sábado, 14 de junio de 2014

MANO VICTOR (EL PECHI).

MANO VICTOR (EL PECHI).
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano



Siempre han dicho, que por el camino largo que va sin rumbo y que si tiene rumbo, la puerta del Cementerio Municipal, des la caracola que des, siempre vas a salir a la puerta del Cementerio, ese fue el camino que mano Víctor cogió por equivocación, cuando venía para su casa en tres quince, del pueblo a puerto amor.

En una bifurcación del paraje los remolinos, allí perdió cordura mano Víctor, envés de coger a mano derecha, cogió el camino izquierdo y se fue a topar después de dar cuatro vueltas a la puerta del cementerio.

Su amigo, mano Hito, como era un hombre perequero y mamador de gallo, siempre andaba en un mulo negro, brioso y bien aperado, vio a mano Víctor dar vueltas por el camino, y se bajó de su mulo, lo amarro en un árbol y se sentó a contarle las vueltas que daba, a la cuarta vuelta le dio sentimiento al ver a su amigo borracho dando caracolas en el camino largo, no solo a mano Víctor le ha pasado, hay más de una docena de personas que han salido directo para Turbaco, donde está la clínica de los locos, después de la quinta vuelta en el camino largo.

Mano Víctor, Mano Víctor, dijo en voz gramatical grave,  mano Hito,

Si, Si, quien me habla

Soy yo Mano Hito.

Caramba mano Hito, que susto me ha pegado usted hombre, he dado varias vueltas y no consigo el camino para mi casa, eso me pasa por no salir temprano, hasta la borrachera se me ha quitado.
¿Qué hace por aquí?

Pregunto mano Víctor a mano Hito, pero no obtuvo respuesta alguna.

Y salieron los dos amigos para el pueblo, cogieron el camino bifurcado a mano derecha, rumbo a casa, no habían caminado un cuarto de tabaco, cuando sintieron unas pisadas pesadas y torpes, rosándole los talones.

No mire hacia atrás por nada del mundo mano Víctor, le dijo su amigo, que la cuestión es del mas allá, no se preocupe que esto lo arreglo ahora mismo, usted siga derecho a su posada, no mire hacia atrás, le recalcó.

Mano Víctor aligero el paso de su caballo bayo, llevaba los pelos de punta, tanto así que el sombrero se le salía de la cabeza, le puso el barbuquejo y arrió el caballo al galope.

Al día siguiente amaneció la bola que mano Hito se lo llevaron para Turbaco, loco, re-loco, llamando a mano Víctor, vociferándole que cogiera el camino largo a mano derecha.

La autoridad Municipal, tomó cartas en el asunto y mando a colocar unas señales de tránsito en todo el camino largo y en la bifurcación un aviso en letras grandes reflectarías que decía:

Borrachos a mano derecha y muertos a mano izquierda, al comienzo del camino colocaron otro aviso grande que decía:

Prohibido circular por esta vía, en horas de la noche.

Hasta ese día mano Víctor cogió camino hacia su casa en Puerto Amor, en horas de la noche y dijo que iba a hacer un viaje a Turbaco a visitar a su amigo Mano Hito.

El mulo, el sombrero, la montura y los aperos de mano Hito, los encontraron en el cementerio en una tumba de un forastero que murió en el pueblo y lo enterraron con una placa de  NN.

Que coincidencias de la vida y la muerte, ese día que murió el forastero, apareció en el pueblo Mano Hito, vendiendo aperos, monturas y hasta que se volvió loco vivió allí,  se hizo amigo de mano Víctor y de todos en el pueblo.

La autoridad competente le siguió el rastro a la investigación por los últimos hechos en ese camino, ordenó al detective 444 y 555, que cogieran el camino al cementerio, cada uno por su lado e informaran los pormenores.

A las 11 de la noche el 444, se montó en un caballo grande blanco con rapé, llevaba en su mochila dos botellas de agua, en vez de ron y una botella con aguardiente del más fuerte, para quitarse el miedo.

El detective 555, tenía cinco horas de estar camuflado en el cementerio, en una tumba destapada, cabeza afuera captando todo ruido y movimiento sospechoso, dispuesto a saber qué pasaba entre el comienzo del camino largo y la puerta del cementerio.

A la misma hora que el 444 salió del pueblo, acto seguido, se montó en su caballo negro mano Ezequiel, este era un hombre misterioso que se encargaba de cuidar el cementerio, era curioso, hacia un ron con cascaras de naranja agria, trocitos de palos que recogía en la montaña cada 13 de cada mes, con esa medicina natural curaba a toda persona que se le acercaba, lo bueno de todo esto, era que mano Ezequiel no cobraba, últimamente mandaba a sus pacientes a rezarle un padre nuestro a la tumba del NN, en el cementerio.

El 555, escuchó un caballo a galope, afilo oídos y vista, los pasos del animal  que venía a toda carrera, esperó con paciencia, acto seguido le pegó un olor a caballo sudado, sofocado y notó la figura humana que se bajaba del animal.

Detalló la figura, alto de 180, sombrero negro, revolver en el cinto, jalo una escopeta calibre 12 o 16, que traía amarrada en la silla, una ruana negra que se caló en su cuerpo, una linterna de 6 tacos de batería, amarro el caballo en un árbol de guácimo que había en mitad del campo santo, se dirigió directo hacia donde estaba el 555, quito la tapa de la bóveda del lado y se metió, quedando boca arriba mirando las estrellas.

Mientras tanto el 444, seguía en su tercer recorrido del camino, buscando pistas que lo condujera a concluir el misterio del camino largo, dos vueltas más y era hombre loco, pero el 444, no se iba a dejar atrapar por la misteriosa locura que llevaba a más de una docena de hombres, de los más osados del pueblo, metidos en la clínica de Turbaco Bolívar.

Faltando un cuarto para las cero horas, el 555, escucho un ruido agudo de la garganta de mano Ezequiel, abrió sus ojos con sueño y captó la trasformación de un hombre tan grande, a uno de baja estatura, que se levantó de la tumba, con una mochila de toches, un sombrero concha de coco, sacó un tabaco negro, le quitó la punta de un mordisco, lo encendió, guardo la yesquera y botó un salibon que al instante se transformó en candela y quemó el sitio donde cayó, cogió camino hacia la puerta del cementerio y se paró en el umbral.

En ese mismo instante, venia el 444 en su quinta vuelta, le faltaban cinco metros para quedar atrapado, el 555, le siguió los pasos a prudencia distancia a mano Ezequiel, sus pisadas eran cronometradas para no dejarse sentir, ya que mano Ezequiel, tenía un sexto y séptimo sentido que todo lo captaba a cinco leguas a la redonda, pero tanto el 444, como el 555, también se traían lo suyo, estaban entrenados para estos casos, porque no es todo humano que se enfrenta con una pistola y una escopeta a un fantasma y menos al del camino largo.

El 444, se detuvo a esa distancia, amarro su caballo a un árbol de piñico y esperó que la figura pequeña, desconocida se le acercara, ya tenía la pistola  de marca Beretta con treinta y dos balas de plata,  lista para disparar a cualquier ser, de esta vida o de la otra.

 El 555 temblaba, viendo la escena a pocos pasos, también tenía su escopeta mata tigre con seis balines de plata a recomendación del padre Pachito, cura párroco del pueblo.

Saludó mano Ezequiel al 444:

Hajaaaa detective, que hace por aquí a estas horas, a quien busca con tanto ahínco.

Enseguida supo el 444, que esta movida, no era normal, se preguntó cómo ese extraño hombrecito sabía que él era el 444.

No, es que estoy perdido, ando buscando el camino hacia el pueblo y no lo encuentro, ya he dado casi, cinco vueltas, dijo el 444.

¿Casi?, contesto el misterioso hombre,

Sí, casi contestó el 444,

Bueno entonces tómese este trago, para que coja el camino bueno.

Había sacado de la mochila una botella de contra, bueno el 555 opina que no era contra lo de la botella, era para él, el trago de la loquera que habían sufrido los anteriores personajes que se perdieron en el camino largo que se bifurca al lado izquierdo, al cementerio y hacia al lado derecho al pueblo.

Quieto no se mueva, o le perforo el cuerpo con un balín de plata, grito con voz entre cortada el 555, al instante que el detective 444 se llevaba a la boca el fatal trago de paralina, preparado por Mano Ezequiel.

Dese media vuelta y no respire porque es hombre muerto, bota el trago lejos 444, ordeno el 555, a voz seguida contestó el forastero:

Quien lo ordena.

Soy la tapa de la caja, de la bóveda de donde saliste, grito el 555.

Y luego dijo el forastero:

¿Si son de plata esas balas?

Las únicas con que podemos vencerte forastero, contestó el detective 555, envalentonado

El 444 no dudó en botar el trago con totuma y todo su contenido, que fue a parar a una cerca de árboles verdes y frondosos, que al instante cogieron una llamarada de candela, tiempo que aprovechó el forastero y se desapareció.

Entraron al cementerio el 555 y 444, detectives, se dirigieron a la bóveda en donde estaba Mano Ezequiel, minutos antes de las doce y lo encontraron durmiendo y roncando, con sus 180 centímetros de altura, que casualidad que era la misma bóveda donde encontraron los aperos de Mano Hito, unos días antes de llevárselo para Turbaco.

Le ordenaron despertar y levantarse, le leyeron sus derechos como ciudadano, lo esposaron en sus manos y en los pies le clavaron dos grilletes de plata, para que no escapara de nuevo, lo bañaron con agua bendita, a la mañana siguiente lo trasladaron hacia la ciudad.

En un allanamiento a su morada, a mano Ezequiel le encontraron las pertenencias de los ciudadanos que se encontraban en la clínica y unas cincuenta botellas que contenían sustancias alucinógenas, extraídos de las raíces, bejucos, cortezas de árboles, frutas y hojas que mano Ezequiel traía de la montaña, todos los días 13 de cada mes, un libro viejo, parecido a uno de los cuatro tomos del  Diccionario de Bruño, de los años cincuenta del siglo pasado.

Desde ese instante, el camino hacia el Cementerio y hacia el pueblo, estaban iluminados por la hermosa Luna, el firmamento azul del cielo y la brisa que viene de las montañas, daban una sensación de seguridad a los viajeros de la noche, que llegaban sanos y salvos a sus moradas.

Ahora mano Víctor, se hace llamar el Pechi (de pechichón) por sobrevivir al camino largo, después de cuatro vueltas, se cala su sombrero alon con pintas de pava congona, se apoya en su bastón de guayacan seco y recorre el pueblo, saludando a sus amigos, sigue tomando ron en la cantina del negro, en puerto amor y bailando con la mujer que se le atraviese, se sacude como pelao de diecisiete, tanto así que se estrelló con una lámina de eternit y la partió, bailando un porro sabanero de esos que le llaman Palitiao, todos los domingos de cada mes, visita a su amigo mano Hito, que ya está recuperado, los dos, se reúnen en el parque al anochecer, a narrar el cuento del fantasma del camino largo.

Los detectives 444 y 555, resultaron ser el monaguillo y el Sacerdote Pachito, párroco de la Iglesia del pueblo, quienes con valentía, enfrentaron a uno de los fantasmas más peligrosos y malos del camino largo, que le mortificaba la vida a cuanto humano transitaba por allí, en esa época.


Solo ellos, podían acabar con el Fantasma, que se transformaba y se metía en cuerpo y alma del celador del cementerio municipal de la región imaginaria, en las Sabanas de Oristuna.

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