martes, 13 de octubre de 2020

EL TOLDO AZUL Y LA SERPIENTE BOA

 


EL TOLDO AZUL Y LA SERPIENTE BOA
Por Francisco Cadrazco Díaz 
Escritor

 

A la orilla del río San Jorge, entre Segeve y el remolino de la Pipa, a la margen izquierda, llegaban los pescadores de la Villa en el mes de noviembre a tirar las redes y sacar una buena cosecha hasta el mes de mayo.

En ese lapso de tiempo se generaba una linda convivencia, mutua de familiares, amigos y paisanos, allí llegaban los jóvenes entre los diez y quince años a ganarse media parte de lo que le pagaban a los mayores, ese dinero servía para comprar los libros y vestir en el colegio de primaria. A comienzo de febrero regresaban a la villa, listos para estudiar.

Patricio, un joven fornido, metido en los trece años, era uno de ellos, allí en ese sitio las cosas eran duras de trabajo, a cada quien le asignaban una función que hacer y lo supervisaba el dueño del chinchorro.

Sucedió que la señora que nos iba a atender llego en embarazo y en los primeros quince días de la estadía dio a nacer un hermoso niño, que lloraba día y noche y los chigüiros le hacían el coro, los toldos o carpas para dormir las abríamos en toda la orilla del río, siendo la primera la de Patricio.

Por cuestiones de supervivencia alimenticia, salieron los mayores y de regreso trajeron una porcelana de aluminio llena de carne fresca, que en menos de una hora era guiso, acompañado de plátano verde y arroz bolao.

Patricio salía en horas de la mañana hacia el pajonal o hierba alta que cubría los alrededores del rio y en su recorrido se encontró un cuero de serpiente boa salao secándose, estirado en dos estacas de mangle, lo bajó y se lo llevó para su toldo, envuelto en el pajonal.

Serían como las dos de la mañana, Patricio estaba dormido con el cuero de boa debajo del petate y la hierba, la boa atraída por el olor a bebé recién nacido y a su compañero que se encontraba debajo del petate de Patricio, cuando lo despertó un apretón en la cintura que lo estaba dejando sin respiración, lo estaba comprimiendo para luego tragárselo entero, como pudo grito como un ratoncito recién nacido, la señora que estaba amamantando a su hijo a esa hora, escuchó con su oído fino de madre y llamó a su esposo, quien se levantó azorado, medio dormido, cogió la rula que la tenía al lado enterrada en el barro blandito y se dirigió a donde salía el pequeño y agudo chiflido.

Directo al toldo de Patricio, con la rula colín rasgó el toldo o lienzo de popelina fina, casi transparente y encontró la escena del joven abrazado con una hermosa boa de pies a cabeza, llamó a los diez pescadores que lo acompañaban, prendieron mechón de petróleo y se formó un fandango de gritos e ideas para salvar a patricio de una estripada.

A alguien con inteligencia, experiencia de la vida y el trabajo se le dio por ponerle un pajon prendido en la cola del reptil que poco a poco fue aflojando y desenrollándose del cuerpo de Patricio, la enlazaron por el pescuezo, la guindaron de una mata de mangle y al día siguiente estaba en función el fogón con un exquisito guiso de boa, acompañado con ñame y agua de panela.

Después del desayuno, vieron a Patricio desguindando el toldo y enrollando el petate y en el primer Johnson que pasó para San Marcos se embarcó y se fue, cuando voy a mi pueblo le pregunto a sus hermanos por él y me contestan vive en Venezuela con su Familia.

En esa semana que se marchó Patricio de la orilla del río, como nunca llegaron los chigüiros a comerse el cuero de la primera boa que sacrificaron para la supervivencia de los humanos, que se encontraba debajo de las hierbas donde dormía Patricio, en esos hermosos tiempos de la vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario