sábado, 7 de febrero de 2015

EL BURRO POLLINO DE MANUEL BUCHE Y EL TIGRE DE LA PLACITA

EL BURRO POLLINO DE MANUEL BUCHE Y EL TIGRE DE LA PLACITA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe.














Manuel Buche, era un campesino, que se levantaba bien temprano, ensillaba su burro y cabresto en mano, se dirigía a la montaña, en donde cultivaba arroz.

Su hijo Miguelito lo acompañaba en un burro pollino, brioso y juguetón, por exceso de trabajo en la rosa, Manuel buche, mandó a Miguelito de regreso al pueblo, en su burro pollino, cargado de arroz en espiga.

Miguelito arreo su burro y se quedó rezagado en el camino, como siempre lo hacía, ya el pollino sabía para donde iba, pero Miguelito no sabía que ese burro era muy miedoso y que tan pronto llegó al puente de madera, paró las orejas, miro por las rendijas de las tablas, el agua que corría a toda velocidad y, se acostó en el puente con todo el peso de la carga.

Llegó la noche y miguelito batallaba con el pollino para que se levantara, pero no tenía suficiente carácter para hacerlo levantar, a distancia se oía el roncar del tigre, que le pegaba en su olfato el olor a burro sudado, y con su agilidad salió al camino en busca de su presa.

Solo un transeúnte mayor, salvaría al pollino y a Miguelito, que escondido y subido en un frondoso árbol, sentía las pisadas del felino.

Ya no había nada que hacer, el tigre se comería al pollino, en dos bocados, según la mente del muchacho, que le corrían las lágrimas por las mejillas, a pesar de lo bravo que era peleando a los puños.

El pollino inteligente, el único burro que hablaba, le dijo al tigre: No te me acerques, porque estoy cargado de dinamita y pólvora negra, vas a morir al instante, estás pisando el cordón detonante, que era la cabuya que llevaba en su pescuezo.

El hermoso véngala, dio tres pasos a tras y dijo:

No te creo, lo que cargas es arroz en bultos, esa carga no me interesa, en ese instante de la conversación de los dos animales, Miguelito, del susto no se sostuvo más en las ramas del árbol y cayó a tierra, el tigre lo miró fijamente y no le prestó mayor atención, porque Miguelito era flaco, sin nalgas, ni carne que comer, en cambio el pollino de Manuel Buche estaba gordo y fresco, ese era su presa y no la iba a desperdiciar.

Miguelito, se sacudió, tomo aire y emprendió una carrera, parecía que iba volando por los aires, que solo se frenó en la sala de su vivienda, donde cayó privado. Su abuela le tiró media totuma de agua recogida del alar de la casa y depositada en un tanque de hierro, donde permanecía fría y llena de gusarapos.

El muchacho sorprendido volvió a la vida y solo decía el tigre, el tigre, el tigre, los presentes miraron alrededor y buscaban al vecino Marcos Berrios a quien le llamaban el tigre de la placita.

Después de una corta explicación por parte de Miguelito, buscaron de inmediato a Mañe Teval y le comunicaron la novedad, escopeta en mano y cincuenta tiros calibre O, se montó en su caballo y partió hacia el puente del arroyo la Dorada, en busca del tigre de véngala que por su piel, daban un dineral.

Se pegó a la carrera del caballo de Mañe, Miguelito, cuando llegaron al puente, a prudencia distancia, todavía el pollino, le hablaba al tigre, tratando de distraerlo, infundiéndole miedo y terror con lo de la dinamita, el pollino estaba en pie y la carga que llevaba, estaba en la cabecera del puente.

Tremenda sorpresa de Mañe Teval y Miguelito, cuando les pega olor a ron ñeque, ya se habían tomado entre el tigre y el pollino, diez botellas de ron, Mañe apunta a los dos animales con su escopeta y dice en voz fuerte:

“Quieto los dos, no se muevan o los destrozo con estos tiros O, que tengo en la escopeta”.

El tigre le contesta a Mañe, tranquilo, no se preocupe que no soy bravo, no me voy a comer a nadie, más bien venga y tómese un trago,

El pollino borracho, peló su chapa, bajó su bemba y confirmó las palabras del tigre.

Miguelito a la distancia y sorprendido, presencio la parranda entre El Pollino de Manuel Buche, el tigre de la placita y Mañe Teval, el cazador de tigres más osado de la región Caribe.

Miguelito, adormitado escuchaba vociferar a los tres borrachos, un tigre de véngala, un burro pollino y a Mañe Teval, cuando el reloj del pueblo tocó su campana, en la Torre uno de la iglesia, anunciando que eran las 12:00 de la noche.

Miguelito se despertó y vio con sus ojones casi salidos de las  orbitas, como se transformaban, el pollino en su papá (Manuel Buche), el tigre de véngala en (Marcos Berrios) y Mañe Teval los abrazaba ya que eran tres amigos inseparables.

Nuevamente Miguelito, perdió las fuerzas de su cuerpecito y se desgajó del árbol de mango, donde estaba observando tremenda metamorfosis, flácido y perdido de este mundo y después de cuarenta y ocho años, ya canoso y  con parte de sus amigos de la niñez, narra en el atrio de la Iglesia de su pueblo, la osadía mental que guarda en sus recuerdos.


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