sábado, 6 de diciembre de 2014

EL SAÍNO ESTÁ EN LA ROSA, COMINDOSE EL MAÍZ

EL SAÍNO ESTÁ EN LA ROSA, COMINDOSE EL MAÍZ
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe




Un saíno, de tamaño descomunal, era el protagonista de todos los males que le estaban sucediendo a Pedro Juan, con un esfuerzo, hipotecó su vivienda para respaldar el préstamo en La Caja Agraria y con ese dinero sembrar diez cuarterones de Maíz, Yuca y Ajonjolí, con la cosecha recogida y vendida, pagaría las deudas y le quedaría algo de ganancias para el estudio de sus cinco hijas.

Matilde María, era su compañera y madre de sus hijas, una mulata, bien formada, con unos brazos largos y gruesos de tanto moler el maíz para hacer Bollitos de maza y cafongos, sus hijas salían a la calle a venderlos al detal, de esta manera ellas las Hayas, como las llamaban por su apellido paterno, le ayudaban a su padre sostener el hogar.

Pedro Juan, después de obtener el dinero, procedía a comprar la semilla de la mejor calidad a Juan Nazareno, un comerciante del pueblo, contrataba a sus vecino y también campesinos a la modalidad de pago, hoy donde ti, mañana donde mí.

Con el primer aguacero caído, de acuerdo al Almanaque de Bristol, salían bien temprano a sembrar la semilla con la tierra preparada, con un chuzo de palo, cada uno iban sembrando en surcos cinco granos de cada especie y con el pie derecho, cerraban el hueco.

Tres meses después de la siembra procedían a limpiar la maleza de alrededor de cada mata sembrada, hasta esperar la cosecha, el secado del grano y la recolección.

Todas las mañanas salía Pedro Juan a darle vueltas a su sembrado, que pronosticaba dar una buena cosecha y salir de una vez por todas de sus compromisos financieros y vivir la vida al lado de su señora e hijas de una mejor manera.

Notó Pedro Juan, dentro de su sembrado, unas pisadas grandes, que el con su experiencia de campesino, no pudo determinar de qué animal se trataba, al día siguiente fue acompañado de su hermano mayor y, aquí comenzó el dolor de cabeza para los campesinos que habían sembrado al igual que Pedro una hermosa cosecha.

Todos ellos se reunieron en la noche y acordaron colocar trampas artesanales dentro del sembradío y de una vez por todas atrapar a los animales que les querían hacer daño en sus predios.

Cada día eran más y más pisadas de animales, que no podían determinar a ciencia cierta de quien se trataba, si de un tigre, de un león, de un chigüiro, un Saíno o tal vez del conejo cotilino el de la canción de Nucira Machado y su Orquesta.

Las trampas las desarmaban la manada de animales, que cada noche crecían las pisadas, la preocupación era tanta, que mandaron a traer a unos expertos en tiros y los apostaron a la orilla del camino, según la rastra de pisadas de la gran manada desconocida hasta ahora por los campesinos.

Sospechaban de los temidos saínos de monte, bravos con el diente, que ningún tigre felino se atrevía a desafiarlos, no había montañas altas en la zona para pretender cierta la afirmación anterior, era todo un misterio la actitud desafiante de los animales, que ya habían tumbado media hectárea de Maíz biche.

Dos noches y todo transcurría con normalidad, los tiradores no encontraban una razón para estar apostados toda la noche, ojo pelao bebe, sin obtener resultados positivos, y así transcurrieron varios días hasta que en una noche oscura, fueron apareciendo varias lamparitas que alumbraban en la lejanía.

Una Manada de doscientos Saínos se acercaba por el camino real, en dirección a los tiradores, que a tiro de escopeta, veían como los animales le bailaban de un lado hacia otro, hasta agotarles todos los tiros que llevaron para cazarlos.

Solo quedó una estela de pisadas en la tierra, cual de cada una fuera más grande, los tiradores salieron huyendo despavoridos por todo lo que ocurrió en fracciones de minutos y dieron parte a la autoridad, tan asustados estaban que se contradecían en sus declaraciones.

Ya se sospechaba que algún maligno, tenía metida las manos, en no querer que los campesinos de la región salieran adelante, por los hechos anteriores se reunieron con el sacerdote del pueblo y acordaron acorralar a esos animales, crearon las estrategias y todo quedo preparado, entre los campesinos y el sacerdote.

Rodearon la parcela y esperaron a los enemigos, a las tres de la mañana fueron apareciendo la manada de Saínos por el camino real, el único boquete que le dejaron para que entraran. Fueron entrando y haciendo desastres con el maíz, con la yuca y el ajonjolí sembrado y casi a punto de recoger.

Con ellos adentro del cercado dieron la orden de prender los mechones y armados de estacas de mangle comenzó la cacería y a toda voz cantaban:

“El Saíno está en la rosa comiéndose el maíz, hui perro jeje, El Saíno está en la rosa comiéndose el maíz, huii perro jeje”.

La batalla sin escapatoria estaba dando su resultado, estaban acorralados los supuestos Saínos de monte, destructores de la naturaleza, pero hay que sorpresa, cuando los relojes biológicos de los gallos, abrieron su pico y entonaron su melodía de: Kokoroyó, Kokoroyó, Kokoroyó, y cada uno de ellos en sus patios y subidos en un palo de totumo, interrumpieron la batalla campal, en la rosa de Pedro Juan y sus compañeros.

Cada Saíno, fue cambiando su pelaje y, delante de todo el pueblo que se volcó a capturar a los inquietos animales, fueron adquiriendo forma humana, los débiles de mente se privaron, otros con coraje fueron amarrando de manos y pies a los bandidos, que no pudieron escapar como en otras ocasiones, porque esta vez, se los cogió el día y, después de las cuatro de la mañana, la hora no les pertenece.

Sorpresa mayor, al ver transformarse al Saíno Mayor, dueño de las tierras y del dinero que prestaban los campesinos, en años anteriores, en donde su cosecha y su plata se perdieron y él cada día más rico y los campesinos más pobres, que en esta ocasión tuvieron que hipotecarle su casa a la Caja Agraria.

La autoridad competente, ordenó condonarle las deudas anteriores a los campesinos y quitarle las propiedades a el Saíno mayor, que en compañía de sus secuaces fueron encerrados en una celda especial, cinco metros debajo de la superficie de la tierra, alumbrada con mechones a gas, para que no distinguieran la noche con el día, estacas y cruces de palos alrededor, construidas para esa clase de elementos, hacedores del mal.


Todos en el pueblo reunidos en la plaza, entonaban  la canción: “El Saíno está en la rosa, comiéndose el Maíz, hui perro jeje”.,hui perro jeje, hui perro jeje”.

1 comentario:

  1. Excelente y divertida historia!!! Recuerdo cuando estaba niña la canción que había con ese estribillo... Todo el día la cantaba jajaja... Debería hacérsele algunas correcciones porque en algunas líneas omiten partes de la idea expuesta...

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