MANO VICTOR (EL PECHI).
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
Siempre han dicho, que por
el camino largo que va sin rumbo y que si tiene rumbo, la puerta del Cementerio
Municipal, des la caracola que des, siempre vas a salir a la puerta del
Cementerio, ese fue el camino que mano Víctor cogió por equivocación, cuando
venía para su casa en tres quince, del pueblo a puerto amor.
En una bifurcación del
paraje los remolinos, allí perdió cordura mano Víctor, envés de coger a mano
derecha, cogió el camino izquierdo y se fue a topar después de dar cuatro
vueltas a la puerta del cementerio.
Su amigo, mano Hito, como
era un hombre perequero y mamador de gallo, siempre andaba en un mulo negro,
brioso y bien aperado, vio a mano Víctor dar vueltas por el camino, y se bajó
de su mulo, lo amarro en un árbol y se sentó a contarle las vueltas que daba, a
la cuarta vuelta le dio sentimiento al ver a su amigo borracho dando caracolas
en el camino largo, no solo a mano Víctor le ha pasado, hay más de una docena
de personas que han salido directo para Turbaco, donde está la clínica de los
locos, después de la quinta vuelta en el camino largo.
Mano
Víctor, Mano Víctor, dijo en voz gramatical grave, mano Hito,
Si, Si, quien me habla
Soy
yo Mano Hito.
Caramba mano Hito, que susto
me ha pegado usted hombre, he dado varias vueltas y no consigo el camino para
mi casa, eso me pasa por no salir temprano, hasta la borrachera se me ha
quitado.
¿Qué hace por aquí?
Pregunto mano Víctor a mano
Hito, pero no obtuvo respuesta alguna.
Y salieron los dos amigos
para el pueblo, cogieron el camino bifurcado a mano derecha, rumbo a casa, no
habían caminado un cuarto de tabaco, cuando sintieron unas pisadas pesadas y
torpes, rosándole los talones.
No mire hacia atrás por nada
del mundo mano Víctor, le dijo su amigo, que la cuestión es del mas allá, no se
preocupe que esto lo arreglo ahora mismo, usted siga derecho a su posada, no
mire hacia atrás, le recalcó.
Mano Víctor aligero el paso
de su caballo bayo, llevaba los pelos de punta, tanto así que el sombrero se le
salía de la cabeza, le puso el barbuquejo y arrió el caballo al galope.
Al día siguiente amaneció la
bola que mano Hito se lo llevaron para Turbaco, loco, re-loco, llamando a mano Víctor,
vociferándole que cogiera el camino largo a mano derecha.
La autoridad Municipal, tomó
cartas en el asunto y mando a colocar unas señales de tránsito en todo el
camino largo y en la bifurcación un aviso en letras grandes reflectarías que
decía:
Borrachos
a mano derecha y muertos a mano izquierda, al comienzo del camino colocaron
otro aviso grande que decía:
Prohibido
circular por esta vía, en horas de la noche.
Hasta ese día mano Víctor
cogió camino hacia su casa en Puerto Amor, en horas de la noche y dijo que iba
a hacer un viaje a Turbaco a visitar a su amigo Mano Hito.
El mulo, el sombrero, la
montura y los aperos de mano Hito, los encontraron en el cementerio en una
tumba de un forastero que murió en el pueblo y lo enterraron con una placa de NN.
Que coincidencias de la vida
y la muerte, ese día que murió el forastero, apareció en el pueblo Mano Hito,
vendiendo aperos, monturas y hasta que se volvió loco vivió allí, se hizo amigo de mano Víctor y de todos en el pueblo.
La autoridad competente le
siguió el rastro a la investigación por los últimos hechos en ese camino,
ordenó al detective 444 y 555, que cogieran el camino al cementerio, cada uno
por su lado e informaran los pormenores.
A las 11 de la noche el 444,
se montó en un caballo grande blanco con rapé, llevaba en su mochila dos
botellas de agua, en vez de ron y una botella con aguardiente del más fuerte,
para quitarse el miedo.
El detective 555, tenía
cinco horas de estar camuflado en el cementerio, en una tumba destapada, cabeza
afuera captando todo ruido y movimiento sospechoso, dispuesto a saber qué
pasaba entre el comienzo del camino largo y la puerta del cementerio.
A la misma hora que el 444 salió
del pueblo, acto seguido, se montó en su caballo negro mano Ezequiel, este era
un hombre misterioso que se encargaba de cuidar el cementerio, era curioso,
hacia un ron con cascaras de naranja agria, trocitos de palos que recogía en la
montaña cada 13 de cada mes, con esa medicina natural curaba a toda persona que
se le acercaba, lo bueno de todo esto, era que mano Ezequiel no cobraba,
últimamente mandaba a sus pacientes a rezarle un padre nuestro a la tumba del
NN, en el cementerio.
El 555, escuchó un caballo a
galope, afilo oídos y vista, los pasos del animal que venía a toda carrera, esperó con paciencia,
acto seguido le pegó un olor a caballo sudado, sofocado y notó la figura humana
que se bajaba del animal.
Detalló la figura, alto de 180, sombrero
negro, revolver en el cinto, jalo una escopeta calibre 12 o 16, que traía
amarrada en la silla, una ruana negra que se caló en su cuerpo, una linterna de
6 tacos de batería, amarro el caballo en un árbol de guácimo que había en mitad
del campo santo, se dirigió directo hacia donde estaba el 555, quito la tapa de
la bóveda del lado y se metió, quedando boca arriba mirando las estrellas.
Mientras tanto el 444,
seguía en su tercer recorrido del camino, buscando pistas que lo condujera a
concluir el misterio del camino largo, dos vueltas más y era hombre loco, pero
el 444, no se iba a dejar atrapar por la misteriosa locura que llevaba a más de
una docena de hombres, de los más osados del pueblo, metidos en la clínica de
Turbaco Bolívar.
Faltando un cuarto para las
cero horas, el 555, escucho un ruido agudo de la garganta de mano Ezequiel, abrió
sus ojos con sueño y captó la trasformación de un hombre tan grande, a uno de
baja estatura, que se levantó de la tumba, con una mochila de toches, un
sombrero concha de coco, sacó un tabaco negro, le quitó la punta de un
mordisco, lo encendió, guardo la yesquera y botó un salibon que al instante se
transformó en candela y quemó el sitio donde cayó, cogió camino hacia la puerta
del cementerio y se paró en el umbral.
En ese mismo instante, venia
el 444 en su quinta vuelta, le faltaban cinco metros para quedar atrapado, el
555, le siguió los pasos a prudencia distancia a mano Ezequiel, sus pisadas
eran cronometradas para no dejarse sentir, ya que mano Ezequiel, tenía un sexto
y séptimo sentido que todo lo captaba a cinco leguas a la redonda, pero tanto
el 444, como el 555, también se traían lo suyo, estaban entrenados para estos
casos, porque no es todo humano que se enfrenta con una pistola y una escopeta
a un fantasma y menos al del camino largo.
El 444, se detuvo a esa
distancia, amarro su caballo a un árbol de piñico y esperó que la figura
pequeña, desconocida se le acercara, ya tenía la pistola de marca Beretta con treinta y dos balas de plata, lista para disparar a cualquier ser, de esta
vida o de la otra.
El 555 temblaba, viendo la
escena a pocos pasos, también tenía su escopeta mata tigre con seis balines de
plata a recomendación del padre Pachito, cura párroco del pueblo.
Saludó mano Ezequiel al 444:
Hajaaaa
detective, que hace por aquí a estas horas, a quien busca con tanto ahínco.
Enseguida
supo el 444, que esta movida, no era normal, se preguntó cómo ese extraño
hombrecito sabía que él era el 444.
No,
es que estoy perdido, ando buscando el camino hacia el pueblo y no lo
encuentro, ya he dado casi, cinco vueltas, dijo el 444.
¿Casi?,
contesto el misterioso hombre,
Sí,
casi contestó el 444,
Bueno
entonces tómese este trago, para que coja el camino bueno.
Había sacado de la mochila
una botella de contra, bueno el 555 opina que no era contra lo de la botella,
era para él, el trago de la loquera que habían sufrido los anteriores
personajes que se perdieron en el camino largo que se bifurca al lado izquierdo,
al cementerio y hacia al lado derecho al pueblo.
Quieto
no se mueva, o le perforo el cuerpo con un balín de plata, grito con voz entre
cortada el 555, al instante que el detective 444 se llevaba a la boca el fatal
trago de paralina, preparado por Mano Ezequiel.
Dese
media vuelta y no respire porque es hombre muerto, bota el trago lejos 444,
ordeno el 555, a voz seguida contestó el forastero:
Quien
lo ordena.
Soy
la tapa de la caja, de la bóveda de donde saliste, grito el 555.
Y luego dijo el forastero:
¿Si
son de plata esas balas?
Las
únicas con que podemos vencerte forastero, contestó el detective 555,
envalentonado
El 444 no dudó en botar el
trago con totuma y todo su contenido, que fue a parar a una cerca de árboles
verdes y frondosos, que al instante cogieron una llamarada de candela, tiempo
que aprovechó el forastero y se desapareció.
Entraron al cementerio el
555 y 444, detectives, se dirigieron a la bóveda en donde estaba Mano Ezequiel,
minutos antes de las doce y lo encontraron durmiendo y roncando, con sus 180
centímetros de altura, que casualidad que era la misma bóveda donde encontraron
los aperos de Mano Hito, unos días antes de llevárselo para Turbaco.
Le ordenaron despertar y
levantarse, le leyeron sus derechos como ciudadano, lo esposaron en sus manos y
en los pies le clavaron dos grilletes de plata, para que no escapara de nuevo,
lo bañaron con agua bendita, a la mañana siguiente lo trasladaron hacia la
ciudad.
En un allanamiento a su
morada, a mano Ezequiel le encontraron las pertenencias de los ciudadanos que
se encontraban en la clínica y unas cincuenta botellas que contenían sustancias
alucinógenas, extraídos de las raíces, bejucos, cortezas de árboles, frutas y
hojas que mano Ezequiel traía de la montaña, todos los días 13 de cada mes, un
libro viejo, parecido a uno de los cuatro tomos del Diccionario de Bruño, de los años cincuenta
del siglo pasado.
Desde ese instante, el
camino hacia el Cementerio y hacia el pueblo, estaban iluminados por la hermosa
Luna, el firmamento azul del cielo y la brisa que viene de las montañas, daban
una sensación de seguridad a los viajeros de la noche, que llegaban sanos y
salvos a sus moradas.
Ahora mano Víctor, se hace
llamar el Pechi (de pechichón) por sobrevivir al camino largo, después de
cuatro vueltas, se cala su sombrero alon con pintas de pava congona, se apoya en su bastón de guayacan seco y recorre el pueblo, saludando a sus amigos, sigue tomando ron en la cantina del negro, en puerto amor y
bailando con la mujer que se le atraviese, se sacude como pelao de diecisiete,
tanto así que se estrelló con una lámina de eternit y la partió, bailando un
porro sabanero de esos que le llaman Palitiao, todos los domingos de cada mes,
visita a su amigo mano Hito, que ya está recuperado, los dos, se reúnen en el
parque al anochecer, a narrar el cuento del fantasma del camino largo.
Los detectives 444 y 555,
resultaron ser el monaguillo y el Sacerdote Pachito, párroco de la Iglesia del
pueblo, quienes con valentía, enfrentaron a uno de los fantasmas más peligrosos
y malos del camino largo, que le mortificaba la vida a cuanto humano transitaba
por allí, en esa época.
Solo ellos, podían acabar
con el Fantasma, que se transformaba y se metía en cuerpo y alma del celador
del cementerio municipal de la región imaginaria, en las Sabanas de Oristuna.
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