sábado, 10 de abril de 2021

 

LOS TRES BINDES EN MI PUEBLO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

 

Habían en mi Pueblo unos terrenos baldíos  a 50 kilómetros a la redonda que rodeaban el casco urbano, allí habitaba el termitero más grande que he podido conocer, su panorama era tan parecido a las ruinas  de la antigua Grecia, así lo percibíamos los humanos que transitábamos hacia los corregimientos de San Roque, La Ceiba, Santiago Apóstol.

Más de una vez me vi inmerso en situaciones graves en esos playones  los termiteros o bindes me salvaron el pellejo, recuerdo cuando venía en mi burrito bayo con dos cargas de leña, silbando la melodía “La Pollera Colora y mire atrás , tenía el toro candelillo pisándole los talones a mi burro, me tire   salí a la velocidad de un rayo, me subí al termitero de dos metros y medio, allí llego el toro candelillo a sacarle pedazos para bajarme, hasta que alguien humano silbó a la distancia montado,  aperado en un caballo brioso y me salvó de una cornada.

También puedo contarles el día que se me hizo tarde en el arrozal madre de Dios, salí de allá a las seis y treinta pasado meridiano, con solo la luz de las luciérnagas que como bombillos eléctricos intermitentes me alumbraban el camino de unos cinco kilómetros y a escasos ocho años, como decía mi papá Francisco Javier, ya usted es un hombre,  hoy me reflejo en mi hermoso nieto Matías con solo siete años, para mandarlo a esa distancia y en la noche. Bueno esa noche me topé con la “Luz del Playón”, reclamándome mi presencia en sus territorios, ella me perseguía, se metía entre mis piernas  no me dejaba avanzar, le hice rosca en el  termitero, hasta que se cansó de dar vueltas y vueltas y se marchó, llegue a mi casa en la placita mudo del susto, pero no le dije a mi mamá Chave Román lo que me pasó con la Luz del Playón, después de sesenta años se los cuento a ustedes mis lectores, era un secreto bien guardado, como todos mis secretos, que les he contado.

Salimos, Julián Caña y mi persona hacia el corregimiento de Santiago Apóstol, con una provisiones para las monjas catequistas y ya playón afuera le dije a Cañas que me dejara manejar la camioneta gris, Power Wagon de propiedad de la Iglesia Católica  Apostólica de la Villa, recibí las primeras instrucciones, arranque bien, pero a una voz en grito de Julián, en vez de frenar, aceleré y si no es por esa gigante termita, iba directo al arroyo de corozal que vierte sus aguas a la ciénaga de Santiago,  hoy no estuviera narrando este cuento, a la camioneta no le pasó nada como tampoco a Julián, a mi persona se me hizo un pronunciado en la frente, que siempre que lo tocaba, crecía más.

Como somos herederos de la raza indígena Zenu, la hornilla de cocer los alimentos en esa hermosa época, eran tres puntas de bindes o termiteros, colocados en triángulo en el piso, con entrada de leña o madera por los tres lados, hay de un sancocho o un asado en esos tres bindes, ni para que acordarme, unas yucas atravesadas en sus brazas, etc.  ect.

Para mi eran un tesoro sembrado en esos terrenos baldíos, las termitas habitantes y creadoras  de esas maravillas de paisaje,  no nos hacían ningún daño a los humanos, hoy recuerdo a los tres bindes en triángulos en el fogón de mi casa, tirando candela, esos recuerdos  me alegran  la Vida.

 


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