RUFFO, UN CONEJO AVISPADO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe
Uno de los animales más
inteligentes y desconfiado, ha sido el Conejo, más si anda revuelto con los
humanos, tratando de sobrevivir en este mundo de escopetas, resorteras y
trampas artesanales, su carne es una de las más exquisitas de los llamados
animales de monte y si Cotilino el conejo bailador estuviera vivo, otra cosa
sería.
Ruffo, es bisnieto de
Cotilino, al igual que mi persona, nació en esta bonita región, aunque digan lo
contrario los de las frías montañas, aquí se vive bien, solo que hay que andar
con mucho cuidado, esas palabras se las dijeron al compae Remanga y no prestó
atención, pero Ruffo es más precavido.
Se encontraba Ruffo,
escarbando una mata de yuca, cuando sintió las pisadas del humano, del gigante,
del cromañón, a quien le tenía físico miedo, en vez de correr y huir, el animal
se metió en la cueva de la mata de yuca.
Ya el desgraciao conejo está
escarbando la yuca, vociferó el humano, bajó el saco de fique, dio media vuelta
para enganchar su mochila en un árbol y de inmediato Ruffo salió de la cueva y
se le metió en el saco de fique.
A lo que Dios quiera, desde
esa posición, la mejor decisión del caso, chequeaba al humano, lo primero que
hizo fue arrancar la mata de yuca, donde estaba escarbando Ruffo, diez yucas
más unas rabizas y las metió en el saco, favor que me haces, dijo el conejo, comió
hasta que no quiso más, encontró una botella de agua en el saco de fique y se
la empinó, no sabiendo que era ron.
Cuando despertó de la
borrachera estaba en una tienda, dentro de la carga de yuca, lista para la
venta al detal, se acercó el tendero y cargó el bulto, lo colocó en la romana y
dictaminó veinte kilos y tres rayas, las tres rayas era el peso de Ruffo jacto
de yuca y de ron, abrieron el saco y salió el animalito corriendo hacia
cualquier dirección, tan rápido iba que el tendero dijo: ajooo, hoy amanecí
viendo conejos.
Ruffo llegó al patio, dio
cinco vueltas al cuerpo, como huracán en invierno y se transformó en un
muchacho, solo que sus orejas no cambiaron, salió por la puerta falsa o de
atrás y venia Kiko el hijo del campesino dueño de la yuca, enseguida Ruffo se
le pegó al lado.
Hey
pelao para donde vas
A
cobrar la yuca al tendero.
Quien te mandó.
Quien te mandó.
Mi
papá
Cuanto es de plata
Son quinientos pesos.
Cuanto es de plata
Son quinientos pesos.
La malicia del Conejo, afloró y nuevamente le dijo al
muchacho.
El tendero dijo que viniera a cobrar el valor de la yuca tu papá, que él no
hace trato con pelaos.
A lo que el muchacho le dijo al orejas de conejo: Y tu como lo sabes.
Hay,
pendejo, yo soy el hijo de él.
Y se devolvió el muchacho
bobo, pilas orejas de conejo, tienes tres minutos para recoger ese dinero y
largarte para el monte, se dijo la mente del conejo.
Cuando Bernabé (Berna), el campesino
quiso llegar a la tienda ya Ruffo el orejas de conejo, tenía embolsillado los
quinientos pesos de las dos cargas de yuca, es más se encontraba en la cantina
del pueblo empinándose una botella de ron, igualita a la que estaba en el saco
de fique donde cargaron la yuca.
Y que tremenda pelea
mantenían los dos amigos Berna y el tendero por el dinero, decía el tendero que
él le entregó la plata a su hijo, que hoy vino con las orejas de conejo, al fin
muchacho juguetón, mandaron a buscar al muchacho y este contó lo sucedido con
el hijo del tendero, el orejas de conejo, hasta ese momento los dos amigos
fueron amigos, se tranzaron a trompada limpia en la calle y fueron a dar a la
cantina, dándose trompada de la física.
Ya Ruffo llevaba tres
botellas de ron entre pecho y espalda y, al ver la gresca, se arregazó las
mangas de la camisa, peló sus puños y la emprendió contra los dos enemigos de
la yuca, después de una hora de pelea, todos los bancos de madera de la cantina
estaban esparcidos por el piso hechos añico, los tres enemigos sin fuerza para
pelear.
El cantinero, le decía al
orejas de conejo de Ruffo, que se fuera, que ya estaba bueno de pelear, los dos
amigos enemigos, pagaron los daños de la cantina y juraron que ese orejas de
conejo, se las pagarían, no tendré que llamarme Magdaleno de la Cruz, vociferó
el tendero.
Ruffo, el Conejo, bisnieto de
Cotilino, cogió camino, se ajuició y vive con su mujer en una cueva de un
árbol, criando a sus conejitos. Con el dinero de la yuca, compró una parcela y
cultiva zanahoria, maíz y yuca, sus comidas preferidas, y es el único campesino
avispado que no le debe a la caja agraria.
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