sábado, 13 de diciembre de 2014

BROCHE Y BOMBARDINO

BROCHE Y BOMBARDINO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe.
 













Bien temprano salió Mano Hipo (Hipólito) de su casa en un burro mojino, barriga blanca, con destino al pueblo, llevaba enganchado en las orejas de la angarilla, de un lado su mochila tejida con pencas de guácimo y dentro de ella un sinnúmero de artículos personales: Un ciento de tabaco negro, una Yesquera para encenderlos, cuatro bollos de plátano envueltos en cascaron de maíz, un sarape de queso blandito, un bangaño con agua fresca, un foco de baterías, una vela  de cebo de vaca muerta, unos espejuelos viejos envueltos en un pañuelo de seda, para leer las partituras musicales, media libra de sal gruesa, un cordel y un anzuelo para pescar, si se presentaban inconvenientes con la comida.

Del otro lado de la oreja de la angarilla, llevaba nada mas y nada menos que su bombardino y un clarinete desarmado, compuesto por cuatro partes, siendo la más pequeña la boquilla. Del pueblo salió con sus compañeros de La  Banda de música Sabanera 25 en total, se embarcaron en un bus interdepartamental a cumplir un compromiso, por espacio de cinco días.

Al llegar al sitio de la fiesta, en la entrada del pueblo, había un letrero o valla publicitaria que les daba la bienvenida y, se anunciaban cinco días de toros bravos y cinco fandangos en horas de la noche, mano Hipo, era un amante de las fiestas bravas, en especial a los toros de lidia, gran parte de su juventud la pasó en una hacienda ganadera, lidiando con estos animales, el segundo día de toros eran de la finca Papayal.

Repartió el sarape que llevaba entre sus amigos y compañeros y les manifestó que estaba dispuesto a dejar el bombardino y metérsele a uno de esos toros bravos y demostrarle a sus compañeros que era un torero de verdad, ya que todos se burlaban por lo miedoso que era, y a su edad, él no estaba para esas lidias, además en su casa habían cinco personas que lo esperaban.

El director de la banda, le hizo saber a mano Hipo, el descontento por querer abandonar la banda y su bombardino que lo tocaba a las mil maravillas y hacia reventar de alegría al público presente, pero no hubo palabras posibles de convencimiento a tan gran hazaña, desde niño aprendió a tocar ese instrumento.

Dicho y hecho, a las tres de la tarde del segundo día de toros, entre los cuarenta de lidia venia un astado de seiscientos quilos de peso, color cenizo, Morrillo de  binde, cachos grandes en forma de mata de yuca sembrada inclinada, que al que se cogiera, no daría razón de quien era en vida,  por la manteada en esa época, daban cien pesos, que alcanzaban para comprar una finca de trece hectáreas de tierra, esa que necesitaba mano Hipo, para cultivar y no tener que prestarle terreno al blanco Pocho, quien  pretendía a una de sus hijas.

Anunciaron por los alta voces la salida del toro en mención, el precio de la manteada, la garrochada y quien se atreviera a encerrarlo en el toril, ya mano Hipo, no se encontraba en el sitio del palco donde la Banda sonaba sus porros, melodías que hacían guapirrear al público presente, se encontraba parqueado como carro viejo detrás de la puerta del toril viendo la faena de los hombres encargados de sacar el toro al ruedo.

Sonaron las tres bandas al unísono al ver salir a tremendo animal, quien se paseó por la corraleja y todos huían despavoridos, se acercó mano Hito al palco de honor, llevaba una manta roja en sus dos manos y su bombardino terciado a la espalda, y una pequeña mochila, esto le llamó la atención al dueño del toro, el tipo con más dinero en la región, mano Hipo le dijo que le multiplicara por cuatro su oferta de manteo al toro.

El Dueño del fiero animal, le preguntó a los que lo acompañaban, entre ellos a el negro rocha, quien era ese individuo, quienes no dieron explicación, además con un bombardino terciado a la espalda, que hacia ese músico allí, indagaron a las bandas que sonaban en cada palco y comprobaron la procedencia de mano Hipo, a quien autorizaron el manteo del toro.

Sacó su bombardino mano Hipo, se llevó la boquilla a sus labios y entonó una hermosa melodía, todo quedó en silencio, se acercaba mas y mas al fiero animal que escarbaba y estaba próximo a embestir con sus astas al músico, pero esto no sucedió, un grito de mano Hipo se escuchó en la corraleja Broche, Broche, el animal movía su cola larga y peluda, bajaba su cabeza en señal de bienvenida, se dejó sobar su cara, agarrar sus orejas, el mantero se subió sobre el animal, se acostó en su lomo, sacó un tabaco, su yes quera y lo encendió, votaba bocaradas de humo y el toro escarbaba de la rabia.

Apoteósico, sonaron las tres bandas de música, aplausos por doquier bajo el asombro del dueño del animal, que daba por descontado los cuatro sueldos ofrecidos, mas ser dueño de la muchacha que pretendía, sin darse cuenta quien en realidad era el músico torero.

Siguió la faena de mano Hipo, se bajó del animal, sacó sal de ganado de su mochila, se la colocó al toro sobre unas hojas de plátano y lo puso a comer, se dirigió hacia el palco de honor y brindó por ellos, el alcalde municipal, el consejo en pleno, las damas de honor y el ganadero, quien ordenó pagar la hazaña al músico mantero.

Mano Hipo, con señas les dijo que esperaran que no había terminado la jornada, se volvió hacia el toro y en un grito fuerte  Heeee, Heeee y Heeee, venga Broche, el toro levanto su cabeza sacudió los cascos hacia el palco de honor levantó arena, mandándola hacia los miembros de honor, quienes tuvieron que sacar sus pañuelos perfumados y limpiarse el rostro y luego ver una  de las escenas más brillantes del toreo en corralejas de la sabanas de bolívar, sucre y córdoba de mi región caribe Colombiana.

Uno, dos y tres mantazos, uno dos tres y cuatro mantazos, más arrodillada, de lado, de espaldas, de frente y hole, hole y hole. Se le paro al frete y lo invito a entrar al toril.

Nuevamente sal gruesa en su mano, le brindó mano hito al toro, quien comió de su mano, las bandas tocaban porros y animaban la fiesta, la algarabía de los innumerables presentes y el rumor de que mano Hipo, rezó al temido toro de la hacienda papayal de propiedad del ganadero más rico de la región.

Recibió mano Hipo su premio en efectivo de manos del ganadero, una banda tricolor de parte del Alcalde Municipal, felicitaciones y besos por parte de las damas de honor y por último el ganadero eufórico le dijo a mano Hipo, delante de los presentes que le pidiera lo que quisiera, que con mucho gusto él lo cumplía.

Pidió Mano Hipo, sin pensarlo, veinte hectáreas de terreno de la hacienda Papayal, un ternero de un año hijo del toro manteado por él.

Al preguntarle el ganadero quien era, Mano Hipo le contó que en tiempos pasados lo despidieron de su finca, sin causa justificada, delante de la esposa del ganadero le informó que era el padre de la joven a quien él pretendía y que el toro que manteo era huérfano y él lo alimentaba con agua de panela, sal gruesa y le tocaba un viejo bombardino que su abuelo dejó enganchado en un horcón de la casa en la hacienda mencionada, además lo bautizo con el nombre de broche, debido a que no había broche en la cerca que no abriera por muy fuerte que fuera, para escaparse de la hacienda.

Mano Hipo, lo nombraron  Administrador de la finca papayal, recibió su paga cuando lo despidieron y siguió tocando su bombardino y acompañando a sus amigos en la Banda, ahora es respetado, cuando narra sus cuentos e historias, como la de Broche y Bombardino.


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