y se educó, sus colaboradores le decían por debajo de cuerda
“El Mocho Blacho”. “Al que le van a dar le guardan y si se demora se la tapan
con dos platos de loza china”.
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