sábado, 6 de junio de 2015

RUFFO, UN CONEJO AVISPADO

RUFFO, UN CONEJO AVISPADO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe




Uno de los animales más inteligentes y desconfiado, ha sido el Conejo, más si anda revuelto con los humanos, tratando de sobrevivir en este mundo de escopetas, resorteras y trampas artesanales, su carne es una de las más exquisitas de los llamados animales de monte y si Cotilino el conejo bailador estuviera vivo, otra cosa sería.

Ruffo, es bisnieto de Cotilino, al igual que mi persona, nació en esta bonita región, aunque digan lo contrario los de las frías montañas, aquí se vive bien, solo que hay que andar con mucho cuidado, esas palabras se las dijeron al compae Remanga y no prestó atención, pero Ruffo es más precavido.

Se encontraba Ruffo, escarbando una mata de yuca, cuando sintió las pisadas del humano, del gigante, del cromañón, a quien le tenía físico miedo, en vez de correr y huir, el animal se metió en la cueva de la mata de yuca.

Ya el desgraciao conejo está escarbando la yuca, vociferó el humano, bajó el saco de fique, dio media vuelta para enganchar su mochila en un árbol y de inmediato Ruffo salió de la cueva y se le metió en el saco de fique.

A lo que Dios quiera, desde esa posición, la mejor decisión del caso, chequeaba al humano, lo primero que hizo fue arrancar la mata de yuca, donde estaba escarbando Ruffo, diez yucas más unas rabizas y las metió en el saco, favor que me haces, dijo el conejo, comió hasta que no quiso más, encontró una botella de agua en el saco de fique y se la empinó, no sabiendo que era ron.

Cuando despertó de la borrachera estaba en una tienda, dentro de la carga de yuca, lista para la venta al detal, se acercó el tendero y cargó el bulto, lo colocó en la romana y dictaminó veinte kilos y tres rayas, las tres rayas era el peso de Ruffo jacto de yuca y de ron, abrieron el saco y salió el animalito corriendo hacia cualquier dirección, tan rápido iba que el tendero dijo: ajooo, hoy amanecí viendo conejos.

Ruffo llegó al patio, dio cinco vueltas al cuerpo, como huracán en invierno y se transformó en un muchacho, solo que sus orejas no cambiaron, salió por la puerta falsa o de atrás y venia Kiko el hijo del campesino dueño de la yuca, enseguida Ruffo se le pegó al lado.

Hey pelao para donde vas

A cobrar la yuca al tendero.

Quien te mandó.

Mi papá

Cuanto es de plata

Son quinientos pesos.

La malicia del Conejo, afloró y nuevamente le dijo al muchacho.

El tendero dijo que viniera a cobrar el valor de la yuca tu papá, que él no hace trato con pelaos.

A lo que el muchacho le dijo al orejas de conejo: Y tu como lo sabes.
Hay, pendejo, yo soy el hijo de él.

Y se devolvió el muchacho bobo, pilas orejas de conejo, tienes tres minutos para recoger ese dinero y largarte para el monte, se dijo la mente del conejo.

Cuando Bernabé (Berna), el campesino quiso llegar a la tienda ya Ruffo el orejas de conejo, tenía embolsillado los quinientos pesos de las dos cargas de yuca, es más se encontraba en la cantina del pueblo empinándose una botella de ron, igualita a la que estaba en el saco de fique donde cargaron la yuca.

Y que tremenda pelea mantenían los dos amigos Berna y el tendero por el dinero, decía el tendero que él le entregó la plata a su hijo, que hoy vino con las orejas de conejo, al fin muchacho juguetón, mandaron a buscar al muchacho y este contó lo sucedido con el hijo del tendero, el orejas de conejo, hasta ese momento los dos amigos fueron amigos, se tranzaron a trompada limpia en la calle y fueron a dar a la cantina, dándose trompada de la física.

Ya Ruffo llevaba tres botellas de ron entre pecho y espalda y, al ver la gresca, se arregazó las mangas de la camisa, peló sus puños y la emprendió contra los dos enemigos de la yuca, después de una hora de pelea, todos los bancos de madera de la cantina estaban esparcidos por el piso hechos añico, los tres enemigos sin fuerza para pelear.

El cantinero, le decía al orejas de conejo de Ruffo, que se fuera, que ya estaba bueno de pelear, los dos amigos enemigos, pagaron los daños de la cantina y juraron que ese orejas de conejo, se las pagarían, no tendré que llamarme Magdaleno de la Cruz, vociferó el tendero.

Ruffo, el Conejo, bisnieto de Cotilino, cogió camino, se ajuició y vive con su mujer en una cueva de un árbol, criando a sus conejitos. Con el dinero de la yuca, compró una parcela y cultiva zanahoria, maíz y yuca, sus comidas preferidas, y es el único campesino avispado que no le debe a la caja agraria.


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