EL SAÍNO ESTÁ EN LA ROSA, COMINDOSE EL MAÍZ
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe
Un saíno, de tamaño descomunal,
era el protagonista de todos los males que le estaban sucediendo a Pedro Juan,
con un esfuerzo, hipotecó su vivienda para respaldar el préstamo en La Caja
Agraria y con ese dinero sembrar diez cuarterones de Maíz, Yuca y Ajonjolí, con
la cosecha recogida y vendida, pagaría las deudas y le quedaría algo de
ganancias para el estudio de sus cinco hijas.
Matilde María, era su
compañera y madre de sus hijas, una mulata, bien formada, con unos brazos
largos y gruesos de tanto moler el maíz para hacer Bollitos de maza y cafongos,
sus hijas salían a la calle a venderlos al detal, de esta manera ellas las Hayas,
como las llamaban por su apellido paterno, le ayudaban a su padre sostener el
hogar.
Pedro Juan, después de
obtener el dinero, procedía a comprar la semilla de la mejor calidad a Juan
Nazareno, un comerciante del pueblo, contrataba a sus vecino y también
campesinos a la modalidad de pago, hoy donde ti, mañana donde mí.
Con el primer aguacero
caído, de acuerdo al Almanaque de Bristol, salían bien temprano a sembrar la
semilla con la tierra preparada, con un chuzo de palo, cada uno iban sembrando
en surcos cinco granos de cada especie y con el pie derecho, cerraban el hueco.
Tres meses después de la siembra procedían a
limpiar la maleza de alrededor de cada mata sembrada, hasta esperar la cosecha,
el secado del grano y la recolección.
Todas las mañanas salía
Pedro Juan a darle vueltas a su sembrado, que pronosticaba dar una buena
cosecha y salir de una vez por todas de sus compromisos financieros y vivir la
vida al lado de su señora e hijas de una mejor manera.
Notó Pedro Juan, dentro de
su sembrado, unas pisadas grandes, que el con su experiencia de campesino, no
pudo determinar de qué animal se trataba, al día siguiente fue acompañado de su
hermano mayor y, aquí comenzó el dolor de cabeza para los campesinos que habían
sembrado al igual que Pedro una hermosa cosecha.
Todos ellos se reunieron en
la noche y acordaron colocar trampas artesanales dentro del sembradío y de una
vez por todas atrapar a los animales que les querían hacer daño en sus predios.
Cada día eran más y más
pisadas de animales, que no podían determinar a ciencia cierta de quien se
trataba, si de un tigre, de un león, de un chigüiro, un Saíno o tal vez del
conejo cotilino el de la canción de Nucira Machado y su Orquesta.
Las trampas las desarmaban
la manada de animales, que cada noche crecían las pisadas, la preocupación era
tanta, que mandaron a traer a unos expertos en tiros y los apostaron a la
orilla del camino, según la rastra de pisadas de la gran manada desconocida
hasta ahora por los campesinos.
Sospechaban de los temidos
saínos de monte, bravos con el diente, que ningún tigre felino se atrevía a
desafiarlos, no había montañas altas en la zona para pretender cierta la
afirmación anterior, era todo un misterio la actitud desafiante de los
animales, que ya habían tumbado media hectárea de Maíz biche.
Dos noches y todo
transcurría con normalidad, los tiradores no encontraban una razón para estar
apostados toda la noche, ojo pelao bebe, sin obtener resultados positivos, y así
transcurrieron varios días hasta que en una noche oscura, fueron apareciendo
varias lamparitas que alumbraban en la lejanía.
Una Manada de doscientos
Saínos se acercaba por el camino real, en dirección a los tiradores, que a tiro
de escopeta, veían como los animales le bailaban de un lado hacia otro, hasta
agotarles todos los tiros que llevaron para cazarlos.
Solo quedó una estela de pisadas
en la tierra, cual de cada una fuera más grande, los tiradores salieron huyendo
despavoridos por todo lo que ocurrió en fracciones de minutos y dieron parte a
la autoridad, tan asustados estaban que se contradecían en sus declaraciones.
Ya se sospechaba que algún
maligno, tenía metida las manos, en no querer que los campesinos de la región
salieran adelante, por los hechos anteriores se reunieron con el sacerdote del
pueblo y acordaron acorralar a esos animales, crearon las estrategias y todo
quedo preparado, entre los campesinos y el sacerdote.
Rodearon la parcela y
esperaron a los enemigos, a las tres de la mañana fueron apareciendo la manada
de Saínos por el camino real, el único boquete que le dejaron para que
entraran. Fueron entrando y haciendo desastres con el maíz, con la yuca y el
ajonjolí sembrado y casi a punto de recoger.
Con ellos adentro del
cercado dieron la orden de prender los mechones y armados de estacas de mangle
comenzó la cacería y a toda voz cantaban:
“El Saíno está en la rosa
comiéndose el maíz, hui perro jeje, El Saíno está en la rosa comiéndose el
maíz, huii perro jeje”.
La batalla sin escapatoria
estaba dando su resultado, estaban acorralados los supuestos Saínos de monte,
destructores de la naturaleza, pero hay que sorpresa, cuando los relojes biológicos
de los gallos, abrieron su pico y entonaron su melodía de: Kokoroyó, Kokoroyó,
Kokoroyó, y cada uno de ellos en sus patios y subidos en un palo de totumo,
interrumpieron la batalla campal, en la rosa de Pedro Juan y sus compañeros.
Cada Saíno, fue cambiando su
pelaje y, delante de todo el pueblo que se volcó a capturar a los inquietos
animales, fueron adquiriendo forma humana, los débiles de mente se privaron,
otros con coraje fueron amarrando de manos y pies a los bandidos, que no
pudieron escapar como en otras ocasiones, porque esta vez, se los cogió el día
y, después de las cuatro de la mañana, la hora no les pertenece.
Sorpresa mayor, al ver
transformarse al Saíno Mayor, dueño de las tierras y del dinero que prestaban
los campesinos, en años anteriores, en donde su cosecha y su plata se perdieron
y él cada día más rico y los campesinos más pobres, que en esta ocasión
tuvieron que hipotecarle su casa a la Caja Agraria.
La autoridad competente,
ordenó condonarle las deudas anteriores a los campesinos y quitarle las
propiedades a el Saíno mayor, que en compañía de sus secuaces fueron encerrados
en una celda especial, cinco metros debajo de la superficie de la tierra,
alumbrada con mechones a gas, para que no distinguieran la noche con el día, estacas
y cruces de palos alrededor, construidas para esa clase de elementos, hacedores
del mal.
Todos en el pueblo reunidos en la plaza, entonaban la canción: “El Saíno está en la rosa,
comiéndose el Maíz, hui perro jeje”.,hui perro jeje, hui perro jeje”.
Excelente y divertida historia!!! Recuerdo cuando estaba niña la canción que había con ese estribillo... Todo el día la cantaba jajaja... Debería hacérsele algunas correcciones porque en algunas líneas omiten partes de la idea expuesta...
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