EL BURRO POLLINO DE MANUEL BUCHE Y EL TIGRE DE LA PLACITA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe.
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe.
Manuel Buche, era un
campesino, que se levantaba bien temprano, ensillaba su burro y cabresto en
mano, se dirigía a la montaña, en donde cultivaba arroz.
Su hijo Miguelito lo
acompañaba en un burro pollino, brioso y juguetón, por exceso de trabajo en la
rosa, Manuel buche, mandó a Miguelito de regreso al pueblo, en su burro
pollino, cargado de arroz en espiga.
Miguelito arreo su burro y
se quedó rezagado en el camino, como siempre lo hacía, ya el pollino sabía para
donde iba, pero Miguelito no sabía que ese burro era muy miedoso y que tan
pronto llegó al puente de madera, paró las orejas, miro por las rendijas de las
tablas, el agua que corría a toda velocidad y, se acostó en el puente con todo
el peso de la carga.
Llegó la noche y miguelito
batallaba con el pollino para que se levantara, pero no tenía suficiente
carácter para hacerlo levantar, a distancia se oía el roncar del tigre, que le
pegaba en su olfato el olor a burro sudado, y con su agilidad salió al camino
en busca de su presa.
Solo un transeúnte mayor,
salvaría al pollino y a Miguelito, que escondido y subido en un frondoso árbol,
sentía las pisadas del felino.
Ya no había nada que hacer,
el tigre se comería al pollino, en dos bocados, según la mente del muchacho,
que le corrían las lágrimas por las mejillas, a pesar de lo bravo que era
peleando a los puños.
El pollino inteligente, el
único burro que hablaba, le dijo al tigre: No te me acerques, porque estoy
cargado de dinamita y pólvora negra, vas a morir al instante, estás pisando el
cordón detonante, que era la cabuya que llevaba en su pescuezo.
El hermoso véngala, dio tres
pasos a tras y dijo:
No te creo, lo que cargas es
arroz en bultos, esa carga no me interesa, en ese instante de la conversación
de los dos animales, Miguelito, del susto no se sostuvo más en las ramas del
árbol y cayó a tierra, el tigre lo miró fijamente y no le prestó mayor
atención, porque Miguelito era flaco, sin nalgas, ni carne que comer, en cambio
el pollino de Manuel Buche estaba gordo y fresco, ese era su presa y no la iba
a desperdiciar.
Miguelito, se sacudió, tomo
aire y emprendió una carrera, parecía que iba volando por los aires, que solo
se frenó en la sala de su vivienda, donde cayó privado. Su abuela le tiró media
totuma de agua recogida del alar de la casa y depositada en un tanque de
hierro, donde permanecía fría y llena de gusarapos.
El muchacho sorprendido
volvió a la vida y solo decía el tigre, el tigre, el tigre, los presentes
miraron alrededor y buscaban al vecino Marcos Berrios a quien le llamaban el
tigre de la placita.
Después de una corta
explicación por parte de Miguelito, buscaron de inmediato a Mañe Teval y le
comunicaron la novedad, escopeta en mano y cincuenta tiros calibre O, se montó
en su caballo y partió hacia el puente del arroyo la Dorada, en busca del tigre
de véngala que por su piel, daban un dineral.
Se pegó a la carrera del
caballo de Mañe, Miguelito, cuando llegaron al puente, a prudencia distancia,
todavía el pollino, le hablaba al tigre, tratando de distraerlo, infundiéndole
miedo y terror con lo de la dinamita, el pollino estaba en pie y la carga que llevaba,
estaba en la cabecera del puente.
Tremenda sorpresa de Mañe Teval y Miguelito, cuando les pega olor a ron ñeque, ya se habían tomado entre el
tigre y el pollino, diez botellas de ron, Mañe apunta a los dos animales con su
escopeta y dice en voz fuerte:
“Quieto
los dos, no se muevan o los destrozo con estos tiros O, que tengo en la
escopeta”.
El tigre le contesta a Mañe,
tranquilo, no se preocupe que no soy
bravo, no me voy a comer a nadie, más bien venga y tómese un trago,
El pollino borracho, peló su
chapa, bajó su bemba y confirmó las palabras del tigre.
Miguelito a la distancia y sorprendido, presencio la parranda entre El Pollino de Manuel Buche, el tigre de la placita y Mañe Teval, el cazador de tigres más osado de la región Caribe.
Miguelito, adormitado
escuchaba vociferar a los tres borrachos, un tigre de véngala, un burro pollino
y a Mañe Teval, cuando el reloj del pueblo tocó su campana, en la Torre uno de
la iglesia, anunciando que eran las 12:00 de la noche.
Miguelito se despertó y vio
con sus ojones casi salidos de las
orbitas, como se transformaban, el pollino en su papá (Manuel Buche), el
tigre de véngala en (Marcos Berrios) y Mañe Teval los abrazaba ya que eran tres
amigos inseparables.
Nuevamente Miguelito, perdió
las fuerzas de su cuerpecito y se desgajó del árbol de mango, donde estaba observando
tremenda metamorfosis, flácido y perdido de este mundo y después de cuarenta y
ocho años, ya canoso y con parte de sus
amigos de la niñez, narra en el atrio de la Iglesia de su pueblo, la osadía
mental que guarda en sus recuerdos.
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