AL CALABOZO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano
Mi Persona, o sea Yo, tengo un Tío Político, Víctor De Oro Vergara, heredado de
mi esposa, como soy popular, servicial y buena gente de nacimiento, a cualquier
árbol que me arrime, hecho raíces. Este ser humano, es el hombre de los
cuentos, las peleas y la fama, pero solo en palabras, porque a decir verdad, no
mata ni una mosca, él se labró esa fama
para sobrevivir en un mundo hostil en
donde se desarrolla. Siempre que nos topamos me dice en forma jocosa
“Epaaa, se encontró el hambre con la comida”, ya sé que me va a referir sus
cuentos empapados de ficción, pero al fin cuentos.
Estaba Tío Víctor durmiendo a media noche, a dos
cuadras donde La Cachaca Matilde en Aguas
Blanca Cesar, en el salón de baile, alguien
compró una boleta de veinte pesos para bailar toda la noche con una agraciada dama,
nadie puede quitársela, aquí no hay lugar al barato, pero como no faltan los pleitiscos, formó una
pelea, en los oídos de tío Víctor se escuchaba un picó, que con la brisa se venía
el sonido y luego se iba distanciando, sonaban las melodías de moda, Calixto
Ochoa con su charanga campesina y los menejos todos parrandeando, la garganta
le pedía un trago de ron caña, al rato se oyen unos señores discutiendo y fue
suficiente para decirle a su esposa que iba a salir porque le oyó la voz a su
hermano Oneile pidiendo auxilio porque lo estaban masacrando a puños. Ayy ve
One ya llevaba tres sueños en la finca la Concepción, al lado del cementerio.
Se levantó se colocó la camisa y despertó a su esposa, Tula, Tula, estás oyendo
la pelea, es mi hermano a quién están aporreando, voy a defenderlo, Tula
semidormida le dijo, Vee Víctor no vallas para allá, quitó la tranca de la
puerta, miró la luna en la hora dos de la mañana, llegó al recinto y ya la
parranda se había terminado con la pelea, la dueña llamó la Policía y cuando
esta llegó, encontró a Tío Víctor enclaustrado en el marco de la puerta, brazos
abiertos y desafiando a los presentes “ Bueno llegué Yo, a ver quién es el machito
que quiere darse trompada conmigo, partida de cobardes, venirle a pegar a mi
hermano, que salga el más guapo y le daba puños a la pared”. Claro con esa fama
de trompeador que cargaba, nadie se atrevía a desafiarlo.
Por estar en su lleré no se dio cuenta que la policía
estaba detrás de él, escuchando su hombría, lo cogieron entre dos, le colocaron
los brazos atrás y lo esposaros, momento
que cambio su discursos pidiéndoles a los policías que no se lo llevaran, que
no era el de la pelea, para rematar no tenía documentación de identificarse. No alcanzó a saborear un trago
de ron.
Al día siguiente amaneció en una mazmorra como
chiquero de puerco en invierno, con olor a salvado de maíz, fermentado. Su
esposa se presentó con la documentación ante la policía y le dieron la salida,
el regañón y las palabras de la esposa imagínenselas.
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